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Fecha Publicación: 2023-06-05T09:44:00.001-07:00

La Virgen Stella Maris, Patrona y Protectora de la Marina de Guerra del Perú

 

José Antonio Benito, historiador

 

Al calor del Bicentenario patrio se van organizando actividades y gestos que podemos calificar de "históricos". Uno de ellos, entrañable, ha sido protagonizado por la Marina del Perú. En un significativo acto litúrgico, la Virgen Stella Maris fue reconocida como Patrona y Protectora de la Marina de Guerra del Perú[1]. El oficio religioso contó con la presencia del Comandante General de la Marina, Almirante Alberto Alcalá Luna, y se enmarcó en las actividades conmemorativas por el 201° aniversario institucional y 143° aniversario del combate naval de Angamos. 

La ceremonia se realizó el pasado 30 de setiembre del 2022 en la Escuela Naval del Perú, y fue celebrada por el Obispo General Castrense del Perú, Monseñor Juan Carlos Vera Plasencia, en presencia de oficiales almirantes, personal superior y subalterno, integrantes de la Asociación Stella Maris y del Comité de Voluntariado, capellanes castrenses, directores y alumnos de los liceos navales. Durante el acto se dio lectura al Decreto de Reconocimiento Canónico de la Virgen Stella Maris como Patrona y Protectora de la Institución, (No O26-2022-OBCAS)[2] tras lo cual la máxima autoridad naval condecoró a la sagrada imagen con la "Orden Gran Almirante Grau en el grado de Gran Cruz Especial". Asimismo, entregó al Obispo General Castrense el pectoral que simboliza la cooperación mutua entre el Vaticano y el Perú. Por su parte, la Presidenta de la Asociación Stella Maris, Marisol Gamero de Alcalá, resaltó los sólidos valores que caracterizan a los integrantes de la Institución, para quienes pidió a la Santa Patrona y Protectora, derrame sus bendiciones en todo momento.

En la documentada justificación se indica que desde la antigüedad ha sido el título preferido con el que la gente del mar se dirige a la Virgen María, en cuya protección siempre ha confiado. Jesucristo, su Hijo, acompañaba a sus discípulos en los viajes en barca, les ayudaba en sus afanes y calmaba las tempestades. Por tal razón también la Iglesia acompaña a los hombres y mujeres de mar, preocupándose las necesidades aquéllos que, por motivos de diversa índole, viven y trabajan en el ambiente marítimo.  De igual modo, "María Estrella del Mar" es considerada su Patrona, universal y principal, por lo que Stella Maris también es el nombre a través del cual muchos marinos conocen el Apostolado del Mar. Así como los marinos han dependido tradicionalmente de las estrellas para la navegación, de igual forma confían en la protección y en la guía de Nuestra Señora para no perder su rumbo. Ésta es la razón por la que sus clubes y centros en todo el mundo son llamados Stella Maris, en su honor. Son los faros y los refugios seguros, siempre dispuestos para acoger, proteger y guiar al marino cansado, al pescador, al personal de los barcos de crucero y al viajero[3].

Vinculada con esta entrañable advocación tenemos a la popular de la Virgen del Carmen. De hecho, fue el santo carmelita San Simón Stock  quien solía referirse a la Virgen María como "Stella Maris", ("estrella de los mares"), lo que propició que los marineros se encomendasen a ella y en 1901, se convirtió en la patrona de los marineros, en especial, de la Marina de guerra española y del resto de navegantes del mar. En el Perú, la devoción a la Virgen del Carmen es una de las más populares, llegando a ser patrona de Lima, de los Barrios Altos (donde está ubicada su iglesia principal) y del criollismo. De igual manera, es patrona del Callao, y la  festividad de la Virgen del Carmen de La Legua,  fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación por el Ministerio de Cultura mediante la Resolución Viceministerial Nº 065-2013-VMPCIC-MC.

El día fijado es el 1 de octubre y cuenta con lecturas propias. Culmino con la bellísima oración compuesta por San Bernardo: ¡Mira la estrella, llama a María!

Si surgen los vientos de la tentación, si te arrojan contra las rocas de la tribulación, mira a la estrella, llama a María; si te golpean las olas del orgullo, de la ambición, de la envidia, de la rivalidad, mira a la estrella, llama a María; en caso de que la ira, o la avaricia, o el deseo carnal asalten con violencia la frágil embarcación de tu alma, ¡Mira la estrella, llama a María!

 


Fecha Publicación: 2023-06-05T08:28:00.000-07:00


Los archivos y sus gentes. Un homenaje a Ada Arrieta. Por Cecilia Bákula 

https://www.elmontonero.pe/columnas/los-archivos-y-sus-gentes

Los archivos del país, si bien son la memoria "documental, material" del mismo, los repositorios en donde se custodian la esencia documental de nuestra historia, pasan muchas veces inadvertidos; casi siempre, carecen de atención y para la mayoría de la población son una especie de entelequia desconocida, sin importancia y, lo peor, se entienden para muchos como algo sin razón de ser.

No obstante, esa indiferencia, que por desgracia se extiende como humo negro de severa ignorancia y desatención a muchos niveles e instancias de gobierno, que deberían ser responsables de y por ellos, existen ejemplos, tanto en instituciones como en personas cuya conducta ejemplificada por su tenacidad, responsabilidad y sentimiento de orgullo por la labor desempeñada respecto a los archivos, es digna de encomio y de ser subrayada.

Es en ese sentido que deseo destacar el homenaje que la Revista Alerta Archivística decidió rendir a la archivera Ada Arrieta Álvarez y lo hago por dos razones fundamentales. La primera porque sí se debe enfatizar, cuando corresponde como en este caso, la calidad y responsabilidad de la labor que realiza la Pontificia Universidad Católica del Perú respecto a sus archivos; tanto el que conserva en el Instituto Riva Agüero, como el que conserva en el campus universitario. En el primero se custodia no solo el acervo documental propio de su fundador, Don José de la Riva Agüero y Osma, al igual que invalorables documentos recibidos por legado o donación de muchísimas personas notables en nuestra historia. En el campus de Pueblo Libre, existe el Archivo de la universidad, gracias al empeño que en eso puso César Gutiérrez Muñoz quien, con gran orgullo adquirió el título de 'archivero de la universidad'; allí se sistematizó toda la información referida a la historia académica de la institución y el historial de los alumnos de esta ya centenaria casa de estudios.

Es así como en el Vol. 246 de mayo de 2023, la Revista Alerta Archivística, junto con artículos propios de la especialidad, decide incluir un cálido y merecido homenaje a Ada Arrieta Álvarez y es aquí donde deseo detenerme un momento, señalando, también, que el 9 de mayo, se celebra en nuestro país el día del archivero, fecha que ha sido propicia para este reconocimiento.

No es Ada Arrieta la única archivera del país. Conozco a otros auténticos apóstoles en esta profesión que es también un servicio. Y utilizó concreta y expresamente ambas palabras: apostolado y servicio y con ello quiero referirme, por ejemplo, al mismo César Gutiérrez, a Teresa Carrasco, a Laura Gutiérrez y a Yolanda Bisso, por citar tan solo a algunas personas que dan ejemplo de compromiso en este desempeño y a quienes he conocido por la integridad, responsabilidad y al mismo tiempo, alegre vocación de entrega para con los archivos.

Destaco el caso de Ada, porque sí es singular que una institución dediqué un espacio de una revista a homenajear la labor de una persona pues por lo general, los homenajes son grandilocuentes cuando son póstumos. Y gracias a Dios, Ada está gozando en vida de este reconocimiento y ello me alegra por la generosidad que implica de quien le brinda el reconocimiento y por ella que lo disfruta.

Conocí a Ada Arrieta en las aulas de la Católica y a lo largo de la vida, coincidimos de muchas maneras, siempre "liadas" en temas de historia; ella optó desde sus inicios por el amor a la paleografía, ciencia oculta para mí, lo que hizo que tuviera una dependencia de sus habilidades. Jamás comprendí cómo podía leer como si fuera un texto escrito a máquina hoy, un documento de siglos atrás… ¡Dones de Dios! se diría y ella jamás se creyó que era especial o muy dotada para ello. Ada ha sido en toda su especialísima habilidad, casi una genialidad, una persona generosa, amable y paciente.

Nos tocó pocos momentos de trabajar juntas en temas de investigaciones, más bien lo hicimos en asuntos, diríamos mundanos, pero de mucha amistad. No obstante, ese privilegio le tocó a mi padre, el embajador Juan Miguel Bákula, quien realmente, cayó rendido ante el profesionalismo, la simpatía y el don de gentes de Ada Arrieta cuando junto a Hugo Pereyra Plascencia trabajaron los tres, el encargo recibido del Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú de hacer el estudio crítico, histórico y paleográfico de la Real Cédula de 1802, publicando un documento final en 1996.

Ada es una persona que, en los momentos tensos, formales sabe estar a la altura y que nunca ha perdido la compostura y vaya que le ha tocado en lo profesional y en lo personal asumir retos intensos. Tiene una sonrisa y una jovialidad contagiantes y así conquistó a todos sus jefes, uniendo eficiencia, responsabilidad y buen humor porque ella es eso que uno quisiera que tengan las personas a las que se le delega una tarea: la tranquila serenidad de que la labor queda en todo cumplida.

Sé que sus hijos son su amor principal pero muchas veces pensé que había una "santa pugna" entre ellos y sin duda debió existir una pasión responsable pues es evidente que el cariño por lo que ella iba siendo capaz de sacar adelante en el archivo que se le encomendó en el Instituto Riva Agüero, debieron obligarla a asumir muchos y grandes compromisos postergando hasta lo personal, asumiendo extrema la generosidad de tiempo. En ella se dio, sin duda lo que sabemos que la atención desbordadamente entregada, puede hacer muchas veces que uno quiera dar más y más, sin medir los límites. Pero las pasiones son así y los archivos, como otras actividades, solo se entienden como una pasión, cuando se asumen como parte de la propia esencia.

Hoy, Ada ve que los resultados son el mayor premio y así lo demuestran los muchos alumnos, ahora profesores que reco


Fecha Publicación: 2023-06-04T17:59:00.000-07:00


 

 

 

 

La generosidad de Luz María

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

F. Javier García Aparicio


 

 

A mi madre, a las Comunidades Neocatecumenales y a las hermanitas de Belén,

que ayudaron a mi hermana a encontrar el camino

de vuelta a Casa.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escucha, hija, mira: inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna; prendado está el rey de tu belleza.

Salmo 44

 

 

 

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I

 

Por qué escribo esto

 

Guárdame como a la niña de tus ojos; a la sombra de tus alas escóndeme

Salmo 17

 

 

 

Mi hermana Luz María murió cuando tenía 53 años, la edad que tenía mi madre cuando ella, con 25, entró en el monasterio. Extraña coincidencia en dos mujeres que van a entregar sus vidas sin vacilar, sin sospecha.

 

El que la llamáramos Chiqui le convenía a su forma de ser. La recuerdo en Salamanca con esas bufandas infinitas que se reliaba al cuello varias veces para no pisarlas, y esos jerséis que ella misma se hacía con motivos naíf, como su propio carácter, de colores sin mezcla y líneas sin ambages. Unas florecillas torpemente trazadas, la extraña sonrisa de Heidi y cosas así eran los motivos permanentes. Sus simpáticas trenzas, sus guantes de lana a juego con los siempre insólitos calcetines. Y, cómo no, sus chistes imposibles que hacían corros de risas; su amable empeño en todo lo que emprendía, sus macetitas siempre agradecidas, la forma compasiva en que te miraba cuando le hablabas. Con esos ojos verde extremeño.

 

Cuento esto, no para lo imposible de describirla en tan poco, sino para sonsacaros esa sonrisa que producía de todas todas su aspecto adorable, y haceros así cómplices del cariño que inevitablemente rezumarán estas palabras. Son torpes a la fuerza. Pero de una torpeza atrevida sabiendo que van dirigidas a vosotros, los que la conocisteis, y —casi se sigue— los que la quisisteis.

 

Las escribo, probablemente, a su pesar. Nada más lejos de su carácter el hacerse notar, el llamar la atención, el darse importancia. Era Chiqui, y su nombre le convenía. (Aunque, sea dicho, murió como Luz María). Sin embargo, apelo a su generosidad para dejaros el recuerdo de estos hechos transcendentales. Los considero su regalo póstumo a mi través. Paradójico regalo. Su muerte. Pero no: es la forma en que murió, es su empeño en que hasta su muerte fuera amable y sugerente para todos los que la compartimos. Y ahí quiero incluiros a vosotros todos, por medio de estas palabras. Que ella me asista desde el Cielo que la guarda («como a la niña de sus ojos»1).

 

 


1 Era el salmo que rezaba la puerta de la celda que ocupó muchos años en su primer monasterio: «Guárdame como a la niña de tus ojos». El verano después de su muerte volví a aquel monasterio en el que pasó veinte años, con la intención de recobrar emociones. Yo mismo había estado allí muchas veces. Aunque agnóstico, presentía algo insólito en aquel lugar cerca del desierto. Las celdas en las que vivían ellas entonces se habían convertido ahora en hospedería. Es por eso por lo que la casualidad me llevó a esta, la que fue suya durante mucho tiempo —me lo contaba la hermanita que se cercioró—. Una simple cama, una mesa, un lavabo, y un sencillo oratorio donde ella se reclinaría tantas veces, donde ella pediría por —su hermano perdido tantas veces… ¡Me habían asignado por azar —aunque yo prefiero imaginar fuerzas más trascendentes— la celda de Luz María! Me conmovió, la verdad.

Viendo entonces, tras su muerte, el salmo que colgaba de aquella puerta: «Guárdame como a la niña de tus ojos» , pensé emocionado que, verdaderamente, ¡se había cumplido!


UNA ACLARACIÓN:

 

Tengo que decir que este es un relato escrito desde el asombro del recién llegado. No es propiamente un texto escrito desde la mirada de una religiosidad madura sino, más bien, desde la frontera, desde el umbral de una fe propia de un cristianito reciente que soy yo. Esto, que a algunos os parecerá un detrimento, permite, a mi parecer, un relato más abierto y comprensible para los que no sois creyentes. Sea como sea, todos coincidimos en el cariño hacia mi hermana, y este es el único presupuesto que necesita su lectura.2

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 


2 Quizá tengas este librito entre las manos y, sin embargo, no conocieras a Luz María. La razón es que, finalmente, decidimos "abrir el círculo" de aquellos a los que va dirigido. No he querido, a pesar de todo, cambiar esta introducción por fidelidad al relato original, y también porque, de algún modo, creo que conocer su propósito inicial puede ayudar a entender mejor esta modesta crónica de hechos tan extraordinarios. Solo me atrevería a pedirte, si me lo permites, que no dejes que la luz de su testimonio

«quede bajo el celemín».


II

 

La kénosis

 

En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Mateo 18, 2

 

 

 

Apenas dos semanas antes de morir, fuimos a verla al monasterio mi madre, mi hermana Pilar y yo. La habían traído del hospital. Ella quería estar allí, en su casa, decía, y los médicos accedieron.

 

«Cuando llegué al monasterio la primera vez», nos decía —la recuerdo sentada frente a nosotros, rodeada de cojines, junto a su madre, a la que parecía sostener sujetando dulcemente la mano, ya pálida, ya muy delgada por la enfermedad—, «la hermanita priora», siguió, «me dijo que no había ido allí para crecer, que había ido allí para empequeñecerme»… Tras la fragilidad que mostraba su cuerpo se presentía el coraje y la determinación de una mujer que sabía quién era… «Sé que voy a ir al Cielo», continuó,

«porque se lo he dado todo a Dios. Ya no tengo nada, mamá… Sigo siendo una calamidad, pero Dios me quiere»… Mi hermana estaba mirando a la muerte a la cara, sin miedo. Se dejaba caer a ojos cerrados sobre los brazos de Dios. «Llevo veintiocho años preparándome para la muerte, estoy lista, mamá… Bueno, tenéis que rezar por mí, pero… vamos… que voy a ir al Cielo»… Parecía como si estuviera organizando las cosas a Dios, por si tuviera alguna duda. Así era ella.

 

En pocas palabras, sin aspavientos, mi hermana había explicado el sentido más profundo de la espiritualidad contemplativa, la pobreza y la obediencia absolutas recogidas en un

«se lo he dado todo a Dios». Mi hermana representaba, en su sencillez, el desprendimiento total, la kénosis de la que hablan los místicos. «Yo le di de hecho / a mí sin dejar cosa», escribe San Juan de la Cruz. El vaciamiento de lo que eres, o mejor, de todo aquello que no te deja ser quien estás llamado a ser. «La curación está precisamente en morir —decía también Kierkegaard—, morir a todas las cosas terrenas». «Me he empequeñecido», nos dijo ella aquella mañana. Hacerse como niños, volver a la simplicidad del origen para encontrarse con Dios. Esa es la promesa que se realizaba en ella. Moría como había vivido. Se llama autenticidad.

 

Mi hermana había dejado de ser Chiqui. Bajo su frágil apariencia, bajo su conmovedora sencillez se revelaba ahora, en el momento de la verdad más palmaria, una gran mujer. Mi hermana ya no era Chiqui, era Luz María. Representaba ante la muerte, ante Dios, a toda su comunidad, a su familia monástica. Era la patencia encarnada de la autenticidad de una forma de vida.

 

La luz de noviembre a mediodía le caía de costado. Su palidez, su delgadez extrema aparecían ahora, en la atmósfera conmovedora que habían creado sus palabras, como una expresión de algo inusitado, transcendente, divino… Parecía una mujer transfigurada. Todos quedamos callados. Nada parecía que pudiera mejorar el silencio.


 

 

 

 

 



III

 

Sonreír a la muerte

 

Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?"

Juan 11, 25

 

 

 

Mi hermana murió un lunes; era el 30 de noviembre. El viernes anterior llegamos alarmados al hospital, desde Cáceres, mi madre, mi hermana Pilar, mi sobrino David y yo.

 

El colon la mataba y su hígado metastatizado la debilitaba e impedía la intervención que pudiera darle alguna esperanza. Colon e hígado parecían así confabulados en un acuerdo macabro. Pasamos, sin embargo, todo el día hablando, rezando y también, por extraño que parezca, riéndonos.

 

El hospital, todo el hospital —nos dijeron— murmuraba, hablaba con incredulidad de una monjita —por supuesto ella siempre llevaba puesta su cinta y su velo— de la planta segunda que llevaba semanas desahuciada y que, sin embargo, trataba a todo el mundo con una sonrisa, a todos hacía bromas y a todos consolaba. Unas monjas agustinas que cuidaban a uno de los suyos tuvieron también inquietud por conocer a esa hermanita extraordinaria… Igual quedaron impresionadas por su radiante cordialidad: «Nos ayuda mucho el testimonio de su hija», le dijeron a mi madre. La fiel confianza que transmitía en que no iba hacia un final sino hacia un tránsito, emocionaba también a aquellas mujeres consagradas. ¡Mi hermana daba testimonio —qué palabra tan apropiada— de una verdad que salvaba de la muerte!

 

A vosotros que la conocisteis no os extrañaría tampoco si os dijera que estuvo contándonos toda la mañana de aquel viernes que llegamos el mismo chiste absurdo…

«¡Sí, pero a se me pasa!, decía el borracho». Nos vio llegar tan asustados que se empeñaba en hacernos reír. A los que la conocisteis —sé que ahora sonreís recordándola

seguro que no os extrañaría, pero es que… ¡se estaba muriendo!

 

Las enfermeras, las médicas internistas que la llevaban, el oncólogo… no podían creer que esa monjita —siempre digna con su cinta y su velo, eso sí— tan pálida, tan poquita cosa, con la horrible hiperdistensión de ese hígado indiferente, con ese colon que no la dejaba comer ni dormir, y a poco más de unos días para morir, no mostrara ni un sesgo de desánimo, ni le asomara un lamento, ni tan siquiera una leve sombra de desesperanza. Esto no puede ser. Y ella, dale, se reía con el oncólogo al que amenazaba con una piedrecita santa que guardaba bajo su almohada: «¡Como me hagas daño con esas agujas, te tiro con la piedra! ¡Cuidadito!». Qué horror de agujas. Qué trastornos para alguien que solo quería ya volver a casa, volver al Padre, como decía ella.

 

Como prueba de lo que digo os cuento algo sorprendente que, sin embargo, no comprendí en el momento. Estando en el entierro, junto al claustro mayor del monasterio, mientras echábamos la tierra en la tumba que se abría en el suelo del jardín de clausura

—esa es otra historia—, allí, todos apretujados y emocionados, de repente, una chica que


había a mi lado —yo no la conocía— me cogió la mano y la mantuvo apretada un buen rato… En aquel tumulto emocional no me sorprendió excesivamente, pero ¿quién era aquella mujer? Mi madre me lo explicó al día siguiente: ¡una de las médicas internistas que había tratado a Luz María!… Poco que decir. ¿Sabéis de algún caso de un médico que, sin conocer previamente a la paciente, haya ido a su entierro y se apriete afectuosamente con sus familiares?… Yo no.

 

Nunca nos habló de su colon irritable, una enfermedad que llevaba años incomodándola; nunca nos habló tampoco, en aquellos meses, de dolores o miedos… Solo muy al final empezaron a sedarla. Llevaba 28 años sin tomar apenas medicamentos —qué digo medicamentos, sin tomar un simple café— por lo que los analgésicos más suaves le daban suficiente alivio. Pudo así mantener su conciencia clara casi hasta el final.

 

El hospital, todo el hospital —nos dijeron— rumoreaba que había una mujer extraordinaria, una monjita al parecer, en la planta de oncología.

 

Tanto es así que ese pueblo entre religioso y supersticioso —como es natural en un lugar de marinos y pescadores— acabó en un pispás con ese cestito de rosarios hechos a mano que trajeron las hermanitas —«¡qué ocurrencia!», había pensado yo, «¡rosarios!»— y que pusieron («para el personal y el que lo quisiera») en el mostrador de enfermería… Un pispás es mucho tiempo. Cuenta mi madre, que yo no estaba en la habitación —mi hermana ya dormida por la sedación— que se presentó un… «esos de la cabra», dice ella,

«¡un legionario!, ¡eso!… Lleno de tatuajes por los brazos… Un mozarrón». Decía que había sido legionario y que era muy religioso. «Mire uzté, zeñora» —mi madre mal exagera el acento andaluz… Bueno, pues resulta que, no sabe dónde, había perdido el rosario de tela de las hermanitas, y estaba apuradísimo. «Yo es que zoy muy religiozo», decía, «zi pudiera tené otro rozario de zu hija», contaba mi madre. La hermanita que estaba allí se quitó el que llevaba en la muñeca y, sin más, se lo alcanzó. Y el mozote,

«gracia, mucha gracia, zeñora, hermana»; grande y ya cincuentón, emocionado, se cuadra golpeando los tacones, hace el saludo militar y se marcha. Mi madre se ríe cuando lo cuenta…

 

…Porque me queda todavía hablar de mi madre.


IV

 

Las últimas palabras de Luz María

 

Jesús le dijo: `Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso´.

Lucas 23, 43

 

 

 

La parte de este relato que me resulta más difícil es una parte esencial. En ella me gustaría mostraros, de la forma más respetuosa, sin intervenir en lo posible, un hecho extraordinario. Un hecho que, de por sí, justifica mi empeño en contar esta historia para vosotros, los que la conocisteis, los que la quisisteis. Es difícil, y no quiero traicionar con mis palabras el alma de aquel acontecimiento. Quisiera que estas fueran sencillas ventanas, cuya esencia consistiera en ser, precisamente, ese espacio vacío que nos permite asomarnos a su través. Lo mejor sería el silencio. A ella le gustaría. Porque mi hermana fue hija del silencio. Lo mejor sería presenciarlo y callarse. Dejarse hacer por el misterio de aquellos hechos… Pero muchos de vosotros no estuvisteis allí, y creo que la historia debe ser contada. El Cielo me asista.

 

La escena es conmovedora desde el principio. Las hermanitas, que habían venido del monasterio hasta el hospital, que habían cruzado el umbral de su clausura para despedirse de su hermana Luz María, que habían ido asomándose a sonreírle durante esa tarde, de dos en dos para no abrumarla, se fueron colando en la habitación. Me parece recordar que la ventana dejaba pasar todavía algo de luz, algo de esa luz respetuosa de las tardes de noviembre. Fueron entrando silenciosamente, como es natural en ellas. Toda mi preocupación era si cabríamos en esa estancia donde dos camas ocupaban casi todo el espacio. Allí estábamos mi madre, mi hermana Pilar, mi hermano Jorge y su mujer Cristina, mi sobrino David y el obispo que, en aquella habitación, parecía todavía más grande de lo que ya era. También se colaron las dos médicas internistas y una monjita, la hermana Pura, que acostumbraba a visitar a los enfermos. Amable el obispo que vino a celebrar la última misa de mi hermana, de la hermana Luz María. Creo que eran quizá veinte hermanitas. Y se fueron acomodando como en un amable milagro en aquellos pocos metros cuadrados. Esa es la escena: todos alrededor de la cama de mi hermana que, a ratos, nos sonreía. Se la veía cansada, muy cansada. Se estaba muriendo.

 

Creo que fue antes de que el obispo empezara la celebración a los pies de su cama, delante de una breve mesita, cuando mi hermana llamó la atención de la priora. Algo le susurró que solo ella sabe. Y luego, cerró los ojos. Mi hermana se moría, pero en un sublime acto de obediencia y de pobreza preguntó a su priora —estoy casi seguro— ¡si podía cerrar los ojos durante la eucaristía! ¡Pedía, casi, permiso para morirse!… Y luego, los cerró.

 

Entonces solo me emocionó. Luego, al repasarlo en mi memoria me recordó a algo que me había impresionado de ella, no importa que cuando ateo o cuando luego me convertí: si entrábamos en la capilla, siempre se inclinaba hasta tocar el suelo con la frente con un gesto de sumo respeto, como si Dios, el innombrable, el creador de todo lo que existe estuviera, cómo diría, estuviera realmente allí. Siempre lo entendí como un signo de autenticidad, como un signo de verdad. Si era que exponía para mí, para mí solo, el Santísimo, en la capillita de las antiguas cuadras, entonces hacía sus genuflexiones, y


cantaba. Cantaba para ese Dios que se dejaba exponer a nuestra mirada. Cantaba como se canta a Dios.

 

Lo que iba a pasar allí, en aquella pequeña habitación de aquel pequeño hospital de aquella pequeña ciudad, era para ella algo inmenso. Una hierofanía, un momento en que Dios iba a dejarse tocar, iba a abajarse para venir a salvarla de la muerte que la apremiaba, iba a presentarse en esa habitación hacinada para recoger a su hija amada…

«prendado está el rey de tu belleza»… Ella, muriéndose, pidió permiso para cerrar sus ojos agotados, y luego… los cerró.

 

Sin embargo, todavía teníamos que asistir el obispo, todas las hermanitas, mi madre y mi familia, la hermana Pura, las médicas, todos los que allí estábamos, a un acontecimiento extraordinario, un acontecimiento que removería en mí, desde entonces, la forma en que entiendo las cosas. No puedo decir más. Mi hermana mantenía los ojos cerrados. En realidad no sabíamos si todavía estaba allí con nosotros, si tan siquiera nos oía… Creo que fue en el momento de la homilía, porque me sorprendió, cuando el obispo, más bruscamente de lo que yo hubiera querido, se dirigió a mi hermana y le espetó: «¡Luz María!, ¿quieres decir algo?…» «¡Cómo se le ocurre! —pensé— ¡pobrecita!»… Entonces ella se removió, abrió los ojos un poco superada por la situación —siempre fue muy tímida, ya sabéis— y, sin mediar un instante, mientras colocaba su pelo —en un último acto de dignidad y de respeto— por debajo de la cinta que sujetaba su pálida frente dijo:

«Que Dios es bueno».

 

¡Que Dios es bueno, dijo! ¡Se estaba muriendo! ¡Un cáncer le rompía el hígado y bloqueaba mortalmente su colon, y ella decía ¡que Dios es bueno! ¡ Mi hermana daba gracias a Dios!… Y fueron, de hecho, sus últimas palabras. Sus últimas palabras no fueron de lamento, no fueron una queja, ni un deseo, ni una protesta, ni un grito… fueron palabras de agradecimiento: «Dios es bueno». En ellas se adormeció su alma en el camino de vuelta al Padre.

 

Y ese Dios bueno, intermediado por su amada madre, la Virgen, a la que cuántas veces habría rezado: «ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte», le dejó quedarse en paz, tranquila, «con la casa sosegada». Y así se durmió. Se quedó dormidita en brazos de Dios. Así me pareció.

 

La verdad, sería mejor callarse. A ella le hubiera gustado el silencio, el humilde silencio; como el del «susurro de una brisa suave», como «la voz del desierto» al que Dios la había llevado para hablarle al corazón. Ese silencio preñado donde, si estamos atentos, descubrimos el sentido de las cosas… Pero me ha tocado contar esto. Y quiero hacerlo a pesar de que sé que el intento de apresarlo con palabras es vano, casi contraproducente. Ante el misterio es mejor callarse, vaciarse para dejarse llenar. Como supo hacer ella.

 

Los que no estuvisteis allí, la mayoría de vosotros, imaginadla en aquella cama, rodeada de todos los suyos, ya tan delgada, azorada por los últimos empujones de una enfermedad que la agotaba; imaginadla abriendo los ojos, colocando su pelo bajo la cinta como última manifestación de su escrúpulo, de su respeto definitivo a la forma de vida que había elegido, y diciendo con esa mirada limpia, transparente y asombrada que tuvo siempre, «que Dios es bueno».


Allí, en aquella tarde que ya anochecía como en una reverencia, rodeada de todos los suyos, mi hermana nos dio su último regalo. Fue generosa hasta el final. Dios es bueno. No pasa nada. No tengáis miedo, que Dios es bueno.

r


V

 

La generosidad de Luz María

 

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Juan 15, 13

 

 

 

Me quedé atónito… ¿Qué había descubierto mi hermana en estos veintiocho años? ¿Qué magnífico secreto le permitió mirar a la muerte con un gesto de agradecimiento? ¿Cómo Dios la había vaciado de misma y la había llenado de este amor, de esta compasión y de esta paz? ¿Qué nos voceaba mi hermana desde el umbral de la muerte?

 

Yo creo que Luz María fue generosa también para morir. A mí me parece que murió, también un poco, para salvarnos. Para salvarme. Que nos ayudó a creyentes y descreídos a entender eso de la cruz, eso del dolor, eso de la muerte. De algún modo, esa niña tímida y apocada, Chiqui, se había ido vaciando, despojando de sí para convertirse en una mujer nueva, en Luz María, una hermanita capaz de sonreír a la muerte, capaz de dar gracias en ese momento en que lo entregamos todo.

