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Etiquetas: [Historia]  [Lecturas]  
Fecha Publicación: 2023-07-27T05:04:00.001-07:00

 Desde que tuve uso, de razón, recuerdo que para viajar a la costa a finales de los años cincuenta, era una aventura que se preparaba con anticipación emotiva de adrenalina y riesgosos viajes. Se tenía que cabalgar a lomo de bestia desde Corongo, pasando por la Culebrilla, por los baños termales de Pacatqui y llegar por un estrecho camino de herradura a La Pampa.

Allí en la zona de clima templado, donde se ubica el pueblo, se podía encontrar con facilidad algún vehículo automotor de pasajeros estacionado a un lado de la carretera o algún vehículo más pequeño de transportes como las camionetas de la JOP (Junta de Obras Publicas) ente estatal que era la encargada construir la carretera hacia Corongo en aquellos tiempos.
Al estar ahí, en La Pampa, uno miraba la carretera que salía de la ciudad con dirección hacia Tres Cruces y de allí a Yungaypampa, para imaginar recorrerla previamente, en nuestras internas emociones porque esta primigenia y antigua ruta construida sobre la difícil falla geológica que en esos lugares se encuentra, subiendo la peligrosa montaña en los zigzag afirmados para el trepado en un difícil recorrido terrenal, porque esta vieja vía siempre sufría de resquebrajaciones y hundimientos por los movimientos del subsuelo que alli se presentaban diariamente, desnivelando de esta manera su trazado a cada momento.
Recuerdo que llegábamos a La Pampa al borde del atardecer a pernoctar, para que al día siguiente podamos abordar el carro muy temprano que nos traslade hacia la estación del tren en Yungaypampa.
La Distrito de la Pampa en esas épocas para mí era como llegar a una ciudad costera, hallando en sus gentes con vestimentas mucho más ligeras que las nuestras, con algún vehículo automotor transitando por sus polvorientas calles, como lo era Chimbote por ejemplo en aquellos años.
Y dentro de esas no comunes sociabilidades nuevas, también en algún momento nos cruzábamos con gentes de ascendencia asiática que nos llamaba la atención y curiosidad y seguramente a ellos, por nosotros quizás por nuestras quemadas pieles de la cara por el frio de las alturas de nuestro origen de partida.
Creo que por curiosidad nos miraban cuando ingresabamos a su ciudad, llegando en cansadas acémilas, sin saber ellos quizás, que nosotros también los mirábamos con cierta intriga; porque a los chinos solo lo encontrábamos transitando con normalidad en alguna ciudad de la costa o en el mismo Chimbote.

Yo, en aquellos años pensaba que ellos, los Chia, siempre estuvieron ahí en La Pampa y que eran originarios de ahi, de su cultura, de su historia, de sus quehaceres. Posteriormente cuando uno va creciendo y de acuerdo a las adquisiciones de conocimientos educativos, nos vamos enterando, que no fue así. Que llegaron allí desde algún lugar cercano a la costa.

Puedo deducir que posiblemente una de las causas de sus llegadas a La Pampa, pudo haber sido debido a la construcción de la vía del ferrocarril del rio Santa, en las primeras décadas de los años, del siglo pasado. Pues se sabe y esta en la historia ancashina es la construcción de la vía férrea fue hecha por muchos braseros de origen asiático, según los documentos de dicha época. Lo cierto es que los primeros "Chia" seguramente dejaron los lugares del rio Santa y se afincaron en La Pampa iniciando allí una nueva vida y por lo que me comentan se dedicaron al comercio y la agricultura, para afincarse y mantener a sus familias.
Tambien algunos de ellos, de otros apellidos se fueron a radicar a Yanac, según me cuenta mi amigo y compañero de estudios secundarios en Corongo Lido Vidal, testigo de estos recuerdos, que algunos de ellos hicieron fortuna con la ganadería y el negocio comercial, que establecieron ahi; pues recuérdese que Yanac en un momento de la historia de la construcción de las vías hacia Sihuas, Pomabamba y la mina de Pasacancha, fue una ciudad de paso obligado y de sustento logístico de esas obras.
Recuerda Lido Vidal un caso muy especial de los sucesos de esos tiempos, protagonizado por un comerciante chino, en crecimiento mercantil, vivido allí y que narra con nitidez lo sucedido en el tiempo pasado.
Me recuerda que a Corongo en los inicios de la inaugurada carretera, a mediados de los sesentas, llegaba una góndola de pasajeros de color verde, que en su logo decía “Transportes Juvenal”. El chofer se llamaba Juvenal y de allí seguramente lo impreso en su vehículo. Cuenta Lido, que este hombre de unos 30 o 40 años en aquella época, había sido ayudante de un chino radicado en Yanac, junto a su esposa del mismo origen y que ellos se habían afincado bien allí, era un matrimonio que tenían hijos y un buen negocio familiar de comercio y ganadería, que interactuaba con la hacienda de Urcon y para facilitar sus negocios con ellos, se compraron un camión.
Resulta que el chofer del camión del negocio familiar chino, era el tal Juvenal. Este chofer vivaracho, viendo los buenos negocios que habían logrado los asiáticos, enamoro a la mujer del chino yanaquino y ella correspondió la vedada aventura con el seguramente mozo ayudante en el bien diseñado juego de traiciones.
Al descubrir la infidelidad de su mujer, este hijo del oriente, en gesto de digno de su tradición asiática seguramente y al haber sido mellado en su honor, una buena mañana partió de Yanac, tan solo con un costalillo al hombro como equipaje, desapareciendo para siempre de allí, dejándole todos los negocios y el camión a su mujer y al nuevo compromiso marital. Así, que esa: “Empresa de transportes Juvenal” que llegaba a la ciudad de Corongo, tuvo ese origen. A lo que íbamos en el inicio de esta narración era para recordar tambien que ya nosotros adolecentes, cada vez que pasábamos por La Pampa con el “Heraldo de los Andes”, recuerdo haber visto a alguno de los "Chias" jóvenes de aquellas épocas, manejando modernas motos y alguna de las jovencitas de la misma familia, en la plenitud del desarrollo de la vida, mostrándose muy simpáticas y en ropas ligeras para la siempre calurosa ciudad pampina. Eso fue en los años 65 del siglo pasado más o menos. Hoy, casi sesenta años después hace poco, asistí a la reunión patronal pampina acá en Lima que en honor al patrón San Francisco, los hijos de esas tierras, celebran en su local del Jr. Madera, en el Rimac. Me quedé gratamente impresionado al ver a las nuevas generaciones de los descendientes de los "Chias", pampinos, bailando alegremente entusiasmados por los huaynos del terruño, con el corte y el ritmo de los pasos coronguinos, contemplando con mayor detalle a una pareja muy bailarines ellos de mayor edad que pueblan canas rodeado de las nuevas generaciones de la familia seguramente que tambien disfrutan tan igual que ellos, de nuestro folclore.
Me puse a pensar mientras los observaba disfrutar de la fiesta y me trasladé a buscar en mis recuerdos de mis años mozos, al querer relacionarlos con aquellos años vividos en nuestro tránsito por La Pampa cuando los hallábamos en juventud cuando pensaba que por sus orígenes asiáticos seguramente esas generaciones de los Chias, partirían de La Pampa y nunca más los vería en la vida. No me imagine que ellos estaban más unidos a las raíces serranas coronguinas, que muchos de los de los nativos, de allí.



Fue un grato recuerdo para mi verlos nuevamente después de un montón de años pasados en nuestras vidas.

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Fecha Publicación: 2023-06-25T11:44:00.006-07:00

 

En la tradición oral coronguina hay un relato que he oído muchas veces en algunas charlas de ocurrencias y anécdotas sucedidas, vividas y perdidas en el tiempo. 

Cuentan, por ejemplo, lo que le ocurrió a un personaje varón sampedrano, cuando en alguna ocasión, vivió en carne propia las experiencias paranormales sucedidas en los baños termales de Aticara.

Dicen que la ocurrencia fue registrada por haberse ido a bañar solo, sin compañía, una buena tarde al promediar las cinco, seguramente después de un duro día de trabajo agrícola cercano, cuando se le ocurrió la idea de ir a los baños termales para darse un merecido y reconfortante relax corporal en las cálidas aguas de Los Baños de Aticara.

Ocurrencia que disfrutaba totalmente desnudo y sumergido al pie del chorro principal del agua, cayéndole en la cabeza, hombros y espalda, mirando a ratos desde su posición las profundidades de la quebrada donde se hallaba; pensando seguramente en la dura subida por los caminos agrestes de regreso a Corongo, ascenso que se inicia desde la orilla del rio donde se ubican las aguas calientes del balneario termal coronguino.

Cuentan, que cuando la tarde avanzaba y a a esa hora los vientos fríos de la zona acrecientan la presencia de bajas temperaturas y el bañista después de un tiempo prudencial de estar metido en las aguas termales, se le hace difícil dejar la calidez de esta, piensa y repiensa en salir de allí.

Esto mismo sucedió con nuestro solitario bañista que no se decidió a enfrentar el violento choque corporal del frio que se siente en ese instante, en las diferencias de temperaturas en que se halla para abandonar los abrigos del agua caliente, en su cuerpo caliente, y el frio que a esa hora recorre el callejón de la quebrada.

En silencio iba esperando el momento propicio para salir del agua.

Nunca imagino ver abrirse ante sus ojos la dura roca sin ruido alguno y…

-              ¡Oh sorpresa!

-              ¡También ve aparecer de allí a una joven mujer!  Vestida ella con una túnica multicolor cubriendo su cuerpo, muy agraciada y bella rubia; también observa que llevaba una corona de flores silvestres en la cabeza, nota que rápidamente le dirige su mirada, la observa e incluso le sonríe murmurando algo ininteligible para él, viendo que avanzaba lentamente ahora hacia él, como si hubiese sido llamado por él, llevando además en la mano una canasta tejida de carrizos llena de vistosas y apetitosas frutas que desde una cercana ubicación ya casi junto a él le muestra estas, haciéndole gestos para que tome una y que la coma.

Él observa que las frutas mostradas eran sumamente apetitosas y que tenían un aroma muy agradable que escapaba de la canasta, provocando y haciéndose irresistible a no cogerlas.

Pero dudó y entró en temores pues pensó que era imposible que las rocas circundantes a la poza se puedan abrir de la nada y que emergiera una bella mujer de cabellos rubios ofreciéndole deliciosas frutas.

Si en esos momentos previos a este suceso tenía temores en salir del agua a vestirse por el intenso frio que arreciaba el lugar, ahora los temores se convirtieron en terror y no había más tiempo que perder y salió corriendo a coger su ropa y huir de allí a toda prisa hasta encontrar un lugar aparente para poder vestirse y repensar la situación presentada.

 Ya alejado de la poza y subiendo a grandes trancos primero por el corto camino que va junto al rio, continuó la violenta huida para alejarse lo más rápido posible hasta llegar a una considerable altura del camino afirmado desde donde pudo echar un vistazo por última vez a los baños termales que quedo abajo, en los solitarios silencios de la quebrada y el fluir de las aguas frías del rio. 

Perdió de vista a la quebrada del río, luego prosiguió su marcha por el camino, pensando algo asustado todavía por lo sucedido, cuando de un momento a otro se percata que tras de él lo seguía un pequeño perrito, algo agitado y con la lengua afuera que le llamó la atención.

-              ¿Qué raro?  Pensó.  No lo había visto antes ni merodeando la piscina, ni caminando junto al rio o por las cercanías de su caminata.  Quizás salió de una cerca de las chacras por donde había pasado hacia poco, se preguntó.  No dándole importancia alguna y siguió avanzando mirando el horizonte de la ruta que tomó, algo más tranquilo.

El perro también continuaba tras él, pero cada vez más cerca, se notaba algo presuroso en posesionarse a su lado en la solitaria y silenciosa zona donde se encontraba, cuando de un momento a otro escuchó un ¡Arre burros! Asomando por ahí un tropel de burros, que bajaban a paso acelerado arreados por un hombre y al ponerse a un lado de la carretera para facilitar su desplazamiento en la dirección que iban, observa, que misteriosamente desaparece el pequeño perro que lo acompañaba.

Dicen, que nunca supo él que el tropel de burros y el hombre que los arreaba, le salvaron la vida en ese instante.  Pues "La Gringa" no se había dado por vencida e iba tras él por su venganza al desprecio que sufrió y ahora se había transformado en un pequeño e inofensivo perro, buscando la oportunidad de ataparlo y llevárselo con ella.

Muchos comentan también que la presencia de esta bella joven vistiendo su túnica multicolor es el demonio que habita en las cálidas profundidades de la peña termal y que sale de vez en cuando en algún atardecer en busca de las almas para esclavizarlos y que le aticen los fuegos de su morada que justamente se encuentra en la profundidad de las rocas desde donde brotan las aguas calientes de los baños de Aticara.

 El infernal demonio se muestra como una bella mujer, con una atractiva vestimenta, ofreciendo siempre sus apetitosas frutas a los que lleguen a bañarse solitarios entre las cinco y seis de la tarde.

 Don Saro, como se llamaba el ocurrente bañista de esta narración, se salvó de no ser llevado al infierno cuando salió corriendo de la piscina sin caer en la tentación de coger una fruta y también se salvó en una segunda oportunidad, cuando aparecieron los burros bajando por la carretera; pues el demonio que lo fue siguiendo, ahora convertido en un pequeño perro y que se vio obligado a desaparecer por la presencia de aquel anónimo hombre que iba arreando sus burros cuesta abajo.

Agregan los que conocieron a Don Saro, que dicho sea de paso fue un hombre soltero; que nunca más quedó humanamente conforme como cuando llego a los Baños de Aticara aquella tarde.

Al pasar de los días, él perdió su miembro viril para siempre de su cuerpo.

Solo quedo de su miembro un botón carnoso en sus partes íntimas como muestra de lo que allí tubo antes.

La Gringa se vengó así de él, por no haberle hecho caso en cogerle una de sus frutas para arrebatarle a su alma.

Advertencia:

Nunca vayas solo a Aticara a bañarte después de la cinco de la tarde, puede que te toque a ti ser el próximo Don Saro.

 

Nota: Esta narración es una recopilación de los recuerdos narrados por don Mario Román Mendoza y hecha llegar por su hija Dony Román Espinoza a este humilde servidor.







Etiquetas: [Historia]  [Lecturas]  
Fecha Publicación: 2023-06-06T06:22:00.004-07:00

 Las principales vías de conexión de los pueblos y lugares de integración antigua, siempre fueron, los caminos de herradura, quizás muchas de estas construidas en tiempos pasados como parte del gran Qhapaq ñan del imperio incaico.

Corongo hasta mediados del siglo pasado para acceder a sus centros poblados agrícolas que le rodeaban o para salir de la provincia, tenía muchos caminos trazados entre las montañas y quebradas en que se halla rodeada.

Una de ellas era el camino de la Culebrilla. Este accidentado camino fue de vital importancia estratégica para poder ir de Corongo a la costa, por este camino se recorría en aquellos tiempos, desde nuestra querida ciudad. En unos inolvidables viajes salidos a veces a media noche o de madrugada, en un tropel familiar a caballo, rumbo a Pacatqui o la Pampa, hasta donde la carretera que se construía, llegaba y desde allí se podía abordar una góndola de pasajeros y carga rumbo a la estación del tren en Yungaypampa o tambien el viaje era de viceversa cuando en esos lugares, se esperaban las cabalgaduras para recoger a los que retornaban a Corongo a donde se llegaba muchas veces después de haber trepado la peligrosa caída rocosa y vertical de la Culebrilla con lluvia y todo.

¿Y por qué? Se le denominaba a este trecho vertical con caída rocosa libre de unos mil metros más o menos que termina en el lecho del rio Rupaj, ¿La Culebrilla? Según recuerdo una vez llegados hasta esas petras estructuras en un constante andar desde Corongo, el camino de bajada trazada desde el Mirador no es de tan vertical caída su recorrido por Winchus ni está rodeado de peligrosas caídas geográficas hasta llegar a una última loma donde se encuentra la piedra denominada Tijera Rumi que servía de hito en la zona de la Estrella para saber que se había entrado a la peligrosa pared rocosa vertical del camino de la Culebrilla y desde lo alto del inicio del más peligrosos camino a recorrer se apreciaba desde allí el torrente ruidoso del rio Rupaj, tronado a ratos cuando las corrientes de aire nos hacían llegar hasta nuestros oídos los estruendos de sus choques violentos de sus aguas contra las inmensas piedras de su lecho cayendo con furia hacia las partes más bajas de la geografía coronguina.

El camino trazado en medio de este vertical tramo rocoso por anónimos constructores viales antiguos, de los que no se tiene referencias, para poder superar la gigantesca caída, lo tuvieron que hacer en cortos trechos de camino zigzagueante con gradas a veces, hasta ser superado su verticalidad, en una explanada algo más llana ya cerca al rio, para luego de avanzar por ese trecho se cruzaba un estrecho puente colgante en cuerdas de acero y con tablones de madera crujientes atravesados y tendidos allí, para superar el caudaloso obstáculo hídrico.

En los andes peruanos cuando se recorrían sus caminos de herradura en una forma de agradecer a la pacha mama por permitir andarlos en bienestar en sus trazos siempre el hombre andino los hacía construyendo en sitios estratégicos algún pequeño santuario, con alguna improvisada cruz de madera, a cuyo pie los viajeros les ubicaban ramilletes de flores silvestres, cigarrillos, monedas o dinero, si los que pasaban por allí, como los venidos de la costa, hacían gala de un bienestar económico bien ganados seguramente en sus lugares de sus residencias habituales.

El camino de la Culebrilla no era una excepción de esa rendida fe religiosa, de los que la subían en sus acémilas desde la última parada de la góndola de pasajeros que los traslado desde la costa, había en varios tramos del camino, algunos rústicos santuarios y en muchas veces, de acuerdo al tránsito de los viajeros, estas estaban contenidas con monedas o algún billete suelto o doblado como para que el viento no se los lleve.

Los baños termales de Pacatqui era la residencia habitual de don Ramón Olivera. Allí tenía asentada él su labor agrícola y de ganadería; su casa familiar estaba fijada en Corongo, donde residía su esposa Anita junto a sus hijos. Rudy, su hijo en edad escolar en aquel entonces, siempre bajaba a pie a Pacatqui cada fin de semana en compañía de su amigo y vecino el “Pato” Campomanes a quien convencía para bajar hacia la parte templada de Corongo con la promesa de volver cargado de limas y pacayes en las alforjas, para ser degustadas durante la semana.

Aparte del buen chapuzón que se darían en las aguas termales de Pacatqui, el buen Pato casi nunca se negaba a ir con él al fundo de don Ramón, pese a que hacía poco le dijo que no lo volvería a acompañar más por las travesuras que cometía Rudy en el camino. El Pato Campomanes que a veces oficiaba de monaguillo en la iglesia de Corongo, cuando el cura lo requería, el cruzarse, con una cruz o una urna en el camino, siempre le era de un santo respeto y una rápida persignación de su cristiandad. Rudy, era la otra cara de la moneda, no les guardaba ningún respeto a aquellas muestras materiales, de fe, de los viajeros.

Para él, el hallarlos instalados en los solitarios caminos le servían de fuente de la buena suerte en recursos de monetarios y a veces de algunos billetes tambien dobladitos estos, esperando ser recogidos por él, para ser gastados en las deliciosas golosinas que se compraba temprano todos los lunes antes de llegar a la escuela en la tienda de don Manuel Armijo, no le importaban las suplicas de Pato para que no los tome, ni sus arrodilladas en el medio del camino pidiendo perdón al cielo, por el sacrilegio que cometía Rudy, ni las amenazas que le hacía de que nunca más lo acompañaría a bajar a Pactaqui, otra vez junto a él. Lo volvió a hacer otra vez y el día lunes Rudy disfruto de sus bienes habidos convertidos en golosinas en la escuela, una vez más.

El Pato se metía a la iglesia en busca de pedir perdón al divino de rodillas, por haber sido testigo de los sacrilegios cometidos por su amigo Rudy, en el camino de la Culebrilla hacia Pacatqui.



Etiquetas: [Lecturas]  
Fecha Publicación: 2022-09-19T11:10:00.009-07:00
Atreverse a trepar los Andes peruanos en una aventura de turismo, desde algun lugar en sus altas faldas de su cadena montañosa despues de haber dejado la comodidad de un vehiculo motor nos subio hasta el ultimo trecho carrosable, es, de desididos aventureros y creo de valientes seres que despertaron en adrelinicas voluntades de correrse esa aventura.

El Cuzco es una región turística mundial con privilegiados accidentes geográficos y legado histórico buscados; por, gentes, de todos las razas, idiomas y también edades llegados de todos los rincones del mundo.

Ayer, que me toco, a mí también hacerlo, me encontré de pronto con muchos de los que como, yo, también fueron organizados en un grupo a cargo de jóvenes guías de montaña bilingües y también de algún políglota muchacho, para hacer las recomendaciones a su clientela nacional e internacional, un, gratificante logro educacional de superior nivel turístico de las agencias y empresas que se dedican a ese rubro económico peruano cuzqueño que se valoriza cómo país.

Juntados ya, todos los llegados al terminal vehicular de inicio de la caminata, de pronto uno se encuentra con gentes de toda edad también, desde niños de 10 años más o menos y hasta algún adulto mayor, como en el día de ayer observé a un señor de origen chino, subir lentamente por el camino de herradura, trazada esta, en medio de rocas y de la nada, con filos cortantes y amenazante, esperando al que tropiece en dañarle quizás lo que le llegue en esas rocas desperdigadas cómo un colchón pedrizo de trozos que suben y suben por los caminos sin misericordia alguna para el que se atrevió, a, treparlos.
El que, por voluntad propia, llego hasta allí se encontrará prontamente en un tortuoso problema físico corporal de duro desafío, si no se está, acostumbrado a hacerlo.

Más aún con una agravante agregada como, él, mío, de ser un adulto mayor, como se dice ahora para evitar ofendernos como viejos que somos, algo compasivos con los que llegamos a esta edad. En los inhóspitos espacios geográficos de los Andes peruanos, allí por, encima de los 3,000 metros de altura, los que se aventuran a llegarlos para iniciar una caminata a una altura superior a ella -como la que emprendimos ayer- que, estaba programada y advertida sería, esta, desde el punto terminal de los buses turísticos que nos trasladaron hasta ahí, desde donde se comenzarán a caminar todos, lentos algunos y otros con mayor prisa o fortaleza física y juventud, que los anteriores, pero, juntos en los entusiasmos iniciales que se prodigan todos de la nueva mañana llegada, un poco soleada y fría hoy, como seguramente lo fue ayer; del, último verano andino que ya va llegando casi su fin.

Los guías de montaña que conducen al grupo, nos van recalcando que tendremos que ascender hasta más de los 4,500 metros de altura, para, llegar así, hasta dónde se encuentran las Siete Lagunas del recorrido turístico programado hoy, donde, se encuentran ellas, al pie del nevado del Auzangate de 6,285 metros de altitud, que seguramente también hoy desde el cielo azulino, nos contempla con piadosa compasión, el atrevimiento nuestro.

El respetado e imponente apu Auzangate, talvez no sepa, que los orígenes nuestros están muy cerca al Apu mayor peruano del Huascaran y que nosotros venimos de sus faldas hoy y como sus ancashinos que en alguna vez estuvimos también acostumbrados a los andares andinos bajos y altos de la geografía coronguina. Con ese entusiasmo inicial mío, hice las recomendaciones necesarias de mis experiencias pasadas en mi adolescencia, en el andar por las punas del Tuctubamba coronguino, a los míos, sin saber yo, que al poco tiempo de iniciada la caminata comenzaría, a recibir consejos de alguno de ellos, para calmar el sufrir los primeros estragos en mi organismo que ya mostraba agitadas respiraciones y pesadeces en mis piernas que inesperadamente presintieron qué serían sometidos en adelante durante cinco horas seguidas una sobre humano esfuerzo si quería cumplir el recorrido.

Mis últimos cincuenta años vividos en la capital, casi a nivel del mar, sin más andares de los que hago de vez en cuando salgo a un lugar céntrico de la capital, no sirven de nada, a los que ayer sometí a mis extremidades inferiores. Hoy, con mi exagerado sobrepeso de noventa kilos corporales echados a cuestas sobre mi estructura ósea, creo que presidente a la que serán sometidas y en los primeros cien metros, estás, entran en pánico y se resisten a moverse; me dicen, no sigas más.

Cien metros iniciales de doce kilómetros, me inducen también a decirles, sí, creo que tienen razón. Desistiré de esta caminata, hoy. Por otro lado, mi cerebro y mis recuerdos guardados de que, en alguna vez, caminaba por esos lugares con entusiasmo y libertad en cada vez que podía hacerlo, me decía:

¡No te vas a quedar atrás hoy! Que quieres reverdecer tus entusiasmos de vivirlos nuevamente y mostrarlos a los tuyos, cuando los recuerdas, fueron realidades. Claro que sí, le respondí, y me dije también, yo, hoy tengo que a avanzar hasta aquella loma que se ve, al menos allí arriba, cómo una meta personal al que me sometería y si sigue, dura, la subida y si no doy más me regreso.

Ya, buscaré algún pretexto a los míos y al guía también, para que no me cuestionen ni digan que me corrí.
Y proseguí.
-Ya estamos avanzando chicos -me incluía a mí también en juventud- y señalaba con su dedo el camino a seguir, el joven guía.
Y exclamaba:
-¡Sigamos!
Otro tramo más y por mi voluntad de estar allí, comencé a exigirme, ayudado por mis recuerdos y fortaleza mental, a resistir si quiero lograr, hoy, lo que me propuse.

Pero hoy también en mí, realidad actual de un desorden físico no podía ya más y en una resuelta franqueza de que me decidiría a abandonar, me acerco a un familiar que, también caminaba algo cansada y agitada, pero seguía subiendo lentamente la cuesta, me dice:

- Toma un poco de coca y máscalo
Y me saca una bolsa con la seca hoja verde.
Yo, que siempre le tuve un poco de recelo o talvez asco, a la gente que en Corongo, principalmente, los peones, la chachaba le conteste:
- No lo voy a hacer, le dije.
Y ella, una señora de mi edad y de buen hogar, cuyo esposo hoy jubilado del BCP, me dijo:
- Has la prueba...
Comienzo, yo, a pensar sobre la proposición hecha y me dije:
-Ahora que recuerdo, aquí, en estas alturas, todos los que suben lo hacen chacchando coca, tan así como el joven guía que nos lleva hasta los mismos gringos que allí van, algo más holgados en sus caminares en la delantera, y yo, un cholo de estos andes ¿Me resisto en hacerlo?

Voy a probarlo, me dije.
Recordé que en alguna vez en juventud en la ciudad de Huanuco, en una reunión nocturna de tragos de caña, unos amigos de allí, me hicieron probar las hojas de coca y yo al masticarlo, sentí su amargura, que sentí no seria de mi agrado, no me gustó, y me dije allí mismo que nunca más lo haría.
Pero hoy, que comienzan a dejarme atrás, incluso los del tropel de los míos, me decido a hacerlo para no quedar en vergüenza, allí donde yo alguna en vez les comente que era mi habitad natural de crianza, y me puse en la boca, una porción de las hojas de coca que gustosamente me brindaron.
Veremos qué pasa, me dije.

Después de un corto descanso y de exprimir los alcaloides con mis fluidos bucales de la sagrada hoja de los incas y tragármelas como me habían recomendado, proseguí el ascenso.
Lo que, desde allí, experimente en mi organismo, fue para no creerlo.
Aligere mis pasos, reduje mis aspiraciones de oxígeno y también renové mi alicaído entusiasmo.

Al cabo de una distancia, más de la dura subida, nuevamente sentí perder las fuerzas en mis extremidades, nuevamente sentí cansancio en el cuerpo. Me acerqué a mí, familiar, y le pedí una nueva porción de hojas de coca y ahí mismo, mientras descansaba, un momento, las masque con entusiasmo, ya, para devolverme las energías que así también ya me las había demostrado inyectarme, en unos cientos de metros mas abajo.

Reinicie la subida y una sobrina mía dice voz en cuello:

- ¡Mírenlo al Samuel, ahora tiene turbo!

Me reí de su ocurrencia, y me dije, tienes que comprarte tu propia bolsa de coca.
¿Pero dónde? Si por aquí no hay nadie que lo venda.

Las hojas de coca, para mí ahora; se habían vuelto, un producto de primera necesidad, allí, en los 4,000 metros de altura; Al pie del Auzangate.

Por estos inhóspitos lugares, cada cierto trecho hay mujeres nativas que venden sus artesanías junto a bebidas y aguas gaseosas que ofrecen a los caminantes.
Al cabo de un trecho encontré a una primera pareja de mujeres y les pregunté si también vendían coca.
Me dijeron que no.
Creo que sentí una leve decepción el no poder adquirirla.
Pues yo, no, quería seguir pidiéndole a mi familiar más, porque talvez ella ya no querría invitarme más lo que ella adquirió para la subida, y también quisas me miraría cómo a un inicial drogadicto en una búsqueda desesperada de más alucinógeno.
Ascendiendo un poco mas encontré un nuevo puesto de ventas de artesanía en unos metros más arriba y pregunté:
- ¿Tiene coca casera?
- Si casero...
- Dame entonces dos soles le dije entusiasmado...
Y ella me lleno una bolsa del producto y me lo dio.

Una vez recibido y en mis manos, ya mi nuevo producto de consumo, urgentemente me puse en la boca una nueva porción de las hojas de coca. Para que les cuento cómo lo diría el cantante y compositor Ricardo Arjona en una hermosa canción que tiene y dice en una parte de ella cuando cuenta, que una hermosa mujer desepcionada subió a su taxi en un viejo Volkswagen:
" ...para que les cuento lo que pasó en esa noche, si le bese, hasta su sombra..."

Yo ayer no bese ni me encontré con niguna hermosa mujer en estas alturas del Auzangate, pero si encontré al que me ayudó a superar mis cansancios y mis pesares corporales y cumplir con la meta propuesta ante la admiración de muchos de los que estuvieron allí también, en las mismas condiciones físicas, que yo.

¡Perdóname hoja sagrada de los Incas!    Por mis desprecios hechos en alguna vez.







Etiquetas: [Folklore]  [Lecturas]  
Fecha Publicación: 2022-07-23T15:24:00.005-07:00

Partir de Lima para dirigirse a Corongo hoy, en que los tiempos de viaje hacia allá han cambiado en duración, transportes y rutas.

Hoy se puede partir inclusive en avión hacia Chimbote en una hora de viaje o en bus-cama, en cinco horas también, y de allí, hacia Corongo en cuatro horas u otra de Lima a Huaraz y de ahí en igual tiempo de viaje al destino.

Todos estos viajes de la capital hacia el final del primer tramo, es ideal hacerlo, preferiblemente, en horas de la noche, para amanecer en Chimbote o Huaraz, cómodamente en la mañana y partir de ambas ciudades en las horas de la tarde partir hacia Corongo, en la tranquilidad de un viaje algo más corto de duración y monotonía, contando para el segundo tramo con el servicio final con los minibuses de la empresa de transportes “El Cerreñito”, que estarán llegando en las primeras horas de la noche, al destino.

Es sabido que la ruta a trepar en las alturas desde el rio Santa en él desvió sobre el puente Huarochiri, es el inicio de la carretera que recorre la ruta hacia Corongo y Sihuas además de la prolongación a las partes Nor-oriental del departamento de Ancash, esta, está, totalmente abandonado por las autoridades respectivas al no haber proveído de la infraestructura necsesaria de conservación y mantenimiento para soportar el alto tráfico de vehículos pesados que hoy esta sometido con profundos huecos en ella y grandes tramos sin capa asfáltica que la cubra, aparte de los derrumbes de rocas y pierdas por allí.

Urge llamar la atención de las autoridades respectivas para su recuperación y transitabilidad factible y acorde al reconocimiento de las trascendencias de las provincias que unen esta ruta.

Hoy, también es una ruta minera de alto tráfico de vehículos pesados y por lo tanto, debe ser reconocida como tal, por las empresas de ese sector productivo, que la usan para sacar sus minerales y están en la obligación también ser parte de la solución de sus problemas por el deterioro de ella, por el uso y usufructo que hacen a diario de esta vía.

Volvamos a lo nuestro…

Llegamos a Corongo el 25 de junio a eso de las ocho de la noche y ni bien bajados a del bus, nos dimos con la sorpresa de que, esta, estaba, soportando unos fuertes vientos huracanados y que al pasar estos violentos aires por entre los árboles de los eucaliptos que pueblan el Llacllacan y los cerros colindantes, el viento ocasionaba un fuerte ruido de ramas algo atemorizante, que inclusive en la ciudad durante nuestra primera noche se sentía a ratos el crujir de algunos techos algo “descuidados” en su protección a las viviendas, pero sin mayores daños que lamentar para la tranquilidad nerviosa de los preocupados por esta ocurrencia climática serrana.

El clima de Corongo y por lo general en las alturas, se sabe, que al atardecer e inicio de las noches a los recién “subidos” los fríos helados que se sienten se hacen insoportables, hasta ir acostumbrándose poco a poco, a ellas.

El domingo 26 de junio estaba programada el Festival Ecoturístico a las Lagunas de Pojoj 2022, nosotros que queríamos participar en ella con la debida anticipación buscamos pasajes, como estamos acostumbrados a hacer nuestras cosas, es decir, los buscamos desde Lima con los contactos en los transportes que tenemos y no logramos concretizarlo porque nos dijeron que no harían ese servicio, entonces proveímos que llegados a Corongo lo haríamos realidad y en la misma noche del 25 nos pusimos a buscar movilidad, hasta que encontramos una, por lo cual aseguramos los asientos con el pago respectivo por ese servicio, esperando confiados abordar el domingo 26 a las 10 de la mañana la combi contratada.

El domingo 26 nos acercamos a las 9 y 30 de la mañana para esperar subir a la combi de las 10 de la mañana de partida como nos aseguraron seria.

Llegados nos dimos con la sorpresa que esta, estaba retrasada, y aun a esa hora no había hecho el primer viaje, como nos aseguraron, haría, para nosotros poder subir luego en el segundo viaje.

Nos dijeron que la combi subiría haciendo la primera vuelta a esa hora y que en “media hora volverían” por nosotros.

 

Estos señores y los que los rodeaban a los que manejaban la combi, seguramente nos vieron con la cara de extraños y que no conocíamos la zona.

No sabían estos “vivos”, que estaban hablando con el que a Pojoj y la puna de Tuctubamba no había ido una dos veces, sino en múltiples ocasiones y que conoce todas las ocurrencias que se producen allí. Seguramente pensaron sorprendernos fácilmente por nuestras mostradas ilusiones de subir nuevamente a Pojoj, al decirnos que volverían en“... media hora por ustedes".

Cancelamos ahí mismo el servicio y pedimos que nos devuelvan lo pagado.

Según los comentarios de los amigos que tenemos y de todos los que compartimos las querencias por Corongo, esta vez, hubo fallas en el apoyo, por ejemplo, del transporte exclusivo que debió de haber para esa fecha importante, pese a que fue organizado con mucha anticipación la movilidad requerida no estuvo a las alturas de las circunstancias que se preveían. Habría que tener cuidado para la próxima vez en necesidad de buscar una buena eficiencia, para atender todos los requerimientos presentados.

Muchos no pudimos hacerlo como lo hicimos en la primera organizada en octubre del 2021 pasado.

Creemos que si se quiere hacer en las fechas de las fiestas de junio, esta, debe de ser mejor organizada principalmente en el transporte para cumplir con todos los que quieran subir a ver las nacientes del Rio Corongo.

Recuérdese que las empresas de transporte interprovinciales que brindan servicios a Corongo, priorizan sus buses para movilizar a los que llegan y luego se irán pasadas las fiestas, que para ellos es más negocio cumplir con sus rutas de fiesta.

 

Como vimos a Corongo en cuanto a servicios…

 

Pacatqui con sus baños termales es un primer punto de la ruta en las cercanías coronguinas a ser visitada para disfrutar de un primero y relajante estadía viajera, de vuelta al terruño amado.

Hay un buen hospedaje, un buen restaurante y por su puesto unas buenas posas de aguas calientes salidas desde las entrañas rocosas de los subsuelos, además de la piscina al aire libre atendidas por la familia de Oshcar Armijo.

 

Los Baños termales de Aticara mejoro, hoy hay camerinos para poderse cambiar la ropa, mejoro en algo su infraestructura alrededor de la piscina, pero le falta que se construya bancas de cemento si es posible para sentarse mientras uno se cambia allí.

Otra cosa que nos agradó con mucha sorpresa es el emprendimiento hecho por la familia Tapia-Camacho junto a la carretera, muy cerca al ingreso para ir a los baños, han puesto en su chacra un restaurante campestre, para el servicio de los que lleguen o salgan de los baños de Aticara.

 

Después de dos años de la pandemia, Corongo, se volvió a llenar de gentes, para disfrutar de sus fiestas patronales, como siempre sucede tradicionalmente. Muchos de los llegados o en su gran mayoría fue el ver a gente joven llenar las calles y plaza para disfrutar de la tradición sanpedrana.

 

Según lo oído, la infraestructura de hospedaje colapso y algunos de ellos estaban cobrando precios exorbitantes por albergar al visitante extraño.

También los restaurantes tuvieron que ingeniárselas para atender a todos los que llegaban a consumir sus menús preparados, con comensales esperando parados a que desocupen alguna mesa para instalarse en ellas a ser atendidos y si el menú voló, no habrá otra alternativa que consumir el arroz chaufa que le ofrecen a uno, como única solución a calmar el hambre por el momento.

 

Nosotros partimos la vuelta hacia Lima el día 30 de junio a las cinco y media de la mañana con la movilidad de Lalo Marreros junto a José Armijo, Alberto Velásquez y Lucho Zelaya un viaje salido en la oscuridad de Corongo para ir amaneciendo por la Culebrilla charlando amenamente de ocurrencias de los amigos y que a ratos nos carcajeábamos por los méritos propios de los relatos oídos, que nos divertían sobremanera al escucharlos.

Llegamos a Vinzos y tal como lo teníamos planificado desayunar allí, nos fuimos en busca de una buena causa en un restaurante que Lalo conocía y garantizaba que quedaríamos satisfechos al final de habernos comido una. Como en efecto fue. No hubo un comentario adverso. Estuvo bien preparada, con sus yucas arenosas muy agradables.

Muy recomendable para todo aquel que alguna vez haya sido decepcionado de una de esas que hay a montones en el camino, cuando se experimento que no estuvo del agrado requerido, en alguna vez.

Seguimos de viaje, pasamos Chimbote y a eso de la una de la tarde estuvimos en Huarmey. José Armijo que vive y trabaja en EEUU, pidió buscar un restaurante de comida criolla para saborear “por última vez” de, él, momento de nuestra comida criolla, pues al día siguiente viajaría al extranjero, según dijo y no saber hasta cuando volvería a disfrutar de nuestra comida.   

Averiguamos en el medio de la ciudad por algún restaurante recomendado y nos dieron un buen dato, para ir en busca de una cevichería conocida allí, al cual llegamos y después del consumo hecho nadie reclamo nada. Todos quedamos satisfechos por lo consumido.

Llegamos a Lima al promediar las cinco de la tarde y allí termino, por ahora, nuestro corto y feliz viaje de junio a Corongo.

 

 


 


 


    

 

   

 

 

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Fecha Publicación: 2022-06-01T13:08:00.007-07:00

Junio es nostalgia, junio es recuerdo, junio es verano del cielo azul y esplendoroso sol, junio es la noche clara de luna, de cielo limpio y despejado en negrura, junio es de luces estelares en tiríteos de las estrellas, junio es jolgorio de todos los que llegaron en busca de sus recuerdos y de los viejos amigos, que no se ven así no más, como a ella, que un día fue y nunca más será, ya más, que hoy solo la miramos tratando de reconocer si ella es la misma a la que amamos. 

Junio es el verde y amarillo del campo, es el agitar de los altos eucaliptos verdes, de serios colores familiares a nosotros agitando sus ramas en una sincronizada bienvenida al vernos pasar por sus caminos junto al río.

Junio es la banda de músicos, de las pallas, de los panataguas, de los chirocos agitando sus macanas y soplando los fluidos de sus pulmones sincopados a las emociones de la fiesta sampedrana.

Junio es de la iglesia y de San Pedro y también de sampedrito el borrachito, que cansado de soledad en su estática observancia a los que lo visitan en su urna, en busca de sus favores de los días difíciles del año, sale también en busca de sus gentes que seguramente recuerda que le deben esos favores y estos enfervorizados por los gros ingeridos en el atardecer del rompimiento lo sacan a bailar, para estar al día, con todos los demás.

Junio es del rompimiento de la primera noche de fiesta sampedrana con sus multitudes de viudas y sus velones encendidos bailando en soledades individuales, botella en mano, para brindar con todos los que acepten sus cortesías, delante de la banda hasta el amanecer.

Junio es del alba, de las pallas vestidas desde la noche anterior entre fajas, prendedores, faldas y coronas, con la vestimenta folclórica más bella del planeta, si de esa! que galardonada fue alguna vez en un concurso universal de la señorita más bella del mundo.

Junio es veneración, es fe, es plegarias y de tragos también.

Junio es de fiesta de los cuatro días de los del barrio de arriba y de los cuatro días del barrio de abajo. 

De mata san pedros de última generación ahora.

Junio es el Callahuaca, el Champara, es Aticara, Pacatqui, es Pojoj.

¡Es San Cristóbal!

Junio es de picantes de cuy, de chicharrones, y de chicha de jora.

Junio es Corongo y Corongo es junio.

Junio es la peregrinación obligada de los que nacieron y vivieron allí porque lo vivido lo comido y lo amado nunca se olvida.

Junio de Corongo, allá vamos por ti...







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Fecha Publicación: 2022-05-29T15:47:00.005-07:00

 Por: GILBERT COLLAZOS GARAY.

La documentación existente en los archivos arzobispales de Lima o por tradiciones escritas u orales se llega a la conclusión que la imagen de San Pedro perdió la cabeza en alguna de sus fiestas en siglos pasados, a manos de los coronguinos. Las tradiciones de don Ricardo Palma sobre el tema coronguino tiene sustento en la historia oral que le deben haber contado. La posible informante de Palma debió ser doña Ursula Liñán, coronguina ama de llaves del escritor. En 1906 don Ricardo Palma edita “Las Tradiciones Peruanas”, en ella incluye una titulada “Coronguinos”, que es la que nos hizo afamados a nivel nacional, donde cuenta la razón porque se nos endilgó el apodo de “mata á San Pedro”.
En 1951 se edita “Tradiciones “de José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra (Lima, 1833-1893), donde escribe la crónica “Nuestra señora del Milagro de Corongo”. Hace una descripción del descabezamiento de la imagen de San Pedro a pedradas y como el cura no quiso renovar la cabeza del santo los indios coronguinos, de la época colonial, se conformaron con presentarlo en procesión con la cabeza de la virgen.
La manera de cómo llegó esta información a Lavalle, podría venir de un señor Guirrigorre, de familia de Cabana, que llegó a ser ascendente de su bisnieta la Sra. Lía de Lavalle Guirrigorre. Probablemente por esta fuente llegó a oídas de Lavalle. Este dato me lo dió mi tía Flora Garay, quien trabajó con doña Lía de Lavalle, y conoció a su padre don José Antonio de Lavalle, a quien Chabuca Granda dedicara un hermoso vals; aunque desconocía que el bisabuelo había escrito sobre Corongo.
Lo que confirma el hecho que los coronguinos se liaban a palos o pedradas durante la fiesta es el escrito de un sacerdote que presenta al arzobispado quejándose de los coronguinos. Lo que es explicable porque siempre las dos parcialidades han tenido rencillas una con otra, ya sea en tiempo cuando los huallas iban a Corongo a pasar la primera fiesta o después del año 1927 cuando los dos barrios se alternan en las festividades durante los ocho días de fiesta. Hasta ahora la competencia existe aunque ya no se dan peleas entre barrios desde hace cincuenta años.
En Corongo en el 2001 soltaron a la imagen de San Pedrito, el borrachito, felizmente sin ningún rasguño para la imagen, en cambio en Lima en el 2000 en la fiesta de la Asociación Hermandad de San Pedro, se les rompió la imagen de la réplica en pequeño del “borrachito”, porque son imágenes de yeso y por lo tanto muy frágiles.
A razón de estos últimos hechos, nuestros vecinos de Cabana nos han endilgado un “remata’ San Pedro” en son de sorna, pero no se divulgó y ahí quedó el asunto".



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Fecha Publicación: 2022-03-04T07:50:00.009-08:00

Los primeros recuerdos que tengo de la penúltima estación del ferrocarril del Santa que hacia su recorrido desde Chimbote hasta Huallanca. en los años sesentas, al pie del cañón del Pato y la puerta de ingreso al callejón de Huaylas, es que, después de haber bajado por las faldas de los andes ancashinos por la carretera afirmada de aquel entonces desde Corongo en una góndola de carrocería de madera y multicolor pintado es que una vez llegados a las alturas de Santa Rosa, un centro poblado y hacienda enclavada allí, por las ventanas de la góndola ante el murmullo y comentario de los viajantes que ya veían allí abajo, junto al lecho del torrentoso río Santa, a la estación del tren a Yungaypampa que seguramente les causaba alguna forma de alegría verlo desde allí y que también despertaban en mí las curiosidades de observarlo desde esas alturas.

Mi ganada curiosidad infantil del momento me hacía asomarme a la ventana que le correspondía a mi asiento y asomaba mi cabeza para ubicar el lugar del comentario general de los viajeros.

Con mi nervioso auscultar desde las alturas seguramente por verla allí bastante abajo enclavada entre las áridas altas montañas que la rodean al borde del caudaloso río Santa y que el resaltante resplandor brillante de sus techos de calaminas de sus casas, no muchas, pero las suficientes seguramente, para darles comodidades y facilidades a los que llegaban, ahí, que el brillante sol reflejaban a esas distancias, era, el sitio para tomar el tren hacia Chimbote o hacia Huallanca para ir al callejón, de Huaylas.

Para los empresarios transportistas que recogían allí sus pasajeros era el lugar indicado para que al gana, gana, cuando el tren llegase, se disputasen los pasajeros al promediar el medio día.

Estos ancashinos vehículos de transporte mixtos de pasajeros y carga, que existieron en los años 60tas y que cubrían las rutas desde Sihuas con transportes Marino de carrocería azul y blanco, de transportes Rojo de carrocería rojo y crema, transportes Paz, de transportes Beltran de carrocería de madera, pero de asientos “pulman” de diseño más moderno, a, ómnibus de la costa y solo para transportar pasajeros con un promedio de 28 si no mal recuerdo, fueron los pioneros de recorrer esas rutas andinas.

¿Por qué las góndolas eran las preferidas por los empresarios transportistas provincianos ancashinos en hacerse de esas rutas?

Porque estas eran construidas en madera y revestidas de lata con asientos y respaldares de tablones, apenas acolchados, desarmables para la carga y con su puerta en cada fila a lado izquierdo de la góndola para la subida y bajada de los pasajeros, además de una parrilla en el techo donde se llevaban los bultos, maletas y lugar de viaje del ayudante y los de confianza de viajar con ellos.

Estas góndolas eran construidas en Carrocerías Morillas de Trujillo y según escuchaba las conversaciones entre los choferes y ayudantes del momento, el que haya sido construido en esa fábrica, tenía, un valor agregado de calidad y orgullo intrínseco, para sus dueños.