 

Ya no volvió a abrir los ojos. Pero no murió, ante el asombro de los médicos: «¿¡Cómo aguanta todavía esta mujer!?», se les oyó decir todo aquel domingo que siguió. No podía morirse: estaba esperando a mi hermano Nacho y a Marta que venían, en un viaje demencial de veinticuatro horas, desde China. Dejaban allí, además, como testimonio de absoluta confianza, a sus seis hijos. La mayor tenía 11 años. Los dejaban en China.

 

Temprano en la tarde del sábado, yo entraba y salía nervioso del cuarto, como si cambiar de sitio fuera a modificar las cosas. Ella me reñía amablemente mientras me cogía la mano y me miraba con dulzura: «¿Dónde estabas?»… «Hablaba con Nacho; viene con Marta. Que les esperes»… «¡Vaya cosas que le digo!», pensaba yo sobre mis palabras… Solo que yo sabía también que a ella eso de los milagros le parecía de lo más natural…

«¡Claro!», dijo como dándolo por hecho, y se sonrió. Recuerdo como si fuera ahora su delgada y cálida mano en la mía, y sus ojos, cansados pero risueños y consoladores, sobre los míos. «No pasa nada, todo está bien», me decían…

 

Llegaron a las dos o las tres de la madrugada del lunes. Los recogí en la calle. Si hacía frío, no lo sé. Nos colamos en el hospital y recorrimos tristes pasillos, apenas iluminados, con una íntima urgencia, hasta que al fin llegamos a la habitación… Recuerdo que Nacho se arrodilló ante ella y lloró. Lloró todo su dolor, lloró su agradecimiento. Y Marta le habló, y le pidió… Habló al alma entera, al alma viva y generosa de mi hermana. Y sé que ella los escuchaba y los consolaba en lo profundo. Era el día de san Tadeo Liu, santo y mártir de China. Quien tenga oídos para oír, que oiga.3

 

 

 

 

 


3 San Tadeo Liu (1773-1823), presbítero y mártir de China. Casualmente, en la ciudad de la que venían, se conserva una reliquia suya.


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VI

 

Tres mujeres y una cruz (1)

 

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.

Juan 19, 25

 

 

 

A mis ojos, estos acontecimientos que os relato revelaron la determinación y la fortaleza

—ellas dirían que prestadas— de tres grandes mujeres. Ya vengo hablando de una de ellas, mi hermana. La otra mujer fuerte de esta historia demostró también un coraje y una lucidez extraordinarias. Y, aunque ella no querría aparecer en este relato, la menciono porque su saber entender y hacer, la fuerza de su íntimo convencimiento fueron transcendentales en la forma en que pudimos vivir estos acontecimientos. Y además porque como madre, como priora, trae al sentido de esta narración algo que resulta fundamental para entenderla: la patencia de esa unidad amorosa que constituía esta comunidad de hermanitas contemplativas; una intimidad en la que, por otra parte, también nosotros nos sentimos abrigados.

 

El domingo habíamos aparecido alarmados en el hospital por la supuesta inminencia de la muerte de Luz María. Recuerdo el apresurado recorrido desde la casa en la que dormíamos, apenas unos cientos de metros que me parecieron interminables, como los pasillos excesivos de aquel hospital antiguo. No me sentía preparado. El pulso en las sienes. Todo parecía más rápido de lo que mi alma podía acompasar. Recuerdo llevar aquella agitación a la habitación de mi hermana. Y recuerdo que, de repente, se transformó en calma. Fue como un golpe de luz, un golpe hondo y amable, que transfiguró todos mis sentimientos…

 

La escena era sobrecogedora. La luz entraba por la ventana sin apartar los ligeros visillos; entraba generosa desde aquel cielo del sur, en aquella luminosa mañana de domingo. Todos hicimos corro alrededor de la cama de mi hermana. A su lado estaba la hermanita priora, sentada junto a ella, reclinada sobre ella con una biblia abierta en la mano. Le leía dulcemente, casi en un susurro, versículos que hablaban de esperanzas y promesas, de encuentro con el Padre, de vida eterna… Mientras, acariciaba su frente con los dedos, como si con ese gesto quisiera acompasar el amable sentido de aquellas palabras que habría elegido cuidadosamente para ayudar a mi hermana al definitivo desprendimiento.4

 

La escena me pareció luminosa —me atrevería a decir que a todos nos pareció así— pero no por la luz que venía de fuera, sino por esa otra más intensa que irradiaba la belleza de aquellas dos almas entrelazadas: la de una madre que consolaba y la de una hija que adormecida escuchaba —estoy seguro— mientras se desprendía de lo poco que todavía le quedaba.

 

 

 


4 Era la Oración de Jesús del evangelio de S. Juan. La transponía amablemente para hacerla oración de mi hermana Luz María.


 

Viendo allí a la hermanita priora, mientras leía aquellas sagradas palabras al alma abierta de par en par de mi hermana, todos nos sentimos aliviados. Yo pensé, tengo que decirlo, que también querría una muerte así, querría morir como moría mi hermana. Acariciada por la voz de su madre, por la palabra de Dios; segura de su destino, mecida por el sentido profundo de lo que había sido su vida…. Eso sentí, me cuesta decirlo: una especie de consoladora envidia.

 

El relato de esta escena —elegida entre otras— quiere ser también una expresión de nuestro profundo agradecimiento. Esta hermanita —tan poco cosa, en apariencia— gestionó, sostenida por una serenidad y una fuerza que parecían transcenderle, toda la enfermedad y los últimos momentos de la vida de mi hermana, la conmoción de su familia monástica y el dolor de su familia natural. Sabia y amorosamente, supo entrecruzar tan delicados hilos para urdir la trama que, sin duda, le había dictado el Cielo. Queda en nuestro corazón.


VII

 

Tres mujeres y una cruz (2)

 

Un gran señal apareció en el cielo, una mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas. Está encinta y grita

con los dolores de dar a luz

Apocalipsis 12, 1

 

 

 

La tercera mujer fuerte de esta historia es, sin duda, mi madre. Durante todos estos acontecimientos, desde el momento en que mi hermana nos contó, sin suavizarlo, que se moría, mi madre mantuvo una serenidad que nos impresionó a todos. Iba a decir que nos sorprendió a todos, pero esto no sería realmente cierto. Esta mujer, de aspecto distraído, nos tenía acostumbrados a su lucidez y firmeza en las situaciones difíciles.

 

Yo, que vivo con ella, doy fe de que esta serenidad extraordinaria que mostró en público, la mantuvo también en la intimidad. Estuve especialmente atento durante este tiempo temiendo que se derrumbara. Nada de esto. No lo hizo durante la enfermedad de Luz María, no lo hizo cuando su muerte, ni tampoco después en el tiempo de duelo. Guardó la calma y, no solo eso, supo también, sabiamente, mantenerse en un segundo plano –– como lo hizo su venerada Virgen María—, aceptar con humilde obediencia el gobierno de los acontecimientos por parte de las hermanitas.

 

La situación no era al uso. Mi hermana era monja contemplativa. No podíamos bajar a estar con ella, a acompañarla en sus últimas semanas de vida, sencillamente porque vivía en clausura. Había sido su elección. Y ningún asomo de rebeldía por nuestra parte, ningún amago de querer imponer nuestro derecho de parentesco podía ni debía cambiar esto.

 

Mi madre se mantuvo serena durante la terrible enfermedad de su hija. En muy pocas ocasiones la vi, ya en casa, echar unas lágrimas o hacer pucheros. Enseguida se recomponía. Como si una fuerza misteriosa le susurrara palabras de consuelo. Su hija se iba al Cielo. Así lo vivía ella de verdad, con el convencimiento sin fisuras de que era la voluntad de Dios. Igual mantuvo la calma en el hospital. Igual después de su muerte para asombro de extraños.

 

Recuerdo una situación, ante la visita a casa de unos familiares, los días inmediatamente siguientes. Muy amablemente vinieron a darnos el pésame. Pero enseguida se les notó cierto desconcierto. No encontraron en mi madre el desconsuelo que, naturalmente, cabía esperar. Una chica, prima en algún grado, —era jovencita en su descargo— llegó a decir que «bueno, claro, no es lo mismo que se te muera una hija con la que vives que una hija con la que no tienes un roce cotidiano…». La pobre, torpemente, trataba de encontrar justificación a lo que era incapaz de entender… La interrumpí un poco abruptamente, tengo que reconocerlo. Pero recuerdo que me llamó la atención la calma con que lo tomó mi madre. En todas estas situaciones mantenía, ¿cómo diría yo sin traicionar a la verdad?, una especie de orgullosa prestancia, un cierto aire, no presuntuoso, sino más bien recogido de fortaleza moral. No si logro explicarme. En su


serenidad insólita se revelaba una íntima complacencia en estar al resguardo del dolor; en sus callados gestos, que esa fuerza que irradiaba no era suya sino que le venía de lo alto. Así, su sorprendente calma, se convertía en un lacónico testimonio de su fe, de su absoluta confianza en que su vida se sostenía en algo muy grande y muy verdadero.

 

Pero el testimonio más sorprendente que tenía que dar mi madre, todavía no lo he contado.

 

Era la tarde del domingo5. Habíamos pasado todo el día cantando alrededor de la cama de Luz María, leyéndole salmos con las hermanitas que estaban allí, que estuvieron todo el rato al cuidado de mi hermana, sin dormir apenas, desplazadas del recogido mundo que habían elegido, zarandeadas por el sufrimiento de su hermanita desahuciada; pero siempre sonrientes, siempre atentas a ella, siempre atentas a nosotros… como ángeles. Ni una queja, ni un mal gesto, ninguna impaciencia por nuestros justificables nervios de a veces… Vocación de amor convertida en hechos.

 

Mi hermana dormitaba sedada, pero se resistía a morir, como ya he contado. Le quedaba por cumplir una promesa.

 

Fue aquella tarde de domingo cuando, cordialmente, se presentó a visitarnos el obispo de Cádiz en el hospital. Nos propuso que rezáramos vísperas.

 

Recuerdo a mi madre sentada junto a la cabecera de la cama de mi hermana, en uno de esos sillones bajos de hospital que la hacían parecer aún más pequeña, sujetando con empeño la mano inerte de su hija. En un momento de la celebración, el obispo le preguntó delicadamente si quería decir algo… ¡Ay, preguntar esto a una madre junto a su hija moribunda…! He visto a madres destrozadas por la rabia, a madres preguntarse por qué su hija siendo tan buena, madres que reprochaban a Dios por qué no se las llevó a ellas, a madres preguntando al cielo qué habían hecho para merecer tanto castigo… Y me pareció natural: una madre no debería ver, de ningún modo, morir a sus hijos… «¿Quieres decir algo?», se arriesgó a preguntar el obispo a mi madre… Y aunque siempre se ha tenido a sí por poca cosa, en estas situaciones que a cualquiera nos bloquearían, aparece un mujer grande, una mujer capaz de decir justo lo que quiere decir. No heredé yo esto de ella. Y así, sin mediar pensamiento, sin decidirlo, como si fuera lo profundo y verdadero de su alma lo que hablaba, va y dice: «Quiero dar gracias a Dios… por haberme dado a esta hija… durante 53 años».

 

«¡Quiero dar gracias a Dios!»… ¿Qué se puede decir?… Otra vez, lo mejor sería callarse. Lo mejor sería, otra vez, el silencio que nos permitiera aproximarnos al misterio de esto que sucedía allí, delante de nuestros ojos, como un cercano milagro: mi madre, igual que el día antes había hecho su hija, ¡daba gracias a Dios! Y le quito al párrafo referido a mi hermana sus palabras y sus sentidos, porque del mismo modo, con el mismo Espíritu, las palabras de mi madre «no fueron de lamento, no fueron una queja, ni un deseo, ni una protesta, ni un grito….». Mi madre, junto a su hija que se moría, daba gracias a Dios.

 

 

 

 

 


5 Mi madre dice que fue el sábado, durante la Eucaristía. Yo creo que Luz María estaba ya definitivamente dormida; que fue, pues, el domingo por la tarde. Va, no cambia en nada el sentido de lo que quiero contaros.


VIII

 

Tres mujeres y una cruz (3): la cruz

 

La cruz gloriosa del Señor resucitado es el árbol de la salvación.

Canto neocatecumenal

 

 

 

 

Me permito esta digresión, dirigida especialmente a los creyentes entre los que leen esto

—los demás podrían, simplemente, obviarlo sin menoscabo del sentido general—, porque me parece que presenta aspectos de mi experiencia frente a la muerte de mi hermana cruciales para mi conversión que, sin embargo, pueden parecer muy extraños para los «no creyentes»6.

 

 

El impacto de la experiencia de la muerte de mi hermana, esa vivencia compartida, esencialmente comunitaria pero también, y sobre todo, íntima abrió mi corazón a la comprensión de algunos misterios teológicos que hasta entonces me habían sido vedados y que quiero, muy brevemente, presentaros aquí7.

 

Fue en el Gran Silencio monástico de las Batuecas donde empezó a ocurrir lo que quiero contaros. Meses después del fallecimiento de Luz María, en la Semana Santa posterior, se me reveló —si se me permite decirlo así— un sentido más profundo del significado teológico de esa escena, supuesta naturalmente, de la Virgen con su hijo en brazos tras el Descendimiento…

 

Había estado varias veces en la basílica de San Pedro en Roma, y la bella escultura —que solo ahora me parece sublime— de La Piedad de Miguel Ángel había permanecido muda. Claro está: el profundo misterio que quiere representar es «invisible a los ojos», como todo lo esencial.

 

Pero mira que, años después —como si hubiera permanecido latente como semilla en tierra seca—, habría de sobrevenirme la imagen de esta representación magnífica de


6 Si puede hablarse en estos términos. Porque, como decía Ratzinger en Introducción al Cristianismo parafraseo—: todos somos creyentes, unos creemos que Dios existe y otros creen que no El espacio de lo humano es la creencia, no me cabe duda.

7 Exagero literariamente cuando ligo los términos «comprensión» y «misterio», sencillamente porque los misterios no se comprenden, más bien «nos comprenden». (Gabriel Marcel, en El misterio del ser, lo explica mucho mejor de lo que yo voy a poder hacerlo. Sea dicho). Al contrario que pasa con los simples

«problemas», no los solucionamos, no se resuelven sino que, si se me permite, nos disuelven, es decir que no podemos agotarlos. Con el misterio —esta es mi experiencia— es más un dejarte ver que un verlos propiamente. Mientras que el problema se esclarece de pronto y definitivamente, el misterio puede ser, si estás atento, si estás abierto, una fuente continua e inagotable de revelaciones… En definitiva, el misterio es como un agujero negro: no puede verse hasta que te engulle.

Me gusta esta idea de «ser engullido» por el misterio. Es solo metáfora, claro está: al fin y al cabo estamos en el terreno de lo inefable, es decir, más allá de las palabras que delimitan lo que podemos comprender. Por eso el ámbito propio del misterio, su medio natural es, sin duda, el silencio.


Miguel Ángel. Fue en medio de los ritos que reavivan —dicho literalmente— aquellos arcanos acontecimientos de la Pascua de Jesús, en aquel antiguo monasterio carmelita. Vi nítida la imagen de María, la doliente y serena generosidad en su rostro entregando a su Hijo al Padre. Se me figuró, de pronto, ese amor que transciende nuestra animalidad, la resistente biología que nos subyace; ese amor que nos permite, incluso, superar la humanidad que se resiste a encajar esa pérdida que habría de matarnos… Y pude «ver», y esto es lo que quiero contaros, porque sobre la evocación de aquella imagen sublime de Miguel Angel que se me venía, sobre aquella conmovedora escena teológica que representa, se sobreponía en mi corazón, como un calco preciso, esa otra imagen de mi madre dando gracias a Dios, acurrucada aquella tarde en el amor de su hija que se moría… Allí, en el silencio de aquel santo monasterio, se me regaló esta visión sobrecogedora, se me mostró la naturaleza y el poder de ese amor confiado que permite a una madre entregar más que la vida: la vida de una hija.

 

La cruz misma se llenó esa tarde de un sentido nuevo, inusitado, que me removió en lo profundo en aquel silencio del monasterio del Carmelo. Cuando entonces la miraba, cuando desde entonces la miro, puedo decir, veo —en el sentido bíblico del término— la generosidad extrema de Jesús dando su vida para salvar a mi hermana… Y esa sencilla revelación suscita en mí, desde entonces, una extraordinaria sensación de agradecimiento, un agradecimiento desconocido hasta ahora, profundo y conmovedor que me sosiega.

 

También vi, y desde entonces veo, clavada en ella a mi hermana. No la veo perdiendo su vida, la veo entregándola —un poco también por mí— con la cara iluminada por la luz del Cielo que en ella se complace. Muriéndose, pero con sus generosos brazos abiertos otra vez de par en par como cuando se consagraron. Veo su «hágase» y a través de él, esa Verdad que salva de la muerte.


IX

 

La espera en el templo

 

una voz del cielo, que decía: "Escribe:

¡Bienaventurados los muertos, los que mueren en el Señor! Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan".

Apocalipsis 14,13

 

 

 

«Se lo he dado todo a Dios»… Aquellas palabras, que mi hermana nos había dicho unas pocas semanas antes, resonaban en mi cabeza viéndola allí, al final de esa gran nave barroca, sobre aquella sencilla tabla de madera. La habían colocado en el antepresbiterio, más allá de los magníficos sitiales renacentistas del coro de los padres, casi a los pies del retablo cuya exuberancia parecía dispuesta para subrayar la delicada sencillez de mi hermana, allí, ataviada con su humilde hábito de invierno que parecía más blanco aquella tarde, casi radiante, como si estuviera «vestida de sol»; con las manos cruzadas sobre su cuerpo, sujetando todas sus posesiones: un rosario de tela y cuentas de madera que ella misma se habría hecho. Se lo había dado todo a Dios.

 

Con la fuerza de su silencio y su pobreza, con las armas de su renuncia, se había enfrentado a la muerte, y había salido victoriosa. Ahora, tendida cara al cielo, con aquellos brazos cruzados sobre sí, me sobrevino la imagen de tiempo atrás, cuando esos mismos brazos se abrieron contra el suelo, como una cruz, en su consagración. Entonces invocaba la ayuda de todos los santos. Ahora parecía decirnos que su ofrenda había sido cumplida. Aquellos brazos, abiertos en cruz desde entonces, se plegaban ahora sobre como sello de su vaciamiento, de su callada y definitiva entrega. San Juan de la Cruz escribía: «Y yo le di de hecho / a mí, sin dejar cosa», y mi hermana vivía consumados esos versos con su muerte. Aquella simple tabla de pino era el carro de su victoria. Aquellos salmos, recitados amorosamente por sus hermanas, eran las trompetas de su triunfo.

 

En la noche dichosa,

en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba otra cosa,

sin otra luz y guía,

sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba

más cierto que la luz del mediodía, a donde me esperaba

quien yo bien sabía

en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!

¡Oh noche amable más que la alborada!

¡Oh noche que juntaste, Amado con amada,

amada en el Amado transformada!


Las hermanitas se turnaron junto a ella, cantilándole salmos durante todo aquel día. Había muerto a media mañana, como para no molestar, el lunes 30 de noviembre, cumpleaños de David, su querido sobrino. La habían llevado a «su casa» y puesto, delicadamente, entre flores y luminarias, sobre aquella humilde tabla al final del imponente templo.

 

Era espacio de clausura pero las hermanitas, sonrientes, venían a nosotros de cuando en cuando, te susurraban al oído si querías acercarte y te llevaban de la mano hasta donde estaba ella. Descansaba tranquila, con «la casa sosegada». Parecía sonreír, como si quisiera revelarnos un arcano secreto, como si quisiera aliviar nuestro dolor con la fuerza amable y tranquila que irradiaba su cuerpo yacente.

 

Nos impresionó la delicadeza, la devoción con la que se acercaban las hermanitas a ella. Se arrodillaban a su lado, le hablaban, se reclinaban sobre su cuerpo, le cogían con mimo las manos… como si quisieran todavía despedirse del alma que se desprendía poco a poco del cuerpo exánime de Luz María.

 

Y así, custodiada por nuestros recuerdos, por los sagrados iconos, por la humilde luz de las flores que parecían ahora querer devolverle el cuidado que habían recibido de ella, descansaba su pequeñez, y pasaba la noche, y pasaba la mañana. Y, mecida por la voz ininterrumpida de aquellos salmos que tantas veces había meditado, le llegó la tarde de su «encielamiento».

 

 


Esta foto apareció en Hermano Papel en junio del 93, por voluntad de su querido Padre Pacífico.


X

 

El encielamiento

 

Ya entra la princesa, bellísima, vestida de perlas y brocado; la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, la siguen sus compañeras: la traen entre alegría y algazaras, van entrando en el palacio real.

Salmo 44

 

 

 

 

 

La liturgia del «encielamiento», como la llamaron las hermanas, y la inhumación, fueron ceremonias llenas de sentido que nos ayudaron a aliviar nuestro duelo. Fueron extraordinarias no solo para nosotros. Mis antiguos compañeros del Instituto que se desplazaron hasta allí, muchos de ellos descreídos, coincidieron sin embargo en decirme que «la ceremonia había sido conmovedora», o que «no habían asistido jamás a un entierro tan emotivo», o que «les había parecido algo precioso», así, literalmente… Y era un funeral. En realidad, tengo que decir sin alegrarme, que he asistido a bodas más tristes que aquel funeral de mi hermana.

 

Allí no hubo lágrimas, y si las hubo, no fueron en absoluto protagonistas, ni fueron de desconsuelo sino, y puede costar creerlo, de una emoción gozosa, de una extraña alegría… Así vi llorar al obispo a mi lado cuando, durante la inhumación, cantábamos La Cruz Gloriosa. Me miró sin escrúpulo entre sus lágrimas y con la voz quebrada me dijo:

«¡Lo que se pierden los que no creen!». Aquella ceremonia no fue un funeral al uso: las sonrisas de las hermanitas, sus miradas cómplices y confiadas, los cantos de esperanza y agradecimiento, las palabras que hablaban de vida eterna, de una promesa que parecía cumplirse, que parecía realizarse allí mismo, delante de nosotros, como en un íntimo y amable milagro.

 

Todo aquello rezumaba autenticidad. La verdad parecía emanar de todas las cosas, como si un nimbo de luz las envolviera; se presentía en todos aquellos signos que dispusieron sabia y cuidadosamente las hermanitas: los venerables iconos y las preciosas imágenes de madera que solían avivar el templo, las velas y las flores que iluminaban en derredor el cuerpo dignísimo de mi hermana, y el altar donde se ofrecería el sacrificio. Todo hablaba sencillamente, sin alardes, de verdad, como si el misterio hubiera decidido hacerse palpable.

 

La iglesia rebosaba de gente, cosa que sería sorprendente si no conocieras a mi hermana: era monja contemplativa y llevaba solo unos pocos años en aquel monasterio. Pero es que a Luz María era fácil quererla —y sé que se os escapa una sonrisa de asentimiento. Apenas necesitabas un gesto suyo de consuelo, una mirada de sus ojos iluminados, sus manos dándote la paz en medio de la Eucaristía…. Y hablo también de experiencias, en las que no me detengo por escrúpulo, de personas que han venido a contarme luego, emocionadas, agradecidas, o transformadas en algunos casos… A mi hermana era fácil quererla.


De este modo, aquel templo barroco, aquel martes frío del final de noviembre, rebosaba de gente. Llenaban la entrada de los visitantes, antes de la enorme reja, llenaban el coro de legos, los bancos, las sillas auxiliares y los antiguos sitiales que lo flanqueaban; y ocuparon, tras el muro de entrecoros espacio que habitualmente era de clausura—, el coro de los padres, ocuparon las sillas —que habían colocado las hermanas— y algunos, pocos, se atrevieron a sentarse en sus labradísimos sitiales de madera noble que llegaban hasta el antepresbiterio donde presidía, humildemente, el imponente silencio del cuerpo yacente de mi hermana, que parecía allí iluminado desde dentro por la verdad, la bondad y la belleza que había encarnado.

 

Y transcurrió aquella hermosa eucaristía como una fiesta, la que anunciaba un

«encielamiento», entre cantos y palabras esperanzadas.

 

Me impresionó luego cómo tanta gente desfiló para acercarse a despedir a Luz María. Se veía en sus caras el signo del amor que había sembrado en ellos. Algunos nos saludaban, besaban a mi madre… los que la conocían, porque otros la buscaban, como ya os dije, sin encontrarla… ¿Dónde estará la desconsolada madre?… Allí no, desde luego. Allí no había ningún desconsuelo. Solo la paz, la serenidad que irradiaba el cuerpo transparente de mi hermana.


XI

 

El descendimiento

 

Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.

Juan 12, 24

 

 

 

 

Y embriagados por la belleza y la verdad de aquella ceremonia, todos nos dispusimos a seguir a las hermanitas que levantaron el cuerpo de Luz María sobre aquella tabla de madera blanca. Procesionamos tras sus delicados cantos con las velitas encendidas, trazando un mistérico camino de luces temblorosas a través del claustro menor, que pisábamos por primera vez. Luego cruzamos el magnífico claustro mayor. La casi total oscuridad permitía solo intuir su belleza pero, por otra parte, le daba un aire de solemnidad y misterio que parecía dispuesto para mostrar su acuerdo y su respeto a ese último paso de mi querida hermana. Toda la exuberante hermosura de aquel claustro parecía ahora justificada.

 

Y por fin salimos al jardín de clausura. Dejamos a nuestra izquierda las anónimas cruces blancas, subrayadas por la oscuridad, que señalaban el lugar donde descansaban antiguos monjes cartujos y sus antiguas y recogidas pasiones. Y llegamos al sitio donde mi hermana había dispuesto su sepultura… «Hay que cortar este seto… aquí estaría muy bien»… Nos lo contaron luego las hermanitas. Mi hermana, con la naturalidad de quien prepara un viaje tranquilo a un puerto seguro, lo había organizado todo durante su enfermedad8: «Quiero que me canten —David da fe de que lo dijo delante de él poco antes de morir— el Ave María rociera9, en la iglesia y luego junto a mi tumba». Y así se haría.

 

Bendita naturalidad, bendito modo de tratar a la muerte.

 

Perdonadme que me desvíe en este punto y me detenga un momento en esto, porque ronda la esencia de lo que quiero contar en este relato.

 

Dicen que los monjes cartujos tenían siempre en sus celdas una calavera. Los budistas también meditan recurrentemente sobre la muerte. Bendita sabiduría que ya presentían los griegos clásicos, saber soteriológico, saber que nos salvaMeditatio mortis, que decían los grandes maestros medievales. Todavía Montaigne en el s. XVI dice que filosofar es «aprender a morir». Bendita la sabiduría que nos permite morir en paz. Malsana cultura la nuestra que por el contrario oculta la muerte… La única puerta por la que pasaremos, con total seguridad, todos los vivos.

 

Cultura es la forma en que una comunidad histórica ve el mundo y se apaña con él. Y por ello, claro está, todas las culturas han tenido una manera de apañarse con la muerte. Solo la nuestra, me atrevo a decir, la que resultó de una Ilustración mal entendida, la que dio a luz al materialismo y al fisicalismo ingenuos del XIX al XX, es incapaz de encajar la muerte. Y es porque, desde sus groseras premisas, la muerte significa la pérdida de todo. Y eso no hay quien lo encaje.

 


8 Me cuenta Marta que cuando hablaron por teléfono con ella les había dicho así, sin más, que no tenía miedo, que era como «cambiar de monasterio».

9 Se refería al Ave María de Schubert en clave flamenca, que ya les había cantado un amigo de la comunidad. Había ido a verla al hospital. Allí mismo se lo pidió… Se moría, pero disponía «la fiesta de su pascua».


Decía un reputado maestro que la próxima revolución, la que estaba por venir después de todas las precedentes: la industrial, la comunista, la sexual, la cibernética…, era la revolución espiritual. Y estoy de acuerdo. A mi parecer, solo una tal revolución puede salvar el mundo10.

 

Pido otra vez disculpas por bordear el relato. Antes de continuar donde lo dejé, quisiera ilustrar lo que digo con una experiencia que tuve no hace mucho, y que iba a ser, me atrevo a decir, reveladora.

 

Se trata del recuerdo claro y transcendente de una tarde noche en que, mi madre y yo, fuimos a visitar a mis tíos de Arroyo. Empujamos el portón que se abría de dos veces y nos colamos en la casa con aquél «¡Ave María!». Aparecías en una entrada relativamente amplia que invitaba a un pasillo de granito bien largo, de más de diez metros, por el que recordaba pasaban hace tiempo los mulos para ir a las cuadras. Me venían a la memoria, como si fuera entonces, las pisadas metálicas y definitivas de las bestias sobre la piedra. Recordaba también a las mujeres arrodilladas, cepillo recio en mano, frotando con sosa aquella antigua y noble cantería hasta sacarle los brillos al cuarzo. Vi llegar otra vez a mi tío delante de sus mulas, con sus serones cargados de sandías, con el brío y la franqueza recia de la gente de campo, el trajín de sacos de cereales, mi tía avivando la cocina… Olía a lumbre, a campo, a matanza, a trabajo… Aquella casa había estado llena de fuerza y de vida.

 

Sobre esto, que estaba entrañablemente grabado en mi alma infantil, tenía ahora que sobreponer la escena que quiero describiros. Decía que nos colamos, mi madre y yo, en aquella antigua casa de muros increíbles. Aquel largo pasillo atraía la mirada y los pasos. A su final, una luz mortecina que caía de una triste bombilla. Y a su triste amparo, en una pequeña camilla que justificaba un brasero eléctrico, mi tío y mi tía deprimidos, enfermos… Mi tía que si el azúcar y ya casi ciega; mi tío enjuto, sin luz en los ojos, apenas puede mover las piernas… ¡con lo que había sido! La escena me pareció sombría: parecían estar esperando la muerte. ¡Con lo que habían sido!

 

Aquel día, bajo la luz taciturna de aquella bombilla, en aquel saloncito robado al patio, que parecía tristemente sacado de otro tiempo, vi a mis tíos apagándose de pena…, vi la enfermedad, la depresión, vi la muerte esperando su turno… No puede ser, pensé. La vida no puede ser esto. Una película que acaba mal. Una mala película, de esas que evitamos. No puede ser… Aquella patética escena me removió definitivamente; fue para mí como una revelación que me acompaña desde entonces.11

 

Pero sigamos con mi hermana. Os hablaba de todo esto a propósito de la inusual naturalidad con que gestionó su propia muerte. Y es que su historia no corre con la decadencia de los tiempos, no es la historia de una negación ni tampoco, ¿cómo lo diría?, a pesar de la enfermedad, el dolor y la muerte, es una historia que acabe mal. Así de sencillo.

 

Al fin llegamos al lugar donde, como digo, mi hermana había dispuesto que debía ser inhumada. Las hermanitas colocaron aquella tabla que sostenía su cuerpo entre dos tablones encima de la profunda fosa. Nos pusimos todos alrededor. Y, mientras cantábamos, cubrieron con un leve velo la cara de Luz María y empezaron a descolgarla con tres gruesas cuerdas. Recuerdo mi corazón en un puño. Un ángel cuidaba de que todo saliera bien. Era solo su cuerpo, pero representaba lo palpable, lo sensible de todo aquello que estábamos viviendo. Y todo salió bien. Aquellas seis hermanitas habían bajado lentamente el cuerpo de Luz María a aquel fondo imponente y oscuro que representaba las entrañas de la tierra.

 

 

 

10 Yo diría que san Juan Pablo II se refiere a esto mismo cuando, en Madrid, en Cuatro Vientos (2003) invita a los jóvenes a «formar parte de la nueva Europa espiritual».

11 Por justicia con ellos, tengo que decir que están ahora mucho mejor, en un lugar más luminoso al amable amparo de sus hijos.


Y empezamos a cubrirla. La tierra sobre su cuerpo, al modo cartujo. No digo que no nos impresionara, porque ninguno habíamos vivido algo semejante, pero, finalmente, nos ayudó a entender en lo profundo que mi hermana no estaba allí. Que aquel cuerpo que dejábamos bajo la tierra, a la espera de su resurrección, solo era una huella del paso que la imprimió, solo las cenizas del fuego que había sido, solo el rastro mortal de un alma que no había de morir, que transcendía, en este acto, espacio y tiempo para llenar todo, para estar finalmente no allí, sino en todas partes… Pero eso es otra historia que tengo que contar.

 

Cantamos y cantamos mientras la cubríamos de tierra. La Cruz Gloriosa, canto de las Comunidades Neocatecumenales, que en su día la habían rescatado de sus pequeñas muertes y la habían ayudado a descubrir su vocación. Veo a mi hermano Nacho con la guitarra cantando a voz en grito. Veo el corro emocionado… Y cantaron, cómo no, la Salve con la voz desgarrada del flamenco por segunda vez, como ella dispuso; un guiño también a aquella tierra de Andalucía que la había acogido tan amablemente en esos últimos años de su vida. Cantábamos que la muerte está vencida. Y fue como una fiesta de sonrisas y abrazos. La médica que la atendió apretaba mi mano sin conocerme. El obispo grandullón lloraba y me recordaba el privilegio de aquella experiencia. Cantábamos y sonreíamos extasiados la muerte de mi hermana, porque no era una muerte sino el tránsito a la verdadera vida, a la vida eterna.

 

Luego, cuando mi hermana estaba ya cubierta por la tierra de la que provenía, se clavó una cruz. Una cruz blanca, cartuja, sin nombre. Así de sencillo. Así de profundo.

 

Y sobre la tierra reciente de su tumba, plantamos todas las velas con las que habíamos iluminado la escena. Sus llamas vivas y parpadeantes anunciaban que el alma grande de mi hermana ascendía al Cielo del que provenía, al Cielo que la esperaba, al Cielo para el que había vivido.


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XII

 

Mi hermana está en todas partes

 

A ti te mando: "Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautiva en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creada a mi semejanza".

De una antigua homilía sobre el grande y santo sábado. Libro de las horas.

 

Entre las cosas que tenía mi hermana en su mesilla, encontraron este texto que os pongo al final. Lo incluyo aquí porque creo que expresa muy sencillamente lo que, de verdad, hemos sentido después de su muerte. No es, pues, una idea. Es una vivencia. Me refiero a las experiencias que tuvimos cuando volvimos al monasterio —como lo hacíamos cada año—. Mi madre fue la primera en decir, sin sorpresa, que no notaba la ausencia de Luz María, que no echaba de menos a su hija: le parecía verla, sentirla en cada una de las hermanitas; que tenía la sensación clara de su presencia. Es verdad, todos la teníamos. Las hermanas nos dijeron, también, que sentían esa presencia de modo rotundo y definitivo.

 

Al lado de su tumba habían puesto la estatua de San José. Eso porque mi hermana decía antes de morir: «vosotros pedidme a que yo se lo pido a san José». Era un santo muy querido para ella. Por eso le gustaría que os contara mi historia con él…

 

Volví al monasterio donde estaba mi hermana el verano del 93 después de mi primer año de profesor interino en Guareña. Aquel lugar santo ejercía una atracción misteriosa sobre que me llevaba una y otra vez hasta allí, como a un peregrino incumplido, a pesar de mi agnosticismo, a pesar de la distancia.

 

Bueno, pues estando allí, como digo, después de mi primera experiencia como profesor de filosofía, Luz María, por encargo de la hermanita priora, me propuso —es una forma de hablar porque a mi hermana no podías negarle nada— participar en la procesión que organizaban. «¡Una procesión con las hermanitas! ¡Trágame tierra!», pensé. Y se trataba, precisamente, de enterrar medallitas de la Virgen en el huerto, en el espacio en el que querían construir las ermitas su futuro monasterio.

 

Y allí me pusieron a mí, abriendo aquella Santa Compaña. La hermanita priora —sin duda un ángel en mi vida— me plantó un pesado icono de san José. Me encantaría verme la cara. Mi hermana, por su parte, se acercó a mí, y con segura complicidad me susurró:

«Aprovecha y pídele que te dé trabajo, tonto»… Vale, pensé, ¿qué puedo perder? Y heme aquí que, sin ningún pudor, Javi, el profesor agnóstico de filosofía, sosteniendo aquella sagrada tabla —bien que notaba su presencia— le dije a san José que me diera «un añito más de trabajo»… Y transcurría aquella santa procesión. Yo allí, empujado por sus hermosos cantos, abriendo la amable comitiva… ¡Qué vergüenza, allí delante de todas las hermanitas, procesionando por el huerto! La hermana priora me instigaba de vez en cuando y me decía sin palabras: «¡Arriba, arriba el icono!», y es que pesaba, pesaba mucho.

 

Cuando desde allí fui a Salamanca me enteré de que había aprobado las oposiciones. San José no me había hecho caso. Se excedió, sencillamente.


Como decía, era un santo muy querido de mi hermana. Y, aunque para mí todavía es difícil de entender, se comprenderá que no puedo menos que tenerle respeto y un cariño reverente; así que, cuando fuimos el siguiente verano a visitar su tumba y nos lo encontramos junto a ella, me evocó antiguas complicidades. «Vosotras pedidme a mí, que yo se lo pido a san José». Junto a la imagen, un tarro de cristal lleno de papelitos, deseos y súplicas de las hermanitas.

 

Mi hermana seguía allí, en aquel monasterio12. Mejor, mi hermana parecía estar en todos sitios. Esa es la verdad. En todas partes. Así lo sentimos desde entonces.

 

Ahí va el texto del que os hablaba al principio. Lo encontraron, como dije, entre sus cosas después de su muerte.


 

 

 

Empecé a escribir este relato en el silencio del Monasterio de la Cartuja de Jerez en diciembre de 2017, al oído de mi hermana. Lo acabé en Navas del Madroño, en abril de


12 Según nos dijo el obispo, no solo estaba sino que como primera hermanita que fallecía en él era, propiamente, "la fundadora"… A ella le abrumaría tanta distinción.


2018, acogido por el amable silencio de las hermanitas franciscanas de la Comunidad de Nuestra Señora Virgen de Guadalupe. Al Cielo, que la vida de estas mujeres me abrió, le debemos esto…

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EXCURSUS

 

 

[Esto fue lo primero que escribí. Lo hice al tercer día de su muerte. Lo escribí para mí… Lo pongo aquí porque creo que, en su insegura discontinuidad, refleja la vorágine de emociones e ideas que sembró la muerte de mi hermana en mi corazón. Es la experiencia del cenáculo transcrita en tiempos y espacios a mi propia vivencia, y la simiente que luego se convirtió en este relato].

 

 

 

Mi hermana ha muerto. Tenía poquito más de cincuenta años. Era monja contemplativa. Cuando acabó Psicología en la Universidad de Salamanca ingresó en una orden religiosa. Qué absurdo. Yo era ateo. Lo era desde los dieciséis años: Dios es una creación del hombre y no al revés. Luego conocí a Feuerbach. Vaya, dije, qué listo soy.

 

Todavía hoy me asaltan dudas sobre si Dios existe, pero, qué mala suerte, esto sí lo sé con certeza: la muerte sí, vaya que sí. Se ha empeñado en recordármelo… Hace tres años se muere uno de mis amigos de infancia, luego mi primo —a los meses— y, después, poco después, un alumno de dieciocho años. Por esas fechas murió una compañera del Instituto mientras daba a luz a su hijo. También por entonces muere una mujer muy querida y, al poco, su padre que me trató siempre muy bien… Hablo de un periodo de dos años, o poco más… La muerte existe. Vaya que existe. Se me presentó a bocajarro.

 

Nietzsche construye toda su filosofía sobre la intuición profunda de que al ser humano le ha sido imposible encajar la muerte en sus balbucientes intentos de explicarlo todo. Qué lúcido Nietzsche. Y qué triste. Así habla del ser humano —o sea, de sí mismo— como del animal más desgraciado que existe.

 

La muerte, como el amor, no puede explicarse. O se experimenta o se escapa entre las palabras como peces en una red de mallas excesivas.

 

Mi hermana se quedó al fin dormida. Habló hasta entonces con nosotros de la inmortalidad, del Cielo que le esperaba, de la felicidad de «volver a casa», decía… Sus hermanitas la pusieron en medio del magnífico templo. Sobre una simple tabla, con un simple hábito, sosteniendo entre sus dormidas manos su única posesión: un rosario de lana con cuentas de madera que ella misma se habría hecho. Y yo pensaba que con qué poco había librado la inexcusable batalla. Y con qué poco había vencido. ¡Tan pequeña, tan frágil, y envidia de emperadores a los que aterrorizó la muerte!

 

En 1976, Ingmar Bergman hizo Cara a cara al desnudo. Liv Ullmann interpreta a una hija atormentada. Así lo recuerdo: desde el umbral de la puerta de la habitación de un hospital, contempla la escena; su padre acaricia y susurra a su madre moribunda… Y entonces una


voz en off dice algo así… «Comprendí entonces que el amor lo puede todo, puede incluso con la muerte».

 

Bohr, uno de los padres de la física cuántica, decía que cuando hablamos de una verdad superficial, su contrario es falso. Pero que cuando lo hacemos de una verdad profunda lo contrario, puede ser también verdadero… ¿Tenía razón Bergman? ¿Tenía razón Nietzsche?

¿Tenía razón Feuerbach? ¿Mi ansiosa alma adolescente? ¿Acaso mi hermana era la que estaba en lo cierto?…

 

Escribió Montaigne: «Filosofar es prepararse para la muerte»… ¿En qué consiste la sabiduría? ¿Qué ha perdido la racionalidad de occidente? ¿Qué flancos vulnerables ha dejado en nosotros el cientificismo fisicalista? ¿Hemos perdido las referencias, o nos negamos a aceptarlas por incómodas, por brutales?

 

No sé.

 

Mi hermana ha muerto. Fue desde siempre una mujer sencilla; nunca se tuvo en valor… Aun así, se achicó hasta no poder más. Kénosis, lo llaman los místicos. A ella, cómo lo llamaran los místicos, le daba igual.

 

Pero, llegada la hora, ganó la gran batalla. Miró a la muerte a la cara y le sonrió, confiada, tranquila… Y yo vi La Verdad —tal vez me equivoco— en la bondadosa belleza de sus manos vacías.

 

Cáceres, 3 de diciembre de 2015




 


Fecha Publicación: 2023-06-04T17:53:00.001-07:00

TALLER COCINA PERÚ  2023.

RECETAS. Juan Luis Benito

 

     1. TORTILLA ESPAÑOLA-  (6 Personas

Ingredientes.  1 ,5 Kg de patatas.  ¼ Kg de cebolla. 1 litro de  aceite oliva.  8 huevos.  Sal

Ponemos una sartén al fuego y añadimos aceite abundante, una vez haya templado añadimos cebolla cortada  de juliana, las patatas, cubiertos por el aceite. Si no es así le añadimos más aceite. Dejamos que se vaya haciendo lentamente, removiendo de vez en cuando.

Pasados  20 minutos de cocción cogemos una espumadera y vamos troceando las patatas. Y si no están dejamos un poco más.  

Pasado este tiempo las patatas ya estarán listas para cuajar la tortilla.

A continuación, colamos el aceite y las patatas con la ayuda de un colador.
Hemos de eliminar el exceso de aceite.  Dejamos escurrir.

Batimos los huevos agregamos sal y calentamos la sartén a fuego medio con un poco de aceite.

Mezclamos las patatas y el huevo y lo echamos sobre la sartén. Transcurridos unos  2 minutos le damos vuelta. Hacemos lo mismo por el otro lado, otro par de minutos y listo. Si nos gusta más cuajada, aumentamos el tiempo.

Consejo: A mí me gusta la tortilla muy blandita y poco cuajada, pero esto lo tendréis que adaptar a vuestro gusto. Se pueden individuales  redondas y de forma ovalada.

 

2.      CROQUETAS DE MARISCO (ATÚN o POLLO) (6 PERSONAS) 

1Kg de mariscos. Limpiar

150 gr. harina, 150 mantequilla,  100 grs. cebolla brunoise ½ litro caldo pescado, ½ litro leche, sal, pimienta blanca y nuez moscada. Harina, huevo y pan rallado.

1º) Limpiar marisco y trocear en daditos pequeños.

2º) Poner la mantequilla en un soute, agregar cebolla y dejar rehogar durante  10 minutos, Añadir marisco si esta curdo y rehogar. Agregar harina y remover.

3º) Agregar leche y caldo de pescado, poner a punto de sabor, dejar cocer. Cuando este espeso. Retirar y poner en una bandeja con un poco de aceite. Extender y poner aceite por encima.

4º) Dejar enfriar, dar forma y, pasar por harina, huevo y pan rallado.

 

3.PAELLA VALENCIANA 6 PERSONAS

Ingredientes: ½ Kg. de arroz 1 litro fondo blanco. . 2 dientes de ajo. 4 tomates rojo. ½  Kg. de pollo. ½ kg.  Cerdo. ½ Kg.  Marisco .50 grs. guisantes. 2 pimientos verdes o rojos. Colorante. Sal.

ELABORACIÓN:

1º) Poner el recipiente la paellera al fuego con el aceite. Cuando el aceite esté caliente echar pollo y cerdo y dorar. Poner el ajo picadito. Añadir  el pimiento picado en dados, el marisco, rehogar cinco minutos. Añadir el tomate picado y sin piel., arroz

2ª) Poner el arroz. 3º) Añadir el caldo  Mover por todos los lados. Agregar guisantes, mejillones, marisco y poner a punto de sal. Dejar hervir al fuego durante 18 minutos. Retirar del fuego y tapar el recipiente 5 minutos. Lo mejor es cocerlo en horno porque  recibe el calor por todos lados igual. Cuando hemos echado los ingredientes y comienza a hervir no remover.

HISTORIA. Plato típico de una región  y extendido a la geografía de España. Se utiliza un arroz especial. (Es propio poner azafrán, la especie más completa, pues da sabor, color y olor,) Son hebras secas. Se sustituye por colorante cuando no lo hay. Azafrán

Se puede añadir otros ingredientes. Como conejo, pescados, Vainitas...

Recipiente especial plano, se llama paella, tiene dos asas.

Decorar sus asas al momento de presentar.

 

4.ARROZ CON LECHE  ( 6 RACIONES)

Leche  1 litro, 200 gras de azúcar, 125 grs. de arroz piel de naranja, canela en rama.

1º) Blanquera el arroz  en agua hirviendo con una pizca de  sal durante  3 minutos Refrescarlo, lavarlo  bien y escurrirlo.

2º) Poner la leche a hervir con el aroma y cuando comience a  hervir echar el arroz, dejar cocer 20 minutos removiendo con cucharada de madera. Añadir al final el azúcar remover y dejar cocer dos minutos para que coja el sabor.

3º) Poner en boles  o copas. Cuando esté frío poner un poco de canela molida.

 

5.CREMA DE CALABAZA (ZAPALLO) y NARANJA  (6 PERSONAS)

Calabaza amarilla 1/ 2 Kg., cebolla en juliana 100 gras, fondo blanco ½ litro, Aceite de oliva  1 dl, sal, pimienta blanca molida.  Nata o queso fresco   100 grsCorteza de una naranja

1º) En una  cazo ponemos el aceite, rehogamos la cebolla, agregamos la calabaza sin  piel y sin pipas cortada en dados. 2º) Añadir El fondo blanco. Y la corteza de naranja, dejar cocer 20 minutos.  3º) Triturar en túrmix, colar por el chino añadir nata o queso, ponemos apunto y sabor. Levantar al fuego y dejar que cueza para que tome el sabor.

4º) Se le puede poder guarnición un poco de jamón  tostado y molido, bacalao pochado. Unas gambas pochadas, dados de pan frito. Un poco de perejil picado.

 

6.HUEVOS RELLENOS FRÍOS ELENA  Plato para  6 personas

INGREDIENTES:) Huevos 9 unidades. 200 gramos de atún. ¼ litro de mahonesa.  Ensaladilla o arroz  frio.  ¼ kg de patatas. 150 gramos de zanahorias y 100 gramos de guisantes cocidos o congelados.

REALIZACIÓN:

1º) Poner a cocer los huevos con agua y un chorrito de vinagre y sal . Dejar cocer 11 minutos  desde el momento  que comienza a hervir. Refrescar con agua fría  y  pelar.

2º) Cortar al medio. Se pueden cortar en forma de espiral. Retirar la yema y pasarla por un colocar o picar muy fino.

3º) Abrir lata de atún se puede escurrir el aceite y echar en la ensaladilla..

4º) Mezclar yemas tamizadas, atún y un poco de  mahonesa. Ponemos  esta masa en una manga con boquilla rizada y rellenamos los huevos. Si no tenemos manga hacerlo con una cucharilla pequeña. Poner alguna decoración, alcaparra o tiras finas de pepinillo.

5º) Cocer patatas con piel y sal, se puede cocer también las zanahorias durante media hora. Escurrir. Dejar enfriar patatas, pelar y cortar en dados, juntar zanahoria, patatas, guisante y zanahoria, agregar un poco de ensaladilla.

6º) Poner ensaladilla en la base de la fuente, colocar los huevos rellenos y decorar alrededor con  rodajas de naranja acanalada. Se puede poner rodajas de  tomate,  con la piel hacer una flor.

APLICACIONES: Se puede utilizar como primer o segundo plato de comida o cena.

Puedes servir como aperitivo o tapa.

TIEMPO de REALIZACIÓN: 45 minutos

PRESENTACIÓN: En fuente. Plato trinchero

CONSEJO: Ponemos sal y vinagre para cocer los huevos, para pelarlos mejor.

NOTA. -  Se puede  poner en lugar de  ensaladilla. Si los guisantes son congelados cocerlos 10 minutos en agua con sal y refrescar una vez cocidos y escurrir.

En lugar de guisantes puede utilizarse judías verdes.

 Arroz cocido  en agua con sal durante 18 minutos, escurrir y refrescar. Poner un poco de mahonesa al arroz y sirve de base.

 

7.LECHE FRITA

Ingredientes para ocho personas: 1 litro de leche, 1 vaso de aceite , 1 vaso de harina, 1 vaso de azúcar, un trozo de naranja o limón.

Elaboración:

Poner leche en una olla con todos los ingredientes al fuego. Remover con batidor o espátula y dejar cocer. Cuando esté espesa echar en un recipiente plano untado con aceite y dejar enfriar.

Cortar en porciones pequeñas, pasar por harina y huevo y freír en aceite. Cuando esté dorada, retirar y escurrir sobre un papel (servilleta)

Pasar por azúcar en grano con canela molida

Se puede tomar templada o fría


Fecha Publicación: 2023-06-01T17:39:00.000-07:00

PERÚ, TIERRA ENSANTADA, en RADIO MARÍA. Cada domingo a la 1 p.m .

Les comparto con gozo el listado de programas disponibles en el servicio de podcast de Radio María, desde el 5 de marzo al 28 de mayo. Ya hemos grabado hasta el 2 de julio, y los irán subiendo a medida que se emitan los domingos a las 13 horas. Bendiciones

 

MARZO

5/3 Los 25 años del P. Jorge Cajo. Entrevista OFM

https://www.radiomariaperu.org/los-25-anos-del-padre-jorge-cajo/

12/3 El compromiso patrio de los siervos de Dios, fundadores de la Franciscanas de la Inmaculada -Entrevista Hna. Irma Edquen, vicepostuladora

https://www.radiomariaperu.org/el-compromiso-patrio-de-los-siervos-de-dios-fundadores-de-las-franciscanas-de-la-inmaculada/

19/3 Monasterio de la Visitación de las Salesas del Perú, el gran fruto del IV Centenario de san Francisco de Sales. Entrevista con Madre Isabel y tres Hermanas. 

https://www.radiomariaperu.org/monasterio-de-la-visitacion-de-las-salesas-del-peru/

26/3 El camino de Santiago, una peregrinación ensantada.

Invitado: José Javier Lasunción, historiador español

https://www.radiomariaperu.org/el-camino-de-santiago-la-peregrinacion-ensantada/

ABRIL

2/4 Un estilo de oración ensantada.

Frerè Christoph del Monasterio de Taizé

https://www.radiomariaperu.org/frere-christoph-del-monasterio-de-taize/

9/4 ¡50 días ensantados! Del Domingo de Resurrección a Pentecostés

https://www.radiomariaperu.org/50-dias-ensantados-del-domingo-de-resurreccion-a-pentecostes/

16/4 Padre Eduardo Laforet, alpinista del espíritu, sacerdote al servicio de los laicos

Inv.: José Javier Lasunción

https://www.radiomariaperu.org/padre-eduardo-laforet-alpinista-del-espiritu-sacerdote-al-servicio-de-los-laicos/

23/4  La vida ensantada salesiana

Inv.: P. Jesús Jurado, SDB

https://www.radiomariaperu.org/la-vida-ensantada-salesiana/

30/4  Santidad salesiana en el Perú Beato José de Calasanz, Ortiz Arrieta, Luis Bolla

Inv.: Jesús Jurado, SDB

https://www.radiomariaperu.org/santidad-salesiana-en-el-peru/

MAYO

7/5 Libro: "Nuestra Historia: Orígenes de la Renovación Carismática Católica en el Perú"

Inv.: Pedro López Castillo, autor

https://www.radiomariaperu.org/libro-origenes-de-la-renovacion-carismatica-catolica-en-el-peru/

14/5 Testimonio misionero desde Oventeni (San Ramón). Entrevista a la joven Paula y al P. Alfonso Tapia

https://www.radiomariaperu.org/testimonio-misionero-desde-oventeni-san-ramon/

21/5 Los 15 santos de la Universidad de Salamanca

https://www.radiomariaperu.org/los-15-santos-de-la-universidad-de-salamanca/

28/5 La visitación de María, el adelanto de Pentecostés

Inv. P. Tomás Morales

https://www.radiomariaperu.org/la-visitacion-de-maria-adelanto-de-pentecostes/

JUNIO

4/6: Monseñor Salvador Piñeiro nos comparte las gracias de su jubileo por sus 50 años como sacerdote

11/6: Bálsamo católico en las redes. Novedades de Freddy Armando Paredes

18/6: La conversión del filósofo Javier García gracias a Sor Luz María

25/6: La cocina ensantada. Saboreando la vida con Juan Luis Benito

 

JULIO

2/7: La Arequipa ensantada de don Eusebio Quiroz Paz-Soldán


Fecha Publicación: 2023-05-29T08:09:00.000-07:00

CARTA DE DESPEDIDA A DON EUSEBIO QUIROZ, UN MAESTRO SIEMPRE PRESENTE.

Querido amigo y maestro don Eusebio:

De veras que no acierto a despedirme y esta carta que inicio me recuerda a la entrañable que le dedicó a su nieto Diego sobre el valor de la historia y que siempre me recordaba que me llamaba "astro Benito". La incluyó en su delicioso libro Para enseñar historia del Perú (Arequipa, 2008) y de forma rigurosa pero tan sencilla que lo entienda un niño, el Dr. Quiroz nos define la historia como "ciencia" cuyo objeto es "el pasado" y que "vuelve a crear en su mente gracias a las fuentes. La historia busca la verdad con método y riguroso trabajado, nos enseña de dónde venimos, nos permite identificarnos con un grupo social –somos peruanos- y tenemos restos culturales que nos permiten reconocernos unos a otros. Es el triunfo más grande el intelecto humano, al reconstruir etapas pasadas de la vida en sociedad. Nos enseña a comprender la vida y a encontrar el sentido del drama humano y social.  De hecho en la carta le dice a Diego: "Mi libro de Visión Histórica de Arequipa fue dedicado a ti tengo la esperanza que tu interés por la Historia no es pasajero espero tu respuesta". Cuando Diego estaba en EE.UU, una vez le dijo a su mamá que la Historia no sirve para nada. Fue entonces cuando don Eusebio preparó la carta y se la mandó, advirtiéndole que la Historia, nos enseña a mirar la vida que es una forma de mirar la experiencia del pasado, de tener identidad. Conocer los personajes del pasado, lo que pensaron, lo que hicieron es una manera de tener identidad. No tenemos identidad sino conocemos de Historia, entonces me parece fundamental que se enseñe Historia no es un llamado para nada, para que nos demos cuenta que la enseñanza de la Historia está venida a menos entre docentes, entre alumnos, o sea no hay mucho respeto por lo que significa la Historia, el pasado, no tenemos identidad.

Entrañable homenaje a Don Eusebio, a quien considero más que maestro y amigo, un verdadero padre y educador. Uno de los mayores regalos recibidos de los 20 años en el Perú, fue encontrarle en aquel congreso de americanistas en Vitoria, una semana antes de viajar a Arequipa; conocerle, fue el mejor pórtico para adentrarme en el fabuloso patrimonio histórico, cultural y vital de Arequipa, mística y mestiza. El puente fue el amigo común Doctor Ronald Escobedo -quien formó parte del tribunal de mi tesis doctoral- arequipeño que estudió en Lima en la PCUP, se graduó en Historia, trabajó un tiempo en la Universidad de Piura y luego fue a España y allí trabajo en la Universidad del País Vasco y en la Universidad de Navarra, donde se casó con María Victoria Romero Hualde y nacieron cinco hijos hoy reconocidos profesionales .

Siempre que he podido, me ha encantado participar obras académicas  para agradecer su generosa acogida, su amistad fiel, su ejemplar profesionalidad, su misión educadora con la juventud. Inolvidable me resulta la entrevista llena de vida en mi programa "El Puente" de PAX TV, programa "El Puente", 25 de septiembre de 2011 y que como casi siempre fue acompañado por su inseparable y queridísima esposa doña Lucía.  Vino a Lima precisamente para participar en el Congreso sobre Vizcardo y el programa fue el Día del Maestro por lo que aprovechó para hablar de un gran maestro: "Yo tengo un gran respeto por todos los maestros, es más, alguna vez escribí un artículo en un diario de mi localidad, en El Pueblo, en homenaje a quien juzgo, no que juzgo, sino que sigo pensando que es un maestro de maestros Don Jorge Basadre Grohmann en homenaje a él escribí un artículo donde reconocía su virtud docente porque la obra de Don Jorge está llena de reflexiones muy acertadas, muy precisas sobre temas cruciales del Perú actual, no solo son reflexiones sobre lo que pasó y que no debemos olvidar porque los romanos creían que si olvidábamos la Historia repetíamos errores no, Don Jorge es muy preciso en lo que señala que "El Perú no se debe perder ni por la obra ni por la inacción de los peruanos" el auténtico maestro hace de la docencia un proyecto de vida y lo desarrolla, lo lleva adelante, lo impulsa, lo promueve. El paso del Dr. Jorge Basadre por San Marcos, me conmovió su gesto porque lo hizo con toda sencillez con toda humildad me conmovió mucho y lo he recibido con mucho cariño y en cuanto pueda le voy a enviar yo de la tierra de Arequipa donde  vivo, un ejemplar sobre Don Jorge también para que el vea otra forma de enfocar al maestro.

En Arequipa me abrió su casa y disfruté de la amistad de su papá, Don Pedro Eusebio Quiroz  Pantigoso, hombre con un sentido del humor y una capacidad de trabajo admirable, en quien reconoció que le enseñó el valor y la dignidad del trabajo. Logró vivir 103 años y siempre que lo visitaba me reconocía la botella de coñac Osborne que le obsequié y que me decía "sorbía como néctar celestial". De su madre sólo brotaban tiernas palabras, en especial relataba que perdió el ojo derecho a los seis años de edad y ella (Dymphna Paz Soldán), le enseñó un método para aprender a leer: aprender palabras, no sílabas ni letras. Así se convirtió en un lector voraz. "Mi madre era una mujer muy sensible, la recuerdo con mucho afecto. Si hay algo bueno en mi corazón, fue mi madre quien lo puso",

Siempre admiré su memoria envidiable, cuando pasaba lista a sus familiares, sus amigos, sus profesores. Con gozo recordaba su presencia en la UNSA desde 1957, al terminar el colegio en el año 56 con la promoción entre los que guardaba amistad con "un gran artista, un gran dibujante que es el arquitecto Gonzalo Guillén Peralta; Ing. Hernán Valencia Valencia; Oscar Cáceres, odontólogo; el médico traumatólogo Adolfo Torres y un Ing. que ha trabajado toda su vida en la IBM Edgar Cáceres Escobar, el chico  Cáceres", Julio Núñez Rodríguez, Percy Rodríguez Novoa, Adrian Mendoza Talavera

Sus padres  solicitaron permiso al Secretario General de la Universidad, Dr. Zevallos Vera, quien autorizó tras la firma de un compromiso paterno. Entramos unas 200 personas por riguroso examen escrito y oral el año 1957; el 57 y 58 hice estudios de Humanidades en la Facultad de Letras, en el 59 pasé a estudiar Historia, pero también podía estudiar paralelamente Derecho y lo hice y pasados unos años podía matricularme en Educación, o sea Pedagogía y lo hice. Allí estuvo en contacto con estudiantes católicos, jóvenes de la UNEC, Jaime Valencia,  y hacíamos nuestra misa, retiros y hacíamos revisión de vida, nunca olvido que  conformamos un grupo que se llama célula y trabajábamos insistentemente; allí también aprendimos a ser militantes gremiales no políticos. Formaron el Movimiento Universitario de Renovación -MUR- que se presentaba  a las elecciones frente al marxista Frente Estudiantil Revolucionario el FER . Y planteaban grandes debates, grandes discusiones, animadas por padres como el célebre jesuita Padre Eduardo Bastos Noreña. También me recordaba al Dr. Enrique Azálgara Ballón gran maestro que les enseñaba  Introducción a la Filosofía" con el libro del converso Manuel García Morente. El Dr. Javier Mayorga Goyzueta "hombre de ideas marxistas que nunca nos las insinuó, respetuoso, generoso, amplio de espíritu, nunca, nunca tuvimos una discusión de tinte político; me enseñó Historia Contemporánea, Historia de la Revolución Francesa, Historia Económica con el libro de Emilio Romero, el Dr. Pedro Arenas Aranda nos enseñaba Lengua, También recuerdo a otro profesor también de izquierda Dr. Pedro Luis Gonzales Pastor modelo de hombre para enseñar, nos enseñaba práctica de redacción castellana.