Estas carrocerías eran montadas encima de un chasis de camión Ford 600.

En la mayoría de veces habían sido eliminados las casetas de conducción del chasis del camión y en alguna otra dejado el parabrisas de ella para adaptarlo a sus requerimientos técnicos y gastos, seguramente, sabiéndose que esta podía servirles en el frente delantero del vehículo.

¿Y por qué de chasis de camión?

Con toda seguridad porque construcción más ruda y más alta en los ejes de las llantas de esos chasis les eran las ideales para montar en ellas las carrocerías, además de que las nuevas rutas carrosables angostas y fangosas y difíciles de transitar por aquellas épocas, así lo recomendaban, para internarse en las alturas lluviosas de los Andes ancashinos y que superaban por estas máquinas.

A medida que se iba bajando y el recorrido del vehículo entraba en zonas templadas rodeadas de verdes platanales y plantas de mangos, cerca ya de Yungaypampa, era de un inusitado momento de ajetreos y comentarios de la llegada a la estación, que por lo general desde Corongo, eran al promediar las diez de la mañana.

En la última curva de entrada de la ruta bajada, esta, entraba a una final recta algo inclinada que daba al pampón que estaba al lado de la construcción del gran almacén techado de la estación.

Junto a ella, recuerdo que había unos cortos rieles de tren, clavados en forma vertical a cierta distancia en el suelo, como límite seguramente hasta donde podían ubicarse los vehículos de transporte y carga de frente.

Verlos allí a estos, bien lavados y limpios, con las puertas abiertas exhibiendo sus multicolores pintados y diseños, seguramente al mejor gusto de sus dueños, era un espectáculo inolvidable para mí, más aún, cuando llegaba el tren de vapor, con las bullas de sus presiones violentas del vapor escapando de sus entrañas de acero y desparramándolos por sus grandes ruedas rojas de fierro, o sus negros humos, lanzados con violencia a los cielos, a medida que ascendía los últimos metros de su llegada en pujantes esfuerzos hechos de jadeos metálicos fuertes o de sus pitos y los  ding dongs de su campana viajera, alertando a todos de que ya llego. Momentos inolvidables de vida que se fueron para nunca jamás.

Luego de que se detuviera totalmente el tren, verlo yo desde allí abajo, inmóvil, algo alejado de los vagones que para mí eran tan atemorizantes sus inmensas construcciones y presenciar bajar en alegrías a los que llegaban y se quedaban en Yungaypampa, para abordar a los vehículos que los llevasen a Corongo, Yanac, Tarica, Pasacancha, Sihuas o Palo Seco en la ruta hacia Pomabamba, en construcción aun, era como ver llegar a gentes que venían de otros mundos con ropas nuevas y modernas radios, relojes, cámaras fotográficas en manos, que yo contemplaba absorto de que sean reales para ser alcanzados por los bajados de los Andes de aquel entonces.

Era un niño aún y en mi residencia aislada de aquellas épocas en Corongo, hablar del tren era un sueño muy lejano de realizar de muchos, en aquel entonces.

Y el estar allí, cuando yo volvía a mi Corongo, me hacía ser de otro nivel en comentarios y lo visto por mí a todos los que me quisiesen escuchar.

Seguiremos narrándoles mis recuerdos de vida, de esa época de oro, del ferrocarril del Santa.

 


 


 

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Fecha Publicación: 2022-02-22T05:56:00.008-08:00

No sé

Si será el domingo,

o el que vendrá.

Pero sé que será en domingo

cuando me toque...

Sé que domingo será

porque desde el atardecer del sábado

las punzantes soledades y angustias

me torturan el alma

a seguir soportándolas

sin poder detenerlo

cuando se asoma

Domingo será…

Sabe que sospecho de èl

cuando en sus horas

se me aterran las alegrías

se me aterran las esperanzas

se me angustian la mañana

Y esos golpes

que ya no soporto más

que empujan a que la vida se me cansé

y el alma también

Sé que domingo será

Y que no podre huir

Porque el domingo existe

en mi rutina

Y no sé hasta cuando más

lo tendré allí

Oliéndome mis penas

Oliendo mis aromas idos

Con el murmullo de las gentes

Que no veo

Que ya ni siento

Ahora que estos llegaron

y no invite

en visitas inopinadas

o forzadas quizás

por sus recuerdos

por mis recuerdos

acompañándome

en lástimas

En una última vez

Domingo será…

Mi agenda me lo dice

Porque tuve

la precaución de anotarlo

cuando su anuncio reciba

Y aquí lo espero

En quietud

En miedos

Para que esta, nunca jamás,

vuelva a martirizarme...

Más.



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Fecha Publicación: 2021-12-06T15:36:00.000-08:00

En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara - México, que tiene al Perú como invitado de honor, la escritora mexicana Miguelina Reyes Hernández al lado del Dr. Enrique Linan mostrando el libro "Guía del Quechua de Corongo de Daniel Hintz.

La presentación virtual de la Guía Didáctica del Llaqwash se realizará vía zoom y se transmitirá a través del Facebook de la Asociación de Turismo y Cultura de la Provincia de Corongo el martes 7 de diciembre a las 6 de la tarde. Están todos cordialmente invitados.

Un agradecimiento especial al Dr. Enrique Liñan Izaguirre y al Señor Daniel J. Hintz por tan importante aporte como es esta Guia de nuestro Llaquash.




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Fecha Publicación: 2021-10-21T08:10:00.008-07:00

La Asociación Cultural y Turismo de la Provincia de Corongo, una entidad formada por los hijos representativos de la provincia e integrada por residentes y los no residentes coronguino, pero que. con su activa participación en la organización formada hicieron un auspicioso debut querencial, en octubre a la amada tierra. que los vio nacer.

Esta, es, una gran iniciativa organizacional de la joven entidad para poner en valor actuales, las, atracciones turísticas que se tienen en la provincia.

Años atrás al inicio de la organización venida seguramente en la mente de Hugo Carranza, un, trotamundos vuelto a la madre tierra que las comenzó a cuajar en ideas, seguramente traídas a la memoria de sus vivencias experimentadas en su largo andar, por los países del extranjeros, en medio de sus soledades de las noches, talvez frías, pero abrigadas de los recuerdos vividos en los tiempos pasados de el en los trópicos de sus residencias  momentáneas de sus años de actividad laboral por esos países, le, impulsaban a decirlo a todos lo que quisieran apoyarlo, a, hacerlo realidad algún día, en su querido Corongo.

Y seguramente se preguntaba tambien, del, haber visto y palpado que los principales sustentos económicos de aquellos, ahora, lejanos lugares para, él, eran mayoritariamente los ingresos que les dejaban las actividades turísticas que desarrollaban, allí.

Se preguntaba ¿Por qué no hacer de la provincia de Corongo una zona de turismo, para, los que lo quieran visitar?

Y así, poco, a poco, con mucho trabajo de convencimiento para los incrédulos, lo fue haciendo hasta que al fin cuajo la iniciativa en todos los que ahora le rodean y se dieron los primeros pasos para concretizar la puesta en valor de los inventarios, turísticos coronguinos.

Y así llegaron hasta la organización del:

I Festival Ecoturístico Pojoj 2021.-  

Se propagandiso y difundió en los mejores medios de la modernidad tecnológica del momento, después, de haber hechos tambien las coordinaciones del soporte logístico necesario para recibir a los que vendrían, como alojamientos, movilidades y alimentación que se requieran ser atendidos con la máxima hospitalidad posible para recibir a los que llegasen a dicha cita.

Un momento resaltante, si se le puede llamar así, es el hecho que se viene saliendo de a pocos de cerca de dos años de aislamiento y cuidado sanitario por la feroz pandemia mundial, que sufre la humanidad en el siglo presente.

Y muchos residentes foráneos coronguinos, que, seguimos desde nuestros lejanos refugios sanitarios residenciales nos entusiasmamos en partir hacia allá, para ser partícipes de esta nueva cita con nuestros recuerdos de vida que guardamos siempre, y, vemos en esta actividad, la gran oportunidad de la excusa perfecta para huir de esta, monótona rutina estresante capitalina, estaba dada.  

Y así llegamos a la mañana del 09 de octubre del 2021. Levantados bien tempranito para desayunar con tiempo y dirigirnos a la plaza a tomar nuestro asiento reservado desde semanas antes, en una previsión hecha con mucha anticipación vía wasap desde Lima en el “Cerreñito” que de paso contamos que nos sirvió de mucho haberla hecho así, porque, días antes de esta fecha ya no había un asiento más en venta, en ninguno de los cuatro buses que subirían a las lagunas de Pojoj, muy aparte, de la movilización hecha en algunos vehículos, menores, que tambien se preparaban para subir con todos los que pudieran llevar.

La verdad que en esa mañana la gran cantidad de gente ansiosa de instalarse en sus movilidades reservadas para ese servicio, me hacían recordar, la presencia masiva de gentes ahí, como en las de las fiestas, de junio.

Había amanecido el día algo nublado pues es la época estacional pre invierno, nublosa, que nunca nos dejó ver al Champara en el fondo azul de las montañas que la albergan desde los días previos, en que, llegamos.

Pues estamos en octubre ya los días soleados coronguinos se fueron y son las esporádicas lluvias de momentos las que invaden los cielos y mojan las calles. Así que no teníamos que reclamarle a San Pedro nada, por tales momentos climáticos.

Más bien era la preocupación de los organizadores de saberse que si así estaba, por allí abajo, como estaría en la puna del Tuctubamba coronguino.

Seguramente nevando decían algunos.

Otros: Está lloviendo mucho por allí.

8 am…Partimos rumbo a Pojoj.

Hoy para mí, que, me siento, en cada minuto que pasa, en una ansiedad indescriptible de volver a ver, a vivir y a sentir el recorrer nuevamente los caminos que los anduve la última vez a lomo de un burrito, medio siglo atrás, me, llenaban de nostalgias el saberme que nuestros tiempos de juventud se fueron y que sabemos tambien que jamás volverán. Pero hoy estamos aquí nuevamente para hacernos jóvenes otra vez, en nuestros adentros y engrandecernos recordando aquellas nuestras aventuras, vividas, en el ayer.

Llegamos a la Nueva Victoria, no lo reconozco ya, tal, como lo guardo en mis memorias, no, me ubico en mi tiempo espacio histórico diría un político del ayer, ya, todo ha cambiado igual que Ñahuin, desde donde la carretera después de pasar la zona urbana comienza a hacer un alto asenso la carretera afirmada y estrecha, que sube en un no contados zigzag, hasta alcanzar las alturas del Tuctubamba después de Arena Blanca en el camino de herradura que va a Tauca, según mis recuerdos, me los van, visualizando.

En estas alturas las faldas que caen a los barrancos del callejón del rio Corongo, se ve poblada de pinos, muy hermosas, plantaciones verdes oscuros frescos, que le han cambiado el panorama de sus alturas, sumándose a ser los nuevos atractivos, que se pueden mostrar a los visitantes por ahí, como yo ahora, que nunca antes lo hubo, cuando algunas veces las recorrimos.

Pero tambien hay una triste realidad que se ve hoy allí. Lo quiero decir con todas sus letras aquí, por, la indignación que siento de la maldad de algunos mal nacidos, se hacen presentes aquí, pues vemos con asombro en unos grandes espacios de esos árboles, de pino, secos, de un color teja y que yo pensaba que las heladas los habían afectado, hasta que un amable pasajero, al escuchar mi comentario un poco inocentón, me dice, no es la helada, lo han quemado.

Mira para allá, mira como toda la falda esta negra por la acción del fuego provocado.

Efectivamente, grandes extensiones de las altas faldas lucen negras y con tallos de pino a montones erguidos como únicos testigos estáticos e inertes que quedan allí, clamando justicia por tal arbolicidio, hecho.

Que maldad.

Que crimen sin nombre.

¿Acaso hay algún sujeto o sujetos libres y campantes que anden sueltos de huesos entre nosotros, capaces de hacer semejante daño y no ser puestos en cárcel por las autoridades al identificarlos, hasta ahora aun?

Después, del mal rato pasado el bus logra coronar la explanada del Tuctubamba y entra a la zona de las lagunas de Pojoj, por una entrada hacia la izquierda de su ubicación viniendo de sur a norte, lejos, por donde baja el drenaje de las aguas de las lagunas, que dan origen al rio Corongo.

Claro que la carretera que nos lleva hacia allí, está hecha para unir Corongo con Cabana y desde ahí, se aprovechó en hacer una corta trocha hacia las lagunas, la, cual recorrimos a pie desde donde la vía a Cabana, les sirve de estacionamiento a las caravanas de buses llegados.

A todo esto, el tiempo transcurrido desde Corongo hasta allí, es un aproximado de una hora y treinta minutos +/-.

Para beneplácito nuestro y de toda la gente que va llegando hasta allí, el día, se muestra nada hostil, a pesar de los 4,500 mts sobre el nivel del mar, en que nos encontramos.

No hace tanto frio en este día.

No veo gentes quejándose de haber cogido el soroche, a pesar, que tambien hay muchos niños corriendo por ahí, que participan de la actividad.

Se puede caminar con facilidad en plena puna, no corren hoy los vientos helados de antaño.

¿Serán las señas de los nuevos tiempos de la humanidad o del cambio climático que sufre nuestro hogar espacial y que tambien, llego, para allí, tambien?  Yo creo que sí.

Ahora, siento yo, que las alturas del Tuctubamba, se han vuelto más amigables para los que las andan, que, antes.

Caminamos más o menos un kilómetro de trocha afirmada y llegamos a la laguna macho, donde habían hecho las instalaciones provisionales para recibir a todos los visitantes que llegaban, en tropeles.

Allí, bajo las cubiertas de plásticos para evitar la lluvia, si así esta, se presentara al borde de la salida de la laguna, dejaban escapar por encima de ellos los humos azules de los leños en combustión que dan los fuegos necesarios, para que las ollas y demás utensilios de cocinas cuecen los picantes de cuyes, los chicharrones de chancho, los tamales, los caldos de cabeza o de gallina y todos los manjares de nuestras tierras, que preparaban la comisión de damas de Ñahuin, según me comentaron.

En un momento más, me cruce con Coquí Trebejo y muy entusiasmado me comento que la comisión encargada de la organización del evento, se daría por satisfactoria si al menos llegasen unos cincuenta visitantes…

¡Mira parece que somos unos trescientos!

Me dice…

Yo creo que así es Coquí. Vale lo hecho hoy.

En la laguna estaba el muelle construido para la actividad y que era el embarcadero para los que quisieran internarse en los kayaks, que se hacían a la laguna, para, un recorrido vivencial de una nueva aventura en ella. Había una cola de espera para lograr, tal privilegio.

En una explanada asentada con arena hicieron su aparición una cuadrilla de bellas pallas, al son de los chirocos, para rendirle honores a la laguna macho, por, dejar que se realice en sus bordes, esta anhelada actividad vivencial.

Tambien saltaron a la arena los Shajshas, que, con sus vigorosas danzas guerreras, que agradecían a la pacha mama al son de los golpes a los cueros de las cajas y sus silbidos de sus flautas las ofrendas musicales que le brindan a ella, en, una armonía casi espiritual de conjunción con esta bella, naturaleza andina. 

Quiero filmar, fotografiar, estos, históricos momentos y la gente que rodea las presentaciones, me, limitan en mi accionar.

Al, promediar el medio día se escucha por los parlantes anunciar que por el camino de herradura que llega hasta la laguna macho, tambien llega el gran Tavo Lora, piloteando a un grupo de atrevidos caminantes de a pie, salidos, desde Corongo, en unas tres horas atrás de su cansada caminata de altura, portando una bandera peruana, pasa Tavo para colocarla sobre una pronunciada elevación natural de rocas, erguida, sobre la laguna, simbolizando, así, nuestra identidad nacional. Sobre ella.  

Todos y todas, disfrutan de la algarabía general, los niños y las niñas audaces, hacen volar sus cometas, en, un disputado concurso para obtener el premio a la mejor actuación voladora.

A, mí no me dieron una.

En un momento me fui en soledad a recorrer al pie de donde estábamos, a la laguna hembra y por supuesto que tendría que ir a mi laguna chica, o la hija de ellas, más al pie aun, donde una vez, fui feliz, al pescar truchas, allí.

Sigue silenciosa y triste, por mi larga ausencia. Le prometí volver pronto y tambien llevar mis anzuelos para que nos demos unos nuevos, encuentros, como, solo nosotros sabemos darnos.

Tambien comenzó a chispear y se desato una corta lluvia que obligo a muchos a buscar refugio momentáneo, junto a las tullpas, de las cocinas.

Menos mal, que, no duro mucho. Los andes refugian a sus hijos, a veces.

Encontramos a los viejos amigos entre el gentío, como, Beto Antúnez y su señora, a, Juanito Lora, a, Juan Olivera que estaba jatipando la coca para saber cómo nos iría allí y tantos y buenos amigos como Freddy Sotomayor, Pepe Gutiérrez, Cesar Zúñiga y muchos mas que se me escapan por ahi y que me perdonen que no los ponga.

Luego, se desato el baile al son de los chirocos y nuestra gran amiga Diana Chereque, nos dio la satisfacción de ser nuestra pareja para una buena zapateadita, en plena puna, que no lo sentimos que nos afecte en nuestros pulmones, al final de ella.

Encontramos a Hugo Carranza, muy contento, haciendo firmar el libro de asistencia al evento…

Para que nos crean que estuvimos aquí…

Me dijo, que, gustosos firmamos tambien, en ella.

Llego las 4 pm, hora, del retorno a Corongo.

En principio la vuelta en el bus lo hacíamos en tranquilidad, la bajada, hasta que en un trecho nos detuvimos en fila todos los vehículos que transitaban por ahí.

El bus de Fama Tours que encabezaba la caravana, estaba detenido, adelante.

La carretera en esa parte es arcillosa y este vehículo comenzó a resbalarse de ruedas, delanteras, como si fuesen sobre un jabón y tuvieron que hacer lentas maniobras de conducción para seguir bajando, ante, un inminente peligro de desbarrancarse.

Me comentaron que cuando se construyó esta carretera, el trazo inicial, no era por esos lugares arcillosos y que ese era un problema constante.

Si así se puso, sin haber llovido torrencialmente, imagínense cuando esto, suceda.

No es transitable así.

Tienen que solucionar ese inminente peligro vial.

En síntesis, para terminar:

Este primer festival realizado ha demostrado que, si se puede hacer las cosas bien, cuando, hay sincera unión.

No se debe permitir la politización de estas actividades.

Que sepa nunca escuche que la alcaldía estuviera presente allí. Parece que no le dieron paso al protagonismo político interesado, que seguramente quisieron hacer.

Tienen que hacer esta, actividad turística masiva, en los días del verano andino.

Creo que la Asociación Cultural y Turismo de la Provincia de Corongo hizo de este día un gran día memorable, que las generaciones futuras, sabrán aprovechar.

Gano Ñahuin, sus gentes y sus manjares preparados.

Hacer patria chica, es hacer una patria grande, tambien.





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Fecha Publicación: 2021-10-14T07:11:00.013-07:00

Para los que alguna vez vivimos en Corongo, cuando volvemos a esta nuestra casa de los primeros años de vida, bajar, a los baños termales de Aticara, es una imprescindible o una primordial actividad a realizar en el primer día de visita que se tenga al llegar allí.

El amanecer del nuevo día aquí es muy diferente a nuestra rutina acostumbrada de los últimos cincuenta años de vida, que llevamos ya y estas hacen que se despierten en nosotros siempre nuestros juveniles entusiasmos de bajar a la brevedad posible a los baños de Aticara para meternos un cálido chapuzón temperado en sus aguas calientes de la piscina, sabido es, que es llenado por los chorros caídos de la montaña que suelta por algunas fisuras entreabiertas de sus rocas como un surtidor eterno y natural abastecedor incansable de aguas, desde sus interiores, con las caudales necesarias para que nunca le falte y tambien para que algunos como nosotros, que, siempre buscamos ponernos debajo de ellas y recibamos en sus duchas naturales, un relajante chorro de agua caliente que al cabo de un tiempo, serán las liberadoras de las muchas tensiones cargadas pesadamente, sobre nuestros cuerpos.

Casi siempre buscamos bajar a ella a pie desde Corongo.

En esta vez, no perdimos el tiempo y nos subimos a un camión que hacia el recorrido hacia Colcabamba y aprovechamos en bajar encima de la mercadería que transportaba, que por lo detectado en nuestros olfatos, eran sacos llenos del común abono natural de origen animal u estiércol para los huertos del conductor que seguramente son de hortalizas orgánicas sus sembríos.

En fin, una vez subidos en la tolva del camión y gustosos de haberlo hallado, emprendimos el viaje. 

A medida que avanzaba el vehículo motor donde fuimos zarandeados e inclusive derribados tantas veces encima de los olorosos sacos cargados en alguna cerrada curva, sintiéndonos a veces, como unos simples objetos inertes, una y otra vez mas, hasta llegar a nuestro destino. 

Pero no es nada aquel momentáneo martirio de viajero andino porque de alguna manera fuimos recompensados en el maltrato hecho por el camión, con el aspirar de nuestros pulmones con el aire puro libre y alcanforado coronguino.

Así, al, cabo de unos veinte minutos o treinta talvez de constante bajada, arribamos a la última curva del zigzag de la carretera que nos deja muy cerca de los baños de Aticara.

Llegamos al fondo del rio Conoc y por la semana de promoción de los inventarios turísticos de Corongo, hallamos la piscina vacía en aguas. 

Estaba esta en mantenimiento preventivo.

Ahora, en esta vez, para variar, como siempre, la infraestructura que rodea a la piscina la encontramos tan igual como hacía ya un par de años, desde la última vez que estuvimos allí, totalmente desolada sin haber mejorado en algo sus espacios para el visitante.

Nuestras urgencias de gozar la visita a sus aguas calientes, nosotros no nos hicimos de problemas y nos acomodamos a sus chorros en donde pudiéramos. 

Hasta quedar satisfechos de sus temperadas aguas y salir de ellas, para emprender la subida a la carretera, alrededor de las doce del día.

-         - Vámonos ya...

       Me dice Lucho Zelaya

-         - Si vamos y ojalá, que encontremos a alguien que nos jale hasta Corongo.

Sí, yo tambien, pienso que será así.

Al salir de los baños hay que subir por un camino empinado junto al rio de unos doscientos metros más o menos hacia la carretera, que, viene de Yupan.

Lo hicimos lentamente paso a paso hasta cruzarnos con dos jóvenes que bajaban a bañarse tambien que nos habían visto en la plaza de Corongo, temprano, en plenos ajetreos de buscar movilidad a la hora de bajar, apara allí.

Uno de ellos en son de broma al ver nuestro lento y sufrido ascenso nos dice…

-         - Corongo está bien lejos ahhh…

Efectivamente desde los baños termales hasta Corongo por la carretera, esta está a 12 km. +/- de constante subida.

No es la primera vez que lo subimos un cierto trecho por la carretera para esperar a que alguien nos recoja y nos traslade para la ciudad. 

Lo hemos hecho siempre y siempre encontramos a alguien que nos vuelva para allí..

El que conoce, sabe que a medida que se va recorriendo los zigzags de la carretera hacia arriba se va ampliando el panorama cada vez mas con una mejor amplitud de vista, del trazo de la esta, que, sube desde Colcabamba y se puede ver con claridad tambien, si es que lo recorre algún vehículo automotor por ella, sea grande o pequeña, se, le vera subir y uno ya va previendo si es posible que nos puedan recoger o no.

Han transcurrido una hora de nuestro lento caminar y seguíamos tan igual como al comienzo de nuestro andar, subiendo a paso lento, pero relajado por las vistas que se observan en las cortas distancias campestres que nos rodean

Paso a paso subimos ya un par de largos zigzag y algo cansados, comenzando a transpirar nuestros líquidos corporales internos a la camiseta puesta y tambien nuestros respirares se están agitando cada vez más, ni que decir de nuestras extremidades inferiores, que ya piden no dar un paso más, que para mitigar sus cansancios, nos paramos de rato en rato a que nuestras vistas nos consuelen con la detección de algún vehículo que suba y renueven las esperanzas no perdidas aun, de, un cómodo ascenso a Corongo.

Son las 13 horas y minutos más cuando pasa una camioneta cerrada rugiendo en motores y levantando polvo por la gradiente de ascenso que así lo exige, para ser superado.

Nosotros, miramos entristecidos su alejamiento.

-         - No te preocupes Luchito, que ya vendrá otro por ahí…

Ojalá sea cierto lo que le afirmo a él, para que yo tambien me alivie de paso en mi cansancio.

El cielo comienza a poblarse de nubes grises…

-         - Parece que va a llover, me dice Lucho

No termina de sospechar tal incidente climático y comienzan a caer las primeras gotas de lluvia y que al cabo de un instante más, se convierten en una constante lluvia serrana.

No se siente frio, más bien, la calidez de la zona templada donde se asienta el valle de Aticara, nos acompañaba todavía a estas alturas del recorrido, además de la calentura de nuestro cuerpo, por, el esfuerzo de la caminata que se convertía en sudor a cada paso que dábamos, que nuestro polo que vestimos la retiene totalmente empapada, al menos así lo siento yo, en mi camiseta que tengo puesta.

Así que la lluvia que caía, por ahora, me refrescaba...

Las esperanzas de encontrar a alguien que nos suba todavía están intactas, mientras tanto a seguir andando cuesta arriba.

Luchito Zelaya encuentra un hito de la carretera y me dice…

-         - Samuel aquí dice Km. 4…

-         - No entiendo ¿Nos falta cuatro kilómetros para llegar?

-         - O vamos cuatro kilómetros desde abajo…

Yo, se que de Corongo a Aticara hay 10 Km. más o menos de distancia, me puse a pensar y concluí que deberían de ir cuatro kilómetros de subida y nos faltaba al menos seis más por recorrer y no le dije nada para no desanimarlo en nuestra marcha.

Seguimos caminando zigzag por zigzag del trazo carretero hasta que llegamos a Huayu, donde hay una buena vegetación de arboles de eucalipto y ramales que de nada nos servía para guarecernos ahí, un rato. Pues la lluvia había arreciado y ya se había cerrado las claridades de las cercanías campestres, y, solo veíamos caer la lluvia con mayor fuerza encima nuestro.

Yo, cuidaba que la cubierta de mi cámara fotográfica no se empape tapándolo con mi casaca, que la había llevado y que en un principio, me, pesaba haberla traído, porque pensé que me incomodaría en el camino, mas ahora, me servía para cuidar de ella.

Pasamos Chalan y nos encontramos con la penúltima curva del zigzag de ascenso a Corongo y nuevamente Lucho encuentra otro hito con una indicación que decía km.6…

Y Lucho me dice…

-         - No entiendo, en vez de bajar de Corongo el conteo de los kilómetros de la carretera, está    subiendo…

Yo no le respondí nada, a estas alturas del recorrido a mí me pesaban ya hasta de pensar en las respuestas a sus inquietudes que tenía.

La lluvia seguía con fuerza y ahora si ya se sentía el frio de sus gotas que chorreaban de la cabeza, a los pies, pero como nuestro cuerpo estaba caliente y de sudor no nos hacían daño, además de no encontrar nada en donde guarecernos, aunque pensándolo bien una parada de descanso que hubiésemos hecho por allí, después, de dos horas de caminar, nos hubiese hecho daño al enfriarnos con el cuerpo mojado.

Llegamos a la penúltima curva del zigzag del trazo de la carretera, me paro y le digo a Lucho…

-         - ¿Quieres caminar hasta allá, que esta la última curva?

-         - O, subimos por este camino empinado que va entre los matorrales para cortar camino y llegar a la carretera que está encima nuestro, mira allí, arriba.

A Lucho que no ha nacido en Corongo, ni criado largas temporadas allí y de caminar por difíciles accesos de los caminos serranos no lo había escuchado nunca narrar o contar las ocurrencias que estas esconden, me dice:

-         - Si, vamos a cortar por aquí…

-         - Si, le digo, es mejor un último esfuerzo en línea recta hacia arriba, que de allí luego ya salimos, al Mirador…

Desde donde nos hallábamos, hasta el trazo de la carretera allí arriba a unos doscientos metros de empinada subida que a las justas se notaba, y yo rogaba que así sea, lo que le mostraba con el dedo, pues tenía dudas y creía que podía estar esta aun más arriba, pero por la ubicación de las antenas que se ven y que están encima de ella, en el cerrito del Llacllacanme daban cierta tranquilidad de que era el tramo que nos llevaría hacia el Mirador. La entrada de la carretera a Corongo.

Antes de iniciar el parado ascenso montañosos, le digo a Lucho:

-         - Seguro que cuando estemos en la mitad del camino, van a pasar carros vacíos, por la carretera.

-         - Si seguro, que sí. Me responde

    - Bien arranquemos para arriba…

El camino es estrecho y resbaloso más aún que la lluvia que cae en algunos trechos, lo convierten en riachuelo húmedo y fangoso, perdiéndose tambien sus huellas en algunos lugares, pero la intuición de haber vivido por allí y que han quedado guardadas en nuestras memorias por nuestras crianzas en estos lugares y circunstancias pasadas, nos, hacen resolver los inconvenientes presentados, pero queal cabo de un trecho mas subido, yo ya no puedo, al menos dar dos pasos seguidos, sin uno de descanso.

Mis pulmones se agitan fuertemente y necesitan cada vez más bocanadas de oxígeno, mi corazón, parece una bomba sin control, que va explotar, en cualquier momento.

Lucho, que es un peso pluma siempre me supera en el ascenso y lo pierdo de vista.

Lo que no pierdo de vista es la carretera allí abajo y dicho y hecho…

¡Veo transitar una! ¡nooo! ¡dos camionetas abiertas subiendo por donde habíamos caminado! Y que nunca antes llegaron para levantarnos...

Nosotros, los dos prácticamente colgados por nuestra mala suerte, allí en medio del inhóspito lugar, no había modo alguno ya de ser salvados en esa tarde.

Lucho que estaba por llegar a la carretera, me comento que prácticamente la camioneta rugió encima de él, que por si acaso lo oían, le lanzo unos gritos para que se detengan, pero fue ignorado. Talvez nunca lo escucharon, ni vieron que estaba allí.

El llego a la carretera y se puso a descansar, pero se preocupó de que yo demorara en llegar y dice que me comenzó a llamar y que yo no respondía.

Mientras tanto, yo me peleaba con la parada subida paso a paso, hasta que de un momento a otro veo aparecerse a un ser vivo bajar lento, por esos lugares de ramajes silvestres jalando un burro, camino abajo, con un sombrero amplio y una cubierta de jebe para la lluvia, de contextura delgada y de rala barba blanca, que luego reconozco…

Era, Eleizer Pérez, un viejo amigo, que iba a ver sus animales en sus chacras que tiene camino abajo.

Intercambiamos saludos y me dio el último aliento que me faltaba para llegar a la carretera…

-         - Estas, a unos diez metros cerca de la carretera

-         - Lucho ya está arriba…Termino diciéndome.

Vaya, consuelo el mío, si supiese que esos diez metros para arriba me sonaban a mí como si me hubiese dicho: ¡Vamos Samuel! ¡Que solo te faltan cien metros más!

Ya no había otra para mí, que seguir en mi sufrido esfuerzo y nada, más.

Llegue con mucho trabajo a la carretera y Lucho que ya descansaba del  esfuerzo hecho, me dice que estaba asustado, porque pensó que yo me había quedado para siempre. Allí abajo.

Hicimos el último tramo recto hasta el Mirador, sorteando los riachuelos de agua color arcilla que corren carretera abajo y llegamos al muro que da la bienvenida a Corongo, no pensé dos veces y en plena lluvia me saque el polo empapado tambien con sudor, me seque rápidamente con la toalla de los baños y me puse mi saco viajero, cuyo, interior acolchado estaba seco, que me alivio del frio helado que se siente ya allí y tambien evitarme una fulminante neumonía que podría sufrir por el cambio de temperatura.

La lluvia nos acompañó hasta el arco. Allí nos dejó de mojar.

Entramos por las calles de Corongo, buscando acortar nuestro ultimo caminar, hasta nuestro hospedaje.

Yo andaba en el medio de la calle del empedrado. 

Me pesaban los pies para subir a la vereda.

Busco alguna bodega para cómprame una gaseosa.

Lucho me dice que la gaseosa es dañina para nuestra salud, además de estar fría allí, como sacada de un refrigerador.

No me importa si esta helada.

 Yo tengo sed y punto.

Pregunto:

-         - ¿Qué hora son Lucho?

Yo, ya no tenía ni fuerzas ni para sacar mi celular del bolsillo para mirar la hora.

-         - Son las tres y treinta de la tarde…

-         - Gracias... 

        Y  guarde mis silencios, tambien, cansados.

      Todo lo narrado no tendría nada de espectacular hazaña: Pues Lucho Zelaya Jara tiene 65 y yo 68 años de edad y residentes en la capital de la república,  los últimos cincuenta años que volvemos a Corongo solo de visita.









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Fecha Publicación: 2021-10-03T07:25:00.009-07:00

En las horas del recreo en el colegio me agradaba siempre iniciar alguna conversación sobre aventuras fuera de la ciudad con Jorge Ingar “Bedoya” mi cómplice de arriesgadas correrías más aún si me había enterado de que alguien lo hizo, para hacerlo también nosotros los fines de semana fuera de la ciudad siempre y cuando no tengamos algún partidito de fútbol en Cochapampa.

Siempre se nos metían en nuestros recreos las conversaciones de los comentarios oídos por alguno de nosotros a algún conocido, que de vez en cuando andaban de pesca o caza de venados por las punas.

 Y casi siempre despertaban en nosotros la adrenalina de vivir y aventurarnos a hacerlo también. ¿Por qué no?

Así que decidimos arriesgarnos a ir a la puna a pescar truchas en las lagunas de Pojoj, los dos, pues seguramente los compañeros mayores que oían nuestras entusiasmadas charlas de nuestra adrenalina adolescente, se reían de nuestras locas decisiones.

Habiendo intercambiado opiniones y también considerado el avituallamiento necesario para ese viaje incluidos las acémilas respectivas para cada uno, nos pusimos de acuerdo que el sábado que se aproximaba, saldríamos en la madrugada hacia ellas.

Estas lagunas se encuentran en la puna de Tuctubamba, por encima de los cuatro mil metros aproximadamente hacia el lado hídrico de Corongo, que da origen al río que atraviesa el hermoso valle coronguino.

 Mi amigo Rubén Olivera, algo mayor a nosotros y un asiduo concurrente a ellas me comento que había estado una semana atrás por allí, de pesca.  

En otra mañana previa de esas que a veces son imprevistas, pero de mucha utilidad, encuentro a Pablo Cuba, que también iba a pescar siempre a Pojoj y seguramente al ver mi entusiasmo por lo que planeaba en forma confidencial como un secreto suyo, bien guardado, me confía:

 - A ti solo te cuento y espero que no se lo digas a nadie más…ahhh

  En la laguna chica negra que está a la derecha de la entrada también hay truchas y allí pican con anzuelos, no tires mariposa porque se asustan, eso si te advierto, que cuando te acerques allí no tienes que hacer tampoco bulla si quieres que piquen.

Luego me advirtió. Que nadie sabe eso y si se entera alguien más será porque yo haya hablado.

 -A ti te cuento ese secreto porque eres mi amigo, termino diciéndome.

Con ese dato por confirmar en persona ya que en una vez anterior ya había estado con Rubén por allí, pero no le prestamos atención a esa pequeña laguna, pues la verdad que ni el, sabia eso porque si no lo hubiésemos visitado.

Llegue con las novedades al colegio y pregunte: Que dices Bedoya ¿vamos el sábado que viene?

Yo que conocía bien a mi cómplice de aventuras, sabía que no pondría ninguna objeción a ello.

-         Claro she…Vamos para allá.

-         Hecho entonces cumpa…

    -  Ahora llego a casa y tengo que pedirle con tiempo permiso a mi papa para llevar su caballo moro.

     -  Bueno yo voy a ver si me alquilo uno con tiempo. Ya sabes que tenemos que salir a las tres de la mañana, para estar llegando a las seis más o menos cuando este amaneciendo.

   - Claro she, me dice, yo salgo de mi casa (Que se encuentra en la salida de la carretera al Mirador después del Arco) y espero que estés listo tú a la hora que llego para partir.   

   - Bien, entonces vamos a Pojoj, el sábado...

   - Claro… a las tres de la mañana vienes a mi casa para partir a esa hora

   - Ya she, a las tres estoy en tu casa y espero que estés listo no te vayas a quedar dormido como la otra ves que nos fuimos al rio Manta de Cuzca y tuve que despertarte...

    - No te preocupes que esta vez no me dormiré…

Llego el día viernes. Yo no pude conseguir el caballo que siempre alquilaba, pero me propusieron que me llevase el burro macho que ese día no lo necesitaba en las faenas diarias.

En vista que no había otra alternativa no me quedo más que aceptar la propuesta pues ya era muy tarde para cambiar de opinión y además. nada se nos hacía imposible de realizar si ya estaba decidido a hacerlo.

El viernes cogí mi lata de Nescafé vacío y me fui a la Champa al pie de la planta eléctrica a buscar lombriz para la carnada, alistar mi cordón de cincuenta metros de nylon con los anzuelos y plomos en buen estado, mi mariposa de pesca, y luego recogí el burro al atardecer lo instalé en el patio y me puse a descansar temprano, en casa.

Era mediados de julio estábamos en el verano andino, así que, no teníamos problema con el tiempo.

No hay lluvias, los días son soleados de cielos despejados. Todo propicio para salir a las punas, en tranquilidad. 

Entrada la noche, no podía concebir el sueño pensando en cómo nos iría en esta nueva aventura, me preocupaba si todo saldría bien, sin ningún contra tiempo, porque siempre existe un temor a lo incierto en la intimidad de uno, aunque nunca lo manifestaba.

Era una nueva aventura a emprender que nos gustaba disfrutarlo.

Entre vueltas y vueltas en la cama pasaban las horas con una lentitud interminable cuando entre la soledad de mis pensamientos, siento el trotar característico de un caballo en ligero caminar acompañado del bullicioso ruido del golpe de sus herrajes en la calle empedrada, pisando fuerte, que se acercaba a la casa y a estas horas en el silencio absoluto de la madrugada todo se escucha con mucha nitidez, más aún para mí, que dormía en el almacén de las harinas y latas de aceite de la panadería “Bethel” que tenía mi mamá, cuya puerta externa da al final de la calle grande.

En mi alertada somnolencia escucho que se detiene junto a mi puerta de calle y Bedoya lanza el silbido que nos identificábamos siempre. Me levanto de la cama y salgo presuroso a decirle que en un momento estaría listo para partir.

Impaciente el me pide que me apresure diciéndome que ya va a amanecer...¡¡así que apúrate ya!!

Salgo de la casa jalando el burro preparado para el viaje por el portón y medio asombrado él, con los ojos bien abiertos, tras sus gruesos lentes de vidrio por la inesperada sorpresa que me observa dice:

-¿Qué?  ¿En esa cosa vas a ir a la puna? 

-¡Claro! No pude conseguir el caballo, pero este burro es fuerte y que no tendrá ningún problema en trepar el camino rio arriba porque me han dicho que siempre lo buscan para traer sacos de papas de la puna de Ato.

Mientras Bedoya murmuraba su molestia hasta podría decirse su espanto a mi atrevimiento de llevar a el burro como cabalgadura, me puse a observar el tiempo levantando la vista hacia el estrellado cielo para buscar en su exactitud la ubicación de la luna como referencia horaria habitual, de, un practico control del cuadrante astronómico nocturno de emergencia horaria serrana para ubicar a la luminosa luna, y, veo que esta, está, en una esplendorosa plenitud de su máxima luminosidad en el medio del oscuro cielo límpido y que es presagio para que cuando amanezca habrá un gran día soleado.

 Le pregunto:

   - ¿son las tres de la mañana no?

   -Si she…He puesto mi despertador a esa hora.

Yo comencé dudar por la fuerza del brillo de la luna y le dije:

 Pues me parece que fueran, las doce de la noche...

-      No, son las tres de la mañana…Así que apúrate que se nos hace tarde y con en ese burro de mierda…

-      Vamos a llegar de día a la laguna                                                                                                                                  

       Entonces vamos, ya, le contesto, para apaciguar su molestia.

Partimos y enrumbando por el camino a la salida del San Cristóbal por el trayecto junto al rio arriba avanzábamos trepando el ascenso lentamente, dejando la ciudad atrás, ahora acompañados por el chillidos de los grillos y demás insectos que pueblan los ramales que bordean el camino o a veces el murmullo de las aguas del rio, acompañantes ideales en nuestros nocturnos andares que disfrutamos en la intimidad. Llegamos a la Nueva Victoria, que en silencio absoluto duermen sus habitantes ahora solo roto por el ladrido de los perros de alguna vivienda de típica construcción serrana que bordea el camino, que no los vemos, pero nos reciben así gruñendo a rabiar cuando nos sentían pasar o tambien él cantar perdido en la oscuridad de algún gallo que seguramente despertamos y lanza apresurado su quiquiriquí que anuncia la llegada del nuevo día a todos los que viven allí.

Seguíamos poco a poco por los silenciosos parajes de nuestra caminata en la oscuridad de la noche fría, recordando alguna ocurrencia o comentario sobre algo que podíamos observar bajo la luz de la luna, que en contrastes oscuros y claros, que, las sombras de la noche forman alrededor del camino y que de cierto modo infunden temor en nuestro ser pero sabemos que callando nuestros miedos ambos son mucho mejor, para la tranquilidad de nuestro viaje.

Pasamos Ñahuin y al cabo de un rato de nuestro lento transitar los fríos de las soledades de las alturas nos recibe con nuestras entumecidas piernas, más yo, en mi incomoda cabalgadura, trotona, que no hago caso el constante golpeo de sus cortos pasos porque me entusiasma que estemos, ya, por ahí.

 Han transcurrido un poca más de dos horas de cabalgar sin detenernos y comenzamos a sentir el frio helado, del aire que se respira, que, arañan nuestras mejillas y raspan nuestras fosas nasales en cada respiración pero que es el indicativo de entrada, a la puna, además se puede observar ya que el campo comenzaba a cambiar a el color amarillezco pálido poblado de pajonales y plantas silvestres de las alturas.

Hecho una mirada al cielo y veo que la luna parecía que no había avanzado nada en su recorrido celestial o talvez un poco, yo lo veía que seguía casi igual en su posición en el oscuro firmamento estrellado, lo poco, que había avanzado me comenzó a preocupar porque no parecía que ya estemos cerca de un nuevo amanecer.

Y pregunto:

         - Oe... ¿Estás seguro que hemos salido a las tres de Corongo?

        - Claro, las tres han sido she…

Me asegura con certeza embarazosa para él, con sus vivarachos ojos tras los gruesos cristales de sus lentes, aunque conociendo, lo pendeivis que era cuando se encontraba en una posición en desventaja circunstancial, sabe el que yo ya comienzo a dudar de él.

 

-         - Pero mira la luna…casi nada ha avanzado

No era la primera vez que iba a la laguna de Pojoj, lo había hecho en varias oportunidades y me pareció que con seguridad que no era la hora que Bedoya aseguraba ser y podía jurar, que no había puesto bien la hora en su reloj despertador o no se puso los lentes a la hora de programarlo para que timbre, y me fue un nuevo motivo para repreguntar:

-         -¿Te pusiste tus lentes para mirar la hora en que ponías para que despiertes? 

Le Le pregunte porque yo dudaba de su certeza y lo fastidio, de pasada también, porque usaba lentes de medida para corregir la eficiencia de sus ojos.

-         - Claro que sí… 

Me responde serio, ya el

Yo comencé a hacer mis cálculos de todo lo recorrido, pues abrían pasado como dos horas de andar en el camino y estábamos en la puna, pero, la luna seguía casi igual de luminosa y le digo:

    - Sabes compadre, me parece que recién son las 3:00 de la mañana, las lagunas deben estar allí, a una hora más o menos de camino…

Le señalo la ubicación de ellas con el dedo hacia donde se encuentran, arriba, en donde ya se comienzan a asomar la faldas de las montañas que sustentan a las punas de Tuctubamba y tambien viendo que la negrura de la noche perdura con fuerza y dudando de las horas que se suponen sean decido hacer una parada, algo forzada o imprevista, para apearnos a descansar en alguna pampita que encontremos y la hagamos propicia para acurrucarnos por ahí y tratar de esquivar el frio del sereno de la noche que muerde fuerte.

-          -  Compadre…

-         -   Vamos a apearnos para a hacer una parada y busca un lugar para descansar un rato, pues creo que            tú has venido a mi casa a las doce de la noche le digo…

-        - Mira la luna ha avanzado muy poco en el cielo, mira su luminosidad sigue casi igual que cuando partimos y estoy seguro que deben ser recién las tres de la mañana, observa, la paja de la puna que nos rodea…

-          -  ¡Mira donde estamos ya!

    -   Verdad no she, todavía está bien oscura la noche y la luna sigue igual de fuerte, me responde

    -   Claro que sí…

    -   ¿Dónde desmontamos para descansar y hacer hora?  digo mientras seguíamos avanzando…

    - Mira allí hay una pampita bajemos y hagamos tiempo un rato, de paso que soltamos las piernas un poco.  Responde

     - Si y ten cuidado cuando de bajes que la escopeta está cargada she…

     - Si she, no se vaya a disparar y despertemos a los pajarracos...

Me contesta burlonamente.

Desmontamos y acomodando los animales junto a nosotros mientras comentábamos lo oscura que estaba la noche por allí y el frio que sentíamos en esos instantes y aprovecha para fastidiarme:

-        - Mientras que nosotros nos encontramos temblando de frio por estos lugares y tu costilla bien abrigadita en su cama soñando con otro… pero, así es pe, cuando uno está templado ¡carajo! termina

Yo lo escuchaba sin darle pie para sus sarcasmos y filosóficas recapacitaciones burlonas que a veces lo hacía para risa nuestra…

De rato, en rato, miraba yo el cielo para observar el firmamento manteniéndose en silencio, intuyo que se daba cuenta que no era la hora que él, creía, había sido cuando partimos de Corongo.

Al cabo de un buen tiempo transcurrido acurrucados abrigándonos como podíamos bajo nuestros fríos ponchos, veo que la luna perdía ya la fuerza de su luminosidad por el avance hecho en su recorrido en las inmensidades de las alturas andinas que van cambiando de tonalidades las lejanas sombras que deja la noche y para dar paso al nuevo día.

Le digo:

     - Bueno creo que es hora de partir la luna ya avanzó, tenemos el suficiente tiempo para llegar cuando comience a aclarar a las lagunas, mira arriba…

     - Si… responde, forzando sus vivases ojos tras las lunas de sus lentes al mirar al oscuro firmamento y certificar mi certeza.

Alistamos, el, su caballo y yo mi burrito para reiniciar el viaje. 

Él tenía la escopeta en la mano, siempre la llevábamos como precaución y nos daba la seguridad en cualquier imprevista ocurrencia. Pues sabido es que siempre se cuentan historias de pishtacos, buscadores de grasa de humanos que dicen las llevan al extranjero para lubricar las máquinas finas y cosas así, y nosotros no seriamos presa fácil de ellos.
Alistado todo, él, se dispone a subir su caballo agarrándose con una mano de la montura y en la otra asía la escopeta, en, libertad de movimientos.