Al referirse al historiador Álvaro Espinoza lo hacía con gran afecto: "mi querido alumno, mi amigo un hombre que respeto y quiero enormemente". De sus colegas Alejandro Málaga, Máximo Neira Avendaño. Guillermo Galdos Rodríguez , Eloy Linares Málaga.

Por supuesto, que es impensable conversar con don Eusebio sin aludir a su personalísima teoría sobre Arequipa. Desde el año 1990 el Concejo Provincial de Arequipa, a través de su Alcalde el señor Luis Cáceres Velásquez, que le encomendó hacer el discurso de orden por el 450 Aniversario de Fundación Española de la Ciudad, planteó  y desarrolló una teoría acerca de la identidad y personalidad de Arequipa, una  identidad cultural mestiza, que se refleja en todos los aspectos de su cultura, la arquitectura, la literatura, el habla popular, la comida y hasta la religiosidad. ¡Cuántos discursos pronunció en tantos eventos académicos, desde los de su antiguo colegio san Antonio como a los del laureado Mario Vargas Llosa!

Don Eusebio, amiguero como pocos, tanto en su tierra como fuera de ella, me recordaba sus grandes amigos, Teodoro Hampe, Franklin Pease y su esposa Mariana Mould, José Tamayo Herrera, José Agustín de la Puente. Armando Nieto, Lorenzo Huertas Vallejo, Pablo Macera, Waldemar Espinoza, Fernando Ponce, Carlos Amat y León Chávez , Juan Guillermo Carpio, Francisco Quiroz, Teresa Vergara... Con toda razón, el Congreso nacional de Historia del 2021 celebrado con motivo del Bicentenario Patrio le distinguió con diploma de honor junto a otros cuatro maestros de historia como Margarita Guerra Martiniere, Heraclio Bonilla, Waldemar Espinoza y Carmen Villanueva

A don Eusebio le dolía el Perú, especialmente los jóvenes del Perú. De ahí su compromiso permanente con todas las buenas causas que los ayudasen. Siempre facilitaba textos, contactos, amistades para ayudar.  Social cristiano desde los 18 años, siempre impulsó el Instituto de Estudios Social Cristianos, escribió en la revista "Testimonio" , incluso llegó a incursionar brevemente en la política en el año 2000,  por sugerencia de su amigo y periodista, Pedro Planas.

Siempre que pasaba por Arequipa disfrutábamos conversando de su familia, sus amistades y sus afanes profesionales, su preocupación por los jóvenes, Arequipa, el Perú, la Iglesia.

Personalmente colaboró conmigo como ponente en todos los eventos académicos com los de la Academia Peruana de Historia Eclesiástica -APHE, los Encuentros de Universitarios Católicos, en la Semana Cultural Solidaria, en el congreso de CIRCA propiciado por su propio fundador P. Carlos S. Pozzo y en alguno de los coloquios del Movimiento de Santa María "Laicos en Marcha". Me agradeció sobremanera la revista ESTAR Misión y siempre estaba disponible para cualquier intervención en los medios, aportando su criterio de valor.

Don Eusebio, además de simpático y dicharachero, era un católico fervoroso, fiel a la Iglesia. Recuerdo su gozosa participación en el Congreso Internacional histórico-teológico pastoral. Con motivo del IV centenario de La Arquidiócesis de Arequipa en 2010 . Al concluir  mi entrevista en PAX TV aludió a su devoción mariana, recordándonos una canción: "Tienen tus ojos madre tanta bondad que al mirarlos me inundo de gozo me inundo de paz" muy hermosa canción, me conmueve escucharla porque me acuerdo que estábamos en el coro y la cantábamos en la Iglesia grande de San Francisco este tema". Igual sentimiento nos embarga al recordar a tan querido maestro y amigo para quien deseamos goce de la gloria eterna.

José Antonio Benito Rodríguez, 24 de mayo del 2023


Fecha Publicación: 2023-05-25T14:37:00.001-07:00

Entrevista a Madre Leonor de Jesús por sus 102 años

 

Queridos amigos: Con inmensa alegría les comparto la trayectoria de la Hermana Leonor, más que centenaria, y que apareció tanto en el canal de youtube de la Congregación como en mi programa "Perú, Tierra Ensantada" de Radio María.

Agradezco la transcripción de sus propias hermanas que facilitará el poder disfrutarla con una lectura sosegada.

!¡Damos gracias a Dios por el Don de su vida y por los frutos que ha dado y sigue dando hasta el día de hoy!

El Monasterio de la Encarnación fue el primer monasterio de vida contemplativa en Lima, fundado en 1561. En 1943 la comunidad se trasladó a Pueblo libre, en la Avenida Brasil. En el año 2015, llegaron de España un grupo de hermanas peruanas y españolas para ayudar a restaurar la vida del Monasterio.

Su vida es una apuesta por una nueva presencia agustiniana desde la fraternidad apostólica, la contemplación y la evangelización, haciendo del Monasterio un lugar de oración, conversión y comunión.

Como hermanas contemplativas cuidan la liturgia, el canto, la escucha de la Palabra de Dios y el estudio orante.

Llamadas a buscar juntas a Dios en comunidad, apuestan por una sincera fraternidad.

Desde su vida apostólica, ofrecen acompañamiento espiritual, catequesis, retiros. Realizan trabajos artesanales sencillos y ofrecen una atención de misericordia a los que más necesitan.

Aunque su principal misión en estos 8 años, ha sido el cuidado de las 3 madres que les acogieron. Madre Rosa y Anita que ya gozan de la presencia de Dios y Madre Leonor que es el icono de la fidelidad de Dios. Ella celebra 102 años y es un regalo para toda la comunidad su alegría y la vivencia de la fe, esperanza y caridad.

Madre Leonor de Jesús, nació en Lima, el 15 de enero de 1921, recibió el nombre de Maura Condori Cáceres. Entró a los 14 años a la vida religiosa.

 

Video publicado en el Facebook del Monasterio de la Encarnación, el 15 de enero de 2023.

Se puede escuchar en el podcast: https://www.radiomariaperu.org/los-102-anos-de-madre-leonor-de-jesus/

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Madre Leonor:

Siempre me dicen: "pero, cómo has podido aguantar tanto tiempo encerrada". "No.., yo no siento el encerramiento".

 

¿Es feliz?

Muy feliz, porque amo a Dios y Dios me ama y amamos a la comunidad y la comunidad nos ama a todas.

 

¿Cómo conoció la vida religiosa?

Bueno, la vida religiosa la conocí por una amiga que tenía su hermana en el convento. Entonces, yo le decía: "yo también quiero ir al convento". "Vamos pues", me decía, "te voy a llevar para que la conozcas". Entonces me trajo al convento, ahí la conocí. Y le dije: "podré entrar al convento". "Sí", me dijeron, "si quieres puedes entrar, pero tienes que tener la autoridad de tus padres". Entonces, pensé: cómo haré, mi papá no me va a dejar ni mi mamá tampoco.

 

¿Cuántos años tenía cuando entró?

14 años, yo quería servir a Dios, yo quería estar en la casa de Dios, yo decía: no, aquí vamos a salvar a las almas, a convertir a los pecadores, para que se salven, se santifiquen y por eso vine, vine al Monasterio, cuando conocí al Monasterio me gustó mucho, dije: "ay no, yo no me muevo de acá".

 

¿Cómo reaccionaron sus padres?

Fui a la casa, le digo a mi papá: "quiero ir al convento"; "no, no", me dijo: "si eres la hija mayor", y yo tenía que ver la casa, "tú tienes que ver por tus hermanos", "pero ellos ya están grandes, ellos pueden ver por ellos, solo quiero ir al convento", le decía, "para servir a Dios y también para rezar por ustedes para que la Virgen los cuide". Y tanto y tanto le dije, por fin, accedió, pero con pena.

 

¿Cómo fue su entrada en la comunidad?

Así que la Madre habló a la comunidad, porque era menor de edad, me aplazaron el postulantado no más, pero, temporalmente, y me vio la comunidad, me aceptaron, ingresé al Monasterio, dejando en sus manos a mi mamá y a mi papá también con mucha pena. Así mismo, fue mi propuesta: Hasta la muerte, le dije. Y estamos pasando la muerte ya, hasta ahora ya, estoy en los 100 años, y de repente me muero y me muero en la casa de Dios.

 

¿Cómo le transmitieron sus padres la fe?

Ellos me enseñaron de chiquita, cuando íbamos a la Iglesia. Me enseñaron a rezar, cómo debía entrar a la Iglesia, arrodillarse, cuando está el Santísimo manifiesto: las dos rodillas. Cuando no está: una rodilla, me explicaron lo que tenía que hacer.

 

¿Por qué quiso ser agustina?

Porque me encanta la vida de San Agustín, nuestro Padre, yo quería seguir sus pasos como él, amar a Dios, amar al prójimo, como lo hacía él, con ese pensamiento he vivido y vivo hasta el presente y creo que será hasta la muerte y después de la muerte si es posible.

 

¿Cómo es la vida fraterna en la comunidad?

Muy tranquila, muy correcta, buena, todas nos queremos como hermanas, lo que sufre una, sufre la otra, cuando una goza, goza con las otras, da alegría cuando vemos gozar a las hermanas, cuando vienen sus amistades o su familia a visitarlas, nos llena de alegría como si fuera para nosotras. Pero de nuestra parte siempre buscamos amar a Dios, amar como un fuego que arde.

 

¿Quién es Dios para usted?

Dios es el Padre de todo, el que hizo el cielo y la tierra y cuanto contiene en él, Él nos ha creado a todos, nos cuida y nos ama y Él es el que permite todas estas cosas. 

 

¿Qué le quisiera decir a Dios después de estos 102 años?

Como le digo siempre: "Gracias Padre mío, gracias, por haberme traído a tu santa casa y tenerme hasta el presente, no permitas que cambie nunca de idea, y si algún día quisiera dar un paso así, llévame contigo, no me dejes".

 

¿Qué le pediría a Dios de regalo?

Amarlo más y más y que me llevara al cielo.

 

¿Qué nos puede decir de la Virgen María?

La Virgen María es la madre, una madre que no tiene nombre, una madre que ama, ama, y cuida, aunque nosotros somos pecadores y miserables, pero ella nos tranquiliza, nos da la paz, el amor, la unión, nos lleva a Jesús.

 

¿Qué mensaje tiene para nuestro país, en estos tiempos difíciles?

Todos los días le pido al Señor, la paz, amor, que se olviden de las diferencias, que todo sea por amor a Dios, que nos unamos todos, todos como hermanos, todos, que no haya diferencia entre nosotros.

 

¿Qué mensaje tiene para nuestra Iglesia?

¡Que se levante, que se levante y que sus miembros sean fuertes, que haya vocaciones religiosas y sacerdotales y que bendiga a los hogares para que sean bien felices y unidos siempre!

 

¿Algo más quisiera decirle a Dios?

Papito Dios, gracias, inmensas gracias, todo te lo debo a ti, sin ti no puedo nada. Que la Virgen les acompañe y les reciba siempre, bajo su amparo y protección. 


Fecha Publicación: 2023-05-15T15:16:00.001-07:00

LA VIRGEN VULNERATA DEL COLEGIO DE INGLESES  UNA IMAGEN PODEROSA DE LAS GUERRAS DE RELIGIÓN

Siempre me conmovió esta imagen venerada en Valladolid (España). Les comparto la nota elaborada por el gran historiador Javier Burrieza en su sección  "El Mes de Mayo mirando a María... en Valladolid (12)"

 

Javier Burrieza

La ciudad de Valladolid se disponía a vivir, en septiembre de 1600, un día de fiesta con la entrada solemne de una nueva imagen mariana. La advocación era singular y en esta distinción tenía su atractivo devocional. Se trataba de una Virgen madre, privada de su hijo, sin manos, con hachazos repartidos a lo largo de su cuerpo y con un rostro ausente de facciones. Eran los destrozos efectuados por las tropas inglesas y holandesas en su asalto a la ciudad de Cádiz en 1596. Su primer misterio era su origen. No sabemos cómo era invocada en sus orígenes. Algunos autores dicen que era la Virgen del Rosario y que era alumbrada por la llamada cofradía de los morenos, antiguos esclavos o herederos de libertos, hermandades muy habituales en aquella costa de Andalucía. Según otros, se trataba de una Virgen de la Victoria que se hallaba en la primitiva Catedral gaditana, el templo de Santa Cruz. No obstante, no pudo conservar esta advocación porque su aspecto era bien parecido al de una derrota. Entre 1596 y 1600 fue trasladada a Madrid y permaneció en casa de los adelantados de Castilla.

Sin embargo, los seminaristas de San Albano de Valladolid —establecidos en esta ciudad desde 1589 para la formación de sacerdotes católicos ingleses que favoreciesen la restauración del catolicismo en Inglaterra— tuvieron noticia de las acciones que sus compatriotas habían perpetrado en su guerra con España y solicitaron la posibilidad de reparar los daños espirituales que se habían infringido contra aquella imagen. La intervención de los jesuitas iba a facilitar la llegada de esta imagen a Valladolid. La mencionada esposa del adelantado y condesa de Santa Gadea era hermana del padre Antonio de Padilla, muy vinculado con este seminario. Los vallisoletanos se preguntaban cómo habría de ser esta imagen. Cuando Joseph Creswell, el vicesuperior de la Misión de Inglaterra —la cual "gestionaba" el seminario de ingleses—, anunciaba al Ayuntamiento reunido el 1º de septiembre de 1600 la llegada de la imagen profanada, los regidores no sabían si se trataba de una Virgen procedente de Cádiz o de la misma Inglaterra. El Rey había ordenado que se hiciese la procesión de la imagen mutilada "con la más autoridad posible". Los seminaristas ingleses, "quando se descubrió [la Virgen] y la vieron los brazos cortados por cerca de los codos, y con tantos golpes y cuchilladas por el cuerpo, y en particular con siete heridas —¡atención al número bíblico!—, fueron tantas sus lágrimas y sollozos, que apenas pudieron acabar la Letanía [las Letanías a la Virgen] y entraron en un santo coraje y zelo contra la herejía, que ha reducido su patria [Inglaterra] a tanta desventura".

Esta Virgen injuriada contaba con una dimensión nueva, acercando al pueblo los efectos de las acciones perpetradas por los considerados "herejes", casi siempre alejados en tierras desconocidas, así como en campos de batalla. Para resolver esa curiosidad se reunieron en torno al antiguo convento de los frailes carmelitas calzados, desde el mismo lugar por el que hacía su entrada el obispo de la ciudad o el presidente de la Real Chancillería. Era el 8 de septiembre del mencionado año 1600. La imagen fue transportada en la litera de la reina Margarita de Austria, rodeada de un amplio y lujoso cortejo. Los canónigos no consideraron oportuno salir de la Catedral para recibirla. La multitud se agolpó por las calles. Desde esta jornada se iniciaron nueve días de celebraciones litúrgicas y de sermones. En el púlpito, el primer obispo de Valladolid, Bartolomé de la Plaza, la denominó la "Vulnerata o Injuriada".

Dos formas tuvo la devoción de perdurar entre los vallisoletanos. La primera, la más inmediata a través de los milagros. La otra forma,  fue la construcción de un templo suficiente y digno para albergar esta imagen y dar cabida a la demanda despertada. Deseos convertidos en realidad gracias a la constancia del rector Manuel de Calatayud. Tras ocho años de construcción, fue consagrado a su culto en octubre de 1679. Allí, en el retablo central de este seminario que sigue cumpliendo las funciones para las cuales nació, podemos contemplar esta imagen vinculada a la escuela escultórica sevillana del siglo XVI. En aquel templo se ubicaron ocho grandes lienzos que relatan la historia gaditana y vallisoletana de la "Vulnerata", realizados en torno a 1677-1679 por el pintor sevillano establecido en Valladolid, Diego Díez Ferreras. Su fiesta movible se ubica en los días previos o posteriores a la solemnidad de la Inmaculada Concepción.


Fecha Publicación: 2023-05-09T06:47:00.000-07:00


GARCÍA APARICIO, Francisco Javier La generosidad de Luz María (Sindéresis, Madrid, 2018, pp.105)

Su lectura me deja la paz de "Historia de un alma" de santa Teresita, la belleza sorpresiva de "Platero y yo", el encanto de "El Principito", la fuerza del testimonio de conversos como García Morente  y la hondura mística carmelitana del "muero porque no muero" de Teresa y el Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz. Por tanto, comienzo por dar las gracias al autor. De corazón. Quiero ser muy breve para animar a mis lectores con la lectura del preciso texto.

De modo poético y con hondura filosófica, sin faltar a la verdad y sencillez, se nos cuenta la muerte de Luz María, a los 53 años de edad, religiosa de las Hermanitas de Belén, psicóloga por la Universidad de Salamanca. Paralelamente se nos narra el "milagro" de la conversión del autor, su hermano, filósofo agnóstico que recobra la fe vivida en la niñez.

En la dedicatoria se agradece al Camino Neocatecumenal y a la congregación Hermanitas de Belén por ayudar a Luz María "a encontrar el camino de vuelta a Casa"

En doce breves capítulos, acompañados de decisivos textos bíblicos y oportunas vivencias, se relata de modo discontinuo la trayectoria de Luz María, especialmente los últimos momentos de su vida en el convento. En todo momento se sentirá guardada como "la niña de tus ojos" (Salmo 17), se hace niña (Mt 18, 2) y puede balbucir en medio del dolor y en vísperas de su muerte: "Se lo he dado todo a Dios. Dios es bueno". De igual modo su madre, en el momento de máximo dolor, da "gracias a Dios por sus 53 años". El propio autor nos brinda un hondo y bello relato de su conversión gracias a la vivencia gozosa de la muerte de su hermana que les comparto:

"Fue en el Gran Silencio monástico de las Batuecas donde empezó a ocurrir lo que quiero contaros. Meses después del fallecimiento de Luz María, en la Semana Santa posterior, se me reveló -si se me permite decirlo así- un sentido más profundo del significado teológico de esa escena, supuesta naturalmente, de la Virgen con su hijo en brazos atrás el Descendimiento.

Había estado varias veces en la basílica de San Pedro en Roma, y la bella escultura -que solo ahora me parece sublime- de La Piedad de Miguel Ángel había permanecido muda. Claro está - el profundo misterio que quiere representar es "invisible a los ojos", como todo lo esencial.

…Fue en medio de los ritos que reavivan aquellos arcanos acontecimientos de la Pascua de Jesús, vi nítida la imagen de María, la doliente y serena generosidad en su rostro entregando a su Hijo al Padre. Se me figuró, de pronto, ese amor que trasciende nuestra animalidad, la resistente biología que nos subyace; ese amor que nos permite, incluso, superar la humanidad que se resiste a encajar esa pérdida que habría de matarnos…Y pude "ver", y esto es lo que quiero contaros, porque sobre la  evocación de aquella imagen sublime de Miguel Ángel que se me venía, sobre aquella conmovedora escena teológica que representa, se sobreponía en mi corazón, como un calo preciso, esa otra imagen de mi madre dando gracias a Dios, acurrucada aquella tarde en el amor de su hija que se moría…Allí, en el silencio de aquel santo monasterio, se me regaló esta visión sobrecogedora, se me mostró la naturaleza y el poder de ese amor confiado que permite a una madre entregar más que la vida: la vida de una hija.

La cruz misma se llenó esa tarde de un sentido nuevo, inusitado, que me removió en lo profundo en aquel silencio del monasterio del Carmelo. Cuando entonces la miraba, cuando desde entonces la miré, puedo decir "veo" – en el sentido bíblico del término- la generosidad extrema de Jesús dando su vida para salvar a mi hermana…Y esa sencilla revelación suscita en mí, desde entonces, una extraordinaria sensación de agradecimiento, un agradecimiento desconocido hasta ahora, profundo y conmovedor que me sosiega.

También vi, y desde entonces veo, clavada en ella a mi hermana. No la veo perdiendo su vida, la veo entregándola- un poco también por mí- con la cara iluminada por la luz del Cielo que en ella se complace. Muriéndose, pero con sus generosos brazos abiertos otra vez de par en par como cuando se consagraron. Veo su "hágase" y a través de él, esa Verdad que salva de la muerte"· (pp.65-67)

Entre las muchas sorpresas encerradas en el centenar de páginas están la entrañable página manuscrita de Luz María en la que se refiere al Cielo como algo "familiar" (p.99), la gracia del aprobado de las Oposiciones como profesor de Instituto por intercesión de san José (p.97) y el sentido "excursus" escrito al tercer día de su muerte (Cáceres, 3 de diciembre 2015). Culmino con sus últimas palabras: "Mi hermana ha muerto. Fue desde siempre una mujer sencilla; nunca se tuvo en valor…Aun así, se achicó hasta no poder más. Kénosis, lo llaman los místicos…Pero, llegada la hora, ganó la gran batalla. Miró a la muerte a la cara y le sonrió, confiada, tranquila. Y yo vi La Verdad -tal vez me equivoco- en la bondadosa belleza de sus manos vacías" (p.105)

Más información: https://editorialsinderesis.com/wp-content/uploads/texto-la-generosidad-de-luz-maria.pdf


Fecha Publicación: 2023-05-04T03:49:00.001-07:00

VERDAD Y AMOR EN LA VIDA DE MAYTE MALDONADO.

La "Condesa" nos confiesa su apuesta por el Gran Lío del Papa Francisco

En vísperas del homenaje que Rollán- su villa natal- viene preparando, se organizó este familiar encuentro el pasado 29 de abril en la Residencia TOMAS MORALES de Salamanca en la que participaron vecinos del pueblo, así como familiares y amigos. Comenzó con las palabras de bienvenida de la profesora Isabel Benito, quien resaltó el gozo del encuentro en "Salamanca que enhechiza la voluntad de venir a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado" como escribió Miguel de Cervantes. Presentó brevemente al comentarista, José Antonio Benito, y a Mayté Maldonado, la protagonista de una historia sorprendente, entrañable, aleccionadora, publicada en dos libros ya difundidos por todo el mundo "La condesa se confiesa (Las memorias de Mayte Maldonado) según se las contó a Luis R. González Argües, Editores Argües y Garzón, 2015, y 317 pp.  y  «Apocalipsis 2021» (Ediciones Punto Rojo, 2021, 210 pp).

Mis palabras fueron para presentar su trayectoria vital desde su enigmático nacimiento en Rollán (Salamanca) hasta su plenitud actual en Puerto Rico. Sus libros nos recuerdan las confesiones de san Agustín, las del libro de la vida de Santa Teresa  de Jesús y las de Teresita (Historia de un alma, quien redujo su vida a tres verbos: Amar, sufrir, siempre sonreír). Me ha impactado la transparencia y veracidad del relato, eso sí sin herir a nadie sino salvando lo salvable, tratándolo siempre con misericordia. Sorprende que aquella niña repudiada apenas conocida en el pueblo salmantino de Rollán termine siendo la reina de la canción española en Hispanoamérica, una vedette impactante en su tiempo, además de acabar amasando una impresionante fortuna y siendo una empresaria de primer nivel mundial. Sin apenas instrucción pues no era bien vista en la escuela, autodidacta cien por cien, una belleza natural evidente, fuerza de voluntad a prueba de balas, ambición colosal y una inteligencia emocional por encima de la media. Mayte nos relata con pelos y señales, que ha dado varias veces la vuelta al mundo, hospedándose o vivido en espléndidas casas de La Moraleja madrileña, Miraflores de Lima, Río de Janeiro, Ciudad de México, Santiago de Chile, Bogotá, Las Vegas, Nueva York, Panamá (donde contó con la amistad del Presidente Omar Torrijos) y desde hace más de treinta años en San Juan de Puerto Rico, en una casa nominada por ella como "El mausoleo". Durante su relación con el panameño Gilberto Arias, Mayte recorrió el mundo y las mansiones del Aga Khan en Cerdeña, de Onassis en la isla griega de Escorpio o el palacio londinense del príncipe Carlos.

Toda aquella vida de trabajo, lujo, ambición y desenfreno, narrada en la primera parte se frenó el 5 de febrero de 1991, cuando le diagnosticaron cáncer de mama. Intervenida en la prestigiosa clínica Mayo de Minnesota, le extirparon los dos pechos en una exitosa operación. Ahí es cuando sufre un tremendo proceso de conversión espiritual después de ver la imagen de Jesús de Nazaret. En el encuentro tuvimos el contento de escuchar de viva voz su milagroso testimonio que relata en la página 208 del libro:

"Me acostaron otra vez en la cama, pero yo ya era otra persona. Sentía en mi interior que era una persona nueva, totalmente cambiada, invadida y poseída de una quietud interna y un gozo que jamás había experimentado. No queda rastro en í de la amargura y la mala sangre que siempre me había envenenado el alma. Miraba el crucifijo que colgaba de la pared y se me inundaron los ojos de lágrimas. Gracias, Jesús, gracias, -murmuraba suavemente- porque puedo sentir tu mano en este momento. Todavía siento esa mano mientras relato estas memorias y solo puedo decir gracias, gracias, gracias "

Desde ese momento decide centrar todos sus esfuerzos, celibato incluido, en seguir la estela de Jesucristo, en la Iglesia Católica. Y, a través de su fundación Jesús de Nazaret, hasta ahora. 

Los asistentes tuvieron la oportunidad de brindar sus testimonios personales gracias a lo vivido en el pueblo o por lo leído en el libro. Se generó un animado y entrañable coloquio pues Mayté escuchó con delicada atención y contestó con generosidad desbordante consciente de la gracia que Jesús –"Amor de mi alma"- le otorga.

Al hilo de una de las preguntas, glosó las ideas fuerza de su segundo libro, «Apocalipsis 2021». Con fuerza denuncia el crimen ecológico "estamos matando al Planeta, que es nuestro hogar" (p.89), la "emigración, ya no hay lugar seguro en esta Tierra" (p.104), la injusta pobreza que padecen tantos millones de seres humanos, evidenciada en la terrible hambruna. Son los terribles jinetes de la apocalipsis del 2021 que galopan produciendo destrucción y muerte. Sin embargo, aún hay una opción para salvar el mundo. Es la que vivó en 1991 (p.120), cuando a punto de morir por un terrible cáncer de mama, salió con vida de la operación y con una experiencia a lo san Pablo en Damasco o Ignacio de Loyola en Manresa, como de unos Ejercicios Espirituales o renovador retiro. Ella se siente como la Magdalena arrepentida del Evangelio, la Teresa de Jesús convertida y desde entonces pone sus ojos en la Belleza del Amor que nunca le fallará, hasta llegó a pensar en ingresar en un monasterio. Sin embargo, en un proceso de discernimiento, bien aconsejada por sacerdotes, mantiene su dedicación al hijo de sus amores, sus nietos, y ya en Puerto Rico, con su fundación "Jesús de Nazaret" (p.139), ya en La Vega de Tirados (Salamanca) con temporadas de retiro, a orquestar todo un plan global, planetario para la mejora del mundo, con Nuestro Señor Jesucristo como motor y el Papa Francisco en el centro como líder.

En varios momentos nos compartió su deseo de encontrarse personalmente con el Papa para exponerle su "santa" obsesión. Nuestra visionaria autora es consciente de que las personas más ricas del planeta ya son las principales donantes en el mundo actual, así lo manifiesta en sus cartas interpelantes dirigidas a Jeff Bezos como 177 billones de dólares, seguido de Elon Musk, Bernard Arnault, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Warren Buffet, , Larry Ellison, Larry Page, Sergy Brin, Mukesh Ambani, Amancio Ortega y otros doce más (pp.153-188).

En el acto se obsequiaron los dos libros a los asistentes y se comunicó que los donativos tendrán como destino la restauración de la iglesia parroquial y la ermita-cementerio de Rollán. Todo culminó con una oración de acción de gracias y un rico aperitivo que con buen sabor de boca completó el buen ánimo brindado al corazón por el testimonio de nuestra ponente.

José Antonio Benito

 


Fecha Publicación: 2023-04-01T15:04:00.000-07:00

Revista del Archivo Arzobispal de Arequipa nº 16, 2022, 307 pp.

¡Qué gozo sentimos al ver un nuevo número de una revista académica en el Perú! Mucho más si es -como la presente- de carácter religioso y, todavía más, si "bebe de su propio pozo" pues continúa brindándonos en su mayor proporción documentos custodiados en su propio Archivo. 30 años, 16 números es un logro y un desafío. Mi felicitación, gratitud y el deseo de larga vida.

El presente ejemplar nos ofrece tres ofrece tres Comunicaciones "Septuagésimo aniversario de la Fundación de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias" (pp.13-18) del P. Juan Ap0umayta Bautista, "Treinta años en el AAA" (19-24) por su director Álvaro M. Espinoza de la Borda, "La declaratoria de la festividad de la Virgen de los Remedios de Socabaya como patrimonio de la nación" (25-30) de Lorenzo Tacca Quispe

Dos estudios, el de Víctor Condori "Migración, Iglesia y Sociedad. Los extranjeros en Islay y Arequipa" (31-58), y Eleny Anaya Ortega "Conservación y restauración del Señor Crucificado de Chule" (59-88) que se venera en el templo de San Francisco de Asís de Arequipa.