Pisa el estribo, monta el caballo, de pronto el animal intempestivamente muestra nerviosismo como de un chúcaro sorprendido con la subida a su lomo de un domador y comienza a girar, saltar, como un bestializado animal en el mismo lugar en que se encontraba.

Bedoya desconcertado por la violenta reacción de su caballo, trata de controlar a la bestia y al no poder lograrlo comienza a gritar:

    -  ¡Agarra she…!   ¡Agarra she…! ¡Agarra she el caballo!  ¡Agarra la escopeta! ¡Que se disparar!

 El inesperado comportamiento del animal me asusto y sorprendido por esa violenta reacción del equino, yo, trato de huir de la cercanía a ellos en que me encontraba, saltando como podía entre los pajonales que cercaban el lugar libre, de nuestro descanso, para ponerme a buen recaudo más bien pensando que me podía patear o envestir en su violencia desenfrenada e incontrolable, observando al mismo tiempo a Bedoya tratando de no caer, sujetándose con una mano en la montura y con la otra la escopeta, que, en esos instantes se convertían en un arma letal, peligrosamente descontrolada.

-         -  ¡Ten cuidado con la escopeta que está cargada!

Le gritaba desesperado un poco alejado de ellos, al mismo tiempo que tambien escuchaba mis propias  bullas retumbando estos entre la cañada del rio, en el silencio de la soledad de la madrugada oscura oyendo que eran repetidos por el eco de las montañas a modo de lúgubres lamentos que se van perdiendo sin que nadie, las escuche.

-           -  ¡So, so, so, so!...

Es la única monosílaba expresión que le escucho emitir con fuerza, como una única y última esperanza salvadora para salir de los aprietos en que se encuentra Bedoya.

-           -  ¡Soooo! ¡Cálmate, cálmate por favor caballito! ¡Calma por Dios!

Suplicaba ahora Bedoya

Pero el caballo seguía girando bruscamente sin detenerse. Parecía como sujeto a su propio centro de sus pisadas, corcoveaba, retozaba con furia, expulsando ahora con violencia los aires de sus pulmones sin cesar.

Ahora tratando de botarlo a él para huir de allí seguramente.

No sé cuánto tiempo han pasado pero mi querido amigo veo que no se cae, asustado, pero resistiendo estoicamente la furia del animal, hasta que por fin veo la bestia se fue tranquilizando lentamente y termino por calmarse quedando quieto, pero con una violenta respiración de sus pulmones, aún.

Bedoya rápidamente desmonta y pone la escopeta en el piso de grama de las alturas y asustado aun él que en silencio lo contemplo yo, dice…

-            -  ¿Qué tiene este caballo?

-            -  ¿Por qué se habrá puesto así?

       -  Si es manso este animal, me dice nervioso aun

-            -  No sé que puede haber pasado respondo, yo, sin tener ninguna explicación que dar

Las tinieblas de la oscura noche tan cerrada en esos instantes, en nuestro redor, me hace recordar que llevo una linterna a pilas que hasta esos instantes había olvidado de su uso para la emergencia, sacándola de mis alforjas para encenderlo inmediatamente y alumbrar las oscuridades en busca de alguna explicación razonable, si la hubiese para las circunstancias vividas.    

Pasado algunos segundos y en el silencio vuelto a rodearnos en el accidentado reinicio de nuestro largo camino, comencé a reaccionar después del tremendo susto pasado viniéndoseme a la mente algunos relatos que me hicieron alguna vez, caminando a estas mismas horas, por, otros parajes de la puna para el lado de Llapo, en busca de venados con Pablito Cuba y otra persona mayor experimentada en estos andares, recordé  que el, antes de emprender nuestras caminatas en la madrugada, siempre hacia una ceremonia en su casa de Malambo, extendía su poncho entre sus piernas y lanzaba al aire las hojas de coca para “ver” cómo nos iría ese día y de paso decia espantar la mala suerte y las almas que deambulan por allí…

Pensé dos veces antes de que me animara a decirle a Bedoya de lo que había visto hacer al amigo mayor, para que no se asustara y talvez me pidiera que abortáramos nuestro recorrido, pero me anime y le dije…

-           -  He escuchado que a estas horas andan los malos espíritus buscando almas…

El, en silencio me observa tras los gruesos vidrios de sus lentes, preparándose a demostrarme que tales relatos no lo asustaban y prosigo…

-          -  Seguro el caballo lo ha visto, dicen, que ellos ven a las almas malas o seguro que uno nos ha estado siguiendo o nos ha encontrado y ha estado buscando el momento propicio para que el caballo te bote y huya con tu alma…

Bedoya me mira desconcertado y me dice

      - ¿Sera? She? ¿Debe ser no she?

      -  Porque…

       ¿Cómo se ha puesto el caballo no?...

     - Si un poco más y no la cuentas, le digo.

Tranquilizados un poco y más calmado del susto con el ánimo vuelto ya, me dice el:

     - ¡Pero viste!

     - ¡Soy un buen chalan carajo!  ¡No me caí! ¡Ni solté la escopeta! 

Claro que sí, que, en verdad a los hechos era muy cierto y agregue.

     - ¡Eres un buen chalan  Bedoya! ¡Eres bien bravo de tumbar carajo!

En unos instantes mas, pasado el mal rato emprendimos el camino con dirección a las lagunas.

Avanzando yo, en mi modesto burro y el orgulloso jinete en su loco caballo, o, su salvador talvez, por no haberlo tirado al suelo como el alma maligna hallada, lo, hubiese querido.

Llegamos a la bifurcación del camino que sigue hacia Tuctubamba camino a Cabana y nosotros tomamos el que sube hacia la izquierda al borde de la corriente que cae y descarga las aguas de las lagunas, a medida que se asciende, este trecho que es estrecha y es casi vertical de mucho esfuerzo para los caballos y si esta oscuro la madrugada o con neblina húmeda, se tiene que tener mucho cuidado en subirlo porque sus bordes dan a precipicios del rio que en este tramo baja en forma vertical y es muy peligroso, porque casi siempre esta fangosa y resbalosa por la lluvia. Es preferible caminarlo cuando esté llegando el alba para evitar los peligros que asechan en este tramo.

Ascendemos lentamente, Bedoya que va delante mío ve en el camino un pequeño charco de agua de lluvia y lo pasa sin bordearlo ni preocupación alguna pues sabido es, que, en la puna casi todo charco en medio del camino es un poso fangoso traicionero y eso mismo le está por suceder a Bedoyita, siente que de un momento a otro que su caballo pierde el paso y se hunde en el fango… ¡Despareciendo las patas del animal hasta la panza! y ¡Quedando el con los estribos al mismo nivel del camino!

Muy asustado por lo que nuevamente le sucede corre a un lado y grita:

     - ¡She el caballo se hunde! ¡Ayúdame a sacarlo antes que desaparezca!

Desmonte rápidamente del burro y fui corriendo en ayuda de él, tras, unos jaloneos, logramos liberar al animal del fango no sin antes advertirle que no debe confiarse en los pequeños charcos que encuentre, pues le pueden dar otra sorpresa. 

Y emprendimos nuevamente nuestro camino.

Había amanecido, ya, cuando terminábamos de coronar la subida y al llegar a la explanada le dije que habíamos llegado y el muy entusiasmado por el momento, observaba la hondonada de las lagunas con alegría, teniendo que calmarlo en su algarabía y le digo:

-           -  ¡Mira la laguna chiquita del que habla Cubita está allí! ¡Y no hagas bulla sheee…!

-           -  ¡Primero vamos a probar ahí!

La laguna chica que está al lado derecho del camino de entrada, es pequeña y de fondo oscuro.

Luciendo, esta, como una lagunita negra sin importancia para pescar, pero por el dato dado por Cubita y que casi nadie sabe que allí tambien hay buenas truchas que su fondo oscuro no los delata, así que vamos para ahi..

       -  Pero ya sabes que no debemos hacer bulla cuando lleguemos al borde porque las truchas de ahí se asustan al menor ruido y se esconden y no pican, tenemos que acercarnos en silencio, así que, dejemos los animales aquí en la entrada y llevemos lo necesario nada más para allí.

Para mí, era la primera vez que probaría suerte en esta laguna pequeña de fondo oscuro, ubicado al pie de las lagunas grandes, tal como me lo describió Cubita.

Dejamos los animales en medio de los pajonales y avanzamos en su dirección, cuando de un momento a otro observo a Bedoya caminar más pausado de lo que siempre lo hace y a comenzar a quejarse a cada paso que avanzaba, le pregunto lo que le sucedía y me comenta que repentinamente le ha venido un intenso dolor de cabeza y de barriga.

No habría duda le había dado el soroche, o mal de altura y me dice:

-              -  No aguanto shee el dolor de cabeza y barriga, me, siento morir…

Yo, ya, estaba cerca del borde de la laguna que da al pie de la falda de la montaña a donde le dije que nos dirigiríamos buscando un sitio seguro para ubicarnos, tuve que regresar por él, que se había retrasado a ayudarlo a llegar a nuestra ubicación de pesca y sentarlo un momento allí mientras me iba en busca de una manta que tenía el, en su estribo y tambien traer el termo de la infusión caliente, darle y esperar que sea el remedio, que le calme sus dolores.

-            -  Bien toma un poco de agua de panizara del termo, abrígate y descansa en la manta, mientras yo alisto el cordel y los anzuelos para ponerle la lombriz y comenzar a pescar…

-               -  ¿Qué hora será?...  Me pregunta.

-            -  Seis de la mañana le dije, espero que piquen para poder partir al medio día y ojalá no llueva, porque mira como se está negro el horizonte.

El viento helado del inicio del día, sopla con bastante fuerza, a ratos dejándose oír en sus constantes silbidos fríos el toque de quenas tristes del que buscando anduvo, pienso, su ganado perdido alguna vez.

Mientras tanto, yo, que tantas veces anduve por las frías punas, alisto, mis instrumentos de pesca, pinchando las robustas lombrices que vivos saco aun de mi tarro de Nescafe a todo su largo en mis anzuelos, que una vez listo, decido lanzarlos ya al agua comenzando a girar la punta de la línea encima de mi cabeza como una huaraca en movimiento horizontal y por la fuerza centrífuga resultante de los pesos de los plomos adheridos al cordel, esta, saldrá disparada de acuerdo a los pesos de ellas velozmente hacia donde la dirija, a, unos cincuenta metros en la laguna.

Modestia aparte era un experto en esos quehaceres que me enseñó a hacerlos mi amigo Rubén Olivera, con quien experimenté mis primeros andares de pesca. Luego me puse al costado de Bedoya que se encontraba echado, bien tapado por su poncho y que seguía quejando mucho, por el malestar que sufría.

Me senté y me puse a esperar contemplando los leves ondeares de las aguas de la laguna originados por los vientos que las recorren y entre mis miradas tambien observaba a una pareja de patos silvestres, nadar libremente desprevenidas en el medio de la laguna.

¿Cuánto tiempo? No sé ¿Cuánto frio? No es relevante ahí en esos momentos, donde la adrenalina se dispara en nuestro organismo y mientras nuestras manos que sujetan el cordel se vuelven más sensibles de lo normal para detectar el más leve tirón que se sienta en ella, cuando, alguna trucha voraz la haya encontrado en el fondo del agua fría. Pues muchas veces estas pueden estar tanteándolas si en si se las pueden comer seguramente, antes de devorarlas.

Repito, se disfruta del momento que se estás pasando no importa ni el frio helado que muerda tus mejillas, ni los tiempos que pasen, ni por último llueva. 

Solo esperas pacientemente todo el tiempo posible para hallar tu recompensa.

Cuanto tiempo habrá pasado en esa silenciosa posición, acurrucado, para esquivar el duro frio, no sé. En tanto que Bedoya que de rato en rato se quejaba  de sus dolores, yo, había pasado el cordel por encima de, el, sin preocupación. 

Cuando de pronto siento pequeños tirones en el nylon que fueron aumentando, como, probando la trucha que lo hallo seguramente si era comestible, poniéndome en alerta máxima yo, asegurando en mis manos el cordel, que, repentinamente se tiempla y las partes que se hondearon en el agua se comienza a poner recta hasta llegar en el otro extremo más distante de mi, con más fuerza, viendo luego saltar fuera del agua un hermoso ejemplar de una trucha grande prendido en la punta del cordel, que luchaba por desprenderse seguramente de la trampa en que había caído, me paro rápidamente para estar en una mejor posición de resistencia ante el repentino embate de la fiera atrapada y  comienzo a gritar de alegría y a sostener con fuerza el cordel, para irlo jalando de a pocos sin hacerle mucha fuerza e ir acercándolo a la orilla de la laguna, tal como me lo habían enseñado Pablito Cuba y Rubén Olivera.

Bedoya también había sentido los tirones y mis rápidos movimientos de alerta en que entre y ¡Oh maravilla!  ¡Se levantó como un resorte! Gritando de alegría:

-         - ¡Jala she!!! ¡Jala she!!!  ¡Jala she!!! ¡Que no se escape mira que belleza de animal! ¡Carajo! ¡Como         salta!!!

-          - ¡Jala! ¡Jala…!

La bulla que hacíamos de emoción y alegría los dos se amplificaba en el silencio frio y desolado de las inmensidades de la puna, solo roto de rato en rato por el silbido del viento o el repentino vuelo de las guachguas que cerca de la laguna escarbaban las gramas con sus duros picos en busca de sus alimentos y que los espantamos violentamente, apresurándose estas, a agitar sus agiles alas como turbinas aéreas para sustentarse en los aires y huir velozmente de allí. 

-       -  ¡Nunca había visto una tan grande she! ¡Mira como salta en el agua! ¡Jala con cuidado! 

       Me recomienda...Bedoya.

Yo jalaba el cordel con algo de temor, esperando que pueda guiar bien al pez con dirección a mi orilla. esperando que no se vaya a soltar de los anzuelos, en tanto la trucha luchaba por desprenderse dando saltos cada vez más violentos que formaban en el agua inmensos remolinos cuando esta se volvía a introducir cuyas ondas circulares se expandían dese su centro acuático. Yo seguía firme en mi propósito de sacarlo fuera del agua. 

Y así fuimos luchando los dos, ella, por salvar su vida y yo por ganar mi primera trucha pescada en una fría laguna de la puna coronguina.

Hasta que al cabo de un no, se, cuanto tiempo poco a poco la fui venciendo y lo iba acercando como rendida y cansada ya de tanto pelear por su vida Bedoya me dice...

-           -  ¡Que no se suelte! ¡Que no se suelte she! ¡Mira  que ya está cerca!

A si era, cada vez lo acercaba más a la orilla, pero la trucha aun a ratos intentaba soltarse de su enganche en el anzuelo. Bedoya, se fue al encuentro de ella, llego al borde de la laguna que allí donde iba a sacarla en la orilla, era un poco inclinada. 

Logro sacarlo fuera del agua arrastrándolo unos tres metros más o menos ayudado por ella misma que se ondeaba y coleteaba con furia aun, seguramente sabiéndose fuera de su habitad. 

Cuando dada nuestra confianza que ya la teníamos afuera sucede un hecho inesperado: La trucha se desprende del anzuelo y ayudado por los movimientos de su cola comienza a resbalar directo de vuelta al agua.

-           -  ¡Se soltó she!  ¡Se soltó she!

Gritaba Bedoya, y, de un salto felino logra atraparlo, pero como la piel húmeda y resbalosa de la trucha y sus fuertes esfuerzos de librarse de su captor, en un movimiento astuto de él, puso su poncho como ayuda para sostenerlo, antes que vuelva al agua…

-         -  ¡Puta mare casi lo perdemos! 

    Subió corriendo con su presa, que no dejaba de dar movimientos bruscos, hasta un lugar seguro entre los pajonales, lejos del agua.

La trucha seguía luchando por su vida, Bedoya lo tenía aprisionado aun con su poncho, sujetado contra el suelo, hasta que desfalleció y quedo totalmente quieta.

Volví a poner lombriz a mis anzuelos para ir por mas entusiasmado por lo logrado y seguir pescando, pero, pasaría una hora y no volví a sentir los tirones en el cordel nunca mas.

Tenían razón Cubita, cuando me dijo que no se debía hacer bulla en esa laguna si quería tener éxito de pesca. Nuestra alegría por la primera presa que habíamos obtenido había sido tanto, que seguro siguen escondidas las truchas en el fondo de la laguna hoy, aun. 

Calculé que debía ser medio día, ya, pues el ambiente nublado y oscuro se comenzaba a mostrar hostil para nosotros y decidimos que era momento de ensillar los animales para retornar a casa, porque, las neblinas bajas y oscuras que comenzaban a rodear las colinas cercanas a nosotros, así nos lo indicaban para abandonar el lugar, ya.

Alistamos nuestras bestias y comenzamos a bajar por el camino que comienza en la desembocadura de la laguna que da forma a el rio Corrongo.

Contentos de nuestra faena lograda bajábamos a paso lento de nuestras acémilas. Llegando nuevamente a Ñahuin, la Nueva Victoria y al pasar por esos lugares comenzamos a sentir otra vez el calor de la civilización, que abrigan un poco nuestros fríos cuerpos, vuelto de las alturas nuevamente.

Al llegar a la zona de Tauribamba en la lentitud parsimoniosa de nuestros andares, se me ocurre una idea, un poco atrevida u osada o talvez malévola. Llevarme yo solo la trucha.

Voy tramando, a paso de mi burrito que sería mi cómplice perfecto para desaparecer del camino apenas se descuide Bedoya, pero por supuesto que con la trucha que yo lo llevaba en las alforjas, pues, en todo el trayecto del atardecer de nuestra vuelta yo iba un poco aburrido tras de él, y era momento de ponerle acción mi huida, para romper la monotonía de, él, tambien.

Pero ¿Cómo hago para escapar de Bedoya?, avanzaba pensando tras el que a veces me llevaba una ventaja de unos 30 o 40 metros, adelante.

 Comencé a idear la manera de desprenderme de mi amigo y analice las posibilidades que tenía, Bedoya está en su caballo a pesar que yo voy tras el, si yo, hago, correr a mi burro en algún desvió del camino, él, en un solo pique de su caballo me va a alcanzar rápidamente. 

Entonces ¿Cómo desaparezco del camino? Me preguntaba.

Iba pensando así y para remate, me acuerdo que él lleva la escopeta en su hombro, detalle que complicaba más aun el problema.

Seguimos avanzando hasta que me decidí poner mi plan en acción y lo primero que hago es pedirle la escopeta que lo llevaba, diciéndole:

-          -  She…Pásame la escopeta que por aquí en Tauribamba siempre salen conejos de sus madrigueras, no vaya a ser que encontremos uno y tú, no tienes muy buena puntería para cazar.

-       -  Verdad she, tómala, no vaya a ser como la vez pasada que se me escapo una y tu estuviste renegando…

Me dice, yo sonreía en silencio.

Resuelto este problema y asiéndome como que he divisado un conejo por los bordes del camino, detengo mi burro para tantearlo si se descuidaba un poco de la vista de mí.

Debía esperar la oportunidad con paciencia, e iba estudiando disimuladamente los lugares al borde del rio, que en esta zona está casi a nivel del camino y en algunas partes hay estrechas entradas entre los ramales, a ella.

 Hasta que me llego la oportunidad de desaparecer de la vista de mi amigo, que, confiado avanzaba él a una distancia prudente adelante de mí, y no le prestaba atención a mi retraso provocado adrede, en el camino, a unos metros de él, para poner en acción mi huida, que ya lo tenía decidido, que sería hacia el rio, entre los matorrales, que lo bordean.  

¡Ya está!... Allí en el camino, veo que hay un pequeño desvío entre los matorrales que baja al rio.

No lo pensé dos veces, en, un descuido de mi querido amigo, que seguro ni se imaginaba que le estaba por hacer, forcé al burrito a correr dándole de taconazos, todos los que pude, que al menos el fiel animal entendió bien la orden y acelero el paso convirtiéndose en mi cómplice perfecto de mi violenta huida.

 Me interne hacia el rio introduciéndome entre los matorrales para cuando Bedoya se dio cuenta, yo, ya no estaba a su vista, encontrando un lugar bajo junto al rio tupido de matorrales e inclusive lo veía a él desde esa ubicación, que había vuelto por mi y me buscaba inquietamente sobre su caballo y al cabo de unos segundos lo escucho gritar:

-         Oye sheee… ¿Dónde te has metido? 

Y al ver que no le respondo vuelve a gritar:

    - ¡Ya te vi cojudo! ¡Ya sabía que me harías esto carajo!  

    - ¡Sabiendo lo pendejo que eres huevón!

    - ¡Pero ya te vi!

     - ¡Ya sé dónde te has escondido pendejo!

     - ¡Así que anda saliendo nomás huevónazo!

Yo, estaba quieto, inmóvil pensando que verdaderamente me había encontrado e inclusive estuve a punto de salir de mi escondite con mi inocente burrito que seguramente le era indiferente los líos en que estaba inmerso, debajo de los matorrales.

¿Cuánto tiempo?

No sé si diez o quince minutos hasta que no escuché más los reclamos de mi querido amigo que seguro cansado de no hallarme se fue.

Me animé a salir de mi escondite cuidadosamente, mirando hacia arriba del camino, lentamente, por si acaso este Bedoya escondido por allí, esperándome en algún recodo, comencé, a caminar despacio y en vista que se había ido apresuré el paso hasta Corongo.

Llegué a eso de las cuatro de la tarde a casa le comenté a mi madre las ocurrencias del viaje, entregándole la trucha pescada, en nuestra larga aventura.

Entrada la noche en la hora de la cena, es con seguridad que mi madre me servirá la trucha frita con ensalada.

Yo, tratare de excusarme con ella, por no devorármela.

¡No me gusta las truchas!

Tampoco le comentare que no le di su parte a mi amigo, porque de seguro que a ella no lo hubiera agradado mi acción.

El lunes de colegio y a primera hora, tendré que estar preparado, para soportar todas las recriminaciones de Bedoya que me hará y seguramente jurara no volver a andar más conmigo, lejos de Corongo.

En fin, veré si cumple lo jurado, cuando, lo vuelva a inquietar para irnos un nuevo fin de semana a pescar.

Tambien sé que esta será, otro día más de las inquietudes de nuestra adolescencia, que para recompensar el daño causado prometeré que en la próxima aventura que hagamos todo lo obtenido será, para él.

 Nota de Redacción. -Octubre 09 2021 - 1er Festival Ecoturístico a lagunas de Pojoj.

Organizado por la Asociación de Turismo de Corongo.

Esperamos estar ahí para rememorar nuestras correrías, allí.





Fotografias: Klever Ramos


Fecha Publicación: 2021-05-31T09:13:00.026-07:00

Han pasado cincuenta años o medio siglo ya de esa fatídica fecha, hoy, que para muchos de los ancashinos de aquellos tiempos seguramente en juventud o adolescencia recuerdan con tristeza, aquel hecho telúrico en el suceso del inicio de sus vidas, que cambiaron para siempre la historia de ellas.

Recuerdo aun, que en el amanecer de ese día me despertaron los crujidos de la puerta de madera, golpeada por las corrientes de unos aires inusuales para la época estacional que recorrían la calle grande en el final de ella, que seguramente la encontraban como un obstáculo ahí para proseguir su recorrido que era a la vez la puerta de mi dormitorio, en la esquina que se ubica en el final de ella y el inicio de la calle más angosta que sube hacia el camino para Ñahuin, en el barrio del San Cristobal.