La sección "Templos de Arequipa" contiene el "Inventario de la Iglesia de San Pedro de Tisco 1789" (89-114) de Walter Ramos Yucra y el "Inventario de las iglesias de Cabanaconde, Huambo y Pinchollo 1910" (115-127) de Diego Alonso Champi Charrez

Como instrumentos descriptivos se brindan "Índice de los legajos 1, 2 y 3 del Fondo de Causas criminales de la Corte Superior de Justicia de Arequipa, 1825-1826" de César Belan Alvarado y José Alvis Cuti.

Muy apropiada para el tiempo conmemorativo del Bicentenario es esta rica sección que aporta inéditos sobre protagonistas del proceso independentista como son los clérigos arequipeños Arce y Luna Pizarro. Así, contamos con el "Expediente para recibir la ordenación de don Mariano José de Arce como subdiácono, diácono y presbítero" (149-190) de Arlet Ocola y la "Escritura de donación del Ilustrísimo Arzobispo de Lima Monseñor Francisco Javier de Luna Pizarro a favor de la cathedral de Arequipa" (191-208) de María Eugenia Tomasio Bouroncle.

Como "Efeméride" se rescata "Acciones desarrolladas para la apertura del AAA en 1992" (209-238) de Roberto Castillo Cerdeña.

Por último se transcribe la "Visita de la Doctrina de San Juan Bautista de Cayarani 1790" (239-300)

 


Fecha Publicación: 2023-03-30T04:32:00.000-07:00


La Semana Santa en tiempos de Santo Toribio

José Antonio Benito

Santo Toribio describe detalladamente las procesiones: "El miércoles, jueves y viernes santos salen cinco procesiones de diversas vocaciones de penitentes, la una se dice de Nazarenos que sale de Santo Domingo y salen mucho número de hombres en forma de penitentes, todos con cruces grandes en hombros; otra que sale del propio monasterio que se llama de la Veracruz sale el jueves por la noche y van en ella más de cuatrocientos penitentes; otra la propia noche de San Francisco, en la cual salen quinientas cincuenta personas, disciplinándose; otra de San Agustín á devoción del Santo Crucifijo de Burgos, cuyo retrato tienen, lleva más de ochocientas personas disciplinándose. Otra el viernes en la noche que llaman la Soledad de Nuestra Señora, sale de la Merced, es muy devota procesión, salen más de mil personas disciplinándose, y sacan todas las insignias de la pasión, va con gran silencio. Otra sale de San Agustín la mañana de la Resurrección".

El Jueves Santo por la mañana celebraba de Pontifical y consagraba los Santos Óleos. Al acabar el Oficio se iba al palacio donde daba de comer a doce indios pobres, sirviendo él mismo los platos y la bebida. A las dos se sentaba a comer un poco de pescado cocido en agua. A las 3 volvía a la iglesia y lavaba los pies a los doce indios, con aguas olorosas y se besaba con suma humildad; a cada uno daba un vestido, un paño de manos y una limosna. Luego asistía a la publicación de la Bula de la Cena y en el Coro a las Tinieblas. Se recogía en su cuarto a rezar, hacía colación de pan y agua y a las doce salía con dos criados a las Estaciones y volvía cerca del Alba. Reposaba un poco y el viernes de madrugada se iba a la Iglesia donde se estaba en oración delante del Santísimo Sacramento hasta que se empezaban los oficios que también celebraba o asistía a ellos. A la una del día comía solo pan y agua y hasta el sábado a la misma hora lo payaba en ayunas. Repetía mucho las palabras escuchadas al predicador P. Lobo, en Salamanca: "Juicio, infierno, eternidad".

23 años después de la muerte del Santo, don Feliciano Vega, el 2 de abril de 1629, canónigo, provisor y vicario general de este arzobispado en Sede vacante, proveyó mediante auto "que las procesiones de la Semana Santa de este año y todas las de este tiempo en adelante salgan de día y no de noche por haber parecido esto ser más conveniente para el servicio de Dios Nuestro Señor

"Que el miércoles santo salga la procesión de los Nazarenos que está instituida en el convento de Santo Domingo a las cuatro de la tarde, de suerte que a esta hora haya comenzado a andar por las calles y vía recta vaya a la iglesia mayor y de allí{i a las demás estaciones que se acostumbran y que por auto aparte están señaladas y el jueves santo salga luego a la misma hora de las cuatro en punto la procesión del Santo Crucifijo de la Iglesia de San Agustín, de manera que a este tiempo esté toda en la calle y vaya andando a la dicha iglesia mayor y el mismo día a las cinco de la tarde que vendrá a ser una hora después salga y comience a andar la procesión de la Santa Veracruz que sale de dicho convento de Santo Domingo y sin detenerse pase a la dicha iglesia mayor; y luego media hora después que será a las cinco y media salga la procesión de la iglesia de la Compañía de Jesús por la calle de don Francisco de la Presa y de allí hasta la esquina de loa dicha iglesia mayor, para que en acabando de pasar la dicha procesión de la Santa Veracruz entre luego dentro de la dicha iglesia mayo y de allí vaya a las demás estaciones.

Y el viernes santo salga la procesión de la Piedad del convento de Nuestra Señora de la Merced a la hora de las cuatro de la tarde sin más dilación. Y luego, a las cinco de la tarde en punto, salga la procesión de la Soledad del convento de San Francisco, para que de esta suerte las unas y las otras se hayan acabado a prima noche".

Que los presentes apuntes nos sirvan para agradecer el legado religioso de nuestros antepasados, vivir con fervor la presente Semana Santa y confiar esperanzados en mejorar las próximas.

¡Santa y Feliz Pascua!

(Crucifijo en la capilla de santo Toribio, catedral de Lima)


Fecha Publicación: 2023-03-23T13:33:00.001-07:00

S. TORIBIO DE MOGROVEJO, OBISPO DE LIMA

s. Toribio de Mogrovejos. Toribio de Mogrovejo 

Un descendiente de la noble familia Mongrovejo, Toribio nació en Mallorca en 1538. Experto en derecho canónico, se ganó con razón su reputación de distinguido jurista. Era profesor en la Universidad de Salamanca cuando el Rey de España, Felipe II, decidió enviarlo al Perú como Obispo de la Ciudad de Los Reyes, que más tarde se convertiría en Lima, hoy capital del Perú.

Un obispo enviado al fin del mundo

Cuando el Rey lo llamó, en 1580, Toribio no era un clérigo sino un simple laico. En tiempo récord recibió todas las órdenes sagradas una tras otra hasta el sacerdocio y, finalmente, fue consagrado obispo. Cuando debió partir no estaba realmente muy entusiasmado, porque ya se imaginaba la situación que habría encontrado: Perú estaba sometido al duro dominio de los españoles desde hacía casi 50 años, pero no era el Virrey, enviado de la Corte de España quien gobernaba; eran los descendientes de los despiadados conquistadores los que efectivamente tomaban las decisiones de gobierno. Esa gente era quien imponía sus arbitrariedades injustas sin ninguna rémora moral. Eran ellos los que materialmente explotaban a los indígenas, con la excusa de una falsa evangelización que tenía muy poco que ver con el Evangelio: las condiciones de estas personas que el obispo encontró cuando llegó al Perú eran de un extremo empobrecimiento material, espiritual, cultural y humano. Los conquistadores, por el contrario, estaban muy satisfechos y eran muy celosos de sus propios privilegios adquiridos a expensas de los indígenas. Lo más triste era que también había muchos sacerdotes aburguesados, encadenados a sus privilegios eclesiásticos, ya que habían perdido la fuerza evangélica para denunciar las injusticias.

"¡Cristo es la Verdad, no las apariencias!"

En este clima de injustos contrastes comienzan los 25 años de episcopado de Toribio y su trabajo como gran reformador que llevará a la primera verdadera organización de la Iglesia peruana. Decidió comenzar desde los sacerdotes aburguesados, desde su recuperación, especialmente con su propio testimonio de santidad personal. Dedicaba muchas horas a la meditación y a la oración, consciente de que la vida espiritual de una persona crece en la medida en que dialoga con Dios. Enseguida, puso su afectuosa atención de pastor en los pueblos indígenas. Estudió sus idiomas, el quechua y el aymara, para poder hablar con ellos, pero sobre todo para trabajar en una "re-evangelización" que hablara el idioma del respeto de su dignidad. Obligó a todos los sacerdotes que trabajaban en Perú a estudiarlos e incluso consiguió publicar el Catecismo de la Iglesia Católica en los idiomas indígenas, así como en castellano. Por amor a todos y cada uno de los pueblos indígenas, durante unos 10 años recorrió y visitó cada rincón remoto de su vasto territorio - miles de kilómetros - mucho más allá de las actuales fronteras peruanas; convirtió a muchos de ellos, y dio la confirmación a tres futuros santos: san Martín de Porres, san Francisco Solano y santa Rosa de Lima.

"Amar a las personas que nos han sido confiadas como se ama a Cristo"

En el curso de su episcopado, Toribio fundó cien parroquias, convocó un Concilio Panamericano, dos consejos provinciales y doce sínodos diocesanos; cuando la peste llegó al Perú estuvo en primera línea entre los enfermos y les regaló todo lo que tenía. Obviamente, su opción preferencial por los descartados suscitó las antipatías del Virrey, que nunca lo vió asistir a las fastuosas ceremonias de la corte, y de los conquistadores, ya que a Toribio no le importaban en lo más mínimo. En cambio, los empobrecidos y abandonados indígenas eran sus ovejas privilegiadas, y con ellas y para ellas se comportó como un verdadero y buen pastor. Murió en uno de sus viajes a Saňa en 1606. Benedicto XIII lo canonizó en 1726; Juan Pablo II lo proclamó patrón del episcopado latinoamericano en 1983.


Fecha Publicación: 2023-03-19T03:54:00.001-07:00

BAUTISTA, Mateo Parábola del Hijo Pródigo y nosotros (Verbo Divino, Cochabamba, 2023, 196 pp)

Recibí el manuscrito del P. Mateo en un tiempo revuelto y convulso para nuestra patria, especialmente para Ayacucho, Arequipa y Puno.

Cuando leía y releía la entrañable parábola contextualizada histórica, pastoral, espiritualmente no podía por menos de imaginar al Cristo del Muro de Pachacamilla, el Señor de los Milagros, como el gran Padre del Perú  que nos regala generoso un hermoso jardín de variadas regiones, con sus brazos abiertos de par en par en la cruz siempre enhiesta del muro, amando como Espíritu Santo, siempre dador de vida. Con el sol y la luna, acompañado de la Magdalena, hija pródiga retornada y María, siempre virgen, siempre Madre.

El Icono del Señor de los Milagros no necesita relato, pinta por sí mismo la más bella de las parábolas. Y vemos al Padre con sus dos hijos, el menor derrochador y pecador en la acción, y el mayor calculador y también pecador en la omisión.

En el muro el Padre amoroso, fundido en amor clavado a impulsos del Espíritu, no corre le basta con abrazar, amar, perdonar a paso firme de buen cristiano para hacer grande nuestro Perú.

Me gustaría unir la mayor devoción de nuestra patria como una expresión iconográfica de la más bella de las parábolas cual es la de san Lucas, magistralmente comentada por mi buen amigo y paisano "charro" (salmantino), el P. Mateo Bautista. Natural de Alba de Tormes, sin duda que ha aprendido de Santa Teresa de Jesús a poner los ojos en el Crucificado, en su misericordia. Su vocación al servicio de los enfermos tanto por tierras de España como de Argentina y de Bolivia le ha traído hasta nosotros como misionero en plena pandemia. Agradecemos su generoso ministerio al servicio de la pastoral del duelo, de la donación de sangre, gracias a sus libros, sus programas de radio, su presencia misericordiosa.

Estamos en vísperas del Bicentenario patrio, recordando el singular momento de la independencia en Ayacucho, 1824. Que este libro sirva para adentrarnos de lleno en el corazón del Evangelio, la Misericordia, a través de la entrañable parábola del hijo pródigo.

Nuestro Papa Francisco gusta de titular sus escritos con términos relativos al "gozo" y la "alegría". Su escudo papal se basa en la honda experiencia de saberse elegido y misericordiado.

Esta Cuaresma la he vivido al ritmo de su sabrosa lectura. Son 55 capítulos, de dos a cuatro páginas cada una que ensanchan la razón, abrasan el corazón, pacifican el alma y renuevan todo nuestro ser. Culmina la obra como nos tiene acostumbrado con su medio centenar de libros escritos con dos decálogos que sintetizan el contenido y nos interpelan para vivir lo leído; el primero acerca de la parábola en sí y el segundo para "el trabajo personal/comunitario".  ¿Recuerdan cuando en catequesis terminábamos en "estos diez mandamientos se encierran en dos"?  Termino compartiéndoles sus dos últimos que de algún modo "encierran" el decálogo y hasta el libro; lo hago como adelanto y con el fin de abrirles el apetito de tan rico menú espiritual, de modo especial en este tiempo Cuaresmal y de Semana Santa:

"9. Aquí hallamos las claves de la pura conversión: volver al Padre (como auténticos hijos), estar en la casa del padre (con alegría, sentido de pertenencia y comunión fraternal) y trabajar con libertad, amor y responsabilidad en las cosas del padre (como una tarea propia).

10. Todos estamos llamados a una genuina conversión, eliminando el espíritu fariseo (meritócrata y legalista), farisaico (hipócrita), viviendo una pulida filiación y una compasiva fraternidad con todos los hombres, de la mano de nuestro auténtico Hermano mayor, Jesús, en el amor del Espíritu Santo, para parecernos cada día más al Padre, siendo misericordiosos como Él lo es" (p.194.

 

El P. Mateo nos recuerda cómo Jesús se alegra con los que gozan. Sólo Lucas hace notar que, al retorno de su viaje apostólico, los discípulos «regresaron alegres» (10,17). Que la lectura del libro que tengo el gusto de presentarles se convierta en un momento de gozo y de encuentro, de alegría y compartir. Y ¡gracias a Verbo Divino de Bolivia y San Pablo de Perú por tan oportuna iniciativa!

 

José Antonio Benito


Fecha Publicación: 2023-03-18T07:39:00.001-07:00

PADRE CARLOS PANE (1856-1923), PIONERO DE LA PRESENCIA SALESIANA EN ESPAÑA Y EN EL PERÚ

David FRANCO CÓRDOVA

https://salesianos.pe/content/2021/09/Carlos-Pane.pdf

"Volti di uno stesso carisma. Salesiani e Figlie di Maria Ausiliatrice del XX Secolo" publicado en Roma (Librería Ateneo Salesiano, 2021, 899 páginas). Pueden revisarlo aquí: https://bit.ly/3AlF1Od

 

El padre Carlos Pane (Piamonte, Italia, 25 de abril de 1856 - Lima, Perú, 20 de marzo de 1923), fue uno de los pioneros de la presencia salesiana  en España (1881) y en Perú (1891) donde labo ró hasta su muerte. Tras ejercer la dirección de las casas de Breña y el Callao, se desempeñó como en- cargado de la construcción de la Basílica de María Auxiliadora de Lima, inaugurada en 1921 como "Homenaje nacional por el centenario de la inde- pendencia del Perú", labor a la que consagró ente ramente los siete últimos años de su vida.

1.  Su vida en Italia

 

Según declaró en su testamento pocos días antes de morir, el padre Carlos Pane fue natural de Grana, provincia de Alessandria, en el Piamonte, hijo natural de Stefano Pane y Anna Cocca[1]. Había nacido el 25 de abril de 1856[2]. A los quince años, en agosto de 1871, ingresó como alumno al oratorio salesiano de Turín   bajo la dirección de Don Bosco4. Dos años después, en setiembre de 1873, se hizo novicio salesiano. En la localidad piamontesa de Lanzo Torinese recibió de manos de Miguel Rúa el hábito clerical el 26 de setiembre de 1874. En esa misma casa               hizo su profesión perpetua el 17 de setiembre de 1876[3]. En 1877 fue incluido como integrante de la tercera expedición misionera, con destino a Buenos Aires.

 

Con veintiún años de edad, conformó el grupo dirigido por Santiago Costamag na que fue despedido junto a sus compañeros de la Basílica de María Auxiliadora de Turín el 7 de noviembre de 1877.

Sin embargo, Pane no llegó a realizar el viaje. Según el volumen XIII de las Memorie Biografiche de Don Bosco, el grupo de misioneros integrado por Salesianos e Hijas de María Auxiliadora se trasladó a Roma para sostener una audiencia con el papa Pío IX. Tras ella, Pane enfermó:

"En los días siguientes uno de ellos, el clérigo Carlos Pane, cayó enfermo. Mientras visitaban las catacumbas de San Calixto le acometió la fiebre. La primera en darse cuenta de los escalofríos fue la madre María Mazzarello, que se quitó el chal, se acer a él y le rogó con respeto, pero con entereza, que se lo pusiera a las espaldas. El pobrecito se retrajo un poco, pero la insistencia de la Madre y los escalofríos le obli garon a aceptar. Estuvo hospitalizado en los Hermanos de San Juan de Dios, hasta que su mejoría le permitió emprender el viaje a Sampierdarena; pero sus compañeros ya habían marchado; tuvo que resignarse y esperar otra expedición. Don Bosco los aguardaba en Génova el día 13. Pesaroso por lo que había ocurrido con el clérigo, les dijo: ¡Tened cuidado, y no perdáis a ninguno más por el camino!"[4].

 

El clérigo Carlos permaneció con los Salesianos de Génova hasta que se le destinó como administrador de la comunidad fundadora de la casa de La Spezia, bajo la dirección del padre Ángel Rocca (1853-1909) Llegaron el 10 de diciembre de 1877. Allí pasó su última temporada de preparación para recibir las órdenes menores y mayores.

En La Spezia, monseñor Giuseppe Rosati, obispo de Sarzana, le confirió el rito de la tonsura el 15 de junio de 1878. Algunos meses después, en setiembre de 1878, recibió en Albenga (Savona) de manos de su obispo, monseñor Gaetano Alimonda, la ordenación subdiaconal[5]. A fines de ese año, en Génova el 21 de diciembre de 1878 recibió la ordenación diaconal, de manos de monseñor Salvato re Magnasco. Finalmente, el 7 de junio de 1879 fue ordenado sacerdote salesiano en Génova por el mismo monseñor Magnasco, arzobispo de esa arquidiócesis.

 

2.  Pionero de la presencia salesiana en España

 

El 7 de junio de 1879, curiosamente el mismo día de la ordenación presbite rial de Carlos Pane en Génova, el arzobispo de Sevilla, monseñor Joaquín Llunch y Garriga, escribía a don Bosco desde su sede: "Sería cosa muy grata para mí si mi diócesis fuera la primera en España en albergar a esos celosísimos propagadores del gran San Francisco de Sales"[6]. Esta misiva constituía la invitación formal del episcopado hispalense para la llegada de los Salesianos a España.

El 6 de junio, Santiago Calvo de la Banda y Aragón, marqués de Casa Ulloa, había escrito una carta al arzobispo de Sevilla solicitándole que gestione la llegada de los Salesianos a Andalucía. Su deseo era que funden una casa para niños huérfanos en Utrera. Para ello se ofreció a costear todos sus gastos por cuatro años[7]. Don Bosco aceptó la propuesta, aunque no pudo efectuarla inmediatamente:

 

"Ese mismo año de 1879 D. Bosco contestó al escrito del arzobispo, comunicándole la llegada de los salesianos en el mes de octubre. Pero la escasez de personal y las numerosas peticiones que le llegan desde América […] hacen que se posponga hasta finales de 1880, cuando el director de la Sociedad San Francisco de Sales consigue reunir 20 religiosos, de los cuales 14 se dirigen a Argentina y 6 a España"[8].

Entre ellos se encontraba el recién ordenado sacerdote Carlos Pane, quien para fines de 1880 e inicios de 1881 contaba con veinticuatro años de edad. El 16 de febrero de 1881 él y sus hermanos hicieron su ingreso a Utrera, en la provincia de Sevilla. Ejercía como jefe de la expedición el célebre salesiano Juan Cagliero (1838- 1926), quien contaba con la experiencia de haber comandado la primera travesía misionera salesiana a Argentina en 1875. La delegación la completaban el director Juan Branda, Ernesto Oberti, Francisco Atzeni, Miguel Aranda y José Goitre[9].

La llegada de los Salesianos a España coincidió con el brote de algunos indicios de radicalismo ideológico entre el proletariado urbano y rural en el país. En 1878 y 1879 el rey Alfonso XII sobrevivió a dos atentados contra su vida efectuados por obreros anarquistas. En 1879 se fundó en Madrid el Partido Socialista Obrero Español, autodefinido como marxista. En este contexto, la invitación a los Salesianos constituía una clara apuesta de la Iglesia y la aristocracia por una alternativa católica como solución al problema obrero.

Pane permaneció en España hasta 1887, en que volvió a Italia. A su retorno, durante la última celebración del onomástico de don Bosco, el 24 de junio de 1887, fiesta de San Juan Bautista, Pane recitó una composición en español sobre la presencia salesiana en la Península Ibérica ante el fundador. Según su obituario, padre Carlos "se gozaba" al recordar este episodio[10].

 

3.  Pionero de la obra salesiana en el Perú

 

El Perú a fines del siglo XIX era un país marcado por la derrota en la Guerra del Pacífico, protagonizada junto a Bolivia y Chile, entre 1879 y 1883. El fracaso militar significó para el lado peruano la pérdida de la región salitrera de Tarapacá, así como la invasión de Lima y otras provincias de la República entre 1881 y 1883.

La reconstrucción del país trajo consigo la conformación de una élite terrateniente y empresarial denominada "Oligarquía" por la historiografía local[11]

que terminó concentrando el poder político y económico. La consolidación de esta élite daría origen a la "República Aristocrática" (1895-1919), etapa donde las mayorías obreras y campesinas fueron excluidas, tanto de la participación ciudadana como de un reparto equitativo de la riqueza.

En medio de esta agudización de la desigualdad social, se proyectó para el proletariado urbano, y posteriormente también para el rural, una educación católica que alejara a estas masas del radicalismo marxista y anarquista.

Así, el 26 de julio de 1890 se celebró en Turín un contrato entre la Socie- dad de Beneficencia Pública de Lima, representada por José Francisco Canevaro, Ministro Plenipotenciario del Perú en el Reino de Italia, y los Salesianos, repre sentados por el Rector Mayor don Miguel Rúa[12]. Mediante el documento, se entregaba a las Hijas de María Auxiliadora la administración del Instituto Sevilla del Rímac (Lima) y se establecía la presencia de sacerdotes salesianos como sus ca pellanes. En las actas del Capítulo Superior se escribió: "Se acepta la casa de Lima para nuestras hermanas, que irán acompañadas de tres salesianos. Su finalidad es educar al trabajo y a la piedad a las hijas del pueblo[13].

Fueron elegidas nueve hermanas con la directora sor Ángela Piai (1860-1940). Los Salesianos que trabajarían con ella serían el coadjutor Juan Sciolli (1843...) como director el padre Antonio Riccardi (1853-1924) y el padre Carlos Pane. Influyó en la elección de estos tres salesianos sus experiencias misioneras en tie rras hispanohablantes: Riccardi llevaba once años en la Patagonia argentina como secretario de Monseñor Juan Cagliero, Sciolli había sido integrante de la comu nidad fundadora de la obra en Ecuador, mientras que en el caso de Pane se hizo valer su actividad también pionera en España.

Como Riccardi ya se encontraba en Sudamérica, Pane fue el jefe de la misión durante el viaje de Turín a Lima. Fueron despedidos junto a otros misioneros salesianos en una ceremonia presidida por el propio don Rúa, celebrada en la Basílica de María Auxiliadora de Turín el 16 de agosto de 1891. Antes de partir recibieron un telegrama de Su Santidad el Papa León XIII:

"Rev.mo Don Rua Superior Salesianos. Turín. El Santo Padre confortado por la noticia de la partida de los Salesianos e Hijas de María Auxiliadora al Ecuador, Perú, África ha concedido paternalmente la implorada bendición. M. Card. Rampolla[14].

El trayecto que siguieron padre Carlos y los diez religiosos fue fatigoso: en tren de Turín a París, después enrumbaron a Inglaterra cruzando en barco el Canal de la Mancha hasta llegar a Londres y desde allí partieron a Liverpool donde toma- ron el vapor con destino a Panamá. Durante la travesía por el Atlántico, el padre Carlos aprovechó en brindar algunas clases de castellano a las Hermanas. Tras su llegada a la ciudad de Panamá, escribió a don Rúa el 19 de setiembre: "Llegamos anoche a Colón con cuatro días de anticipación y salimos hoy en un vapor que va directamente a Guayaquil y de allí al Callao"[15].

Nueve días después, el 28 de setiembre de 1891 arribaron Pane y la misión salesiana al puerto del Callao. El padre Riccardi había llegado el día anterior en un vapor proveniente del sur[16]. Fueron recibidos por una delegación liderada por don Manuel Candamo, Presidente de la Sociedad de Beneficencia Pública, quien doce años después sería elegido Presidente de la República. Candamo re señó algunas semanas después este hecho en la Memoria anual de su institución: "El 28 de setiembre último llegó a Lima el personal encargado de la dirección del Instituto Sevilla, compuesto de nueve hermanas y tres Sacerdotes de la orden Salesiana"[17].

Entre octubre y diciembre de 1891 los Salesianos solo ejercieron como cape- llanes de las Hijas de María Auxiliadora en el Instituto Sevilla. Como éste estaba orientado a la educación de la población femenina de escasos recursos del lugar, los Salesianos decidieron establecer una obra para varones en un local de la Be neficencia Pública de Lima llamada "Huerta de Miota"[18]22, en el número 73 de la Calle Madera del Rímac[19].

Así, el 8 de diciembre de 1891 el padre Pane participó de la fundación del oratorio del Rímac, la primera obra salesiana del Perú. El 19 de marzo de 1893 esta obra se vio enriquecida con la apertura de una Escuela de Artes y Oficios a la que denominaron "San Francisco de Sales". El director de esta obra era el padre Antonio Riccardi y el padre Carlos Pane ejercía como prefecto[20].

La labor pastoral ejercida por el padre Pane y sus hermanos durante estos años iniciales tuvo como fruto el surgimiento de la primera vocación religiosa salesiana del país: Octavio Ortiz Arrieta, primero oratoriano y después alumno de la Escuela de Artes y Oficios del Rímac, se convirtió en el primer sacerdote salesiano peruano en 1907 y en el primer obispo salesiano del país en 1922[21]. El padre Jorge Atarama Ramírez, historiador de la Congregación Salesiana del Perú y biógrafo de monseñor Ortiz, plantea el padre Carlos fue fundamental en el encauzamiento de la vocación religiosa del futuro Obispo de Chachapoyas. No solo lo reconoce como "un amigo que orientó su vocación de salesiano sacerdote"[22] sino que además señala que Pane gestionó el ingreso de Ortiz como interno en la casa del Rímac, impulsando una de las vocaciones religiosas más significativas en la historia de la inspectoría peruana.

 

3.1.  Director en Breña y el Callao

 

Aunque el Estado Peruano otorgó su aprobación para el funcionamiento de la Escuela de Artes y Oficios (2 de marzo de 1896), estos primeros años en el Rímac fueron de mucha inestabilidad para los Salesianos: sin un local propio y con su relación con la Beneficencia Pública de Lima cada vez más tensa[23], existía la posibilidad de que la misión salesiana en el Perú fracasara[24].

Fueron los buenos oficios del padre Riccardi, así como el surgimiento de be nefactores locales – como Mons. Manuel Teodoro del Valle, quien hizo una donación testamentaria en favor de los Salesianos los que permitieron la adquisición el 9 de marzo de 1897 de una propiedad en Breña, por aquel entonces una zona eminentemente rural en los linderos de la ciudad de Lima[25].

Los Salesianos mudaron su Oratorio y su Escuela de Artes y Oficios a la Ha cienda Breña en 1897, donde emprendieron la construcción de su primer local propio con frente al antiguo camino a Magdalena. Desde entonces, Breña se convirtió en la principal casa de los Salesianos del Perú. Durante estos años, la relación entre el padre Pane y su director, el padre Riccardi, fue complicada. Ni bien llegaron al Perú, Riccardi dispuso la cancelación de la compra de libros que Pane había hecho en Sarriá para la nueva casa de Lima. Como el propio Riccardi relató por escrito a don Rúa algunos días después: "no los creo necesarios, y no tenemos tiempo ni para abrirlos"[26].

Las fricciones entre ambos parecían originarse en sus muy distintas persona lidades. Pane se muestra en las fuentes como un salesiano entusiasta y, por ende, a veces algo impulsivo. Aunque tenía la lucidez para percatare de sus falencias. En una carta dirigida a don Julio Barberis, el padre Pane hizo esta autocrítica: "a veces hago planes estrafalarios, a mi manera, sin contar las dificultades que puedo encontrar"[27]. En cambio, Riccardi proyectaba la imagen de un hombre excesiva mente prudente. Este carácter le generó antipatías, a decir de los testimonios ad- versos que existían al momento de la visita de don Pablo Albera a Lima en 1902[28]. Dentro de todo, Pane supo reconocer las virtudes de Riccardi.

Alguna vez escribió sobre su director: "Es de una prudencia admirable. Ciertos negocios importantes los despacha muy bien y con honor"[29]. Aunque esto no le impedía manifestar, en medio de su reconocimiento, alguna crítica atenuada con cierta jocosidad:

"Como Director Don Riccardi no anima, sino que resfría […] prudencia le sobra y ninguno de los Directores del Perú necesita quien los empuje sino más bien quien los refrene, de otro modo haría algún disparate"[30].

Pero en alguna ocasión, Pane también dejó testimonio de la dureza de su trato. En otra carta dirigida a don Julio Barberis se quejó:

"Yo recibo todas las reprimendas si es que falta el almuerzo o la cena, si un muchacho roba el pan o si sucede algo con las hermanas. Si en la casa hay el más pequeño des- orden, los «rayos» (o sea, las llamadas de atención del padre Riccardi) caen sobre mí. Pero, pasada la tempestad, hacemos todo lo posible para ir de acuerdo, y pasamos días y semanas en perfecta armonía"36.

En abril de 1898, el padre Riccardi viajó a Italia, llamado por el Rector Mayor. Se sospechaba que sería designado inspector del Perú. Pane temía que, con más poder, Riccardi tomaría alguna decisión que le resultara inconveniente. En mayo de ese año escribió: "Si los superiores hacen Inspector del Perú a Don Riccardi, cambiaría mi situación. Mas, yo, nada pido ni rehúso"37.

Efectivamente, el padre Riccardi fue promovido a inspector, pero de los Sale sianos de México. Riccardi no regresó nunca más al Perú. En su reemplazo, Pane fue designado nuevo director de la casa de Breña.

El trienio de su gestión (1899-1901)[31] fue importante para consolidar la pre sencia salesiana en la capital de la República por los siguientes aspectos:

 

a.                    Se concluyó la construcción del edificio primigenio de la casa de Breña. Tras su muerte, los Salesianos de Breña recordarían que Pane "tomó una parte muy activa en la construcción del actual edificio [hoy desaparecido], en Breña, hasta fines de 1901"[32]39. Estaba conformado por tres pabellones paralelos de adobe y quincha, de dos niveles cada uno, ubicándose los laterales los salones, talleres y habitaciones de los internos, tanto artesanos como estudiantes. Un cuarto pabe llón, de un solo nivel y del mismo material, atravesaba estos tres en su extremo Este de forma paralela al antiguo camino a la Magdalena, haciéndole de frontis y dándole al conjunto la forma de una "E" irregular. Allí estaba el portón principal, que servía de ingreso al colegio y al templo. Este edificio sería demolido paulatinamente desde mediados del siglo XX hasta el año 2015, en que desapareció el último pabellón que quedaba de esta casa fundacional.

 

b.  Se construyó en Breña el que sería recordado como el primer templo a María Auxiliadora erigido por los Salesianos en el Perú. Se ubicaba en el pabellón central del edificio de la casa de Breña y sus materiales fueron el adobe y la piedra. Su erección contó con la participación de los alumnos artesanos[33]. Aún inconcluso, fue bendecido el 28 de enero de 1900 por Mons. Manuel Tovar, Arzobispo de Lima[34]. El P. Abraham Aguilera, secretario de Mons. Santiago Costamagna quien llegó a Breña en abril de 1903, señaló la apariencia austera del primigenio templo salesiano: "En el centro [del edificio del colegio] como un nido entre el ramaje, se yergue una capilla modesta y pobre"[35]. A pesar de su austeridad, este edificio fue fundamental para la difusión de la devoción a María Auxiliadora en la ciudad de Lima: de allí partió la primera procesión el 24 de mayo de 1900. Su rol pas toral fue ratificado cuando el 27 de diciembre de 1909 monseñor Pedro García Naranjo, Arzobispo de Lima, otorgó a este primer templo de María Auxiliadora la categoría de viceparroquia, sufragánea de la Parroquia de Santa María de la Magdalena[36].

 

c.  En 1900, Pane creó dentro de la casa de Breña la rama escolar: el Colegio Salesiano de Lima, entidad que se sumaba al Oratorio y a la Escuela de Artes y Oficios. Con el tiempo, el colegio se convirtió en el "buque insignia" de la obra  salesiana de Breña, al punto que su superior que lo era también del Oratorio, la Escuela de Artes y Oficios, y desde 1908 de la Viceparroquia era llamado para todo efecto Director del Colegio Salesiano. Cabe precisar que, con el tiempo, los servicios escolares del colegio se constituyeron en la principal fuente de ingresos económicos de la casa de Breña.

 

d.            Desde 1901, el padre Pane realizó una serie de adquisiciones inmuebles que permitieron ampliar los predios adquiridos durante la gestión del padre Riccardi. Según el padre Cirilo Calderón, primer historiador de los Salesianos del Perú, el padre Pane adquirió un total de 21,624 metros cuadrados, sobre los cuales hoy se encuentra la Basílica de María Auxiliadora, entre otras dependencias salesianas[37].

 

En 1902 don Rúa creó la Inspectoría de Santa Rosa de Lima, que abarcaba las casas salesianas del Perú y Bolivia. Breña fue destinada como sede de la Casa Inspectorial, que funcionaría en el mismo edificio. El primer Inspector fue el padre Ciriaco Santinelli (1902-1908), quien desde ese año asumió también como tercer director de la casa de Breña (1902-1904).

El padre Pane quedó como "director espiritual" del colegio[38]. Como tal, en 1904 creó uno de los principales hitos de la prensa católica en Lima: "El Pan del Alma", semanario dominical de los Salesianos de Breña, cuya publicación conti núa aún hoy, 117 años después[39].

Su contenido estaba conformado por dos tipos de textos: el comentario al evangelio y las lecturas del día, y las noticias de los Salesianos del país, princi palmente de Breña. La fundación de este semanario evidencia el rol pastoral que los Salesianos cumplían desde el primer templo de María Auxiliadora, ya que su público objetivo trascendía los límites institucionales de la casa de Breña. Con el tiempo, "El Pan del Alma" se convirtió en una fuente histórica excepcional para reconstruir la consolidación de la presencia salesiana en el país y su desarrollo a lo largo del siglo XX.

Durante su permanencia en la casa de Breña, Pane integró el Consejo Inspec torial[40] y siguió asumiendo la labor de ampliar la propiedad de los Salesianos en aquella localidad, evidencia que contaba con la plena confianza de sus hermanos y sus nuevos superiores[41].

Además, el padre Pane realizó una serie de permutas que permitieron el trazo de vías que hoy son de uso público sobre terrenos que fueron de la Congregación Salesiana, en negociaciones de mutuo beneficio para la ciudadanía y la obra de Don Bosco en el Perú[42].

En 1903 asumió, junto al padre José Sicker, la labor de conseguir fondos para la construcción de un nuevo templo a María Auxiliadora, el segundo proyectado en Breña y que reemplazaría a la modesta capilla inaugurada en 1900[43]. Se comenzó a erigir en los predios adquiridos durante la gestión de Pane como director, frente al edificio que entonces albergaba a la casa de Breña. Los planos probablemente fueron aprobados en el viaje que Pane realizó a Italia en 1905.

El 24 de mayo de 1906 se realizó la ceremonia de bendición y colocación de la primera piedra. Sin embargo, el proyecto con el tiempo quedó trunco, y las bases de sus muros y columnas quedarían por diez años como testimonio de una deuda pendiente que el padre Pane y los salesianos encargados debían saldar en algún momento.

Tras doce años de fructífera actividad en Breña desde 1897, el nuevo Inspec- tor padre José Reyneri (1908-1919) le entregó en julio de 1909 la Dirección del Colegio Don Bosco del Callao[44], obra fundada en 1898.

En el puerto permaneció durante cinco años y medio. Mientras tanto siguió integrando el Consejo Inspectorial, según se evidencia en las actas de las sesiones[45]. En 1916 el mismo inspector Reyneri dispuso su retorno a Breña para que asuma el reto por el que sería recordado: la construcción del tercer y definitivo templo para la Virgen de don Bosco en Lima, la actual Basílica de María Auxi liadora de Breña.

3.2.  Constructor de la Basílica de María Auxiliadora de Lima

 

La Basílica de María Auxiliadora de Lima, ubicada en el distrito de Bre ña, es uno de los grandes hitos de la arquitectura religiosa de la ciudad. Fue la estructura más alta de Lima durante tres décadas y es, hasta hoy, un ícono reconocible y referencial del paisaje urbano de la capital de la República. Su riqueza artística y arquitectónica le ha valido en honroso título de ser el único templo construido en el Perú después de la independencia (1921) que posee la dignidad pontificia de Basílica Menor (1962).

Su diseño fue obra del arquitecto italiano y sacerdote salesiano Ernesto Vespignani, residente en Argentina. Según el epistolario del arquitecto, con- servado en el Archivo Histórico Salesiano de Buenos Aires, Vespignani arribó a Lima procedente de Buenos Aires el 2 de marzo de 1916. Tras conocer el lugar donde se construiría el templo, expuso su propuesta a los Salesianos de Lima. El padre Pane, en su condición de encargado de las obras, objetó el proyecto. Los reparos de Pane debieron llegar a oídos del Rector Mayor, quien desde Turín escribió al padre Vespignani:

"En Lima quieren hacer un gran templo. Por supuesto que ya ha aprobado el Papa- do este proyecto, pero parece poco oportuno encaminarlo mientras existan críticas. Especialmente por parte de Don Carlos Pane, quien insiste tanto [en cambiarlo o] dejar de hacerlo"[46].

Vespignani accedió a realizar los cambios sugeridos por Pane, generándose el diseño que comenzó a construirse en mayo de 1916 y se constituiría en un hito de la arquitectura religiosa limeña del siglo XX.

Sin embargo, el principal rol de Pane fue la búsqueda de financiamiento para su construcción. Ejerció esta labor hasta su fallecimiento. Por ello fue considera- do, en palabras del director salesiano Ernesto Briata (1870-1947) "el alma mater de esa obra verdaderamente monumental"58.

Con su desaparición, siete años después del inicio de las obras de construcción, los Salesianos afirmarían sobre él:

"Dirigió todos sus esfuerzos, en el ocaso de su vida, a convertir en realidad el fer viente anhelo de su alma piadosa y devota, levantando a María Auxiliadora un magnífico santuario […] Los trabajos comenzaron en mayo de 1916. El P. Pane fue el encargado de recolectar las limosnas para la gran obra, y por sus manos pasaron las cuantiosas sumas que han sido necesarias para llevarla adelante hasta el punto en que se encuentra. ¿Prodigio? No merece otro nombre el hecho de no haber faltado jamás el dinero necesario para pagar las planillas semanalmente"[47].

Poco después el padre Briata, quien asumió la dirección del Colegio Salesiano de Lima a las pocas semanas del deceso del padre Pane en 1923, escribió:

"Tomó a pecho cual ningún otro la construcción del templo de María Auxiliadora; a él consagró todas sus fuerzas, sus energías, su vida, porque, tal vez, la terrible enfer- medad que lo llevó al sepulcro hay que atribuirla a los grandes trabajos físicos y mo- rales que tuvo necesariamente que soportar en la realización de la grandiosa obra"[48].

Un testimonio evidencia la entrega del padre Pane a esta misión. El padre Jorge Mauchi, artista y sacerdote salesiano (1925-2018), autor de un famoso retrato de don Bosco difundido ampliamente por todo el orbe salesiano, señalaba que en su hogar se recordaban las visitas que hacía el padre Pane en medio de sus gestiones durante la construcción de la Basílica.

El papá de Mauchi había sido alumno del colegio salesiano de Breña durante la gestión de Pane como director a inicios del siglo XX y había entablado amistad filial con él. Años después, debido a que el hogar del matrimonio Mauchi Laynez quedaba cerca de las oficinas donde Pane gestionaba ante bienhechores las donaciones para la construcción, solía almorzar allí cuando los trámites y reuniones le impedían merendar en el refectorio de Breña. Entre los Mauchi quedó grabado nítidamente el recuerdo del padre Pane sucumbiendo ante el sueño después del almuerzo, producto de la agobiante labor que realizaba para cubrir la planilla de los obreros del templo. Evidentemente el padre Jorge Mauchi no pudo ser testigo de estos hechos, ya que él nació dos años después de la muerte de Pane, pero re cibió el testimonio y lo conservó hasta los años finales de su vida[49].

Todas estas labores habían minado su salud. Tenía planificado realizar un viaje a Italia para viabilizar la ornamentación del templo, pero no pudo concretarlo. Falleció en Breña el 20 de marzo de 1923.

Tras su deceso, se publicó en "El Pan del Alma":

"El P. Carlos Pane falleció a las 5 y cuarto de la tarde del martes 20 de marzo. Durante su enfermedad, sobre todo en el último mes, fue cariñosamente atendido por el Dr. Castañeda, Dr. Zevallos, Dr. Campodónico, Dr. Roda, y otros facultativos notables de esta capital. El mal, oculto desde muchos años en su organismo, había minado poco a poco su existencia, a tal punto que no fue posible combatirlo eficaz- mente […] Constatado su fallecimiento, se arregló la capilla ardiente en una de las salas contiguas a la portería del Colegio, pudiendo acudir muchas personas a rezar por el eterno descanso de su alma"[50].

Al día siguiente el cajón con sus restos fue llevado hasta la Cripta de la Basílica        de María Auxiliadora para una misa celebrada por el padre inspector Luis Héctor Sallaberry, en presencia del Nuncio Apostólico monseñor Giuseppe Pretelli. Después, el féretro fue trasladado al Cementerio General de Lima, donde fue sepul tado. Ese día terminó la vida terrena de Pane, pero también comenzó su recorrido como figura protagónica de la memoria colectiva de los Salesianos del Perú.

4.  Legado

 

Durante los años siguientes, el recuerdo del padre Carlos Pane siguió vigente entre sus hermanos y antiguos alumnos. En 1925 se colocaron en la torre de la Basílica de María Auxiliadora de Lima cinco campanas de bronce. Una de ellas fue dedicada a la memoria del padre Pane. En ella se grabó en español y en latín una inscripción que se lee hasta hoy: Memoriae Caroli Pane, Salesiani, qui ad Tem plum hoc aedificandum primam pecuniam aestuans collegit, libenter sonabo ("Alegre tocaré a la memoria de Carlos Pane, Salesiano, que con tenacidad recaudó el primer dinero para edificar este Templo").

Cuando en 1941 se celebró el cincuentenario de la llegada de los Salesianos al Perú, Pane fue figura central en los homenajes. Encargaron a monseñor Octavio Ortiz – antiguo alumno del padre Pane en el oratorio del Rímac – encabezar las ceremonias en honor a su maestro. El 28 de setiembre develó la placa escultórica con el rostro del padre Pane, ubicada hasta hoy al costado de la puerta principal de la Basílica de María Auxiliadora de Lima. Dos días después de la develación, monseñor Ortiz presidió el cortejo fúnebre que trasladó los restos de Pane desde el Cementerio hasta la Cripta de la Basílica de María Auxiliadora, donde descansan desde entonces hasta hoy[51]. En su lápida se lee la siguiente inscripción:

 

"Carlos Pane / Sacerdote Salesiano / 25-IV-1856 – 20-III-1923 / Con tesonera actividad / paciente humildad y santidad de vida / inició, aunó medios e impulsó hasta la muerte la construcción de este Templo"[52].

En 1956, con motivo del centenario del nacimiento de Pane, se celebró una misa en sufragio de su alma en la Cripta de la Basílica de María Auxiliadora y se editó un libro con los nombres de los difuntos inscritos en la Obra del Perpetuo Sufragio.

A partir de esa fecha, el recuerdo a Pane comenzó a perder fuerza, probablemente de la mano con la desaparición física de la generación de salesianos y exalumnos que lo conocieron. En las celebraciones de los 75 años de la llegada de los Salesianos al Perú, en setiembre de 1966, las evocaciones a Pane fueron mucho menores que en 1941. Incluso en 1991, año del centenario, la figura de Pane apareció relegada frente a un emergente protagonismo del padre Antonio Riccardi.

Fue la restauración de la Basílica de María Auxiliadora de Lima, iniciada en 2011, lo que puso nuevamente en relieve la figura de Pane. Tanto los estudios históricos que se desarrollaron en torno a los trabajos artísticos, como el resultado de la propia restauración, revelaron la trascendencia de su obra.

Sus roles, nada desdeñables, de pionero de la obra de don Bosco en España (1881) y el Perú (1891), promotor de la vocación sacerdotal de monseñor Octa vio Ortiz Arrieta (primer salesiano peruano, primer obispo salesiano del Perú y actualmente el salesiano peruano más cerca de los altares), fundador del Colegio Salesiano de Lima (el más grande e importante de la inspectoría peruana), crea- dor del semanario "El Pan del Alma" (actualmente el semanario en circulación más antiguo del Perú) y principal impulsor de la construcción de la Basílica de María Auxiliadora de Lima (inaugurada como "Homenaje nacional por el centenario de la independencia del Perú") hacen de su biografía una historia digna de  ser reconstruida.



[1] Archivo del Economato – Congregación Salesiana en el Perú. Testamento dado en la casa salesiana de Lima el 14 de marzo de 1923 ante el notario José A. Delucchi; cf también su corto perfil biográfico en Eugenio Valentini - Amedeo Rodinò (a cura di), Dizionario Biografico dei Salesiani. Torino, Ufficio Stampa Salesiano 1969, p. 212.

[2] "El Pan del Alma" 980 (25 de marzo de 1923).

[3] Archivo Inspectorial de la Congregación Salesiana del Perú, Registros de salesianos de la Inspectoría Santa Rosa de Lima, vol. 1, fol. 6: "Pane Carlo"

[4] MBe XIII 279-280.

[5] Archivo Inspectorial de la Congregación Salesiana del Perú, Registros de salesianos de la Inspectoría Santa Rosa de Lima, vol. 1, fol. 6: "Pane Carlo".

[6] Buenaventura Delgado Criado, Historia de la educación en España y América. La educación en la España contemporánea (1789-1975). Madrid, Ediciones Morata 1994, p. 322

[7] Vicente Lloren Bedmar - Vicente Llorent García, La labor socioeducativa de las misiones salesianas en América y España en el siglo XIX y los albores del siglo XX, en "Historia y Educación" 36 (2017) 71.

[8] Ibídem.

[9] Ángel Martín Gonlez, Los Salesianos de Utrera en España. Una Institución al servicio del pueblo. Sevilla, Inspectoría Salesiana 1981.

[10] "El Pan del Alma" 980 (25 de marzo de 1923).

[11] Manuel BURGA - Alberto FLORES GALINDO, Apogeo y crisis de la República Aristocrática.

Lima, Sur 1994, p. 131

[12] Cirilo CALDERÓN - Eugenio PENNATI, Presencia Salesiana en el Perú: los orígenes. Lima, Editorial Salesiana 1994, pp. 260-262.

[13] Actas del Capítulo Superior, 25 de julio de 1890. Tomado de C. Calderón - E. Pen nati, Presencia Salesiana en el Perú..., p. 41.

[14] C. Calderón - E. PENNATI, Presencia Salesiana en el Perú..., p. 45.

[15] Carta Pane-Rúa, 19 de setiembre de 1891, en "Boletín Salesiano" (noviembre 1891) 210, anexo 25. Tomado de Calderón - Pennati, Presencia Salesiana en el Perú..., 1994, p. 46.

[16] C. CALDERÓN - E. Pennati, Presencia Salesiana en el Perú..., p. 48

[17] BENEFICENCIA PÚBLICA DE LIMA, Memoria administrativa que presenta a la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima su Director, Dr. D. Domingo M. Almenara. Lima, Imprenta Liberal 1892, p. 5.

[18] Ibid., 1899, p. XLVI

[19] C. CALDERÓN - E. PENNATI, Presencia Salesiana en el Perú..., pp. 70-7

[20] "El Pan del Alma" 980 (25 de marzo de 1923)

[21] Murió en olor de santidad en su diócesis de Chachapoyas en 1958. El 14 de febrero de 2017 la Congregación para las Causas de los Santos emitió por unanimidad un dictamen po sitivo sobre su fama de santidad y su ejercicio de virtudes heroicas, proclamándolo Venerable.

[22] Discurso de homenaje por la ordenación episcopal de Mons. Octavio Ortiz, 11 de junio de 1922. Citado en Jorge ATARAMA RAMÍREZ, La Congregación Salesiana y su aporte a la educación técnica en Arequipa. Arequipa, Talleres Gráficos Salesiano Don Bosco 2012, pp. 14-15.

[23] C. CALDERÓN - E. PENNATI, Presencia Salesiana en el Perú..., p. 218. El 17 de setiem bre de 1898 la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima desahució el contrato con los Salesianos e Hijas de María Auxiliadora como consecuencia de serias desavenencias entre estas últimas y el inspector Eleodoro Romero por motivos presupuestales: ibid., pp. 214-216.

[24] El contrato entre la Beneficencia Pública de Lima y los Salesianos contemplaba que, en caso de desahucio del común acuerdo, la institución estatal cubriría el retorno de los misioneros a Italia. Tras el desahucio en 1897, los Salesianos recibieron a fines de ese año de la Beneficencia la cantidad de S. 5898 por dicho concepto, además de S. 4000 como reconocimiento de la inversión hecha en los locales que ocuparon: Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, 1899, pp. VI, LXI-LXII.

[25] David Franco Cordóva, La Basílica de María Auxiliadora de Lima. Cronología: 1916-2016. Lima, Editorial Salesiana 2016, p. 17.

[26] Carta Riccardi-Rúa, Lima, 10 de octubre de 1891. Trascrita en C. Calderón - E. Pennati, Presencia Salesiana en el Perú..., p. 283.

[27] Carta Pane-Barberis, Lima, 10 de mayo de 1898. Trascrita en ibid.., p. 367.

[28] Según el padre Calogero Gusmano, secretario de don Pablo Albera, al llegar al Perú escucharon comentarios negativos respecto a la actuación de don Riccardi como director de la obra de Lima entre 1891 y 1898. Tal como relató a don Julio Barberis: "Escuché del Señor Don Albera que Don Riccardi quisiera volver a México [donde fue inspector de 1899 a 1902], no qué impresión dejó allí, pero aquí apenas pusimos un pie en el Perú se dijeron varias cosas. Es odiado cordialmente": carta Gusmano-Barberis. Arequipa, 16 de marzo de 1902. Caja 52 Padre Albera, en Archivo Inspectorial de la Congregación Salesiana del Perú [Fotocopias depositadas en Lima por el padre Eugenio Pennati, cuyo original se encuentra en ASC C0850401.

[29] Carta Pane-Barberis, Lima, 18 de julio de 1898. Trascrita en C. Calderón - E. Pen- nati, Presencia Salesiana en el Perú..., p. 365.

[30] Carta Pane-Barberis, Lima, 10 de mayo de 1898. Trascrita en ibid., p. 367. 36 Carta Pane-Barberis, Lima, 18 de julio de 1898. Trascrita en ibid., p. 365.

[31] Aurelio M. GAMARRA HERNÁNDEZ, Datos Históricos acerca de los establecimientos de Segunda Enseñanza que actualmente funcionan. Informe anexo a la Memoria del Ministerio de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia para 1919. Lima, Imp. Torres Aguirre 1919, p. 483.

[32] "El Pan del Alma" 980 (25 de marzo de 1923).

[33] "Los mismos alumnos artesanos tomaron a pecho la pronta construcción de la Iglesia de María Auxiliadora, y consolador era verlos sacrificar espontáneamente sus recreos para ayudar a transportar, entusiastas, los mil y mil adobes y piedras necesarias para los cimientos y las paredes. Aún hoy, ya hombres, recuerdan gustosos esos fervores de otros tiempos": "El Pan del Alma" 676, (1° de abril de 1917)

[34] "Apadrinaron la nueva iglesia el Sr. D. Carlos de Piérola y su digna Señora Elena Sousa de Piérola": "El Pan del Alma" 676 (1° de abril de 1917).

[35] Trascrito en Cirilo Calderón, Fuentes documentales para los Anales. Inspectoria de Santa Rosa de Lima. Texto mecanografiado en Archivo Inspectorial de la Congregación Salesiana en el Perú, 1964, p. 62.

[36] "El Pan del Alma" 443 (13 de octubre de 1912).

[37] "Por escritura pública del 12 de marzo de 1901, D. Carlos Pane compró al Supremo Gobierno un lote de terreno de 9,336 metros cuadrados con frente a la Av. Piérola (actual Av. Brasil) que primitivamente fueron destinados para Cuartel. […] El P. Pane había solicitado esta venta del Supremo Gobierno con fines de ensanchar la capacidad de la Escuela de Artes y Oficios y así recibir mayor cantidad de alumnos que pudieran beneficiarse con la educación técnica que impartían los Hijos de D. Bosco que acababan de establecer su centro de formación técnica en Breña. […]. [Posteriormente] con fecha 25 de mayo de 1901 Carlos Pane compró de D. Genaro García Irigoyen un lote de 11,000 metros cuadrados (parte del Fundo Breña) situado frente al antiguo Camino a la Magdalena y colindante con la propiedad de D. Antonio Riccardi […]": C. CALDERÓN, Fuentes documentales…, pp. 3-4.

[38] "El Pan del Alma" 980 (25 de marzo de 1923).

[39] Si bien se editó, aparentemente, desde 1904 en forma ininterrumpida, lo cierto es que se conservan ediciones sólo desde 1906 y de forma notoriamente incompleta, p. hasta 1916 las colecciones de la Parroquia de María Auxiliadora y de la Biblioteca Nacional del Perú, los únicos repositorios que poseen los ejemplares más tempranos, se encuentran seriamente descontinuadas. Desde 1916, año del inicio de la construcción de la Basílica, "El Pan del Alma" se erigió como órgano impulsor de su construcción, cambió de formato y comenzó a ser archivado con mayor escrúpulo por los Salesianos de Breña.

[40] Archivo Inspectorial de la Congregación Salesiana del Perú, Verbali delle sessioni del Consiglio Ispettoriale. 1906 [1905]-1920.

[41] Según registró el padre Calderón, "el 21 de noviembre de 1903 el P. Carlos Pane com- pró del Sr. Genaro García Irigoyen otro lote de 4,000 metros cuadros […] El 16 de febrero de 1905 el P. Carlos Pane compró del Sr. Genaro García Irigoyen un lote de 1890 metros cuatros al precio de S. 1512": C. Calderón, Fuentes documentales..., p. 4.

[42] "[El 25 de junio de 1901] el Sr. Genaro García Irigoyen cedía al P. C. Pane 5,000 metros cuadrados de terreno a cambio de otro terreno que D. Carlos Pane cedía para abrir la calle Rieles (actual Jirón Don Bosco) de 12 metros de ancho que se prolongaba desde los terrenos del Fundo Breña a la actual Avenida Brasil". Tiempo después se registró: "El Padre Carlos Pane permutó con el Concejo Provincial de Lima, con fecha 27 de agosto de 1908 varios lotes de terrenos con el objeto de cerrar el antiguo camino a Magdalena y abrir nuevas calles. De estas permutas resulta que el P. Pane, a cambio de la superficie que abarcaba el antiguo camino a Magdalena que recibió el Concejo Provincial, cedió también de su parte al Concejo buenas extensiones de tierras para abrir la actual Avenida Brasil en su arranque de la Plaza Bolognesi, el Pasaje María Auxiliadora, la Avenida Arica, y también alguna extensión para la Plaza Bolognesi"

[43] D. FRANCO CORDÓVA, La Basílica de María Auxiliadora..., 2016, p. 182.

[44] "El Pan del Alma" 980 (25 de marzo de 1923

[45] ARCHIVO INSPECTORIAL DE LA CONGREGACIÓN SALESIANA DEL PERÚ, Verbali delle sessioni del Consiglio Ispettoriale. 1906 [1905]-1920.

[46] ARCHIVO HISTÓRICO SALESIANO DE ARGENTINA, BUENOS AIRES, carta Albera-Vespig nani, Turín, 6 de mayo de 1916. Fondo "Ernesto Vespignani".

[47] "El Pan del Alma" 980 (25 de marzo de 1923).

[48] Ibid., 985 (22 de abril de 1923).

[49]  El padre Mauchi confió este recuerdo familiar al autor de este texto en una entrevista personal en marzo de 2017.

[50] "El Pan del Alma" 980 (25 de marzo de 1923)

[51] David Franco Cordóva, La Basílica de María Auxiliadora. Los Salesianos y la arqui tectura religiosa en Lima (1900-1963). Tesis para obtener el grado de Magíster en Historia del Arte, pp. 31-132.

[52] D. Franco Cordóva, La Basílica de María Auxiliadora..., 2016, p. 132


Fecha Publicación: 2023-03-15T09:49:00.001-07:00

Hna. Fátima del Niño Jesús: «Si un día dimos un Sí generoso, hay que ser fiel con lo prometido»

Marta Latorre15 marzo, 2023

https://www.iglesiaenaragon.com/hna-fatima-del-nino-jesus-si-un-dia-dimos-un-si-generoso-hay-que-ser-fiel-con-lo-prometido

La comunidad de MM Carmelitas del Monasterio de San José de Maluenda y toda la Diócesis de Tarazona están de enhorabuena. El lunes, 20 de marzo del 2023, a las 11.30 de la mañana en la iglesia del convento, la Hna. Fátima María del Niño Jesús realizará su profesión solemne. Hablamos con ella cuando realizó los votos temporales y ya dio muestras de su confianza en el Señor para el camino que había trazado para ella. Cuatro años después y ante el definitivo paso que va a dar, hemos vuelto a hablar con ella.

En noviembre de 2017 tomaste los hábitos y en 2019 profesaste los votos temporales ¿Cómo has vivido todos estos pasos hasta llegar al que ahora vas a dar?
Lo he vivido con mucha ilusión y muy abiertamente a lo que el Señor me iba pidiendo en cada momento. De una misma requiere mucho esfuerzo y una decisión firme, pero todo se puede  con la ayuda del Señor. Por ello, doy gracias a Dios por cuanto a hecho y sigue haciendo por mi. Gracias también a mi querida comunidad que me acogió con mucho amor, me ayudó, acompañó y me ha enseñado a vivir cada día con mayor entrega y alegría la vida del Carmelo. Aunque otras veces nos cueste mucho sacrificio.

-¿Cómo te has preparado para dar el paso definitivo de la Profesión Solemne?
El Señor siempre nos da la fuerza que necesitamos, su Luz y su Gracia no nos faltan nunca. Sí un día dijimos un SÍ generoso al Señor hay que ser fiel en lo que le hemos prometido. Nunca nos pide mas de lo que una puede. Es un paso muy grande el que voy a dar con la Profesión, yo soy feliz de ser Carmelita Descalza en este Oasis de Maluenda. 

-¿Qué te han dicho tus padres, tu familia?
Pues mis padres y toda mi familia sabiendo que soy feliz y la que no da disgustos en casa porque soy Consagrada a Dios, son muy felices. «Si eres feliz con tu decisión, adelante, sé Santa, reza por nosotros» son sus palabras. Tengo hermanas pequeñas y cuánto me gustaría que ellas también fueran como yo: felices viviendo todo para Dios y para el bien espiritual del mundo.

Vivimos un tiempo de escasez de vocaciones. Tú eres joven con una vida distinta a otras personas de tu edad. ¿Fue fácil para ti aceptar que Dios te llamaba?
Gracias a Dios sentí la llamada de Dios en el hogar. Mis padres son muy buenos, muy ejemplares, de fe sólida, no me costó dejar la carrera, a la familia. Sí  dejar ese «yo», entre comillas. Siempre bromeo en los ratos de recreo con mis hermanas y les digo que desde el vientre de mi madre, soy rebelde. Cuando somos jóvenes nos parece que sabemos todo, te da lo mismo vivir o no de cara a Dios, te absorbe el mundo y sus engaños, pero en el Monasterio descubres, que sólo Dios te da la alegría y paz duraderas. Esto es un don gratuito de Dios. «Llamó a los que quiso». Así que si oyes la voz de Dios, síguelo.