Estos extraños acontecimientos en el amanecer de ese domingo, que era un domingo nada común como los otros domingos del calendario anual de nuestra joven vida,  pues la llegada de ese domingo era el inicio de un nuevo un día esperado por la mayoría de los peruanos de aquel entonces que vivían ya con anticipación el debut del equipo de futbol peruano, que el año anterior había clasificado a un mundial en muchos años de no saber participar en estos campeonatos de universales fiestas deportivas de futbol, con gran calidad futbolística de sus integrantes cuya generación de deportistas marco un antes y un después de ellos en el Perú para ese deporte, como un AC y DC de la era cristiana que nos rige a los habitantes del mundo occidental para marcar así, hechos históricos del desarrollo de la humanidad más resaltantes sucedidos. 

Ese nuevo campeonato mundial de futbol que ya se comenzaba a jugar en el país azteca de México y en la ciudad de Nuevo León, como cede del debut del Perú, unos días después.

Domingo 31 de mayo 70…

Al promediar el medio día, la concurrida plaza de armas coronguina se encuentra como un acostumbrado día dominical de las pequeñas urbes provincianas, de una misa en la mañana en la iglesia del pueblo, un mercado abastecido de los productos alimenticios recién llegados desde las huertas aledañas o desde la costa, como Chimbote, con productos y frutas que producen en esas zonas, además de los pescados frescos, que muchos pobladores coronguinos seguramente hicieron sus pedidos con anticipación a la casera, que las trae cada fin de semana para ser entregados en las mañanas dominicales con tiempo para ser preparados en sus cocinas para el almuerzo.

Los jóvenes estudiantes buscamos también ser partícipes de las mañana dominicales, saliendo de casa para la plaza y ubicarnos en alguna de las bancas favoritas para nuestras tertulias domingueras y de paso en observancia de las gentes que transitan en ella, talvez de algún visitante extraño que llegado o esperando disimuladamente también ver si se puede en algún momento pasar a la jovencita que vigilamos sigilosamente desde allí, lejos, de la vigilancia de sus padres y que ya, sabemos que lo hará en alguna de las direcciones de las calles que es la rutina de sus andares dominicales que le descubrimos, ya, en busca del mandado hecho en casa y que aun ella, no sabe, que, en nosotros despertó ansiedades de llegar a ella para ver si en algún momento logramos ganarnos sus cariñosas atenciones.

Entusiasmados nos encontramos allí, alrededor de una banca junto con nuestro profesor de inglés Cesar Talledo, escuchando en la pequeña radio a transistores de onda corta que posee los comentarios que se hacían en los programas deportivos limeños que lográbamos captar en aquella mañana, con bastante nitidez y que giraban estas totalmente alrededor del debut del inicio de futbol mundial con el primer encuentro a cargo de el equipo anfitrión México y de el otro lado Rusia a escenificarse en el Monumental Azteca.

Mientras tanto la mañana se mostraba algo agitado en su comportamiento natural diario de la estación, pues había un inusitado viento recorriendo la ciudad que a veces levantaba polvo, por ahí, en, los pequeños remolinos que se formaban llamando la atención de el profe Talledo, un personaje de treintañera edad más o menos, según recuerdo y por lo vivido ya se anima a hacer un comentario no deportivo del momento y dice:

-         Creo que va a ver temblor…

La mayoría de los allí presentes ni se dieron cuenta de lo dicho por el profe, que pasó desapercibido seguramente aquel comentario para ellos, pero que para mí no fue así, porque, al instante recuerdo yo los golpes del fuerte aire de aquella madrugada, contra la puerta de mi dormitorio al final de la calle grande, como ya lo narré lineas arriba.

El incidente de esa mañana, quedo allí, y como es costumbre en el inicio de los veranos andinos de tardes soleadas de mayo, los retos deportivos de la juventud hechas de boca quedaban pactadas con anticipación para ser definidas en las tardes dominicales después del almuerzo en Cochapampa, hermoso campo deportivo coronguino, único en tota la región ancashina, que nunca pierde el verdor de sus alfombras naturales de la grama andina llamada picuyo, tan resistente para nuestro campo de futbol y muy dañina e invasora de los terrenos de cultivo agrícolas que siempre tienen que cuidarse a no dejarlo que les llegue y avance allí, malogrando los sembríos o espacios agrícolas.

Llegamos a Cochapampa a eso de las tres de la tarde junto a Calolo Ramirez, mi inseparable amigo de barrio, montados en la bicicleta Monark roja que teníamos y una vez descendidos de ella, me pongo a saludar a los que allí que se encontraban ya arrecostados algunos en el gras además de los muchachos y muchachas llegados también que charlaban o jugaban con algún balón suelto por ahí, mientras tanto Calolo aprovecha para darse vueltas en la bici e ir en busca de entregar los encargos de saludos enamoradores para la adolescente que allí se encuentra también y que no perdemos las esperanzas de llegar a conquistarla en algún momento que nos lo permita.

 3.15 pm. de la tarde…

Una vez vestidos con nuestra pantaloneta corta acostumbrada y calzado los chimpunes “Olimpicos” de moda que según el periodista Pocho Rospliguiosi de “Ovación” el programa deportivo más sintonizado del Perú de aquel entonces irradiado por radio el Sol de Lima, calzaban los jugadores de la selección peruana en el mundial de Mexico 70, chimpunes que gentilmente nos regaló Papá, comenzamos a escoger a los jugadores para nuestro equipo con los que querían ser participantes del reto futbolero a disputar nosotros en ese instante, despreocupados, como siempre lo hacíamos allí, todos juntos, cuando de un momento a otro en un raro ruido fuerte llegado en los aires y de paso el piso de gras del Cochapampa comenzó a temblar, a, moverse cada vez con más violencia, junto al gran ruido sordo y profundo salidos y llegados a nosotros de las mismas entrañas de las montaña perpetuas, si, de esas montañas que siempre contemplábamos en cada día de nuestras vidas, en nuestros diarios amaneceres, que nos enorgullecían sus verdores de sus cubiertas naturales, de, tenerlos siempre ahí, estáticos, fijos siempre en los horizontes de nuestras miradas cotidianas, y que ahora, este raro momento llegado los contemplábamos balancearse como barcos en gigantescas olas de un agitado de mar, como, simples e insignificantes objetos ondeantes de una desatada tormenta marina con inusitada violencia que hasta el helado y perpetuo nevado del Champara, la belleza resaltante del paisaje coronguino, ahora, es un insignificante objeto zarandeado, para ella.  

Todos los presentes, muy asustados dirigíamos nuestras vistas instintivamente a mirar a las ciudad desde allí, algunas de nuestras jóvenes amistades se arrodillaban pidiendo clemencia, pidiendo misericordia a Dios por esa furia desatada de la naturaleza, otros, impávidos paralizados asustados, como yo solo contemplando el horizonte agitado y rogando a que termine ya de moverse la tierra en nuestros pies, que nos hacía saltar una y otra vez, de pronto mirar cómo van apareciendo rajaduras en el gras, luego ver salir por ahí cerca de nosotros filtraciones y pequeños chorros de agua hacia arriba, como un geiser fantasmal brotando del gras mezclado de arena fina, en otros lugares hallar bolsones de gras con agua debajo de ello, formados bajo su alfombra verde que lo sentíamos hundir por nuestro peso al pasar por ellas, cuando huíamos de allí en busca de la ciudad una vez paralizado el movimiento telúrico.

Terminado el temblor a los pocos tiempos de la naciente calma implorada y concedida por dios y todos los santos llamados e implorados por todos los presentes allí, el cielo de todo el horizonte de la urbe coronguina, fue invadido de una inusitada nube de polvo gris surgidos seguramente de las tierras movidas y soltadas de las casas, cuyas paredes de adobes habían danzado, como danzas diabólicas inducidas por extraños poderes sobrenaturales, llegados repentinamente.

Todos los allí presentes en el campo del Cochapampa, comenzamos a correr y volver apresuradamente a la ciudad, yo monte la bicicleta junto a Calolo y emprendimos la vuelta a la ciudad y mis pedaleos ahora sobre ella, eran como nunca lo había hecho antes en busca de las calles que nos conduzcan a nuestras respectivas casas y averiguar de la suerte de los nuestros que allí quedaron cuando salimos. En el trayecto descubrimos que nuestras acostumbradas calles ya no eran las que hacía unos pocos tiempos atrás habíamos dejado, tuvimos que sortear caídas rumas de tejas rotas, adobes caidos de algunas paredes derrumbadas, maderos de las cornisas de las casas por ahí caídos también y mucho llanto desesperado y sufridos lamentos de las gentes por doquier, en sus puertas, asustados en extremo máximo por lo sucedido.

Llegué a casa y en ella no encontré a nadie, salí nuevamente ya en desesperación y para suerte de mis enervados nervios veo a mi madre con mi hermana y hermanito niño aun volviendo del rio, allí les había agarrado el temblor cuando por bendición de dios se iban a visitar a alguna amistad en aquella tarde.

Calolo, por su parte también verifico que su familia se encontraba bien y salió nuevamente en mi busca y me pide que nos dirijamos hacia la plaza, para averiguar de la gente mayor, si ya se sabían de algunas de noticias de lo sucedido. Lo que encontramos, allí también era una imprevista tarde de llanto y lamentos de las gentes, principalmente de las señoras y niños asustados. 

Por otro lado pudimos observar a algunos de los concurrentes mayores que allí se encuentran, manipulaban sus radios a pilas tratando de sintonizarlas en las radios más potentes de la onda corta del Perú que se pudiera captar en aquel entonces, para poder escuchar las noticias que se pudieran irradiar desde la capital de la república.

Lograda la sintonización de la radio buscada, estas informaban que desconocían aun el epicentro de la hecatombe, creían que Lima había sido el centro telúrico de lo sucedido.

A medida que fue avanzando la tarde se fueron enterando que nuestro departamento de Ancash, la situación pos temblor era mucho más grave, que la vivida en la ciudad capital.

Comenzaron a fluir masivamente noticias que daban cuenta con más horror que eran mucho más grave de lo que se pensaba allí.

En nuestro departamento ya había sido localizado como el epicentro del suceso telúrico y que esta  había sido de 9.8 grados en la escala de Richter, un sismo bastante grave, que tambien había hecho temblar a casi las dos terceras parte de los países de nuestro continente sudamericano de esta parte del Pacifico.

Entrada la noche, ya se escuchaban las noticias en las radios que daban cuenta de la desaparición de la bella ciudad de Yungay por un aluvión bajado de las faldas del nevado Huascarán.

Yo en algunos años antes tuve la suerte de estar en sus calles, en su mercado, en su plaza y que ahora al parecer ya nunca más estarían. Me comencé a imaginar aun que no era cierto lo que se decía, no se puede destruir una ciudad medianamente poblada tan fácilmente. Creia.

Entro la noche,  la gente estaba muy asustada por doquier en Corongo, esa aquella primera oscuridad natural llegada, fue diferente para todos, se armo toldos en los lugares abiertos de sus casas con todo lo que se podía tener a la mano para ello, se armó improvisados lechos y camas para pernoctar en ellas,  porque, las réplicas del movimiento telúrico eran muy fuertes y se repetían constantemente, previa llegada de un fuerte ruido y rugidos de en las profundidades de la tierra y replicados esos ruidos en los aires que llegaban a nuestros oídos como  mensajes de la muerte que atemorizaban de sobremanera a todos los seres vivos allí encontrados, incluidos las mascotas de casa, que lanzaban sus aullidos también, llenos de espanto.

Todo a partir de ese día cambia para siempre en las ciudades ancashinas, Corongo, quedo totalmente aislado en los primeros días o semanas posteriores al fatal sismo. Todo olía, todo se presentía, todo se sentía a muerte en nuestros alrededores a medida que las noticias llegaban a nuestros oídos.

Con Calolo siempre hacíamos recorridos por la carretera rumbo al Mirador, cuando se nos ocurría hacerlo en la bicicleta nuestra, como una manera de matar el rato.

Al segundo o tercer día de la hecatombe, le sugiero que nos vayamos al Mirador a ver que sucedía más allá de nosotros, en las profundidades lejanas de los andes, pues las oscuridades casi invernales ocasionadas por las nubes de polvos en los aires nos atemorizaban salir aún más lejos de la ciudad

Cogimos la bicicleta y nos dirigimos al Mirador. Lo que encontramos o mejor dicho lo que no encontramos más visibles que nunca fueron esas buscadas profundidades por nuestras vistas, porque estas habían desaparecido y se encontraban ocultas, bajo oscuros polvos acumulados en sus aires por los derrumbes ocasionados de las montañas como hacia La Pampa, hacia el Callejón de Huaylas, no se veía más esas cañadas y quebradas formadas por las montañas ancashinas.

Estas duraron varios días en despejarse.

A la semana del 31 de Mayo fatal, comenzaron a llegar los primeros helicópteros a Corongo, que para los que estábamos ahí, eran como unas esperanzas de alientos de vidas caídas del cielo.

Estas aterrizaban en Cochapampa, a donde corrían algunos de nuestros amigos en tropel a curiosear esos raros artefactos mecánicos voladores.

Calolo y yo les ganábamos a todos, porque siempre íbamos en bicicleta los dos para allí.

La plaza de Corongo una vez llegado la oscuridad se convirtió en el centro nocturno juvenil de total libertad para poder disfrutar de los amores escondidos que vivíamos en esa nuestra adolescencia, sin más luces que las linternas a pilas de los que las podían tener, caminando de la mano de ella entrelazados bajos nuestros ponchos como estratégicos protectores del frio y de nuestros mutuos amores. Que no olvidamos.

Los mayores salían tambien en busca de informaciones y consuelos por noticias recibidas en las radios que comenzaron a usarse como mensajeros por los familiares lejanos, que se encontraban fuera de allí, por diversos motivos.

Aunque muchos tambien salían para un encuentro marginal de amores con mucha mayor facilidad. 

El aislamiento total coronguino duró unos largos meses, solo se podía entrar o salir por medio de los helicópteros que llegaban con ropas donadas del extranjero o víveres y medicinas que escaseaban.

Las carreteras derrumbadas tardaron más de un año en ser rehabilitadas.

El ferrocarril del Santa quedo totalmente destruido por el terremoto y después también, aun mas, por el aluvión bajado desde el Huascarán en el cauce del rio Santa hasta Chimbote.

Yo, termine la secundaria ese año y en enero de año 1,971 enrumbe hacia la ciudad de Lima, en busca de los estudios que deseaba seguir y al encuentro con mi padre Francisco Nieves Rodríguez, que ya trabajaba en el poder judicial en la capital en la sede del Palacio de Justicia.

Cuando salí de Corongo, lo tuve que hacer a pie hasta Yanac, esperar algún ómnibus de pasajeros que bajase de Sihuas y que me traslade por el Callejón de Huaylas hasta Huaraz, la única ruta posible de tránsito a la costa.

Lo que viví en ese viaje recorriendo el Callejón de Huaylas, casi un año después del terremoto, fue atroz.

Yo conocía el callejón de Huaylas desde años antes del terremoto, inclusive viví y estudié el primero de media en el internado del colegio Dos de Mayo de Caraz, en el año 1,965.

Mi encuentro con esta nueva realidad del Callejón de Huaylas, me marcó de sobre manera en mi vida posterior, fue triste observar esas bellas ciudades desbastadas por el terremoto.

En Caraz la carretera pasa junto al cementerio, cuyos pabellones de difuntos estaban destruidos, con, los cajones de los muertos expuesto al aire libre, mostrando los despojos mortales de los difuntos al aire libre.

Pasar Yungay Hermosura era de difícil comprensión para mí, de entender de lo que es capaz de hacer la naturaleza con una ciudad si esta, está bajo sus bellas montañas peligrosas, ya no quedaba nada de ella, solo el cementerio estático allí en lo alto de una pequeña formación rocosa, erguida en medio de la nada ya seguramente estuvo resistiendo firme para que quede allí de los embates del violento del aluvión llegado desde las alturas del Huascarán.

Santo refugio de los pocos yungainos que llegaron hasta ahí, en busca de su amparo por sus vidas.

En fin, todo lo demás ya es ahora solo un recuerdo del pasado.

Hacen cincuenta años de los trágicas y fatídicas horas que vivimos un 31 de mayo de 1,970, cuando nosotros jóvenes aun la naturaleza nos mostrarnos su violencia destructiva que quedo gravado para siempre en nosotros.



Fotografias: 

https://www.facebook.com/corongoancash/



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Fecha Publicación: 2021-05-09T12:51:00.016-07:00

Había transcurrido varias horas de guardia, asignada, al pelotón de la SOES, de la Comisaria de Alcázar del Rímac en un Operativo de Bloqueo y Saturación en la entrada de la Av. 9 de octubre hacia la Plaza de Acho en control de vehículos de lunas polarizadas tareas asignadas con frecuencia por aquel entonces al personal policial, cuando al promediar la seis de la tarde sin mayores novedades resaltantes que informar a la superioridad de esa labor de aquel día y según él, esperaba que esta acabase en tranquilidad. 

De un momento a otro ve asomarse por la avenida que baja del límite con el distrito de San Juan de Lurigancho a un automóvil grande, de oscuras lunas polarizadas de esos que son usadas principalmente por gentes de un alto nivel económico, que lo alerta y silbato en boca, el Sargento 2do. de guardia allí hace un enérgico uso de ella y ordena detenerse con la mano, al movilizado, apoyado en la retaguardia de él por su Brigadier Superior al mando, bien apertrechado con el armamento apropiado en las manos y muy en alerta, pues eran los tiempos difíciles y violentos de terrorismo de los años 1,989. Años también del pleno desarrollo de la lucha antisubversiva de aquellos tiempos a cargo de nuestras fuerzas armadas y policiales, cuando un violento frenado algo aparatoso, detiene al vehículo y se acerca, él con las debidas precauciones policiales defensivas en ese tipo de intervenciones, viendo a medida de que se aproximaba al automóvil bajarse lentamente la luna polarizada del lado del chofer, no totalmente, a una media altura nada más, como, para dejarse ver algo de la cara del que maneja logrando reconocer de improvisto a una  conocida figura al volante cuyo conductor que sin antes de haber terminado el saludo de cortesía por parte de él, escucha, un enérgico reclamo decirle:

-         ¡Acaso no sabe Ud.! ¡Quién soy yo!

El, que por su preparación de control y vigilancia en estos casos de situaciones y a la vez que escuchaba ese fuerte reclamo de parte del que conducía el vehículo, echaba también una ojeada veloz al interior para no encontrar alguna desagradable sorpresa y antes de seguir indagando...

Volvió escuchar otro airado reclamo:

-         ¡¿Qué operativo esta usted haciendo y a cargo de quien está?!

Una vez que lo identificó plenamente el interventor policial y antes de que siga atarantándolo le responde:

-         ¡Soy el Sargento 2do. Ladislao Marreros Aranda perteneciente a la SOES de la Comisaria de Alcázar del Rímac señor! ¡Y estoy en un operativo de control y saturación en busca de armamentos y municiones que se puedan transportar en forma ilegal, por esta zona señor!

-         ¡Oiga Ud.!

-         ¡Alcánceme su carnet de identidad!

¡Diantres!...

¡Era el Presidente Alan García! Acompañada de su esposa la Sra. Pilar Nores, la que miraba los sucesos en silencio los arranques de egocentrismo de su marido.

 El interventor policial la saludo con amabilidad.

¡Buenas tardes señora!

No perdió el control por la situación improvista que vivía en esos instantes el indefenso Sargento,  ahora que parecían salirse de control para él, si no mantenía la serenidad debida, en tales circunstancias.

Pues la entrega de su carnet requerido por el Presidente Alan García, pensó le podía significar un castigo que le quería imponer Alan, por haber interrumpido su desplazamiento, en algún alejado y alto lugar del Perú, lo que presentía, este no está conforme con que le hayan interrumpido abruptamente en su libertad de tránsito, se decía para sus adentros, por donde le dé la gana, al que estaba acostumbrado, él, sin liebre de tránsito, ni aparente seguridad oficial, que lo acompañe.

 El Sargento en una inteligente salida de su seguridad, por conservar su destacamento asignado, acá en la capital le contesta:

-         Con todo el respeto que se merece Ud. Mi Presidente:

-         ¡No porto documento alguno por seguridad!

-         ¡Ordenado por mi  Comando, señor!

A lo que después de segundos de esa respuesta escucha con alivio a la Sra. Nores decirle a su marido:

-         Vamos ya, déjalo…

Alan García, seguramente ya satisfecho en su ego, sube la luna polarizada de la ventanilla lentamente y pisa el acelerador del motor del vehículo, haciéndolo rugir violentamente y partir raudamente, hacia el puente de Acho que da hacia la Av. Abancay, seguramente con dirección a Palacio de Gobierno.

No bien partió, llegaba retrasado su seguridad motorizada en busca del Presidente veloz que se les escapaba y que los habían perdido seguramente jugando con ellos al gato y al ratón, que era su costumbre hacerlo de vez en cuando, según comentaban en predios policiales siempre.

Recuperado el Sargento 2do de tal acontecimiento, voltea en busca de su Brigadier Superior y lo encuentra paralizado de preocupación, por el trance acontecido allí ante sus propios ojos, pues había sido testigo de un buen control de circunstancia imprevistas en la serenidad exhibida por el Sargento en ese operativo, que no lo podía creer.

El Sargento presentó su informe de la ocurrencia al Alférez a cargo del pelotón y este ordeno volver a la Comisaria de Alcázar para rendir cuentas al Comandante a cargo de ella.

Enterado el Comandante de lo ocurrido, para variar no se encontraba en su puesto en ese instante, lo hicieron por teléfono, ordeno retomar el operativo en Acho.

No le pareció relevante lo ocurrido.

Ese Sargento 2do. en aquel aparente intrascendente operativo de 1,989 es un ex alumno de nuestro glorioso colegio San Pedro de Corongo: Ladislao Marreros Aranda.

Quien comento este recuerdo vivido por él, al autor de esta nota narrativa, que resalto.



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Fecha Publicación: 2021-05-04T08:35:00.018-07:00

¿Se puede sentir más dolor en los actuales momentos de vida de la que se siente, día a día, casi, constantemente?

Hoy vuelve a llegar otra noticia fatal de algún conocido nuestro que acaba de fallecer arrebatado de la vida, en, una interminable cadena mortal uno tras otro, casi todos los días, casi todas las semanas, casi todo el año que no se detiene ya, en ella.

Había hecho referencia las circunstancias en que conocí acá en Lima, a Abad Gonzales, cuando en alguna vez de mi niñez me trajo mi padre a conocer la capital, junto a él.

Hace una semana lo recordé con la partida de Pepe Garay.

Conté las circunstancias de la visita que recordaba, le hicieron a mi padre una tarde antes de anochecer para entregarle un encargo a ser llevado a Corongo, para su hermano Oriol, muy amigo, de mi padre.

No me imagine nunca que, en poco tiempo, casi de una semana y media, más, tenga que agregar a él, en una narración de recuerdos que tengo guardados en mi intimidad de gente que conocí y me relacione en las circunstancias que la vida, nos da en los tiempos fijados por ella.

Corría el primer tercio de los años sesentas, recuerdo, que la familia de Oriol Gonzales y mi padre Francisco Nieves eran muy amigos, incluyéndonos los hijos de ellos, tan es así que hasta ahora conservamos esa amistad con Antonio, al que cariñosamente recuerdo yo como Antuco, con Manuel al que también, cariñosamente lo trato de Mañuco Gonzales Montes.

Recuerdo que a veces en algún día festivo, seguramente, ellos llegaban a la casa a disfrutar de un almuerzo que mi madre había preparado, principalmente, picantes de cuyes y en otras oportunidades disfrutábamos, las preparadas, por, la Sra. Cira Montes la esposa de don Oriol.

Recuerdo en alguna oportunidad haberlos escuchado hacer sus charlas amenas después del almuerzo, en una buena costumbre de aquellos tiempos, para asentar seguramente la comida, no bebían licor, disfrutaban de esas visitas, siempre en abstinencia. 

Entre esos recuerdos guardo siempre uno en especial, cuando para mí, alardeaban en adquirir un ómnibus de pasajeros, para formar una empresa de transportes coronguinos.