-¿Cómo va a ser la ceremonia? ¿En qué consiste?
Va a ser preciosa. La presidirá nuestro obispo, D. Vicente Rebollo, y me acompañarán sacerdotes de la diócesis y de fuera, y amigos de la Comunidad. Es un día muy especial para mí y mi comunidad que pondrá nuestra iglesia de punta en blanco. Venid y lo veréis.
La ceremonia consiste en que dejaré de estar en prueba y discernimiento, así es la formación, y le diré a Dios Nuestro Señor, que me consagro a Él hasta que la muerte me lleve a gozar de Él en la Eternidad feliz. Obediencia, Castidad y Pobreza son los Votos que ofrezco al Señor. Previamente, me preparo con diez días de retiro, me recojo dentro de mi Monasterio, empleo más tiempo de oración, de intimidad con Dios. En estos días me dedicaré a disponerme a dar ese «paso grande». Me siento un tanto nerviosa, porque me veo como un indigno gusanillo en quien Dios, Nuestro Señor se ha fijado. Les ruego recen por esta Carmelita Descalza de San José de Maluenda para que sea fiel al Señor. Dios se lo pagará.

 


Fecha Publicación: 2023-03-14T12:38:00.000-07:00

UN ZAMORANO EN EL CABILDO DE AREQUIPA, P. BUENAVENTURA FOLGADO (1925-2017)

El P. Buenaventura Folgado González nació en 1925 en Abejera de Tábara, Zamora (España). Sin duda que motivado por los numerosos seminaristas de la tierra, especialmente los Operarios Diocesanos, se convirtió en estudiante en el célebre Aspirantado Maestro Ávila, establecido en Salamanca desde 1941; allí se formó al calor de su alto nivel escolar y espiritual, con profesorado muy exigente, de gran competencia, y alumnos muy escogidos en toda España, con vistas a su trascendente misión futura de formadores. Allí encontrará al paisano astorgano y respetado docente de la Pontificia de Salamanca, Dr. D. Pedro Fernández Falagán, Sacerdote Operario Diocesano.

En los años de Humanidades tuvo insignes profesores como D. José Guillén Cabañero, D. Benjamín Martínez Fuertes y D. Jerónimo Oreja Sánchez. En los primeros años del Aspirantado, D. Domingo Solá fue incansable promotor de vocaciones, recorriendo también la diócesis de Astorga, generosa e inagotable cantera. La convivencia en el Aspirantado, donde D. Hortensio era Director Espiritual desde 1952-1958, así como la fraternal en el equipo del Colegio Mayor San Carlos, coordinado por D. José Gómez Lorenzo como Rector, se llenó de cordiales vivencias inolvidables en la ilusionada tarea de acompañar las brillantes y prometedoras promociones de aquellos jóvenes universitarios. La Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, fundada por D. Manuel Domingo y Sol, 1836-1909, beatificado por Juan Pablo II el 29 de marzo de 1987, es como un río que, en contraste con el pequeño número de sus miembros, se extiende por Europa, América y África, cultivando en todas partes con prioridad amorosa las vocaciones sacerdotales.

Fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1949. Formado esmeradamente en la Hermandad de Salamanca, fue profesor de Latín y griego en el Aspirantado, 1952-53, logrando sustentar su tesis doctoral con un interesante estudio titulado La interpretación patrística de la disputa antioquena (Gal. 2,11 ss.) / 1954, 476 pp, que tuvo como director al teólogo Dr. D. Lorenzo Turrado y cuyo texto se puede consultar en el repositorio de la Universidad Pontificia de Salamanca https://summa.upsa.es/viewer.vm?id=7794&lang=es . Se centra en los aportes de san Jerónimo y san Agustín, sobre la verdad. Para ello recorre un selecto grupo de escritores eclesiásticos, como Facundo Hermilano, el Pseudo-Primasio, S. Gregorio Magno, Claudio de Turín, Rábano Mauro, Obdulio Escocés, Haimo de Auxerre, Atto de Vercelli como hitos para llegar a Tomás de Aquino. Santo. Tomás en su comentario a la epístola a los Gálatas centra magistralmente en cuatro puntos las diferencias entre Jerónimo y Agustín. Están desacordes, dice, en primer lugar en cuanto al tiempo de la licitud de la observancia de la ley, en segundo en lo tocante al modo de la observancia de las prescripciones legales, en tercer término acerca del enjuiciamiento moral de la conducta de Pedro, y cuarto punto en cuanto a la explicación de la naturaleza de la reprensión. Santo Tomás, al igual que el P. Folgado toma partido por Agustín.

Al calor del espíritu misionero del Concilio Vaticano II vendrá como misionero a Arequipa donde estará como único destino por más de 50 años, en su mayoría al generoso servicio del Cabildo Catedralicio de Arequipa. Día a día se dedicó a la administración del Cabildo, participando en todas sus actividades pastorales como el permanente cuidado del sacramento de la confesión. Los últimos diez años de su vida sufrió una dolorosa enfermedad producida por un ataque cerebro vascular que lo dejó postrado en cama, hasta que falleció el viernes 9 de junio del 2017.

La ceremonia litúrgica de despedida, fue presidida por el Arzobispo de Arequipa Monseñor Javier Del Río Alba y acompañada por la presencia decenas de representantes de la comunidad religiosa y amigos cercanos al presbítero. En la homilía, el Arzobispo recordó una anécdota cuando al padre Buenaventura lo quisieron trasladar a Lima por su delicado estado de salud, fue entonces cuando notaron que su carné de extranjería tenía 40 años sin ser renovado, lo que significa que el sacerdote ya no pensaba en volver a su país natal, España. "Amar a Dios sobre todas las cosas y darlo todo en el servicio al prójimo, ese es el único camino a la vida eterna", expresó monseñor en la homilía., quien resaltó que vivió 68 años al servicio de la Iglesia Católica, 50 de ellos en Arequipa.

Sus restos fueron enterrados en el cementerio Parque de la Esperanza.

https://diariocorreo.pe/edicion/arequipa/fallecio-el-padre-que-no-penso-en-volver-a-espana-en-sus-40-anos-de-servicio-755183/

https://misionesastorga.blogspot.com/2017/12/p-buenaventura-folgado-gonzalez-d-ep.html

Fotos gentileza de Álvaro Espinoza y Mons. Javier Cárdenas


Fecha Publicación: 2023-03-12T06:40:00.001-07:00

ÁLVAREZ-CALDERÓN GERBOLINI, Annalyda.
LA BÚSQUEDA DE CIUDADANÍA, PUNO 1900-1930: Peregrinación a través de montañas, desiertos y océanos
Tesis para optar el grado de Doctor en Historia por la Universidad Stony Brook, USA. Traducción: Mario Cabrejos, diciembre 2009. 258:235-237/239-249 pp.

LA BÚSQUEDA DE CIUDADANÍA, PUNO 1900-1930: Peregrinación a través de montañas, desiertos y océanos

Annalyda Álvarez-Calderón Gerbolini
Setiembre, 2010

 

CONCLUSIONES

A principios del siglo veinte, los campesinos puneños enfrentaban una grave situación. El crecimiento del mercado de la lana ejercía una gran presión sobre su fuerza de trabajo, su producción y sus tierras comunales. Debido al sistema de producción que reinaba en Puno, el sector hacendado sólo podía incrementar sus ganancias a costa del trabajo y los recursos del campesino, y así lo hizo mermando los ingresos campesinos. Aumentaron las compras forzadas de lana a un precio muy por debajo del precio de mercado, la demanda de trabajo no remunerado, las contribuciones arbitrarias y las usurpaciones violentas o ilegales de tierras comunitarias y privadas.

Esto, agregado al serio desbalance entre población y recursos, iba exacerbando el largo proceso de deterioro del modo de vida campesino y debilitando la solidaridad comunal que por mucho tiempo había actuado como escudo contra la voracidad de los hacendados. El campesinado indígena de Puno, privado del derecho de voto desde 1896, no tenía poder político, y carecía de la protección que le había otorgado el pacto tributario colonial. Las elites locales iban estrechando su círculo de poder y abuso.

Las viejas estrategias (litigios judiciales, negociaciones a nivel local y desobediencia abierta) ya no eran suficientes para resistir el creciente acaparamiento de recursos. Era necesario desarrollar nuevas estrategias por lo cual varias comunidades empezaron a movilizarse, dirigidas por los sectores más acomodados y por lo tanto más afectados. A largo plazo, estos intelectuales campesinos apostaban por la educación, puesto que era el camino directo hacia el derecho de voto (limitado a la población alfabeta) y la igualdad política. A corto plazo, sin embargo, optaron por establecer enlaces personales con el Poder Ejecutivo, intentando re-negociar el viejo pacto tributario colonial.

Conscientes de los roles y necesidades del Estado, usaron argumentos que ligaban una identidad racial, impuesta y aceptada, con conceptos como civilización y nacionalismo para obtener del Estado protección y el reconocimiento de sus derechos civiles. Se presentaban como "ciudadanos indígenas" caracterizados por ser buenos contribuyentes y muy trabajadores pero injustamente despojados de sus derechos y necesitados de un tratamiento especial por parte del Estado. La multiplicidad de las iniciativas indígenas, y la rapidez de sus respuestas a condiciones favorables y desfavorables son prueba de su habilidad de construir alianzas dentro y fuera de su propia clase y de participar en la arena política nacional contribuyendo al proyecto de construcción de la nación, más allá de su necesidad de autonomía y seguridad.

Las movilizaciones políticas indígenas fueron ganando coherencia y organización a través de las actividades de los "mensajeros" (voceros) elegidos por cada comunidad y el apoyo de organizaciones pro-indígenas y de intelectuales locales (profesores, abogados y periodistas). Las iniciativas indígenas ejercieron una fuerte presión sobre las clases medias y los sectores progresistas, creando en Puno un movimiento indigenista militante que intentaba apoyar las iniciativas campesinas. Este diálogo campesino-indigenista produjo fuertes demandas para la creación de un sistema de educación rural, y discursos que intentaban equilibrar el patrimonio cultural de un país dividido que manipulaba (y continúa manipulando) las diferencias culturales en beneficio de minorías particulares.

Los discursos indigenistas clamaban por la necesidad de una sociedad sin prejuicios basada en la justicia social como un primer paso hacia un verdadero proyecto nacional. Promovieron un sistema estatal de educación rural, pero no apoyaron de manera consistente los esfuerzos de los campesinos. La corriente indigenista siguió apostando por un cambio desde arriba, generado desde un proyecto centralizado y occidentalizado estatal, en vez de apoyar el proyecto de educación bilingüe generado por una naciente red de escuelas privadas comunales. Los campesinos puneños recibieron una ayuda mucho más tangible y duradera de organizaciones fuertemente proactivas como la Iglesia Adventista. Los adventistas se convirtieron en los más eficientes colaboradores en la tarea de formar maestros para las escuelas que cada comunidad buscaba construir con sus propios recursos, sin ayuda del Estado.

El gobierno civilista había mostrado cierta preocupación por la situación de la educación rural través de la reforma educativa de 1903, la creación de la Escuela Normal de Lima y constantes decretos prohibiendo el trabajo no remunerado, las contribuciones arbitrarias y otros excesos. Pero no fue sino hasta en 1919 que mensajeros (voceros, portavoces) consiguieron negociar un nuevo pacto con el Estado que apoyase los reclamos indígenas. Ansioso por modernizar el país y encontrar una solución definitiva al "problema indígena", Augusto Leguía reconoció tierras comunales, creó organismos oficiales pro-indígenas (la Oficina de Asuntos Indígenas, el Patronato de la Raza Indígena), envió comisiones investigadoras, autorizó - e incluso apoyó - la creación de una organización nacional para la defensa de los derechos indígenas dirigida por campesinos, el Comité Pro Derecho Indígena Tahuantinsuyo. Esta institución, creada para y por indígenas, intentaba dar poder a potenciales electores indígenas a través de educación, difundiendo legislación pro-indígena e incluso creando pueblos y mercados (libres de mistis), como Wancho Lima en Huancané. 1922, el año de la fundación de un gran número de sub-comités marcó la culminación de un pacto campesino-Estado.

Ante este desarrollo de la actividad campesina, los sectores gamonales reaccionaron con un amplio rango de acusaciones que insistían en la naturaleza violenta del indio, su odio por la raza blanca y su fácil manipulación por elementos externos que los convertía en traidores a la patria. Las acusaciones incluían también referencias a tendencias caníbales, heréticas, manipulativas, milenarias, anarquistas y comunistas. A través de estas acusaciones, el gamonalismo convirtió las pacíficas movilizaciones políticas campesinas en revueltas anti-blancos, justificando así oleadas de represión privada y oficial, que produjeron varios incidentes violentos. El milenarismo fue el instrumento hegemónico más usado por las elites gobernantes y los intelectuales para crear una conciencia nacional o identidad, pero también para negar a los indígenas el acceso a dicha identidad. Cuando el indio actuaba colectivamente era descrito como irracional, salvaje e incivilizado. Cuando actuaba solo era descrito como ignorante, sumiso pero traicionero e inmoral. El miedo de una minoría privilegiada y la mutabilidad de las categorías raciales impuestas dificultaron la tarea de los portavoces que demandaban ciudadanía y derechos individuales.

Y, sin embargo, las luchas campesinas nunca fueron más coherentes ideológicamente que en los años treinta. Al final del siglo diecinueve, y en las primeras dos décadas del siglo veinte, el discurso político campesino creció en coherencia y fuerza basándose en un paquete de demandas que incluían la protección de la fuerza de trabajo campesina, sus recursos (tierra, ganado, producción de lana) y escuelas privadas. El objetivo final de los ciudadanos indígenas no era convertirse en mestizos urbanos, sino mantener su modo de vida y costumbres, al tiempo que obtenían acceso libre al mercado y al Estado como alfabetizados, esto es, como individuos con derecho de voto. Su dependencia de mediadores culturales socavó aun más el reconocimiento de su gestión. Los portavoces (voceros) puneños continuaron, sin embargo, con sus iniciativas y movilización, apoyados por un indigenismo local pragmático y orgánico, preocupado por el aumento del abuso y de la tensión social. El movimiento indigenista puneño, si bien ecléctico (privado de una universidad o partido que lo dirija) produjo muchos intelectuales y profesionales que estuvieron prácticamente envueltos en el duro trabajo diario de los líderes indígenas.

Estas alianzas de campesinos y clase media permitieron alguna mejora en la situación. El movimiento campesino, sin embargo, fue incapaz de estampar en el Estado y en la sociedad peruana su propia definición de ciudadanía indígena. El término mestizo fue usado para negar a los indígenas un estatus intelectual. Su lugar en la sociedad fue establecido por una definición racial que equiparaba indianidad con analfabetismo e irracionalidad (De la Cadena 2000: 124-125) Los líderes campesinos no pudieron imponer su propia definición de indianidad por tres razones. Primero, porque otorgar plenos derechos ciudadanos a mayorías indígenas no era conveniente para el Estado. Las elites gobernantes intentaron crear modernidad a través de una "ambigua internalización del otro indígena". No tenían como meta una integración biológica, sino una nación neo-colonial bicultural (india/blanca). Los indígenas debían ser empujados hasta los márgenes de la economía moderna como fuerza de trabajo pero mantenidos fuera de la nación como sujetos políticos. (Larson 2002: 35) El Estado era incapaz de responder con firmeza a los reclamos del movimiento campesino porque estaba entrampado en un crecimiento económico basado en formas pre-capitalistas de explotación y administración. Esto fomentó reclamos campesinos para sofocar el poder de las elites locales y su monopolio de la fuerza de trabajo campesina. La política pro-indígena de Leguía sólo abrió canales efímeros entre el campesinado y la burocracia. El entusiasmo inicial de su administración indigenista se extendió a unas cuantas capitales de provincia, pero fue incapaz de desarrollarse en otros organismos que no fueran los burocráticos, los que siguieron el sendero decadente del régimen. (Lynch 1979: XX)

En una segunda instancia, pocos de los aliados indigenistas fueron capaces de propulsar cambios, conectando el movimiento campesino con las instancias de poder necesarias. La ignorancia de los funcionarios y el caciquismo político dificultaron la iniciativa de indigenistas profesionales. Muchos fueron obligados a revertir o cambiar sus actividades para contrarrestar acusaciones de manipulación populista o fueron incapaces de propugnar los puntos de vista y las expectativas campesinas. Al adjudicarse la representatividad campesina no permitieron a los voceros puneños alcanzar los niveles de poder necesarios para negociar sus propuestas con el Estado. Por otro lado, no lograron representar al movimiento de forma efectiva porque no llegaron a identificarse con las perspectivas y expectativas campesinas.

Finalmente, desprovistos del poder político más básico (el voto) y necesitando conectarse con el Estado, los campesinos desarrollaron estrategias políticas y retóricas, volviendo al concepto del pacto tributario colonial que les garantizara protección para sus tierras y recursos. Los ciudadanos indígenas habían mantenido al Estado y defendido a la nación. Como ciudadanos indígenas estaban dispuestos a construir y mantener sus propias escuelas y carreteras, en la esperanza de obtener, a cambio, justicia y garantías sobre sus recursos y escuelas, y libre acceso al mercado. Su retórica, sin embargo, no tuvo éxito, principalmente porque quedó entrampada en un discurso ambivalente que iba y venía entre la toma del poder total y el rol de víctimas, y cayó una y otra vez en un modelo paternalista, patrón-cliente. El uso de un discurso victimista-paternalista impidió a los líderes campesinos establecer una representación política durable más allá del nivel local. Fue la forma del discurso, no los argumentos, lo que falló. Si bien las autoridades tradicionales estaban perdiendo poder, y viejas formas de organización política comunal se venían abajo, formas tradicionales de discurso permanecieron en el repertorio, ocultando el reconocimiento de la capacidad campesina. La nueva generación de líderes formados en los tempranos veintes, durante el apogeo del CPDIT, trajo nuevos tipos de iniciativas, pero también cayó presa de discursos radicales que produjeron diferencias internas rompiendo la cohesión del movimiento.

El movimiento campesino consiguió detener las usurpaciones de tierras con la ayuda de una crisis en el mercado de la lana y una mayor presencia del Estado. El Estado mantuvo su discurso indigenista al tiempo que buscaba incrementar su control del área a nivel militar (controlando cualquier movimiento campesino y los ejércitos montados por los gamonales) y administrativo (manejando la escolaridad y la recaudación de impuestos). Esto demuestra la importancia que alcanzó Puno en esta época, no solo por razones económicas, sino también por su movilización social.

Sin embargo, el movimiento campesino no fue capaz de imponer ante el gobierno y la sociedad nacional la imagen de un "ciudadano indígena". Los intelectuales indígenas tuvieron que hacer algunos cambios en el discurso y en la práctica, mostrando una vez más su pragmatismo y su habilidad para adaptarse a los cambios. Empezaron a identificarse ellos mismos como campesinos, buscando nuevas alianzas con el sindicalismo y los partidos políticos emergentes. Evitaron desde entonces referirse a sí mismos como indios para alcanzar una identidad nacional. (De la Cadena 2000: 311)

Su lucha como mensajeros indígenas no fue olvidada. Organizaciones locales de defensa heredaron las experiencias de los voceros y de organizaciones como el CPDIT (Comité Pro-Derecho Indígena Tawantinsuyo) y continuaron la lucha por la defensa de los derechos campesinos. El Estado, así como intelectuales y políticos que vinieron después, recuperaron sus argumentos. Las ideas de José Carlos Mariátegui deben mucho a los voceros e intelectuales puneños, así como al CPDIT.

El resultado de sus batallas se consolidó en la medida en que las escuelas privadas y públicas se diseminaron a través del área rural. En Puno, la historia oral mantuvo viva la memoria de los mensajeros transmitiendo de generación en generación su ejemplo de liderazgo. Puno heredó de ellos una tradición de liderazgo campesino dinámico y pragmático, y una fuerte identidad étnica.

 

 

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 'Ciudadanía indígena en Puno', de Annalyda Álvarez Calderón

Reseña de Nicanor Domínguez

Historiador

Ayer martes se realizó la presentación virtual del libro más reciente sobre historia de Puno, escrito por la historiadora peruana Annalyda Álvarez Calderón Gerbolini. Lleva por título 'En búsqueda de la ciudadanía indígena: Puno 1900-1930' (Lima: Fundación Bustamante de la Fuente, 2021). Es la versión revisada de la tesis de doctorado de la autora, presentada en el año 2009 en la Universidad de Stony Brook, en Nueva York, Estados Unidos. El libro tiene unas 300 páginas de texto, está dividido en siete capítulos, incluye una fascinante serie de 13 fotografías de principios del siglo XX, y tiene un utilísimo Índice Onomástico. Por desgracia, no se ha incluido ningún mapa que ayude a las lectoras y lectores a orientarse en la geografía puneña. Como esta edición es de apenas 300 ejemplares, quizás una segunda edición pueda añadir el mapa que se reclama.

El estudio cubre básicamente dos períodos de la historia peruana en perspectiva regional: la época de los gobiernos oligárquicos, regidos principalmente por el Partido Civil, que don Jorge Basadre, nuestro "historiador de la República", llamó "la República Aristocrática": es decir, las dos décadas comprendidas entre 1899 y 1919. Sigue luego la dictadura civil del presidente Leguía, entre 1919 y 1930, conocida como "el Oncenio". Ambos momentos coinciden con el segundo tramo del medio siglo de expansión económica capitalista mundial, que iba a terminar estrepitosamente con la crisis del año 1929 y sus dramáticas repercusiones en la década de 1930: una profunda recesión económica y una gran volatilidad política, al aparecer en el escenario peruano movimientos de izquierda (los partidos aprista y comunista) que exigían cambios profundos en el país.

En el caso del departamento de Puno, este medio siglo de expansión económica hasta 1929 fue sinónimo de exportación de lana de ovinos y de fibra de alpacas, producidas mayormente por grupos campesinos indígenas que soportaron una creciente presión de hacendados y comerciantes --de las ciudades de Puno, Juliaca y Arequipa--, interesados en concentrar en beneficio propio los recursos de pastos, aguas, ganados y mano de obra indígenas. La historia que Annalyda Álvarez Calderón estudia tiene como escenario este contexto socio-económico.

El primer capítulo, "La República y el Indio: los elusivos derechos de las masas rurales en Puno" (pp.27-65), sintetiza admirablemente variados estudios previos, sobre los 40 años finales del siglo XIX, para entender las diversas presiones experimentadas por las comunidades campesinas puneñas, tanto de las provincias norteñas (quechua-hablantes) como de las sureñas (aimara-hablantes). Las disputas legales para proteger, en lo posible, sus tierras de los hacendados y los comerciantes de lanas. Las formas "tradicionales" (de origen colonial) con las que autoridades (civiles y eclesiásticas), e intereses privados, obtenían el trabajo gratuito de los campesinos. El "tributo", impuesto que el Estado peruano siguió cobrando legalmente hasta 1854, y que desde la época colonial había garantizado la protección de las tierras campesinas (el llamado "pacto tributario"), pero que, una vez abolido, las desprotegía abiertamente. Y, finalmente, la reforma electoral de 1896 (del Partido Demócrata de Piérola y el Civilismo), que impuso como requisito el saber leer y escribir en castellano para ejercer el derecho al voto, lo que dejó a los campesinos fuera del sistema político (porque en el siglo XIX, como contribuyentes, sí habían tenido acceso al sistema electoral de la época). Con estos antecedentes, los campesinos puneños iniciaron en el siglo XX una campaña por obtener una "ciudadanía indígena" que reconociera su derecho a ser parte integrante de la nación peruana.

Los siguientes capítulos 2, 3 y 4, corresponden al accionar ante el Estado de las comunidades y sus representantes indígenas, durante los 20 años de la "República Aristocrática". Los capítulos 5, 6 y 7 transcurren ya en el "Oncenio" de Leguía. La autora afirma enfáticamente que esta es: "una historia de actores políticos racionales luchando por su inserción en una nación multicultural, actores con estrategias a corto y largo plazo actuando más allá de la violencia" (p.25). Y esto es importante porque, entonces como ahora, los poderes locales descalificaron a las organizaciones campesinas como, entre comillas, "primitivas y atrasadas". La autora, por el contrario: "Al enfatizar las iniciativas, estrategias, redes y alianzas de los grupos indígenas a nivel local, regional y nacional", nos muestra "al campesinado puneño como un activo productor de significados" y propuestas, "respondiendo de manera efectiva a [los] cambios políticos y […] [a las] oportunidad[es]" de cada coyuntura en estas tres décadas (p.25).

El capítulo dos, sobre "la emergencia de redes de liderazgo de bases" (pp.67-115), cubre el período inicial de 1900 a 1914. Destaca aquí la historia de las comunidades aimaras del pueblo de Santa Rosa, en la antigua provincia de Chucuito (hoy en la provincia de El Collao), que en octubre de 1901, ante los abusos de sus autoridades locales (gobernadores y subprefectos), y sabiendo que en la ciudad de Puno no serían escuchado, enviaron a tres representantes a la capital, a entrevistarse con el Presidente de la República, el ingeniero y hacendado arequipeño Eduardo López de Romaña. José Antonio Chambilla, Mariano Yllachura y Antonio Chambi fueron los "mensajeros" de las comunidades de Apupata, Orccoyo, Chichillape, Llusta, Ccasani, Sullcanaca, Chocorasi y Puntaperdida. Con ellos se inició un proceso inédito en el Perú republicano, de búsqueda de un diálogo directo con la cúspide del poder político, para lograr la aplicación de la legislación liberal del Estado en beneficio de sus habitantes más marginados, a quienes un lustro antes se les había removido de la ciudadanía.

El capítulo tercero, titulado "Hecho y ficción en la violencia rural organizada" (pp.117-157), analiza las movilizaciones campesinas y los casos de violencia ocurridos en el departamento al crecer la presión de los hacendados sobre las tierras comunales en la década comprendida entre los años 1909 y 1919. Aquí el ejemplo principal es la rebelión de "Rumi Maki" en la provincia de Azángaro en 1915, encabezada por el ex-militar y ex-subprefecto Teodomiro Gutiérrez Cuevas. Es importante resaltar el análisis de los discursos que los hacendados elaboraron sobre las organizaciones y movilizaciones campesinas: "los indios eran amenazantes y salvajes cuando actuaban colectivamente, lastimeros y sumisos cuando estaban solos" (p.95). La autora constata que: "los sectores gamonales reaccionaron con un amplio rango de acusaciones que insistían en la naturaleza violenta del indio, su odio por la raza blanca y su fácil manipulación por elementos externos que los convertía en traidores a la patria. Las acusaciones incluían también referencias a tendencias caníbales, heréticas, milenarias, anarquistas y comunistas. A través de estas acusaciones, el gamonalismo convirtió las pacíficas movilizaciones políticas campesinas en revueltas antiblancos, justificando así oleadas de represión privada y oficial, que produjeron varios incidentes violentos" (p.331).

El capítulo cuarto analiza "el papel de la educación en la política indígena" (pp.150-203), que era el medio para "reinsertarse en la nación", y que contó con el decidido apoyo de la Iglesia Adventista en Puno. Los dirigentes indígenas, a quienes la autora califica de "intelectuales campesinos", "apostaban por la educación, puesto que era el camino directo hacia el derecho de voto (limitado a la población alfabeta) y la igualdad política" (p.329).

Los siguientes tres capítulos, como se mencionó, corresponden al "Oncenio" de Leguía, durante la década de 1920. Inicialmente el leguiísmo buscó, para horror de los hacendados de la Sierra peruana, una alianza con los campesinos, reconociendo en la nueva Constitución del año 1920 la existencia legal de las comunidades. Fue el punto más alto de la influencia política del indigenismo, cuando el presidente: "Ansioso por modernizar el país y encontrar una solución definitiva al "problema indígena" […] reconoció tierras comunales, creó organismos oficiales pro-indígenas (la Oficina de Asuntos Indígenas, el Patronato de la Raza Indígena), envió comisiones investigadoras, autorizó --e incluso apoyó-- la creación de una organización nacional para la defensa de los derechos indígenas dirigida por campesinos, el Comité Pro Derecho Indígena Tahuantinsuyo" (pp.330-331). De todo esto trata el capítulo quinto, "La Patria Nueva: alianzas políticas para un nuevo amanecer" (pp.205-251). De la reacción en contra trata el capítulo sexto, "Temores, amenazas y discursos gastados" (pp.253-297), donde la autora "explica cómo las elites locales, regionales y nacionales respondieron a las iniciativas campesinas desarrollando sus propios discursos y estrategias para detener el avance político indígena y romper sus relaciones con el Estado central" (p.25). Insistieron, como puede sospecharse, en el supuesto "primitivismo" indígena.

El último capítulo, "Los legados indígena e indigenista" (pp.299-327), analiza el final de esta alianza entre el Estado y el campesinado, así como las distancias que se fueron desarrollando entre los indigenistas urbanos de clase media en Lima, Puno y otros lugares del Perú --a quienes la autora califica de "mediadores culturales"--, y las dirigencias indígenas campesinas. Aquí resalta el análisis sobre las particularidades del indigenismo puneño, mucho más radical que otras variantes de la época. Los "intelectuales indígenas" de Puno: "Recibieron un apoyo crucial de un sector pragmático y orgánico del movimiento indigenista puneño, que expresó su preocupación por el aumento del abuso y de la tensión social, involucrándose directamente en el duro trabajo diario de los líderes indígenas" (p.331).

En sus conclusiones (pp.329-334), Annalyda Álvarez Calderón afirma que, en el período estudiado: "el discurso político rural creció en coherencia y fuerza basándose en un paquete de demandas que expresaban su necesidad e interés en participar en la construcción de la nación como ciudadanos libres. Su objetivo final no era convertirse en mestizos urbanos, sino mantener su modo de vida y costumbres, asegurando su libre acceso al mercado y su participación en la esfera pública como individuos alfabetizados con consciencia política" (p.331). Es, pues, una historia de lo que actualmente llamamos "multiculturalidad". ¿Dónde estaríamos hoy si, hace 90 años, este proyecto campesino de alianza con el Estado peruano se hubiera continuado consistentemente?

Sirva esta apretada síntesis para mostrar las principales ideas de la autora de este importante libro. Ya tendremos oportunidad de comentarlas más ampliamente en futuras notas.