Paso el tiempo y lo hicieron realidad en el año 1,965 llego un moderno ómnibus verde anaranjado, con asientos “pulman” de 30 pasajeros, manejado y traído desde Lima por Abad Gonzales y en el frente arriba decía “El heraldo de los Andes”.

Entro en operaciones, en viajes de pasajeros diarios de Corongo a Yungaypampa, unos meses antes de la fiesta de junio del 65.

Yo en ese año estuve estudiando en el colegio Dos de Mayo de Caraz, no vi el acontecimiento familiar, por esa adquisición y puesta en trabajo de esa novedad coronguina.

Llego la fiesta de junio y por las cartas que me escribía mi madre, todo, iba muy bien en esos servicios, mi padre era el cobrador por aquellos tiempos en que estaba a cargo de ello, por circunstancias no laborales en el poder judicial, de él.

Unos días después de la fiesta llegan a mis oídos en el internado del Dos de Mayo, diciéndome que en Corongo había sucedido un grave accidente en la Culebrilla pero que no tenían datos específicos, de ello.

Yo que sabía de lo peligroso que es el pase de la carretera por la Culebrilla y por qué no me fue bien en mis evaluaciones del colegio, hacia el primer año de secundaria a la edad de 13 años +/- en un internado, aproveché de esa noticia y me escapé de allí, salí a la carretera caracina hacia Huallanca, en busca de alguna movilidad que me lleve a ella.

Una decisión no tan cuerda creo yo, hoy.

Era un poco más después del mediodía y por lo general a esa hora ya no había en esos tiempos vehículos de pasajeros, con esa dirección, pues solo eran en la mañana, cuando pasaba el “Expreso Turismo” venido desde Huaraz hacia Huallanca a dejar y recoger pasajeros y turistas hacia el Callejón de Huaylas, en su vuelta después del mediodía.

Ese día, tuve, la suerte de que pasara una camioneta de las oficinas del ministerio de agricultura en Corongo, creo que se denominaba CIPA, cuyos integrantes me reconocieron y me subieron a su vehículo, como un gesto de solidaridad seguramente porque ellos, que si sabían los detalles del accidente sufrido por Abad Gonzales y que mi padre también estaba involucrado.

Recuerdo haber llegado a La Pampa, ya, al atardecer y desde allí miraba la carretera de la Culebrilla y trataba de “ver” si podía, a aquel … “vehículo nuevo estrellado contra la peña”. Si, esa era la descripción que escuchaba, para narrar el accidente carretero, del momento.

Pasamos por el lugar descrito, este, era poco antes del fatal accidente del “Negro” Campos unos años, atrás, donde fallecieron todos los pasajeros si mal no recuerdo, era antes de bajar esa inclinada y peligrosa parte de la carretera con dirección a los baños termales de Pacatqui.

Allí, con mirar los bordes verticales que caen al rio Rupaj de unos cientos de metros, ya es aterrorizante, imagínense un accidente. Nadie lo contaría.

El relato del suceso que yo escuche en casa, por boca de mi padre, que estuvo presente, fue:

-     Bajábamos de Corongo lleno de pasajeros, que volvían de terminada la fiesta de junio, como siempre lo hacíamos con Abad al volante, y la tranquilidad de su manejo y control del Heraldo, cuando al acercarnos antes de iniciar la inclinada bajada donde se accidento el “Negro” Campos, yo, iba parado en la escalinata de subida al salón del ómnibus charlando con él, de las ocurrencias del viaje, cuando, de pronto lo veo en movimientos agitados con algo de nerviosismo a Abad, y, le escucho decirme:

-      ¡Agárrate Panchito! ¡Agárrate bien! ¡Me he quedado sin aire en los frenos! ¡Agárrate!...

Y de un violento giro a la izquierda, veo, que lo comienza a rosar contra la peña al Heraldo, por la parte delantera, por el brusco movimiento originado yo me fui contra el parabrisas del bus y estrellé mis manos contra ella, que se rompió y me hice algunas heridas cortantes, para suerte nuestra, logro su cometido, se detuvo el Heraldo, ante el horrorizado griterío de la treintena de pasajeros, que, bajábamos de Corongo.

Al final Abad, cuenta, que se percató en el manómetro de presión del tanque de aire de los frenos que esta indicaba poca presión en el tanque, y desesperado en ver que se acercaba la inclinada bajada del accidente del Negro Campos no le quedó otra opción de emergencia de hacer lo que hizo. Sino no lo hubieran contado.

Hoy que has partido a la eternidad Abad Gonzales Garay, vayan para ti, mis mejores recuerdos que guardo en mi intimidad siempre.

Fuiste el ultimo conductor vivo de esa generación de intrépidos choferes ruteros de trocha a Corongo, Sihuas y Pomabamba, de esa parte nor-oriental de nuestro departamento ancashino, de la gloriosa época del ferrocarril del Santa.

Descansa en Paz Abad Gonzales Garay!!!


De Izquierda a derecha, el que escribe, Víctor Villanueva, Abad Gonzales Garay, Raúl Garay que partieron a la eternidad también.

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Fecha Publicación: 2021-04-24T13:19:00.005-07:00

La primera vez que vi a Pepe Garay fue en Lima en los primeros años de los 60, había viajado con mi padre a esta ciudad y enterado de la estancia por estos lares de él, y seguramente también del pronto retorno a Corongo, Abad Gonzales y Pepe Garay llegaron a la casa donde nos alojábamos en Magdalena del Mar, en un vehículo pequeño como una Land Rover de la época, a dejar un encargo o encomienda para su hermano Oriol Gonzales en Corongo.

Seguramente pregunte quienes eran esos jóvenes a mi Papá pues no recordaba a verlos visto en Corongo y él me pormenorizó esa impronta visita hecha por ellos.

Vueltos a Corongo a los pocos años más también se fue a radicar allá Pepe Garay lo mismo que Abad Gonzales quien se encargó de la conducción del "Heraldo de los Andes", en sus primeros años de servicio de transporte coronguino de pasajeros.

Poco tiempo después cambiaron la ruta de viajes hacia Pomabamba desde Yungaypampa, la nueva ruta en construcción y seguramente más rentable para la empresa, allí trabajo Pepe Garay como cobrador algún tiempo.

Recuerdo una anécdota vivida con él en alguna oportunidad que baje a Yungaypampa con un encargo de mi padre para el, en la “Flor de Corongo” de Beto Manrique y en la vuelta hacia Corongo me vine en el “Heraldo de los Andes” que se iba hacia Palo Seco antes de Pomabamba con una treintena de pasajeros, nosotros en esos tiempos viajábamos cómodos en el techo del ómnibus.

La salida de Yungaypampa de esa ruta era apenas el tren dejaba los pasajeros a eso de las once o doce del día, mientras que para Corongo se salía a la una a dos de la tarde, entonces Pepe Garay me dice vámonos she en el ómnibus y te dejamos en Tres Cruces y de allí bajas a La Pampa, esperas a Beto Manrique a que pase y te vas a Corongo, te aseguro que vas a tener tiempo suficiente para esperarlo.

Acepte la propuesta y me monte en el ómnibus con destino a Pomabamba. Llegamos a Tres Cruces y me dejaron a la altura de un camino de herradura que bajaba para La Pampa y empecé a andar por esa vía estrecha e inclinada hacia abajo. Al poco tiempo comencé a sentir el calor del medio día de una zona cálida y lleno de vegetación seca de los áridos terrales y después de caminar un buen trecho me comenzó a invadir un poco de temor, por hacer esa improvisada aventura, que trataba de superar también dada la fortaleza de mi adolescencia, acostumbrado a andar por los silencios de los parajes andinos siempre y es así que me fui ayudando a superarlo, pero con las diferencias bien marcadas de las húmedas punas nuestras a estos territorios secos, áridos, feos con vegetación ponzoñosa, además de bichos venenosos escondidos en algún recodo o en el ramal caído que cruzaba el improvisado camino, me aterraban un poco, además de también superar la sed por un poco de agua fresca dulce que no la hallas por ahí, porque no son parte de estos áridos parajes, aunque si de aguas saladas abundantes como maldecidas por algún maligno Dios, para no ser tomado nunca por algún ser vivo alguno.

Al cabo de un cansado recorrido hecho llegué a encontrar la carretera de entrada a La Pampa y pude respirar con alivio el saberme que me encontraba allí, tal como me habían dejado arriba en Tres Cruces, sano y salvo que ahora miraba el trazo carretero que deje, como una huella borrosa en las faldas de las montañas andinas que sostiene al Champara.

Llegué a La Pampa, entre dos o tres de la tarde y efectivamente tuve que esperar sentado allí al pie de la carretera encima de una piedra blanca grande, de las que abundan por ahí un buen tiempo comiendo limas y pacayes para hacer menos tediosa el tiempo de espera.

Don Beto Manrique y su “Flor de Corongo” llego, lento, pero seguro como siempre lo hacia y me subí para ascender a Corongo con el.

Hoy que has partido para siempre, brindo este recuerdo como un homenaje póstumo a tu memoria.
Hasta siempre Pepe Garay.




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Fecha Publicación: 2021-03-15T08:52:00.008-07:00

La interminable cabalgata, emprendida desde las primeras horas del día y después de casi finalizar la cansada bajada del estrecho camino de herradura, desembocamos en la entrada de la calle que nos llevara a cruzar hacia el “canto”, acantilado pasaje que bordea la ciudad de Cabana, en el final de un largo viaje desde Corongo y de lento recorrido que atravesó la explanada alto andina del Tuctubamba.

La zona frígida ancashina de más de cuatro mil metros de altura con lluvias, truenos y de ponchos de aguas para la lluvia con la cabeza bien cubierta con cascos de exploradores extranjeros, para mayor protección, si, el momento del clima de la puna lo exige o como también bien abrigados en días soleados al paso por entre resplandecientes lagunas azules o plateadas, que vemos temerosos por su majestuosidad y que los fríos vientos que agitan y ondulan sus orillas en las pedregosas límites hídricos que se deja ver, en los tiempos del verano andino.

Esta planicie alto andina también es el habitad de aves nativas del lugar, que muchas veces el trotar de los caballos de herrajes rompen la monotonía desolada y de repente se les ve agitar violentamente las pesadas alas de las guachguas, escurridizas aves. que huyen de los lugares donde se encontraban en bandada para buscar una mejor ubicación entre los claros de los pajonales y seguir picoteando la grama, en busca de sus alimentos diarios, por haber sido invadido sus dominios, al paso de los viajeros que interrumpieron sus pacificas estancias.

Recuerdo que yo siempre iba pensando por ahí, a que llegase la hora de hacer una parada y buscar un lugar claro entre los pajonales para que mi madre tienda la lliclla y saque los fiambres preparados en casa antes de la partida que por lo general eran cuyes con papas sancochadas o ñuñas fritas con manteca, el cual degustábamos sentados alrededor de los potajes y las aguas calientes de panizara, contenidas en los termos, para ello.

La bajada al otro lado de la larga explanada andina es también lenta y a medida que se avanza en la amplitud del horizonte, se comienza a ver las tierras agrícolas lejanas en sombras de las distancias, a los pueblos que se asientan y que mi joven padre comenta que se encuentran allí donde señala con su dedo, en las lejanías bajas al final del departamento de Ancash y el comienzo del departamento de la Libertad que también contemplamos con curiosidad de sus existencias.

Seguimos avanzando cuesta abajo por el borde de una cañada y vemos que al fondo va discurriendo un pequeño cause de aguas que baja desde los humedales o lagunas desde las alturas del Tuctubamba y se interna entre las montañas y rio abajado a entregar sus aguas al Tablachaca que dice que es el rio, Hualalay.

Entre las faldas de la montaña también cruzamos una acequia canalizada de agua, cuyas tomas aprovecha los hídricos de las alturas y que le llaman la sequía de los Reyes, pues, dice, que esta canalización lleva esas aguas hasta las vaquerías de sus fundos en Huandoval para regar sus alfalfares del que se alimentan sus ganados lecheros, convirtiendo después sus lácteos, en quesos y mantequillas de reconocida calidad en la pequeña industria serrana que poseen.

Ya ingresados al último tramo de la bajada, se pueden apreciar el conjunto de techos rojos y blancas paredes a la ciudad de Cabana, allí abajo, entre las faldas de las montañas con lado a la costa del Pacifico, al cual nos vamos acercando al final de la tarde, lentamente, pero seguros de estar allí ya al trotar cansado de los caballos, al final del largo día de viaje.

El pequeño tropel de viajeros avanza en busca del calor familiar que extraña mi madre, al lado de los suyos, pues la responsabilidad laboral de mi joven padre, se ve obligada a hacerlo cuando las vacaciones escolares de nosotros en Corongo, lo permiten.

Los bulliciosos herrajes de las parsimoniosas cabalgaduras en un acompasado trotar por las empedradas calles de Cabana, despiertan las curiosidades de algunos primeros personajes que encontramos en ellas, que no conocemos en esta nuestra corta edad, pero, nos llaman la atención por su diferenciado tono de hablar al dar un saludo de bienvenida a nuestro paso.

Algunos nos observan estáticos desde las puertas de sus casas nuestro ingreso, lanzando miradas curiosas, habidos en descubrir en el pelotón de los llegados a alguien conocido y que luego de una auscultora mirada, reconocen a mi madre bajo el casco de viajero que lleva puesta para la lluviosa travesía realizada, intercambiando saludos de familiaridad con los que a primera vista la identifican.

En nuestra inocencia infantil vamos descubriendo a medida que cruzamos la ciudad unos carteles de los comercios que no son pocos, e indican una pujante actividad económica resaltante a la vista, que seguramente es consecuencia de ser la capital de la provincia de Pallasca y el paso de los negocios mercantiles en esta zona norte, de nuestro departamento.

Nuestros enrarecidos pensamientos se van perdiendo en imaginarias visiones de la llegada a casa del abuelo Florencio que tan presente lo tenemos por mi madre y las bienvenidas cariñosas con que nos recibirán la mama Laura y seguramente el primo Lorenzo que de seguro ya se enteró de nuestra llegada, pues el vive al costado de la casa del abuelo y también de Jishu, contemporáneo vecino del frente de vivaces conversaciones y notorio dejo típico de la zona, cuando desensillemos en el patio del aposento familiar.

Una vez llegados y después de las alegrías desatadas por la familia materna, las inquietudes de nuestra niñez hacen las primeras exploraciones a la vivienda familiar para averiguar qué hay de nuevo para nosotros, que podamos divertirnos en su momento. 

Las penumbras de la noche van ganando presencia y una vez instalados en la habitación de soltería de mama, luego de la agradable cena, contemplaremos desde la ventana las siluetas oscuras de las lejanas montañas dibujadas en el estrellado cielo nocturno, donde se ubican las minas de Quiruvilca en la Libertad, explotación minera donde trabajo papa Florencio en el taller de herrería y mecánica de banco, oficio que también ejerce en el taller que tiene montado en el primer piso de casa. Un vago recuerdo de haber estado traveseando allí, invade mis pensamientos ganándome así el cansancio por aquella noche y rendido quedo en los brazos de mis sueños. 

Los primeros rayos matinales que se filtran por las rendijas de la ventana de la oscura alcoba, acelera nuestro temprano despertar e inquietan nuestros pensamientos para visualizar cuando abramos las puertas de la ventana, que nos encontramos lejos de nuestra habitual residencia, pues la casa del abuelo a la salida de la ciudad allí junto al rio, nos ubica en un bello escenario de multicolores matices andinos de la verde y alcanforada vegetación, acuarela perfecta que el bello fondo azulado y límpido cielo serrano resalta y que nuestros ojos disfrutan de este esplendoroso paisaje.

En el entablado del segundo piso se escucha el andar de los pasos seguramente de la mama Laura, que luego de haber ido a inspeccionar el avance de la molienda de los granos  abastecidos en la tolva del molino de piedra que tiene en el fondo de su residencia junto al cauce del rio, ha vuelto ya para preparar el desayuno de fresca leche y deliciosos  panes, amasados por sus manos en sus artesas de madera y cocidos en el horno de barro, allí en el patio de la casa por ella, manjares que disfrutamos junto a porción de chicharrones de “coche” que servidos esperan en la mesa de la cocina.

Engreimiento que solo las abuelas saben preparar.

La mañana soleada propicia nuestras inquietas observaciones a lo que nos rodea junto al primo Lorenzo, que vino a visitarnos ni bien amaneció en su curiosidad infantil, de saber algo de nosotros y de nuestra lejana residencia habitual.

Hacemos un recorrido por la residencia del abuelo y me comenta que allí tras el portón que observamos se encuentra el taller de papa Florencio. Mi curiosidad es mayor a cualquier advertencia que me hace para no entrar allí, porque es un lugar casi sagrado para él, que nunca se atrevió a ingresar por el respeto que le tiene a su tío Nesho, diminutivo con que identifica a mi abuelo.

Sus advertencias son demasiadas tardes porque yo ya entreabrí el portón y la penumbra de la luz que se filtra en el oscuro ambiente, me emociona sobre manera porque nunca había estado en un lugar igual al ver las maquinas del taller estacionadas allí a la espera de entrar en acción para taladrar o moldear las piezas en el pesado yunque, o, en el pesado banco de trabajo lleno de herramientas menores que manipulo con singular aprecio, disfrutando esos momentos y que seguramente han sido transmitidas en mis genes, como herencia familiar materna.

En unos rudos andamios que rodean aquel lugar, observo interesantes piezas de desarmados tecles, que nos pueden servir como ruedas para construirnos un pequeño coche al que podamos montarnos y divertirnos en las polvorientas bajadas del camino que pasa delante de la casa.

Descubro un montículo de trozos rocosos negros y brillosos al fondo del lugar, que luego me enteraría que es carbón de pierda, y que me sirven de impulso para de un felino salto me adhiera con las manos a un redondo y largo palo de madera que atravesaba el lugar y siento que esta sede en forma de palanca y al mismo tiempo se escucha un violento ruido a medida que bajaba, como el bramido de un toro allí cerca a mi en franca pelea que me aterroriza cayendo en un trastabillado movimiento al piso y cuando volteo en busca de la entreabierta puerta para huir de allí puedo ver que el primo Lorenzo también salía despavorido como alma que el diablo lleva hacia la luz del patio al que llego agitado y asustado y me dice:

-         Cho… ¿Qué has hecho? -Me increpa

No tenía explicación a mi travesura infantil que un simple salto y ágil adherida de un palo que los aires cruza hasta que me vuelve a decir:

-         Oe cho… creo que has bajado la palanca de la fragua de tu abuelo y  que acciona el pulmón de cuero que se encuentra atrás…

¿Fragua? pero si parecía un bramido de toro…

Después de un momento de cavilaciones le digo vamos a ver de qué se trata y el, un poco temeroso aun me sigue dudoso pues a mí también me embargaba el temor, pero no se lo hacía notar para que me acompañe en reingresar al oscuro ambiente y averiguar la razón del violento ruido. 

La tétricas sombras reinantes allí atemorizan, nuestras infantiles curiosidades, pero llegamos hasta el fondo del taller y observo que se trata de un gran “pulmón” de cuero que accionada por los mecanismos de la palanca de palo en un subir y bajar del cuero almacena bocanadas de aire y las lanza a la hoguera del carbón de piedra de la máquina para oxigenarla y así fortalecer el fogón y poner al rojo vivo las piezas de metal a forjarse en el menor tiempo posible, labor que mi abuelo realiza cada vez que lo requieran.

En un viejo estante descubro diseños de máquinas en papeles especiales y además una colección de la revista especializada de Mecánica Popular, publicación norteamericana de la que el abuelo era un fiel suscriptor por la forma en que la tiene archivada y al ojearla descubro como el santo grial de los diseños de construcción fácil y explicada de juguetes infantiles, fabricadas con las pocas herramientas que se puedan poseer.

Creo que estoy en el paraíso de la diversión precoz.

El abuelo durante la semana se encontraba en su fundo de Waybara que atiende, ubicada en la zona templada a unas horas de Cabana siguiendo el curso del rio que desemboca en el rio Tablachaca en el límite de los departamentos de Ancash y La Libertad.

Así que por ahora somos los dueños del taller y ponemos nuestras pequeñas manos a la obra y al cabo de unas horas de construcción tenemos un “carro” de cuatro ruedas de fierro, con dirección incluida, para la diversión.

Nuestro amigo y vecino Jishu vive al frente de la casa del abuelo, en una elevada ubicación y en una amplia loma, que terminan en verticales acantilados como paredes del rio Cabana que se va perdiendo en sus profundidades, nos sirven de ideal terreno para construir nuestras “carreteras” por donde haremos transitar el rodante juguete, en interminables horas de diversión.

Llegado el abuelo el fin de semana desde su fundo que posee y atiende se entera de que cogimos las piezas de repuestos que almacena y que son de difíciles obtenciones en los perdidos pueblos de nuestros andes, porque esas son piezas que cuida para solucionar requerimientos de esporádicos clientes y que cogimos si autorización alguna. Pero seguramente sonreirá al ver nuestros juguetes de ruedas, que descansa en un rincón de su casa, esperando un nuevo día para volver a rodar.

Los conocimientos adquiridos en las minas de Quiruvilca le han servido para construir también el molino de piedra, que la mama Laura administra, movido por la fuerza hidráulica y canalizada en una casi vertical caída de agua que trabaja día y noche y que ella atiende según el requerimiento de molidos por su clientela ayudando así también al sustento económico de casa, servicio, ininterrumpido que da la abuela para satisfacer las escaseces de las harinas alimenticias de sus clientes, que lámpara en mano a medianoche ella, hace un chequeo en el avance de la molienda ver a la rueda de piedra ronronear  con el grano en constante giro del molino del granito y que nunca deben quedarse sin ellos, para no sufrir dañinos deterioros.

Alguna vez nos atrevimos a caminar junto a ella, en altas horas de la noche, más por la curiosidad de sentir a estas viejas máquinas hidráulicas trabajar en las oscuras noches andinas.

Las vacaciones escolares se van acabando y las diversiones infantiles en la tierra de mi madre también, el retorno a Corongo se acerca y nuestra vuelta será por la costa. Tomaremos el servicio de transporte de pasajeros que nos llevara hasta la estación de Quiroz en unas cuatro o cinco horas de viaje para abordar el tren que nos transporte con dirección a Chimbote y al día siguiente tomar el tren de pasajeros de Huallanca para llegar hasta la estación de Yungaypampa y de allí tomar el ómnibus a Corongo.

Corolario de viajes que guardamos en nuestra memoria por haberlas vivido a plenitud, en tiempos de nuestra infancia y que ahora la recordamos con cariño, pese al tiempo transcurrido.    














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Fecha Publicación: 2021-03-07T13:35:00.004-08:00

Caminito estrecho al pie del Llacllacán, que la incertidumbre del final de la monótona tarde, ve pasar por su sendero el andar del grupo de adolescentes que vuelven de matar el tiempo en sus faldas sin mayores sobresaltos ni novedades que comentar, pero que ésta en un instante desaparece dando paso a la rápida inquietud de la adrenalina juvenil en vivir una riesgosa aventura, tras la observación de un grupo de aves domésticas en un corral ajeno, que, se alistan a descansar trepados en los palos de la improvisada jaula custodiado solo por un oxidado candado adheridos a las argollas de metal fijadas en la tranca, como única seguridad existente. Que no será garantía de seguridad para ellos, apenas, la penumbra de la noche haya ensombrecido las últimas luces del sol.

Dos prendedores de negro metal delgados de pelo de mujer, son suficientes ganzúas para violentar las trabas de la seguridad del candado, habilidad de pocos, pero suficiente para dar paso a los adolescentes que avanzan silenciosos allí, para capturar un par de robustas gallinas, que cacarean asustadas, por la interrupción de sus descanso nocturno, reacción tardía de ellas, porque el poncho habano silencia toda bulla de las aves capturadas, en la violenta incursión pese a la protesta inicial del gallo del corral, también.