Fecha Publicación: 2023-03-10T08:05:00.000-08:00

EL PAPA SE REFIERE A ESTA ELOCUENTE ESCENA  de "Judas sobre los hombros del buen pastor" en el capitel de  Vèzelay (Francia),

https://www.infobae.com/america/mundo/2023/03/10/el-papa-francisco-opino-sobre-nicaragua-es-como-las-dictaduras-comunistas-o-hitlerianas-grosera/

En lo alto, en el primer capitel que se ve al entrar, en una parte aparece Judas colgado, con la lengua de fuera, rodeado por diablos. En la otra parte del capitel: hay un hombre que lleva sobre los hombros el cuerpo de Judas. Este hombre tiene una mueca extraña: la mitad de la boca sonríe y la otra mitad está fruncida. El hombre representado lleva una túnica corta y es un pastor. Es el Buen Pastor que lleva sobre sus hombros a la oveja perdida, esa en cuya búsqueda fue dejando a las otras 99 en el redil. El artista que esculpió la escena y el monje que la inspiró quisieron representar algo extremo llegando a proponer que incluso Judas tuvo acceso a la salvación.
"Judas sobre los hombros del buen pastor" de Eduardo Sanz de Miguel, ocd
En Vèzelay (Francia), en el camino de Santiago, hay una abadía benedictina del siglo XII, con una bellísima iglesia románica dedicada a santa María Magdalena, que es patrimonio de la humanidad. El año 1146 san Bernardo predicó allí la segunda cruzada y el año 1146 Ricardo Corazón de León y el rey Felipe Augusto se encontraron allí para iniciar la tercera.

A 20 metros de altura hay un capitel singularísmo que representa por un lado el suicidio de Judas y por otro a Cristo, buen pastor y buen samaritano, que carga sobre sus espaldas a Judas muerto.

La representación de Judas, el traidor, colgado de un árbol y con la lengua fuera, es bastante común en el arte medieval y se conservan numerosos ejemplos.

La otra, Cristo cargando sobre sus hombros a Judas, es menos común en el arte occidental, aunque en el arte oriental a veces se le representa cargando sobre sus hombros a Adán, que representa a la oveja perdida o al hombre moribundo que fue apaleado por los brigantes en su camino de Jericó a Jerusalén.

Si se mira a Cristo desde la izquierda, tiene una mueca de tristeza. Si se le mira desde la derecha, está sonriendo. El autor no quiso afirmar ni la condenación ni la salvación de Judas, sino que sugirió las dos posibilidades, dejando al observador que saque sus propias conclusiones.

El papa Francisco tuvo una meditación sobre este capitel para los sacerdotes de la diócesis de Roma.

Al comentarlo, el papa citó una homilía que don Primo Mazzolari pronunció el Jueves Santo de 1958. Se trata de un hombre singularísimo, que se opuso al fascismo y al comunismo y escribió varios tratados e incluso fundó un periódico y un partido político para defender a los más pobres y soñaba con la unificación de Europa y hoy está en proceso de beatificación. En aquella homilía afirmó:

«Pobre Judas. Yo no sé qué le habrá pasado en el alma. Es uno de los personajes más misteriosos que encontramos en la Pasión del Señor. Tampoco trataré de explicarlo, me conformo con pedirles un poco de piedad por nuestro pobre hermano Judas. No se avergüencen de asumir esta fraternidad. Yo no me avergüenzo, porque sé cuántas veces he traicionado al Señor; y creo que ninguno de ustedes debería avergonzarse de él. Y al llamarlo hermano, nosotros usamos el lenguaje del señor. Cuando recibió el beso de la traición, en el Getsemaní, el Señor le respondió con esas palabras que no debemos olvidar: 'Amigo, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?'».

«¡Amigo! Esta palabra nos indica la infinita ternura de la caridad del Señor, también nos hace comprender por qué yo en este momento lo he llamado hermano. Dijo en el Cenáculo, no les llamaré siervos, sino amigos. Los Apóstoles se convirtieron en los amigos del Señor: buenos o no, generosos o no, fieles o no, siempre serán los amigos. Nosotros podemos traicionar la amistad de Cristo, Cristo nunca nos traiciona, nunca traiciona a sus amigos; incluso cuando no lo merecemos, incluso cuando nos rebelamos contra Él, incluso cuando lo negamos, ante sus ojos y su corazón, nosotros seremos siempre amigos del Señor. Judas es un amigo del Señor incluso en el momento en el que, besándolo, consumaba la traición del Maestro».

Después de haber recordado el fin desesperado del apóstol, Mazzolari concluyó: «Perdónenme si esta tarde, que habría tenido que ser de intimidad, les he traído consideraciones tan dolorosas, pero yo quiero también a Judas, es mi hermano Judas. También rezaré por él esta tarde, porque yo no juzgo, yo no condeno; debería juzgarme a mí, debería condenarme a mí. Yo no puedo no pensar que es también para Judas la misericordia de Dios, este abrazo de caridad, esa palabra amigo, que le dijo el Señor mientras él lo besaba para traicionarlo; yo no puedo pensar que esta palabra no se haya abierto brecha en su pobre corazón. Y tal vez, el último momento, al recordar esa palabra y la aceptación del beso, Judas también sintió que el Señor lo quería y lo recibía entre los suyos. Tal vez fue el primer apóstol que entró, junto a los dos ladrones. Un séquito que parece no hacer honor al Hijo de Dios, como algunos lo conciben, pero que es una grandeza de su misericordia».

«Y ahora, antes de retomar la Misa, repetiré el gesto de Cristo en la última Cena, lavando a los niños que representan a los Apóstoles del Señor entre nosotros, besando esos pies inocentes; dejen que yo piense un momento en el Judas que llevo dentro de mí, en el Judas que tal vez ustedes también llevan. Y dejen que le pida a Jesús, al Jesús agonizante, a Jesús que nos acepta como somos, dejen que le pida, como gracia pascual, que me llame amigo».

Sigue la explicación en este enlace:
https://padreeduardosanzdemiguel.blogspot.com.es/2016/07/judas-sobre-los-hombros-del-buen.html 


Fecha Publicación: 2023-03-07T04:51:00.000-08:00

Donato AMADO GONZALES El estandarte real y la mascapaycha Historia de una institución inca colonial Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2017

En el segundo capítulo se presentan dos intereses fundamentales: uno es la explicación, aunque escueta, del significado de la presencia del apóstol Santiago para los españoles en el momento de la conquista y la forma en que, después, en memoria del triunfo de la conquista española, la fiesta dedicada a este santo estará dentro de las festividades religiosas más importantes celebradas en la ciudad del Cuzco. Un segundo interés es entender y explicar cómo esta fiesta dedicada a la conquista y triunfo españoles también fue ampliada para los nobles incas cuzqueños. En relación con la segunda proposición, se muestra el origen de la institucionalización del alférez real inca y el posterior establecimiento del Cabildo de los veinticuatro electores de las ocho parroquias. En esta perspectiva, el reconocimiento de los descendientes incas por parte del Estado colonial fue un mecanismo fundamental para mantener la identidad inca durante la colonia; así, la imagen del inca sobrevivió impregnada en aquellos cargos u oficios de privilegio como alcalde mayor, alguacil mayor, alférez real, uno de los veinticuatro del Cabildo de los incas, caciques principales o curacas principales y gobernadores de las parroquias, etcétera, cargos concedidos por la autoridad colonial, en recompensa al apoyo prestado en el momento de la conquista y la pacificación.

El origen de los privilegios de los nobles incas se remonta al siglo XVI, cuando un sector de ellos, encabezados por Manco Inca, y el grupo de los descendientes que estuvieron de parte y al servicio de los españoles intentaron recuperar, al mismo tiempo, el Estado inca. Por ello, hacia la segunda mitad del siglo XVI, los nobles incas cuzqueños estuvieron divididos en dos: los incas de Vilcabamba y los incas del Cuzco. Debido a que los incas del Cuzco estaban identificados con la conquista y pacificación y, en consecuencia, participaron y colaboraron a favor de los españoles, fueron recompensados con aquellos privilegios que los hijosdalgo españoles solían recibir por el servicio prestado a la corona real. Bajo esta perspectiva, el origen del alférez real inca está relacionado con un hecho sobrenatural o milagroso que ocurrió cuando las relaciones políticas entre los pizarristas y Manco Inca no marchaban y la supuesta relación pacífica se tornó en una guerra de conquista para los españoles y para los indígenas en un intento de recuperar el Tahuantinsuyu.

En una primera etapa de la guerra de la reconquista a los españoles les tocó vivir momentos sumamente difíciles cuando Manco Inca mandó rodear con su ejército la ciudad del Cuzco. Fue en ese momento dramático —además de imaginario— cuando aparecieron el apóstol Santiago y la Virgen María y expulsaron a los indígenas, con lo que ayudaron a los españoles. Por ello, en la mentalidad española del siglo XVI, el triunfo de la conquista se debió gracias a sendas apariciones. En agradecimiento a este hecho divino, los españoles festejaron y conmemoraron el triunfo de la conquista a través de la fiesta del apóstol Santiago, cada 25 de julio, y de la fiesta de la Virgen María, cada 21 de mayo. A partir de 1558, el Cabildo y el Regimiento de la ciudad del Cuzco oficializaron la fiesta del apóstol Santiago y se establecieron las fechas de la celebración: el 24 y el 25 de julio, víspera y día central, respectivamente.

El objetivo central de la fiesta era el paseo del estandarte real, cuyo símbolo estaba compuesto, de un lado, por la figura de Carlos V y, del otro, por la figura del apóstol Santiago. A partir de la ordenanza del virrey Toledo, la fiesta se tornó aún más pomposa. Ahora bien, ¿cómo entender la participación del alférez real inca de las parroquias cuzqueñas en toda esta celebración del triunfo de la conquista española? Desde 1538, Paullo Inca fue considerado «inca» para los españoles y así fue aceptado por la fracción de los nobles incas que se quedaron en la ciudad del Cuzco y de los indígenas que lo acompañaban. Este había adoptado todo el comportamiento de un gobernante: fue rodeado por un grupo importante de su propio linaje —la descendencia de Introducción 27 Huayna Capac— e incluso de las descendencias de Tupa Inca Yupanqui y de Pachacuti. El poder otorgado en 1655 por don Cristóbal Carlos Inca, alcalde mayor de las ocho parroquias, y por don Martín Quispitopa, alguacil mayor de las ocho parroquias, ambos descendientes de Huayna Capac, ante la pretendida privatización del oficio del alférez real inca, nos revela que la institucionalización de dicho oficio se realizó a favor de los descendientes del Inca Huayna Capac. Por ello, el cargo se dio, en primera instancia, a favor de Paullo Inca y de sus hijos, quienes eran considerados descendientes de dicho gobernante. Las elecciones del alférez real inca anteriores a 1595 habían resultado sumamente difíciles debido al desbarajuste que ocasionaban los hanan y hurin cuzcos. Por ello, fue necesario el establecimiento del Cabildo de los veinticuatro electores. En este proceso, la participación de don Agustín Jara de la Cerda, alcalde y juez de naturales de la ciudad del Cuzco, fue importante, ya que emitió un auto, el 4 de junio de 1595, para resolver el conflicto que existía cada año entre los hanan y hurin.

 Así, Jara de la Cerda ordenó y mandó que de cada parcialidad se eligieran «doce diputados electores de los más beneméritos y descendientes de línea recta de los señores que fueron de estos reinos». De este modo, la suma de ambas partes fueron los veinticuatro diputados electores. Estos serían elegidos «como regidores» y tendrían «asiento por antigüedad el día de la elección, que es el día del señor San Juan Bautista» (24 de junio). Así, siguiendo la costumbre europea, se estableció el Cabildo de los veinticuatro, en el cual los electores equivalían a los regidores de cabildo. (pp.25-26)

 De Reproducción - Museo Arzobispal, Cuzco, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3615268

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Fecha Publicación: 2023-03-02T13:16:00.001-08:00

Siervo de Dios, trinitario P. Rafael Pascual Salustiano (1915-2011)

Nació el 23 de octubre de 1915, Torregamones (Zamora, España) hijo de Francisco Pascual Mateos y Rosalía Salustiano Iglesias

Hermanos. En el año 1908 nació Diego; en el año 1.910 nació otro hermano que le pusieron por nombre Diego, lo que seguramente ocurrió fue que el primer Diego murió y por eso se le puso el mismo nombre. Falleció en Buenos Aires en 1992.El tercero, Manuel,  nació en 1913. El cuarto, en 1915 nació Emilio, nuestro protagonista. En el año 1918 nació otro hermano al que pusieron el nombre de Rafael.

 

El 9 de febrero de 1928  llega con  su padre y su hermano Emilio a Buenos Aires a bordo del barco Baden que habían partido de La Coruña.

Desde los 9 tuvo el deseo de ser sacerdote; le pedía a Dios cuatro cosas: ser sacerdote, trinitario, misionero y mártir. Eligió ser sacerdote trinitario para redimir a cautivos con la caridad. Luego de 5 años de su muerte sus palabras aún resuenan en la mente de quienes lo conocieron: ¡Ánimo, firme y adelante!

Ingresó en el aspirantado trinitario de Buenos Aires a los 16 años.  En 1941 fue ordenado sacerdote con su hermano Emilio en el seminario de Buenos Aires. Comenzó su pastoral en el colegio Bolívar de Buenos Aires.

En 1948 fue destinado a la Casa de San Carlos de Ñuble en Chile para acompañar a los jóvenes seminaristas trinitarios y a la gente de los alrededores. En Santiago de Chile ejerce como párroco y el 27 de mayo de 1961 llega al Callao para su misión en el Perú.  Contaba 42 años y su maestro espiritual Domingo Cortez, le dio la misión de acompañar a la comunidad de Perú.

El P. Rafael, un joven que apenas contaba con cuarenta años pronto se dejó notar por su sonrisa y su espíritu alegre y entusiasta. Venía de la comunidad de Santiago de Chile. Y así fue como venidos de distintos lugares y con distintas experiencias se formó la primera comunidad de Lima.

El P. Domingo Cortés es el Superior. Ha ido a presentarse al Cardenal Juan Landázuri…Y el mismo nos contaba el buen recibimiento que le dio el Cardenal diciéndole: "Bienvenido sea P. Domingo a nuestra Iglesia de Lima…En esa cruz roja y azul que usted lleva en el pecho ya estoy viendo el crecimiento y expansión de la Orden Trinitaria por todos los rincones del Perú".

Con aquellas precarias instalaciones comienza a funcionar la Parroquia en el año 1959. Los niños que jugaban y correteaban por las calles de Chacra Ríos se acercan al P. Domingo y al P. Rafael para que les bendiga. Ellos con su bendición y con su sonrisa en la cara les acogen como hacía Jesús con los niños.

Recorriendo las calles del barrio de Chacra Ríos Norte, así lo recuerdan los vecinos. Provisto de su bastón amigo, que lo ayudaba a aligerar el paso. Vestía siempre su hábito blanco con la cruz roja y azul en su pecho. Aún a sus 89 años salía al encuentro de enfermos y mendigos. Acogió a los cautivos de la indigencia, del maltrato y del desamor.

Las religiosas Trinitarias de clausura ya instaladas en Barrios Altos en el Rímac, solicitaron la presencia de sacerdotes de la Orden en el Perú, donaron un terreno en Chacra Ríos para la construcción del convento y colegio trinitario. Practicar la caridad, lo convirtió en el mejor testigo de la misericordia de Dios. Provisto tan solo de su maletín, prefería caminar todos los días con pasos largos, antes de tomar el bus hacía la zona de rescate, para llevar la unción y la confesión a los enfermos. El mejor remedio para toda dolencia, narró el sacerdote para un documental peruano.

Al principio cuando lo contaba resultaba inexplicable, reflexiona sorprendido. Llevé la unción y confesión a un enfermo de cáncer que estuvo a punto de ser operado, a los días de haber sucedido, él mismo regresó para darme la noticia: el cáncer había desaparecido.

Solo con tres aulas el padre Rafael fue el gestor de la labor pastoral de la orden en el Perú en el año 1967 empieza a funcionar el centro educativo. Es la formación en valores el principal servicio de la casa de estudios.

De 1980 al 2002 fungió como párroco de la Santísima Trinidad. El 29/9/1980 solicitó la nacionalidad española desde Perú.  Allí caminaba incansablemente por los pueblos jóvenes y asentamientos humanos de Carrizal del Carmen, Chancadora, el Rescate, visitando enfermos y ayudando a todos los necesitados. Apoyó innumerables proyectos de evangelización y promoción social como las capillas, la edificación del nuevo templo, los consultorios médicos, comedores…

El 27/03/2005, su hermano sacerdote Emilio falleció en la Diócesis de Azul, Argentina .

Su vida ya figura en el catálogo de vidas ejemplares de la Familia Trinitaria en el Perú y América Latina, así lo ha publicado en su libro Evangelio y Liberación: Vidas ejemplares de la Familia Trinitaria", el sacerdote trinitario Ángel García Rodríguez.

"Mi padre estaba en estado semicomático, pero se convirtió al cristianismo pocos meses antes de morir", cuenta Violeta Gordillo, pobladora de las tierras baldías de "Rescate", a quienes este varón entregado a Dios, les devolvió la esperanza.  Debemos ser santamente tercos…decía en sus homilías, sus palabras resultaban tan convincente que incluso sembró el deseo de comulgar en un exsubersivo terrorista.

El 29 de julio del 2011 el P. Rafael Pascual Salustiano falleció a los 93 años. A los 13 años emigró a Argentina. A los 26, se ordenó sacerdote. A los 90 años, falleció habiendo dedicado 64 años de su vida a la Iglesia Católica.

En el año de su aniversario, el 29 de julio del 2012, la comunidad de la familia trinitaria en el Perú ofrecerá una santa misa en el monasterio de clausura de las religiosas Trinitarias en Barrios Altos, al cumplirse un año más de la muerte, de este ejemplar sacerdote, quien demostró estar siempre al servicio de su vocación: acoger a los más pobres.

En el 2021 se abrió la causa de beatificación.

En memoria y recuerdo emocionado, trinitarios.net recoge una carta abierta al padre Rafael que escribe el padre Angel García, veinte años su hermano de comunidad en Lima, hoy residente en Buenos Aires:

Carta abierta al padre Rafael Pascual Quienes le conocimos y caminamos a su lado, ahora comprendemos que su vida fue la Historia de un Sí a Dios Trinidad Querido padre, hermano y amigo Rafael. En esa fría noche de invierno del viernes 29 de Julio recibimos la triste y fría noticia de que usted había muerto. Nuestro padre Dios le había llamado para salir a su encuentro. Le conozco muy bien, padre Rafael y yo sé que usted amaba la vida. No quería morir, tenía muchos enfermos por visitar, muchos pecadores a los que confesar y muchos pobres a los que ayudar. Pero la muerte ha tocado la puerta de su casa. Sé que usted, feliz y contento, ya venía preparándose con mucha oración y alegría para este encuentro cara a cara con Padre. Y así, sonriente, siempre firme, con su maletín negro en la mano y muy orgulloso de su hábito trinitario, usted ya se ha presentado ante Dios. Seguro que el Padre le ha mirado a los ojos y antes de que usted abriera la boca le ha dicho: "Hermano Rafael pasé adelante a su casa celestial, aquí encontrará la alegría, el amor y la felicidad eterna que usted fue buscando en la tierra recorriendo esas calles de Chacra Ríos en Lima". Lleno de alegría y sin saber qué decirle al Padre Dios, seguro usted Padre Rafael, abrirá sus manos ante Dios. El Padre contemplará que son manos arrugadas encalladas con el correr y el trabajo de los años. Pero el mismo Dios se dará cuenta a primera vista que sus manos no han llegado vacías y cerradas al cielo. El Padre Dios en cada mano contemplará tantos rostros sonrientes de niños, jóvenes, enfermos, pobres, ancianos con los que usted se encontró a lo largo de sus 93 años de vida. ¡El padrecito Rafaelito es un santito! Contemple padre Rafael hoy, usted mismo desde el cielo, su propio funeral y alégrese porque todos los que se acercan a darle su último adiós son verdaderamente hombres y mujeres de fe a los que usted acogió en el confesonario, les regaló una sonrisa o un consejo, una estampita de la Virgen o un rosario. Pero sobre todo muchos están agradecidos porque les regaló a Jesús en la Eucaristía. Fue testigo de su casamiento ante el Señor y bautizó a cientos de niños abriéndoles la puerta de la fe en la Iglesia. Escuche finalmente ese clamor popular que se está corriendo por las calles de Lima: ¡El padrecito Rafaelito es un santito!. Padre Rafael, no se duerma… Abra bien sus ojos desde el cielo y contemple como están llegando a visitarle todos los que realmente le amaron y hoy sienten la pena de su muerte. Desde el Rescate, Parque Unión, Ricardo Herrera, Carrizal Del Carmen, la Chancadora y hasta de la Parroquia de Palomino y Pando, están llegando gente que no le olvida y que un día confió en el buen sacerdote del Padrecito Rafael. Ellos jamás olvidarán sus palabras de bendición en medio del bullicio de la calle..." ¡Ánimo y adelante, que Dios me los bendiga!". Ahora comprendemos todos los que le conocimos y caminamos a su lado que su Vida fue la Historia de un Sí a Dios Trinidad. Recuerde que era usted aún un niño cuando en el Colegio de Buenos Aires de Madres Argentinas conoció al Padre Domingo Cortés con el que tantos años después trabajaría ahí en Lima codo a codo en la fundación de la parroquia y del colegio. Dios le llamó para ser sacerdote. Y usted se fió del Padre y le dijo que Sí. Ciertamente usted Padre Rafael se enamoró de Cristo a primera vista. Y como tantas veces nos contó usted mismo: "Yo me enamoré del hábito trinitario, de esa cruz roja y azul que veía de niño en el pecho del padre Domingo y en aquellos buenos y santos religiosos trinitarios que en el colegio nos enseñaban el camino de Dios Trinidad". Padre Rafael, seguro que el Padre Dios está muy contento de su camino recorrido en esta tierra. Ciertamente Dios y el pueblo ya le han juzgado y ha aprobado con nota de matrícula de honor su examen sobre el amor. Usted ha sido el buen pastor preocupado por sus ovejas; el buen maestro, amigo y hermano sacerdote que entre lágrimas y gozos, sólo ambicionaba una cosa, poder tomar entre sus manos el pan y el vino y decir todos los días de su vida: "Esto es mi cuerpo para que ustedes lo coman. Ésta es la sangre de mi vida, la derramo por ustedes, por cada uno y por todos". Reciba un cálido abrazo fraternal de este hermano trinitario que pasó su juventud a su lado aprendiendo de usted sus grandes virtudes humanas, su vida sencilla y de oración y sus anhelos por la construcción del Reino de Dios en Perú. Ángel García Rodríguez 30 de Julio de 2011 Buenos Aires. Argentina

https://es.aleteia.org/2016/07/26/con-89-anos-seguia-saliendo-al-encuentro-de-enfermos-y-mendigos/

https://www.facebook.com/techyperiodista/videos/1507411673002486/

https://www.trinitarios.pe/index.php/quienes-somos/en-el-peru


Fecha Publicación: 2023-02-27T05:33:00.001-08:00

CIEN AÑOS DEL NOMBRAMIENTO DE PÁRROCO DEL BEATO JOSÉ CALASANZ MARQUÉS EN MAGDALENA DEL MAR, LIMA (Perú)

 

La emblemática parroquia salesiana del Corazón de Jesús, en Magdalena del Mar, está de júbilo pues celebra su centenario y precisamente su primer párroco José de Calasanz -mártir en 1936- fue beatificado en 1999. Comparto gozoso los datos acerca de su trayectoria al calor de la excelente imagen del Raúl Franco Ochoa. https://www.facebook.com/FrancochoaEscultor

 

El día 22 de septiembre se celebra su fiesta en unión a la de los compañeros mártires del 36. Este salesiano colosal fue uno de los diez mil mártires de la incivil Guerra Civil Española de 1936 a 1939 y que tuvo a su cargo la actual parroquia del Sagrado Corazón en el distrito limeño de Magdalena del Mar, Pariente lejano del Santo Fundador de los Escolapios, había nacido en (Huesca) el 23 de noviembre de 1872. Conoció a Don Bosco en la visita que hizo a Barcelona en 1886, ya que era entonces interno en la incipiente Casa Salesiana de Sarriá. Habiendo profesado a los 18 años, cinco años más tarde, en Navidades de 1895, cantaba allí mismo su Primera Misa.

Secretario del Beato de Dios don Felipe Rinaldi durante diez años, se le encargó después de la dirección del Colegio de La Esmeralda en las Corts de Sarriá, que en 1905 se trasladaba a Matará. Dejó esta Casa en 1916 para dirigir la de Camagüey (Cuba), de donde pasó a ser Provincial de la Inspectoría Boliviano-Peruana. Aquí, nada más llegar en 1923, el entonces arzobispo de Lima, Monseñor Emilio Lissón lo nombró vice párroco de la entonces vice parroquia de San Miguel y Magdalena del Mar, y desde 1925 de su Inspectoría de procedencia, la Tarraconense.

Se distinguió por su gran corazón, lleno de amor a los Hermanos, a los Superiores y a la Congregación, demostrado con una actividad incansable en su servicio.

De regreso a España, no tuvo tiempo de descansar pues enseguida fue nombrado Inspector de la Tarraconense (Barcelona-Valencia).

La persecución religiosa desencadenada en la Segunda República española desde 1931 llevó al martirio en la arquidiócesis de Valencia a 361 sacerdotes, 373 laicos, 93 mujeres, y varios centenares de diversos institutos religiosos, entre los que se encontraron 32 sacerdotes salesianos, 22 salesianos estudiantes, 24 coadjutores, 2 Hijas de María Auxiliadora, 4 cooperadores salesianos, 23 aspirantes y colaborador laico.

El Padre José Calasanz fue hecho preso junto con otros salesianos mientras predicaba en Valencia los ejercicios Espirituales. Sereno mientras la persecución arreciaba, así habló a un Hermano que le exponía sus temores: —Hijo mío, debemos tener más confianza en la Divina Providencia. De todos modos, creo que estoy en gracia de Dios.

Habiendo pasado con los demás salesianos una semana en la cárcel de Valencia, fue detenido por unos milicianos de Mislata, que, al ver la sotana en su maletín, le preguntaron si era cura:

—Sí, soy Sacerdote Salesiano, respondió con calma y dignidad.

Fue conducido de pie en un camión hacia Valencia, y al llegar al Puente de San José, el disparo de un fusil que llevaba un mozalbete, desobediente a quien le indicaba el peligro anejo a la forma de llevar el arma, acabó con su vida. Los dos salesianos que le acompañaron fueron testigos de su inmolación, consecuencia del odio al sacerdote.

Era el 29 de julio de 1936.

Para los salesianos martirizados en la cruel guerra, se siguieron dos causas El grupo de Valencia – 32 mártires – con el Padre José Calasanz a la cabeza, y la de los dos grupos de Sevilla y Madrid – 63 mártires – con el Padre Enrique Saiz Aparicio a la cabeza. El primer grupo fue beatificado el 11 de marzo de 2001 junto con otros mártires de la diócesis de Valencia; mientras que la segunda Causa se proclamó 28 de octubre de 2007, figurando entre ellos el P. Lasaga, que trabajó por muchos años en el Perú, .especialmente en Huancayo como formador.

 

http://salesianos.pe/22-de-setiembre-%C2%A1feliz-fiesta-del-beato-jose-calasanz-y-sus-companeros-martires/

 

CAUSA DE LA SOCIEDAD SALESIANA
DE SAN JUAN BOSCO (SALESIANOS) S.D.B.

(Decreto del 20 de diciembre de 1999)

Los Salesianos martirizados en la España republicana fueron 88, a los que se añaden dos Salesianas y cinco seglares Cooperadores. La mayoría fueron asesinados por separado o en grupos reducidos en lugares, situaciones y fechas muy diferentes, a causa de la dispersión obligada en diversos domicilios muchas veces en grandes ciudades. La mayor parte murieron sin ningún juicio previo, pocos con uno de mero trámite, y sólo nos consta un juicio formal en el Tribunal de Espionaje y Alta Traición de Barcelona: en él fue condenado a muerte el sacerdote don Julio Junyer Padern el 23 de marzo de 1938, sentencia que se cumplió al ser fusilado en los fosos de Montjuic el 26 de abril de 1938.

La Provincia Salesiana Tarraconense en aquellas fechas abarcaba: Cataluña, Valencia, Baleares y Aragón. Un buen grupo de sus religiosos se hallaba en el Colegio Salesiano de Valencia, de la calle Sagunto, practicando los Ejercicios Espirituales que todos los hijos del Siervo de Dios Don Bosco solían tener cada verano. Recordaremos primero a los salesianos sacrificados junto con el Provincial, después a los que sufrieron la muerte en Barcelona y por último a otros dispersos en otras diócesis.

El primer grupo de Salesianos martirizados está formado por nueve religiosos de la Comunidad de Valencia, detenidos todos ellos en julio de 1936 y ejecutados en lugares distintos:

135. Siervo de Dios José Calasanz Marqués. Sacerdote, Inspector de la Provincia Tarraconense. (* Azanuy, Huesca, 23-XI-1872 + Valencia 29-VII-1936)

136.Siervo de Dios Jaime Buch Canals. Coadjutor. (* Bescanó, Girona, 9-IV-1889 + El Saler de Valencia, 31-VII-1936).

137.Siervo de Dios Juan Martorell Soria. Sacerdote. (* Picassent, Valencia, 1-IX-1889 +Valencia, 10-VIII-1936).

138.Siervo de Dios Pedro Mesonero Rodríguez. Clérigo. (* Aldearrodrigo, Salamanca, 29-V-1912 + El Vedat de Torrent VIII-1936).

Los cinco que siguen, después de haber pasado algunos meses en San Miguel de los Reyes y en la Cárcel Modelo de Valencia, fueron fusilados en el Picadero de Paterna el 9 de diciembre de 1936.

139.Siervo de Dios Antonio Marún Hernández. Sacerdote (* Calzada de Béjar, Salamanca, 18-VII-1885).

140.Siervo de Dios Recaredo de los Ríos Fabregat. Sacerdote. (* Bétera, Valencia, 11-I-1893).

141.Siervo de Dios Julián Rodríguez Sánchez. Sacerdote. (* Salamanca, 16-X-1896).

142.Siervo de Dios José Giménez López. Sacerdote. (* Cartagena, Murcia, 31-X-1904).

143.Siervo de Dios Agustín García Calvo. Coadjutor. (* Santander, 3-II-1905).

A la Comunidad Salesiana de Alcoi (Alicante) pertenecían:

144.Siervo de Dios José Otín Aquilé. Sacerdote. (* Huesca, 22-XII-1901 + Valencia, 1-XI-1936).