La retirada de la enclaustrada jaula improvisada de las aves de corral también es silenciosa, como cuando llegaron, pero más apresurados para alejarse del lugar y dirigirse a la casa de Fili, ahora ya en busca de la cocina de su hogar, cuyos padres le encargaron que vigilara la vivienda familiar hasta cuando vuelvan de las cosechas y que por esta noche, él, decidió que sean encendidos los leños y carbones de la cocina para la preparación de una agradable cena improvisada y aventurera en ella, cuya recompensa será un sabroso platillo de caldo de gallina hecho por ellos.

Tareas de cocina que se han dividido para que ninguno se queje, en el mancomunado trabajo culinario que les espera.

Chulluc atiza el fuego de los trozos de leños a todo pulmón, para que aumenten la fuerza de las llamas del fogón, que tardan en hacer hervir la olla de agua que recibirá las presas de las aves sacrificadas y que fueron preparadas ya por Edwin “Shiguina”, que siempre comenta saber de estos menesteres.

El lento cocido de las carnes en la olla, desespera a ratos a los adolescentes por verse servidos en los platos de loza, que sobrepuestos esperan en la mesa de la cocina el oloroso hervido saturando el ambiente con sus agradables olores, originando el humedecimiento bucal de alguno de ellos exige apurarse con los fuegos de la olla de barro, pujante en calores de los leños secos de eucalipto.

La tranquilidad de la noche transcurre sin sobresaltos, cuando de un momento a otro se escuchan fuertes golpes en la puerta principal de la casa, que da a la calle, poniéndoles en asustada alerta, incluyendo a Fido, mascota que en estática posición debajo de la meza esperaba que se acuerden también de él y lo incluyesen como uno de los partícipes de la cena, pero, que ahora sale en fuertes ladridos para averiguar el atrevimiento hecho por el desconocido visitante tocando la puerta, situación inesperada para todos ellos que los pone nerviosos y  los obliga a pedir al que más cercano este en la olla hirviente bajarla rápidamente de la cocina para tratar de ocultarlo en un lugar seguro, por la imprevista situación presentada. Aunque será imposible que el aroma de los vapores de la sazonada olla ha saturado el ambiente y es motivo de preocupación también… Porque no hay forma de disiparlo.

Fili, aseguro que nadie los interrumpiría en esa noche en casa y que los golpes secos de la puerta, los niega, esa certeza precedida.      

Sale, con temerosa preocupación y abre la puerta principal que da a la calle, preguntando de quien se trataba, cuando dé un paso apresurado y casi violento hace su ingreso Juan de Dios, Policía amigo de casa encontrándose con ellos que habían salido apresurado en una disimulada alerta, casi todos juntos a la puerta de la cocina, y ante la curiosidad por su presencia que le hace Chulluc, le contesta en forma picaresca el, y le dice que su “abuela le había dicho que estaba muy preocupada por él y lo había mandado buscar”.

Respuesta sospechosa e inquietante para él, pues su abuela también se había ido a la chacra a cosechar.  

Un poco incomodos, por la acuciosa mirada de Juan de Dios a todos los rincones muy cerca de la cocina, no se le ocurre otra cosa a Chulluc, que aumentar el volumen del viejo radio a pilas de onda corta, que se encontraba junto a ellos y que en esos momentos transmitía casi en forma nítida “La Voz de Los Estados Unidos de América” con los comentarios en vivo, sobre el alunizaje del “Eagle”, máquina humana que se había posado en el satélite natural de la tierra, poniendo al hombre por primera en el suelo lunar. Hecho histórico de gran interés mundial del momento, que frena un poco la inquietante curiosidad del intruso, que sin interés en el histórico acontecimiento, y para alivio de ellos, opta por emprender la retirada e inicia el camino hacia la puerta de salida, cuando en forma inesperada pasa entre sus piernas Fido, que también va buscando la calle en veloz huida con un pedazo de carne de gallina cruda que encontró y que había estado esperando cogerla, en el primer descuido de los improvisados comensales, para devorarlo con tranquilidad allá afuera.

El acucioso intruso se percata de la salida apresurada de Fido, pero  sin lograr distinguir lo que lleva el animal en la boca, por la oscuridad de la noche.

Fili, logra observar que su perro tiene un trozo de presa entre los dientes, lo contempla en silencio por la situación inesperada, teniendo que hacer un disimulo, para no hacer notar el temblor de sus piernas, por los aprietos en que se encuentra.

Juan de Dios se detiene, Fili, aguanta la respiración por un instante y al cabo de un momento interminable de tiempo para él le escucha preguntarle, si su hermana Genoveva ya había regresado de las cosechas. Pregunta que alivia la tensión desesperante a punto de delatarse ya, y que responde que no, que todavía no volvían de las cosechas.    

Tranquilizándolo al fin, y cerrando rápidamente la puerta, para volver en apurados pasos a la cocina, en busca de la olla del hervido, para ponerlo nuevamente al fuego y ante las preocupaciones de los otros dos adolescentes, por saber si habían sido delatados, se encarga de poner la tranquilidad del caso, no sin antes comentar del “robo” hecho por Fido :

-Oe she en mi naríz pasó el “desgraciao” menos mal que Juan de Dios, es medio ciego, porque si no terminamos la noche en una  “tragedia” carajo…

Dados los tiempos de cocción de las carnes y comprobada su suavidad para ser ingeridos y después del susto, vino la agradable cena con la repetición incluida, que satisface así las inquietantes aventuras juveniles por disfrutarla, con el comentario infaltable de que no todas las noches se come un apetitoso caldo de gallina ajena en una fría noche coronguina.

Posdata:

Al emprender la retirada de la casa con la barriga llena y el corazón contento un acuerdo final como advertencia:

Ningún comentario al día siguiente en el colegio por la aventura vivida.

Palabra cumplida al pie de la letra por ellos, porque acabo de enterarme de esa faena juvenil casi cincuenta años después por boca de uno de los protagonistas de la agradable cena, al que no tuve invitación.

                     




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Fecha Publicación: 2021-03-06T18:07:00.000-08:00

 Tema: I CONVERSATORIO: CORONGO Y SUS ATRACTIVOS TURÍSTICOS

Fecha: 7 mar. 2021
Hora: 11:00 a. m. Lima
ID de reunión: 854 4623 8514
Código de acceso: 343366
Móvil con un toque

+12532158782,,85446238514#,,,,*343366# Estados Unidos de América (Tacoma)
+13017158592,,85446238514#,,,,*343366# Estados Unidos de América (Washington DC)
Marcar según su ubicación

+1 253 215 8782 Estados Unidos de América (Tacoma)
+1 301 715 8592 Estados Unidos de América (Washington DC)
+1 312 626 6799 Estados Unidos de América (Chicago)
+1 346 248 7799 Estados Unidos de América (Houston)
+1 408 638 0968 Estados Unidos de América (San Jose)
+1 646 876 9923 Estados Unidos de América (New York)
+1 669 900 6833 Estados Unidos de América (San Jose)

ID de reunión: 854 4623 8514
Código de acceso: 343366

Encuentre su número local: https://us02web.zoom.us/u/kxB3i3zDt
Nota: Para poder ingresar a la plataforma del Zoom deberán estar registrados con nombre y apellidos


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Fecha Publicación: 2021-03-06T17:53:00.003-08:00

¡¡SOY CORONGUINO SEÑORES!! 

Levanto mis manos al cielo,
Y fijo mi mirada,
en algún punto del infinito cielo,
ahí donde tengo la certeza,
está el trono de Dios.
¡abro mis labios!
y desde lo más profundo e intimo,
de los sentimientos de mi corazón;
brota mi voz en clamor;
son mis plegarias, de gratitud y de ruego,
¡al Dios vivo que adoro!
pidiéndole, por mi siempre recordada y
querida, tierra de Corongo.
pues llevo el sello del linaje,
en mi corazón y en mi piel.
¡¡ PORQUE SOY CORONGUINO SEÑORES ¡!

En Corongo, Dios me dió el gran privilegio,
de lanzar a sus aires, mi primer llanto.
en Corongo, vi por primera vez la luz del mundo.
¡Ahí están guardados!
mis más bellos recuerdo de infancia.
¡Ahí están guardados!
muchas vivencias inolvidables,
de mi época de colegial.
épocas maravillosas de mi vida.
¡¡PORQUE SOY CORONGUINO SEÑORES!!

Corongo, es un pueblo privilegiado de Dios.
porque por su suelo pasó,
sus más finos pinceles,
untadas con ternura,
con las acuarelas de su amor;
plasmando unos paisajes de ensueño;
que fueron, son y serán,
fuentes vivas de inspiración,
a poetas, literatos y compositores.
soy testigo fiel de ello;
¡¡ PORQUE SOY CORONGUINO SEÑORES !!

En Corongo, se respira aire puro,
aire serrano, aliento de Dios.
respiramos, aromas de muña,
panisara, cedrón, eucalipto,
molle y moras silvestres,
en sus campos y jardines,
las flores sueltan sus aromas,
que destilan por sus xilemas,
que arrastrados por los suaves vientos;
llegan al olfato en olor fragante,
agradable y grato.
lo que hace gritar a mi razón;
¡Que Corongo, es un pedacito de cielo en la tierra!
¡¡ PORQUE, SOY CORONGUINO SEÑORES !!




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Fecha Publicación: 2021-01-26T08:45:00.014-08:00

En la inmensidad de los andes peruanos hay un hermoso valle alto andino, que esta acuartelada entre unas colinas verdes, los que la habitan lo llaman el Callahuaca, el San Cristóbal y el Llacllacán.

Estos, sus naturales guardianes eternos que vigilan a la pequeña ciudad enclavada en este valle, tiene también un pequeño rio que la cruza y que baja siempre en murmurantes voces casi imperceptibles, escondidas entre los chungos, en hablares como en silencios, como para no interrumpir los quehaceres de sus vecinos.

Esta pequeña ciudad casi acuartelada en su ubicación andina, también deja contemplar al sur en la inmensidad de las oscuras moles de los andes al pie del cielo serrano, a una última piramidal cumbre nevada de la cordillera blanca, inamovible, estática, eterna, en un inalcanzable tiempo infinito para ser contemplada siempre desde todos sus rincones y caminos en el diario trajín de tus gentes.

Su urbe está cubierta en sus calles y jirones con una infinidad de entretejidos chungos, trabajados por hábiles artesanos con las piedras extraídas de su rio y que seguramente fueron rodadas desde sus orígenes en las alturas; es el añadido perfecto para el andar de los suyos.

Su colonial diseño urbano de la típica ciudad andina de siglos pasados, hecho por sus antiguos moradores, la muestran en sus bien distribuidas manzanas de casas tradicionales, serranas, en paredes de adobes y fachadas blancas con grandes portones en cepillados maderos de tablones de eucalipto, extraídos de sus campiñas, en techados con tejados rojizos, acabado dado por la cocción hecha en su fabricación para endurar sus revestimientos por sus artesanos, que dejan ver también al paso del tiempo en la mayoría de ellos su cambio de color por la invasión sufrida por los musgos que la pueblan y la cubren, haciendo de ellas, una encantada atracción mágica para buscar siempre el retorno de los que se fueron alguna vez por múltiples razones, pero que sus recuerdos vividos en sus suelos, hacen que la vuelta de sus errantes hijos hacia ella, sea una peregrinación obligada para acudir siempre a sus  bondades.

En esta pequeña ciudad andina, las bellezas de las mujeres resaltan aun en ropas de faena diaria a la vista y sirven de inspiración inacabable para que los enamorados compositores, que hacen en las letras de sus canciones hermosos poemas de amor, declamadas con instrumentos musicales en alguna oscura noche bajo el balcón de la pretendida amada.

Cuantas veces se toma la decisión de ir en busca de ella, por algún tímido pretendiente, después de brindar los humeantes vasos de un cargado y caliente gro, bebida espirituosa que a veces despierta a exponer las ocultas pretensiones amorosas, que su sufrida alma esconde. No importa aun la integridad física, el saberse aún, que pueda haber violentas reacciones del virulento padre que posee.  La osadía de una juventud llena de ilusiones amorosas sin límite lo arriesga todo, aun sabiendo que las bullas musicales de en medio de la fría noche, despierten al furioso patriarca de casa de sus profundos sueños y salga violentamente dispuesto a hacer justicia con sus manos y palos, ante los irreverentes mozalbetes que interrumpieron su  descanso.

Este pequeño pueblo perdido en los andes tiene un 29 de junio como el día central de las fiestas patronales, que es su tradición folclórica más sagrada en honor del patrón tutelar de su religiosidad, el apóstol San Pedro. Ese día, un enjambre de sus hermosas pallas pueblan tus principales calles en agitados tronares de macanas y cajas, de sonidos inconfundibles salidos de las flautas de sus chirocos, que marcaran los sincopados y rítmicos pasos de la danza femenina característica y que en  otros momentos de su historia folclórica también alcanzó la gloria de los cielos, al ser elegida esta, en el más grande certamen de la belleza femenina a nivel internacional de la Miss Mundo, como la vestimenta folclórica más bella del orbe, cuando la vistió y exhibió la representante peruana en 1,982.

También ahora esta pequeña provincia andina tiene otro gran reconocimiento internacional entregado por la ONU, a ella, como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, un galardonado acto y hecho por la conservación del medio ambiente, pues la tradicional autoridad de los "Jueces de Agua" en la administración de los recursos naturales trascendió las fronteras y la ha lanzado a las vitrinas del mundo, como una antiquísima tradición andina de ejemplo y respeto por la naturaleza nuestra, venida a menos en estos tiempos por las destructivas manos del poder irracional del hombre a la conservación de la vida en nuestro planeta. En nombre de la prosperidad económica.

En este pequeño pueblo andino también cuando llega el mes de octubre los Shajshas, danzantes guerreros, salen a las calles a rendirle pleitesía a San Francisco de Asís el añamarino, esta su ancestral y vigorosa danza guerrera recuerda a los indomables y primigenios hombres que la poblaron y evidencian ahora que no fueron fáciles de avasallar. 

En este pintoresco pueblo, en diciembre en la navidad del niño Dios, es momento de sacar los guardapolvos blancos de los baúles y buscar las mascaras y echarse a danzar al son de del flautín y la vibrante tarola, junto a las pastoras y que seguramente más de uno de los osados muchachitos que forman las cuadrillas de danzantes, las galantean con ilusionados saltitos danzarines y voces impostadas para no ser reconocidos y así no hacerse notar por ahora de los primeros palpitares amoriles que nacen y que está allí, junto a ellas en busca de un primer beso de estreno vivencial del despertar de la vida.

Por ultimo, en este generoso rincón del ande en la primera semana de enero, los nuevos Jueces de Aguas, toman posesión de sus puestos de máxima autoridad administrativa de los recursos naturales hídricos de la ciudad, que se encargaran entre otras tareas encomendadas también, en organizar todo el calendario festivo anual de la ciudad y para iniciar sus  estrenados mandos hará saber con el tradicional tantanán retumbando en cada una de las esquinas requeridas, que se cita a todos los hombres a realizar la tradicional “republica” que es como una especie de orden para realizar la limpieza de los principales acequias y represas de las aguas para el regado de los sembríos. Las mujeres se encargarán de llevarles los almuerzos a todos los "republicanos" y al final de la tarea se volverán del brazo de ellas en un acompañado baile de algarabía por la tarea cumplida.

Hoy en sus 78 años de fundación política como provincia, Corongo seguramente no habrá superado los muchos problemas que aun lo agobian, pero siempre habrá la esperanza de que algún día saldrá de ese olvido en que se encuentra.  Muchos hijos del ayer se fajaron por ti, como se fajan los de hoy y con las esperanzas de que también lo hagan los del mañana, para alcanzar mejores metas.

Son nuestros mejores deseos por los que siempre te queremos y añoramos tierra bendita.




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Fecha Publicación: 2021-01-26T05:35:00.003-08:00

 La reflexión de esta fecha histórica es conmemorar una reivindicación por el tácito despojo que en 1901, 

sufrió Corongo al perder la categoría de Capital de la Provincia de Pallasca, cuando una villa de menor 

nivel es nombrada por el presidente Romaña, en reemplazo de la Ciudad de Corongo, cuando el alcalde 

era Manuel Modesto Garay Bulnes y el teniente alcalde era Ezequiel Olivera Bernuy.


Corongo en el siglo XIX fue un importante pueblo, que pasó luego a villa y finalmente a ciudad, por el 

considerando, que el comercio e industrias de la villa de Corongo, capital de la Provincia de Pallasca, han 

tomado un incremento notable.


En la colonia era una población importante con industrias de tejido y telar importantes, bastante 

hermanados con Pallasca, en especial con Tauca.


Nuestra herencia cultural Tapca, Recuay, Chavín, Koriyunga, Wari, Llacuas, e Inca, nos llega aún en los 

quehaceres diarios, música, danzas, los jueces de agua, pallas, panataguas, danzantes shajshas, etc., 

unidos con la influencia hispana, africana y asiática, que se notan muy sutilmente.


La pregunta final es ¿cómo enfrentaremos el estancamiento de Corongo después de la pandemia 

aprovechando los logros culturales de la Provincia?


Lima, 26 de enero de 2021

Gilbert Collazos Garay




Frank Collazos Garay, en la Guitarra (El Olivo verde) dedicado a Corongo
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Fecha Publicación: 2021-01-24T11:44:00.012-08:00

El aroma del pan en proceso de cocción que escapan de las altas temperaturas almacenadas en el tradicional horno de barro serrano, alertan en cada tarde los sensibles órganos olfativos de los moradores vecinos y también de los ocasionales caminantes o pasantes por el pequeño negocio familiar, que les recuerda la pronta puesta en venta los apetecibles y calientes panes hechos allí.   

Este agradable olor desprendido en la cocción de las harinas y aguas con esencias aromáticas preparadas y amasadas con temprana anticipación, es el corolario de los exactos pesados de los molidos, azucares, mantecas, y huevos de corral, para que el tradicional producto panificado sea puesto en cada tarde al mostrador de expendio de la pequeña panadería andina, a la espera de apetitosas y jugosas bocas que seguramente se apresuraran para ir en busca de ellas, pues es una de las gastronómicas costumbres que persisten aun en el finalizar de las frías tardes en los pequeños pueblos andinos. Una tradición provinciana diaria que se disfruta junto a hirvientes tazas de infusiones nativas como el aromático arbusto alto andino ancashino del panizara o quizás también de las hojas de cedrón crecido en el huerto familiar de casa.

La preparación de los exquisitos panes andinos, consumidos como costumbre gastronómica en cada atardecer diario para mitigar hambres de media tarde, acompañado siempre una buena tajada de queso serrano, preparado y venido de Aco o Cusca y juntada en la reunión familiar alrededor de la mesa, del poblador coronguino, se dio en el inicio de su elaboración, al comenzar el día, con el amasado de las harinas e ingredientes que le darán el sabor diferenciado de las preferencias del negocio familiar en venta.

En el pequeño taller, una tradicional artesa de madera pulida ya de tanto ser utilizada, interviene como el contenedor indispensable de los ingredientes de los productos a amasarse de acuerdo a las cantidades establecidas de los insumos por las posibles probabilidades de venta del día, para luego pasar la pegajosa mezcla a la mesa grande del taller panificador  a seguir ser trabajados un poco más, para luego dejarlo reposar y que la levadura haga el primer trabajo orgánico químico que le corresponde en esa mezcla de la elaboración.

El siguiente paso de la diaria faena es hacer la elaboración de los bollos, que son pequeñas porciones de masa trabajadas con bastante habilidad con ambas manos por el maestro panadero y que serán las iniciales unidades formativas del pan a elaborar.  

El ayudante del taller se encargará de hacer la limpieza de la ruma de las latas rectangulares de los aceites a granel que se tiene para ser utilizadas untadas de manteca para evitar que se peguen, en el requerimiento del día e ir colocando y distribuyendo los bollos allí, donde le darán, el acabado final del producto a expedir en su forma y estilo acostumbrado a la clientela, para que reposen una vez colocados en los andamios del taller durante el tiempo que la levadura haga su segundo trabajo del final levantado de las harinas necesarias, para ser horneados.

Por otra parte, en el tradicional horno de barro se prepara desde muy temprano también, introduciendo al hogar una pequeña pira de leños de eucalipto, para dar inicio al festival de fuegos que se encargaran de elevar las temperaturas del horno y poder cocer así las latas de panes crudos que se colocaran en su interior, solo después que se haya barrido y limpiado el piso de ella con una escoba de hierbas santas los últimos carbones ardientes y cenizas que quedaron de los leños calcinados, que dieron en su combustión la temperatura necesaria requerida y comprobada con un probado de la temperatura con las manos extendidas en la puerta del horno por el maestro panadero, que le indicaran palmariamente que la temperatura ya es la ideal para el horneado final de las masas preparadas.

Es tiempo de colocar al calor las latas con las porciones de las masas dormidas del pan desde temprano en el interior caliente del horno, servicio que se hace ayudado de una la larga pala especial, hecha de madera y que el maestro panificador maneja con destreza para saber ordenar en él las latas con los panes en masa aún.

Llegada la tarde, los aromas escapados por los aires fríos de Corongo, se encargarán de llevar los agradables olores a la vecindad y hasta donde puedan llegar, auto promocionándose así, en cada día que la faena de elaboración del pan ha terminado y que pronto saldrán a la venta.

Con la última lata de panes sacados del tradicional horno de barro coronguino, aun en reposo al final de la tarde todavía conserva su calor, aunque en menor temperatura pero lo suficiente para recibir en su interior a un último encargo del día, un comestible vegetal delicioso que tiene que cocer y para el nuevo amanecer ya se habrá convertido sus fibras y líquidos en ricas mieles densas de inigualables sabores que solo una calabaza o chiclayo horneado guarda para pocos. Cuantas añoranzas albergamos los que a pesar del tiempo transcurrido, guardamos en lo más íntimo de nuestro ser.

Son estos los recuerdos que guardo de la panadería "Bethel" de mi madre en Corongo.  Aunque también recuerdo los pesados días que pasaba cuando la leña cortada de un gigantesco árbol de eucalipto llegaba en burros a la casa y eran amontonadas en el patio de ella y si yo estaba en momentos de castigo por alguna travesura o queja que había llegado a mi hogar, era el encargado de hacer las rumas ordenadas de las leñas de eucalipto que yo las veía de a miles enseñándome sus puntiagudas astillas, en el caótico patio repleto de ellas. 

Las tenía que hacer si quería salir de casa al inicio de la penumbra y poder caer en brazo de mi adolescente amada, para que pueda mitigar en algo mis ampolladas y sufridas manos de tanto ordenar las leñas.







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Fecha Publicación: 2021-01-21T15:26:00.004-08:00




Este 26 de Enero, nuestra Provincia de Corongo cumple 78 años de creación política. Motivo por el cual el día Lunes 25 de Enero a las 8 PM la estaremos homenajeando como se merece, todo esto se trasmitirá mediante el Facebook de Prensa Ancashina 

Prensa Ancashina

Como parte de la celebración por esta importante fecha, estarán presentes en el programa virtual entre otros:

  • La Profesora Jesus Roldan Liñan estará en el discurso conmemorativo.
  • El Profesor Ever Rodríguez Figueroa nos deleitara con un solo de guitarra.
  • Saludos a la Provincia por los Representantes de los 7 Distritos.
  • Tema musical a cargo de la Asociación Cultural Centro Musical Corongo.
  • El Ing. Jorge Trevejo Mendez disertará sobre el sistema de Jueces de Agua, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
  • Desde Corongo, la danza declarada Patrimonio Cultural de la Nacion, por alumnas de la IE San Pedro.
  • Danza guerrera de Aco, Danza también declarada Patrimonio Cultural de la Nacíon.